Hay momentos en que nos hace falta...
Por John Berendt
Qué divertido habría sido que, en la campaña electoral de 1988 en Estados Unidos, el senador republicano Dan Quayle hubiera replicado en forma brillante a la pulla del senador demócrata Lloyd Bentsen: “Senador, usted no es un John Kennedy”. La respuesta de Quayle (“Observación realmente innecesaria, senador”) fue tibia. Sólo sirvió para detener el golpe, cuando se necesitaba un contraataque; una combinación de ingenio y veneno. Como la salida de sir Winston Churchill ante Bessie Braddock, miembro del Parlamento inglés, quien le gritó en una cena:
–¡Está usted borracho!
El Primer Ministro repuso:
–Usted, señora está muy fea. Y yo mañana estaré sobrio.
Tal vez la réplica más aguda del mundo sea la que se atribuye a John Wilkes, periodista y político británico del siglo XVIII. Cuando lord Sandwich le vaticinó que moriría “de viruela o en las galeras”, Wilkes contraatacó:
–Todo depende de que abrace yo a la amante de Vuestra Señoría, o los principios de Vuestra Señoría.
La maravilla de una réplica ingeniosa es que quien la recibe pasa de agresor a víctima. El actor Noel Coward, se encontró una vez con la novelista Edna Ferber, que vestía traje sastre, y le dijo:
–Casi parece hombre.
–También usted –reaccionó ella.
Churchill,el gran maestro de la réplica, tenía la costumbre de darle a la gente una sopa de su propio chocolate. Es ya legendaria la contestación que le dio al dramaturgo Bernard Shaw, quien le envió en cierta ocasión dos boletos para el estreno de una de sus obras de teatro, con el siguiente mensaje: “Uno para usted, y otro para un amigo suyo… si es que lo tiene”. Churchill se disculpó de asistir, pero pidió que le enviara boletos para la siguiente función, añadiendo: “… si es que la hay”.
El absurdo puede resultar demoledor si sabe uno aplicarlo con tino. Cierto duque inglés, molesto por la lentitud del servicio en su club, llamó al camarero y le preguntó con altivez:
–¿Sabe usted quién soy?
–No, señor, no lo sé; pero trataré de averiguarlo y se lo comunicaré de inmediato.
Otro clásico del género es un diálogo que tuvieron la periodista y escritora Dorothy Parker y la diplomática Clara Boothe Luce, ambas norteamericanas, una vez que llegaron al mismo tiempo a una puerta. La señora Luce se hizo a un lado y dijo:
–La edad antes que la belleza.
La señora Parker sin detenerse, asestó:
–Las perlas antes que los cerdos.
Nada de lo anterior sugiere una réplica ingeniosa para el senador Quayle. Pero en vista de lo que se ha sabido sobre el lado oscuro la personalidad de John Kennedy (sus enredos sexuales, la crueldad con que manipulaba a las mujeres) , tal vez Quayle no la necesitaba. Habría bastado quizá decir:
–Favor que usted me hace.
© 1991 por John Berendt. Condensado de “Esquire” (Octubre de 1991), de Nueva York, Nueva York.
Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CIV, Número 624, Año 52, Noviembre de 1992, págs 95-96, Reader’s Digest Latinoamérica, Coral Gables, Florida, Estados Unidos,
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