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miércoles, 10 de septiembre de 2025

Pifias en letra impresa

Cuento

 

Por Bruno Gideon



“TREINTA y cinco palabras, a lo sumo, no hay espacio para más”, ordenó el director al periodista. Así pues, la nota apareció publicada en el diario en estos términos:

Una mujer resbaló al pisar una cáscara de plátano, en un paso para peatones, en la Bahnhofstrasse. Inmediatamente fue transportada a la clínica de la universidad, donde le fue diagnosticada fractura en una pierna.

La primera reacción a la noticia fue rápida: llegó una carta registrada, dirigida al director. Un importador de plátanos escribió:  “Protestamos enérgicamente por su intento de desacreditar nuestro producto. Como en los últimos meses usted ha publicado cuando menos 14 comentarios negativos contra los países productores de plátanos, nos resulta difícil creer que no haya de su parte intención de difamarlos”.

También el director de la clínica de la universidad manifestó su inconformidad, con el argumento de que la expresión “fue transportada ” podría implicar “el transporte de seres humanos como carga”, lo cual iba en contra de la política del hospital. “Además”, subrayaba el quejoso,  “puedo demostrar que la fractura de la pierna se debió la caída de la mujer, y no a su traslado a este hospital, como se ha sugerido maliciosamente”.

Por último, un empleado del Departamento de Ingeniería Civil de aquella ciudad  llamó al diario e informó que las condiciones del paso para peatones donde cayó la mujer no habían sido la causa del accidente. Además, recalcó, el Comité en Pro de la Señalización en los Pasos  para Peatones estaba a punto de concluir un informe, después de seis años de trabajo; por tanto, ¿no sería posible, para que no hubiera repercusiones políticas, suprimir toda mención de “pasos para peatones” durante los meses siguientes. 

El diario publicó en su siguiente numero la noticia modificada: Una mujer se cayó en la calle y se fracturó una pierna. 

Al otro día, la dirección recibió dos mensajes relacionados con la nota. Uno de ellos era una carta iracunda de la Asociación no Lucrativa en Favor de los Derechos de la Mujer. Su vocera impugnaba enérgicamente la expresión “una mujer se cayó”, pues la consideraba discriminatoria, una referencia clara a la estereotipada imagen de las “mujeres caídas”, y una muestra más del   “empeño machista por mantener a la mujer en condiciones de sumisión, y apuntalar el orden establecido en un mundo dominado por machos pérfidos y retrógrados”. La misiva incluía la advertencia de una posible demanda judicial, un boicot y otras medidas.

La otra reacción fue la de un lector que cancelaba su suscripción, y se quejaba del creciente número de trivialidades y tonterías que publicaba ese diario. 



© Por Bruno Gideon. Condensado de “Nebelspalter” (25-IV-1988), de Rorschach, Suiza.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo XCVIII, Año 49, Número 584, Julio de 1989, págs 75-76, Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos



    
Notas

Bahnhofstrasse.- Calle comercial, la más importante de Zúrich, Suiza.
 

Impugnar.- 

1. Combatir, contradecir, refutar.
Sinónimos: refutar, rebatir, contestar, rechazar, oponer, contradecir, objetar, instar, reclamar1.

2. Interponer un recurso contra una resolución judicial. Sinónimo: recurrir. 

 

Apuntalar.-
1. Poner puntales. Sinónimos. entibar, afianzar, acodar, escorar.

2. Sostener, afirmar. Sinónimos: sostener, afirmar, apoyar, afincar, asegurar, consolidar, reforzar.  

 

Pérfido.- Desleal, infiel, traidor, que falta a la fe que debe. 
Sinónimos:desleal, infiel, traidor. 

 

Retrógrado.-

1. Adjetivo despectivo. Dicho de una persona:
Partidaria de instituciones políticas o sociales propias de tiempos pasados, o contraria a innovaciones o cambios. Sinónimos: reaccionario, retardatario, cavernícola, carca, rancio.

2. Adjetivo despectivo. Dicho de una cosa: Propia de la persona retrógrada. Ideas retrógradas. DLE RAE


miércoles, 13 de agosto de 2025

El Fenómeno de la TV

Por Héctor Velarde

Había oído hablar muchísimo de Adolfo Serrano; un fenómeno de la TV, una maravilla, un prodigio de conocimientos, un monstruo de memoria. Quise verlo y fui a casa de un amigo cuyo aparato de TV es como cinema de barrio. En la salita de mi amigo ya no cabía ni un alfiler en espera de que apareciese Adolfo Serrano en la pantalla.
Mientras tanto comentaban sus proezas: 
―¿Te acuerdas el jueves pasado cuando le preguntaron con qué armas entró Alarico a Roma y que él contestó inmediatamente con arco, espada y porra? ¡El lío que se armó! Nadie sabía lo de la porra. ¿Luego, en Arqueología Egipcia, cuando le preguntaron con qué pie había pisado primero Lord Carnarvon al penetrar en la cámara funeraria de Tutankamón ¿¿Y lo que respondió? Notable. Que lo primero que puso Lord Carnarvon no fue el pie sino la mano izquierda porque entró a gatas… tuvieron que darle el premio.
De pronto una exclamación:
—¡Ya salió!


Vi a un hombre alto, larguísimo y con la cara completamente invadida por dos ojos redondos, separados, salidos y fríos como los faros de un automóvil viejo. Concursaba sobre Historia Santa.
Le preguntaron de qué color era el manto de la Virgen María cuando crucificaron a nuestro señor Jesucristo. ¿Blanco, azul, marrón o negro?
El hombre quedó más de tres minutos como petrificado por la pregunta,  dio un grito agudísimo, prolongado, que se apagó poco a poco como si se hubiese tirado en un pozo sin fondo y se cayó muerto, largo a largo…


Fue como la caída violenta de un poste sin que mediara ninguna razón visible. Algo muy raro. Naturalmente el programa “Gomia Pigal pregunta” terminó a capazos. 

¿Pero de que murió Adolfo Serrano?

Y aquí viene el misterio. Hasta ahora no se sabe. No lo entierran porque no pueden todavía hacer el parte de defunción. Ya va una semana de esto… Por más que lo han examinado no le encuentran nada, absolutamente nada, ni corazón, ni ataque cerebral, ni enfermedad vieja, nada, es rarísimo… Lo único que se sabe es lo declarado por su mujer, el cura que lo confesaba, un anticuario que le conocía mucho, un pintor misógino y el director de la TV, canal 48 donde murió…

Es verdaderamente un caso para intrigar a cualquiera. Adolfo Serrano hubiera podio tener fama internacional pero era muy tímido, muy poquito… En cuanto principiaba a llamar la atención con su memoria se retiraba prudentemente… Trabajó en circos como adivino, vestido de mago asirio, fue guía de una empresa alemana de turismo hasta que lo creyeron peligroso, estuvo algún tiempo como calculista mental en una casa de máquinas registradoras; él era quien las controlaba…

Su mujer contó que se  había casado con Adolfo Serrano en Huancayo ―era huancaíno― porque la encontraba parecidísima a Kufrú Nacopeth, una princesa copta del año 80 d. J. C., que él admiraba mucho. También contó que su marido se manejaba en todas las ciudades que visitaba la primera vez como si hubiese vivido en ellas toda la vida, que no necesitaba plano, ni preguntar ni nada… “Todo era por conocimientos históricos, de memoria, no tenía sino que mirar a su alrededor y decirme: chola, ¡por aquí! ¿Y cómo sabes, le pregunté al llegar a Londres, que es por aquí? Ah, me contestó, porque en esta esquina Richard Cromwell en 1659 volteó con su gente para perseguir al general Monk y llegó hasta Westminster donde vamos ahora…
En París era lo mismo, se fue como si tal cosa del lugar de las Tullerías donde está el Pabellón de Flora hasta la Plaza de los Vosgos siguiéndole los pasos a Enrique IV y luego, empalmando con los de Luis XIII, fuimos a almorzar al final de la calle Saint Antoine donde al morzaban los mosqueteros… Y en Roma, y en Budapest, y en los barrios de El Cairo… Donde Adolfo dudaba y se sentía un poco mal, con mareos era en las ciudades americanas como en Kansas City, por ejemplo, como no hay mucho que recordar…


Luego las declaraciones del cura son igualmente extraordinarias. Dijo que Adolfo Serrano era incapaz de matar una mosca, además no le interesaba matar a nadie, no tenía codicia, ni pasiones, y mucho menos vicios, amaba a su mujer en adoración perpetua. Un día le confesó que estaba enamorado de ella desde la punta de los pelos hasta las uñas de los pies, que ese amora era constante y que ya duraba 1800 años. Referencia seguramente a Kufrú Nacopeth.
Para él todos los pecados eran iguales, todos tenían el mismo valor de gravedad, su temor a la realidad era tal que no cometía ninguno…
Sin embargo su examen de conciencia comprendía íntegramente toda su vida, sin omitir ningún detalle, desde su última confesión hasta el momento en que se confesaba nuevamente. “A Dios gracias, dice el cura, esto era una vez al año. Las confesiones duraban por lo general tres horas. Yo tenía que pararlo. Pero nada. Y cuando, por casualidad, se olvidaba de algo creía haber cometido un pecado horrible y lloraba de no poder acordarse… Ah, pero si llegaba a recordarlo todo, todo, todo…”


Los informes más interesantes y sorprendentes los ha proporcionado el anticuario. Sus datos y observaciones diagnostican admirablemente el caso de Adolfo Serrano como un verdadero fenómeno y explican todo lo referido.
“Yo era cliente de Adolfo, declara el anticuario; no tenía precio para mi negocio. Si dudaba sobre el origen Tudor o catalán de un banquito gótico, Adolfo no hacía sino mirarlo y me decía: Alemán del siglo XIV, hecho en Bremen en los talleres del maestro Sibelius. Para él, para Adolfo, lo nuevo y lo viejo eran exactamente lo mismo. A fuerza de memoria había suprimido el pasado, sí señor, el pasado; al suprimir el pasado todo era presente para él, todo lo veía como en una inmensa tapicería. Su mundo no era redondo, no; era un plano repleto, nutrido, de imágenes compactas, nítidamente limitadas y sin ningún vacío entre ellas… Un mural sin grietas. Las dudas eran como si descubriera huecos en esa pared compacta de mil mosaicos, lisa, inmensa, y entonces tenía vértigos… Luego, y aquí viene lo más grave, habiendo suprimido el pasado había suprimido el tiempo…
Suprimir el tiempo es suprimir la perspectiva de las cosas, la distancia en profundidad, la tercera dimensión… ¡La tercera dimensión! Es decir, el volumen, el peso, la realidad misma. Adolfo había suprimido la realidad tangible y durable; andaba y pensaba como en una superficie chata, de dos dimensiones solamente, delgadita, luminosa… Adolfo era un reflejo viviente de todo lo que había visto y veía, parecía un gran espejo de armario, largo, solo, ambulante y en peligro de hacerse pedazos en cualquier momento”.


Ante ese caso único, increíble,  no perdí naturalmente el testimonio del pintor misógino.
El pintor conoció a Adolfo Serrano en una galería de arte y se interesó  mucho por su falta absoluta de sensibilidad artística. Adolfo Serrano no sabía si una escultura o cuadro era feo o bonito.
Todo lo juzgaba por comparaciones históricas que eran infalibles, pero nada por valores intrínsecos de belleza.
“Un día, dice, le mostré la copia de un Picasso. Inmediatamente observó: proviene en línea recta de los pájaros hititas encontrados recientemente en Ur… La equivalencia de lo aparente le bastaba y sobraba; el arte para él era una doble ilusión…
Una estatuita podía ser de oro o de plomo pintada con purpurina; le era completamente igual… En cuanto a música no entendía nada. Él mismo me explicó en un concierto como la música es tiempo puro, que fluye y no queda, yo no puedo fijarla en imágenes, se me escapa… No logro captar su significado y entonces oigo como una sucesión de ruidos a veces agradables… Silbaba muy mal La Donna è Mobile. Inconocible”.


No había duda de que todas las declaraciones tenían una unidad absoluta. Adolfo Serrano era un fenómeno misterioso de memoria plástica, objetiva, todo él   era memoria pura, presencia integra de lo que fue y es visible… ¿Por qué se caería muerto de golpe cuando le preguntaron de qué color era el manto de la Virgen María cuando crucificaron a nuestro Señor Jesucrito?. Si blanco, azul, marrón o negro.
―Le falló pues la memoria, murmuró un zambito aficionado a la TV que me había oído; unos se mueren porque les falla el corazón, otros porque les falla la memoria…


Es evidente, pensé, a Adolfo Serrano se le perforó el mural de su mundo repleto de recuerdos intactos, cerrados, precisos, sin claros… Se le abrió el forado de un olvido fatal, sin fondo y todo su ser se fue, se vació por ahí como el agua por el hueco de un lavatorio.

Pero a Adolfo Serrano no lo han enterrado aún porque no saben precisamente de qué ha muerto. Se le puede seguir viendo en la TV, repitiendo lo mismo.
 


Héctor Velarde Bergmann, nació en Lima en 1898. Arquitecto y catedrático de la Universidad de Ingeniería. Ha publicado ensayos sobre problemas estéticos, historia del arte y de la arquitectura. Colabora con regularidad en diarios y revistas del Perú y del extranjero. Ha publicado “Kikiff“, en 1924; ”Tumbos de Lógica“, en 1928; ”Yo quiero ser filósofo“ en 1932; ”El diablo y la Técnica“ en 1935; “El Circo de Pitágoras” en 1939; ”Lima en picada” en 1944;  ”El Hombre que perdió el tacto y otras cosas por el estilo en 1947“; ”La Cortina de lata“ en 1950; ”Oh, los gringos“ en 1957; ”La Perra en el Satélite“ en 1958. Recientemente se han editado sus obras completas.
Velarde falleció en Lima en 1989.



Varios autores, Antología del Cuento. Lima en la Narración Peruana, Presentación y Selección de Elías Taxa Cuádroz,  Editorial Continental- Kontinental Verlag, Lima, Perú, 1967, págs. 171-174



Pequeño Comentario

Por los detalles del relato hace recordar al cuento de Jorge Luis Borges, Funes el Memorioso.
Claro que Serrano es un memorista, un simple y maniático acumulador de datos, un ser de lo más opaco. Los tipos así no comentan (no tienen opinión propia) ni analizan, ya que sólo repiten lo que leyeron o vieron en alguna parte.
A ambos personajes les falla la cuestión porque la memoria no puede ser absoluta y uno no puede saberlo todo ni acordarse de cada cosa (hay muchos temas de los que no tenemos toda la información. Además muchos detalles son inútiles). Si no existiera el olvido la vida sería insoportable.
No todo es o puede basarse en acumular datos sino que hay que pensar, reflexionar, analizar, discernir, desechar, aplicar, actuar, hablar, etc. Por otra parte la pedantería es de lo más inaguantable.



Notas

He corregido algunas erratas que estaban en el texto original.
Añadí algunos datos a la reseña del autor en el libro.

Capazo.- Espuerta grande de esparto o de palma.
Sinónimos: capacho, capaza, cesta, cesto, canasta, canasto, espuerta, capacha, sera, serón. DLE RAE

Terminar o acabar a capazos.- Además de los usos más comunes, la palabra "capazo" también ha adquirido otros significados, especialmente en contextos coloquiales. En algunas regiones, "capazo" puede referirse a un golpe dado con la capa. La expresión "acabar a capazos" se usa para describir una reunión o evento que termina en desorden o con una fuerte discusión.

De manera similar, la expresión "parar en capazos" se utiliza coloquialmente para referirse a una desavenencia o riña. bibliatodo.com

Inconocible (Incognoscible).- 
Que no se puede conocer.
Sinónimos: insondable, inescrutable, impenetrable, incomprensible, ininteligible, misterioso. DLE RAE

La Donna è mobile (La mujer es voluble): Famosa canción (aria) de la ópera Rigoletto del compositor italiano Giuseppe Verdi.

martes, 21 de enero de 2025

Los Gallos

Por Federico Elguera

No guardo recuerdo de ciudad, villa o aldea, en la que canten los gallos como cantan en Lima.
Mientras estuve viviendo en el hotel, creí que sólo en ese establecimiento existiría un gallinero para abastecer al restaurante; pero cuando alquilé un departamento y los gallos seguían cantando, me mudé a otro y el canto me perseguía, me di cuenta de que no hay habitante de Lima que no tenga su gallo.
Naturalmente, que me refiero al canto nocturno que interrumpe el sueño y desespera.

ꟷOiga, amigo, dije un día al cobrador de la casa que ocupaba: estoy pensando mudarme, porque los gallos no me dejan dormir.
ꟷEn todas partes le pasará a usted lo mismo, me contestó.
ꟷ¿Pero por qué hay tantos gallos en esta ciudad?
ꟷPorque hay muchas gallinas, me contestó sonriendo.
ꟷ¡Convenido! ¿Pero por qué la pasan cantando toda la noche?
ꟷPorque son muy brutos y se equivocan con la luz. Vea usted, agregó, antes del alumbrado eléctrico sólo en las noches molestaban; pero ahora, todas las horas les parecen de madrugada.
ꟷ¡Maldita luz! Pues deberían apagarla después de la medianoche.
ꟷ¡Eso no es posible!
ꟷ¡O matar a todos los gallos!
ꟷTampoco es posible, porque no habría qué hacer con las gallinas.
ꟷ¡Hombre! ¡Comérselas!
ꟷ¡Ah, no, no! ¡Ya irá usted acostumbrándose!
ꟷ¿Cómo voy a acostumbrarme a vivir en un corral?
ꟷ¡No, señor! En esta finca no hay corral. Aquí sólo viven hombres solos, y los gallos que usted oye son del barrio.
El cobrador tenía razón; pues los gallos que yo oía eran de toda la ciudad.

Principiaba a cantar uno, de voz de chantre, pausada y ronca, que era el más próximo a mi dormitorio. Despertaba a sus conciudadanos y se formaban inmediatamente dúos, tercetos, cuartetos y coros, que no tenían cuándo acabar.
Una persona a quien me quejaba de esto, me dijo:
ꟷFelicítese usted de que ladran menos perros que antes.
ꟷ¿También había eso? ¿Pues en esta ciudad no se podría dormir?
ꟷEn otro tiempo los vecinos tenían que levantarse de sus camas para matar a tiros a los perros.
ꟷ¿Y el Municipio?
ꟷEstá en una esquina de la Plaza ¿No lo conoce usted?
ꟷ¡No es eso! Pregunto si no se ocupa de esas cosas.
ꟷ¡Ah!, ¡sí! ¡sí!
ꟷPero lo que me vuelve loco son los gallos. ¿Por qué no se adopta alguna medida para que no canten en la noche?
ꟷ¿Pero qué podría hacerse?
ꟷObligar a sus dueños a que los hagan dormir en un cajón para que no puedan estirar el pescuezo o meterlos en cuartos oscuros.
ꟷ¡No se sofoque usted, que ya se irá acostumbrando!
ꟷY con la esperanza de acostumbrarse todo se soporta en el Perú.

¿Le pican a usted las pulgas?
¡Paciencia!
¡Ya se irá acostumbrando!
¿No respira usted polvo infecto?
¡Paciencia!
¡Ya se irá acostumbrando!
¿Va usted tranquilo por esas calles de Dios y se da de boca con un grupo de patriotas, que descargan sus revólveres a diestra y siniestra?
¡No se alarme usted, que ya se irá acostumbrando!
¡Desgraciadamente yo no me acostumbro!

Los gallos, las pulgas, el polvo y los tiros me quitan el sueño, me pican, asfixian y excitan mis nervios.
Como buen turista me adapto con facilidad al medio; pero hay cosas, que la verdad, no puedo tolerar.
Todavía no formo un concepto claro del carácter peruano.
¿Ese pueblo es paciente, sufrido y abnegado?
No lo sé, pero al lado de su apatía e indiferencia; es capaz de levantarse en armas y de exponerlo todo, en un momento dado.
¿Será esto mismo consecuencia de su abnegación o prueba de carácter y energía?
Repito que todavía no lo entiendo; pero puedo asegurar que es un pueblo dócil para conducirlo al bien, como fácil para dirigirlo al mal.
El secreto estriba en saberlo mover: en tocarle a tiempo una campanada, en quemarle un cohete, pronunciarle un discurso, reunirlo y capitanearlo.
¡Y seguirá entusiasta y ciego!

En vísperas de una elección de senador me tocó de vecino uno de los candidatos, a quien todas las noches visitaban sus clubes.
El pobre hombre salía a su balcón y, a grandes voces, les soltaba un discurso.
Naturalmente que el discurso no se cambiaba cada noche… ni la gente tampoco.
Unas veces aparecían con el nombre de Club A, otra con el de Club B y así con otros nombres.
Llegaron a grabárseme algunos tipos de esos hombres, y fue enorme mi sorpresa al reconocerlos, un día, en una manifestación en favor del candidato rival de mi vecino.
ꟷ¿Pero que es esto? le pregunté a un amigo que me acompañaba. Si a esta gente la veo todas las noches, en el bando opuesto.
ꟷNo se preocupe usted, me contestó, con gran calma. Si se queda aquí más tiempo, nada de esto le llamará a usted la atención.

¡Ya se irá usted acostumbrando!

(De: El Barón de Keef)



Varios autores. Festival de Lima Edición Antológica. Volumen V Sátira y Humor, Dirección General y Selección: Juan Bromley y Luis Málaga, Concejo Provincial de Lima, Lima, Perú, 1959, págs. 85-88



Federico Elguera nació en Lima en 1860 y falleció en 1928. Fue abogado, político y diplomático. Colaboró en diversas publicaciones con el seudónimo de “Barón de Keef”.  Publicó F + F: Letrillas por Federico Elguera y Federico Blume, Marionetas  y El Barón de Keef en Lima.

Dato tomado de Varios autores, Antología del Cuento. Lima en la Narración Peruana, Presentación y Selección de Elías Taxa Cuádroz, Editorial Continental- Kontinental Verlag,Lima, Perú, 1967
De Elguera puse antes en el blog su relato El Malillero que apareció en la antología citada