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domingo, 31 de agosto de 2025

La mujer que supo callar

Drama de la vida real

 

Arriesgó todo por salvar la vida de un oficial cuyo uniforme tenía muchas razones para odiar

 

Por  Janice Keyser Lester



EN UN ESTANTE de mi cocina guardo un antiguo y pequeño molinillo de café. El cajón de su base contiene un trozo de papel con un a escritura descolorida. 
La tinta, hecha con jugo de bayas, sea desvanecido, y el fino papel está frágil porque lo doblaron repetidas veces hasta hacerlo caber dentro de un botón de bronce. Parte del mensaje es todavía legible. Está fechado el 14 de septiembre de 1864, y comienza así:
“Querida Bettie: Aprovecho la oportunidad de enviarte esta nota ocultándola a los yanquis…”

Se trata de una carta remitida por un oficial confederado prisionero a su esposa, joven ojiazul de 20años que vivía sola con un matrimonio de negros, antes esclavos, en el valle de Shenandoah, entonces devastado por la guerra de Secesión. La joven se llamaba Bettie Van Metre, y durante los dos meses siguientes se convirtió en protagonista de uno de los episodios más dramáticos y menos concoidos de esa guerra. Yo lo conozco porque se lo oí muchas veces a la misma Bettie; ella fue mi tía abuela favorita,  y cuando murió tenía más de 80 años.

Siempre que mi familia visitaba a la tía Bettie en su antigua casa de Berryville (Virginia), yo no dejaba tranquila a la anciana hasta que me contaba la historia. Todavía me parece verme sentada en un escabel a la espera de que ella comenzara.
Siempre lo hacía diciendo: “Jamás odié a los yanquis; sólo odiaba la guerra”.

Bettie Van Metre tenía buenas razones para detestarla. Uno de sus hermanos murió en la batalla de Gettysburgo, y otro fue hecho prisionero. Luego, James, su marido, cayó también en poder del enemigo, y su carta hablaba de enfermedad, malos tratos y hambre. 
Bettie ni siquiera sabía dónde se encontraba su marido, pues la parte de la misiva en que había escrito la dirección era ilegible.

Durante más de tres años el hermoso valle de Shenandoah sufrió los azares de la guerra, hasta que quedó convertido en un desierto lleno de granjas abandonadas y de mansiones saqueadas. Los ejércitos rivales aún combatían denodadamente, mientras bandas de desertores y de guerrilleros asesinaban y robaban. Bettie dedicaba buena parte de su jornada a trabajar en el Cuerpo de Costura y Enfermería local, el anciano matrimonio negro la ayudaba y atendía, pero no obstante la afectuosa compañía del tío “tío Dick” Runner y de Jennie, su mujer, las noches resultaban interminables. 

Un bochornoso día de fines de septiembre un convoy yanqui se detuvo frente a una granja situada a unos 750 metros de la casa de los Van Metre. De una de sus ambulancias tiradas por caballos sacaron una camilla ensangrentada donde yacía un hombre. Tres días antes, en una salvaje escaramuza que tuvo lugar antes de la batalla del arroyo Opequon, una granada había estallado junto al teniente de 30años Henry Bedell, de la Compañía D del 11° regimiento de voluntarios de Vermont. Un fragmento se le había incrustado en la mano derecha, y otro le desgarró la pierna izquierda, de tal modo que fue forzoso amputársela por el muslo.

Cuando fue necesario evacuar a los heridos y llevarlos a Harpers Ferry, los médicos decidieron que Bedell no podría resistir el angustioso trayecto de 30 kilómetros. A fin de evitarle sufrimientos inútiles decidieron dejarlo en esa granja, al cuidado de su asistente. La granja, abandonada por sus dueños, estaba ocupada por una mujer zarrapastrosa, la cual aceptó sin comentarios el dinero que le ofrecieron por dar albergue al oficial.

Era Bedell hombre fuerte y valeroso. Antes que sus compañeros lo dejaran solo, les dictó una carta para su esposa, que residía en Westfield (Vermont). Les pidió también que pusieran a su lado su fusil de repetición, diciendo que si llegaban los confederados y él no había perdido la conciencia, lo sabría usar.
Sus camaradas lo ocultaron en el desván, y luego el convoy prosiguió su marcha.

Durante dos días la mujer y el ordenanza se emborracharon y anduvieron de juerga. Nunca subieron a ver al oficial, aunque oían sus lamentos. Aburridos de esperar que se muriera, al tercer día abandonaron el lugar. Pero tío Dick Runner había visto cuando introdujeron al herido en la granja. Y cuando la pareja partió, fue a pedir auxilio a la casa de los Van Metre.

Siempre que la tía Bettie contaba su impresión al ver al hombre demacrado y barbado que yacía en el desván con el uniforme azul manchado de sangre, la indignación le enrojecía el rostro. “Era una pesadilla: ¡esos horribles vendajes, ese espantoso hedor! Así es la guerra, hijita. Ni clarines ni banderas; sólo dolor e inmundicia, futilidad y muerte”.

Para Bettie Van Metre ese hombre no era un enemigo, sino un ser humano que padecía. Le dio de beber y trató de limpiar sus terribles heridas. Luego salió al aire y se apoyó contra la pared de la casa, esforzándose para no vomitar.

Sabía que era su deber dar aviso de la presencia de un oficial yanqui a las autoridades de la Confederación. Pero también sabía que no lo haría. “Me preguntaba si tendría una esposa esperándolo en alguna parte, sin saber dónde se encontraba su marido, como me pasaba a mí. Y me parecía que lo único importante era hacerlo volver a su hogar”.

Lentamente, con paciencia y habilidad, Bettie reanimó la vacilante llama vital  próxima extinguirse en Henry Bedell. Tres veces al día subía al desván para llevarle el alimento que podía encontrar. Carecía casi por completo de de medicamentos, y no estaba dispuesta a sacar ninguno de la escasa provisión del hospital confederado. Pero ya no podía volverse atrás. Bedell le había dicho que no lo apresarían vivo. “Todavía puedo tirar con mi mano izquierda”, agregaba hosco. 

Recuperaba poco a poco sus fuerzas; hablaba con Bettie de su mujer y sus hijos, que habían quedado en Westfield, y escuchaba atentamente cuando ella se refería a sus hermanos y a James. “Yo sabía que su mujer oraba por él, como yo lo hacía por mi marido”, decía la tía Bettie. “Algunas veces me sentía extrañamente cerca de ella”.

En el valle las noches de octubre comenzaron a ser frías. Las heridas de Bedell se volvieron a infectar, y aumentó el riesgo de que muriera de pulmonía en el desván sin calefacción. Entonces Bettie decidió llevarlo a su casa. Con ayuda del tío Dick y de Jennie, lo trasladó durante la noche y lo acostó en una cama puesta en un disimulado entrepiso encima de la cocina. Pero el movimiento y la intemperie afectaron seriamente al debilitado enfermo. A la mañana siguiente amaneció con fiebre alta; a mediodía deliraba, y al anochecer Bettie se dio cuenta de que moriría sin asistencia profesional. Luego de pedir a Dios que la iluminara, escribió una nota al médico de su familia, Dr. Graham Osborne, a quien había conocido desde niña.

El médico no perdió tiempo en recriminaciones. Examinó a Bedell y movió negativamente la cabeza.
Había pocas esperanzas, a menos que pudieran obtenerse remedios apropiados, que ya no había en la Confederación. Pero Bettie no se dio por vencida. “Entonces iré a Harpers Ferry a pedírselos a los yanquis”.

El médico trató de disuadirla. El cuartel enemigo estaba a 30 kilómetros de distancia, y aun en el caso de que consiguiera llegar allí, nadie creería su historia.

“Llevaré una prueba”, arguyó ella. En el cuchitril donde yacía Bedell había encontrado un ensangrentado documento con el sello oficial de la Secretaría de Guerra.  “Es el certificado de su último ascenso. Cuando se lo muestre a los yanquis, tendrán que creerme”.

Obligó al médico a escribir una lista de las medicinas que necesitaba, y al día siguiente partió muy temprano. Viajó durante cinco horas, deteniéndose sólo para que descansara la yegua. En una ocasión un vagabundo se levantó de una zanja y trató de coger la brida. Bettie le asestó un latigazo; el animal, asustado, se encabritó y partió a la carrera, y el hombre no pudo alcanzarlo. Ya se ponía el sol cuando mi tía se encontró por fin con el comandante yanqui, general John Stevenson, quien escuchó a la joven sin disimular su escepticismo.

“Señora”, le dijo,  “el asistente de Bedell nos informó que había muerto”.

“Está vivo”, insistió Bettie. “pero no lo estará mucho tiempo si no me da usted las medicinas de esta lista”.

El general vaciló. “Bueno”, dijo por fin, “no voy a arriesgar las vidas de unos cuantos soldados para descubrir la verdad. Que se entregue a la señora Van Metre lo que pide”, ordenó a su ayudante. Y sin querer escuchar las palabras de agradecimiento de Bettie, ledijo: “Sea o no verdad lo que afirma, es usted una mujer valiente”.

Con los remedios que ella llevó a Berryville, el Dr. Osborne logró detener la infección. Diez días más tarde Bedell andaba con un par de toscas muletas que el tío Dick le había hecho. Pero ya habían comenzado a propagarse rumores de que en la casa de los Van Metre habitaba un forastero, y pronto llegaron a oídos del médico, quien en su próxima visita dijo sin rodeos: “Bettie, usted se encuentra  en una posición peligrosa”.

Bedell estuvo de acuerdo: “Yo no puedo seguir comprometiéndola a usted. Ahora me siento lo suficientemente fuerte para viajar. Y tengo un plan”.

El plan consistía en ponerse de acuerdo con uno de los vecinos, un tal señor Sam, viejo granjero inconsolable por la pérdida de unas mulas que según él le habían robado los yanquis. Le quedaba una, y un carro. Se le propuso que llevara en él a Bedell hasta Harpers Ferry, pues allí probablemente lograría cambiar al inválido oficial por los animales desaparecidos. El anciano se dejó convencer de mala gana. 

Entonces Bedell confió a Bettie el resto de su proyecto: ella debía ir con él. “La guerra ya casi ha terminado”, agregó, “y quizá yo pueda ayudarla a encontrar a su esposo”.
Bettie vacilaba, pero finalmente estuvo de acuerdo.

El tío Dick preparó un arnés doble para enganchar la yegua al carro, junto con la mula de Sam. El oficial se acostó en una canasta vieja llenade heno, el fusil al alcance de su mano, así como también las muletas. El viaje fue largo y lento, y casi terminó trágicamente. Cuando se encontraban a una hora de distancia de los yanquis, aparecieron de pronto dos jinetes. Uno de ellos exigió dinero con una pistola, y el otro derribó del carro a Sam. Mientras Bettie permanecía inmóvil, paralizada de miedo, sonó una detonación detrás de ella, tan cerca que sintió el viento del disparo. El guerrillero de a caballo cayó al suelo, y un segundo tiro derribó a su compañero. Bettie vio como Bedell bajaba el arma y se quitaba las pajas de heno del cabello.
“Sigamos adelante”, dijo él.

Al llegar al campamento yanqui, los soldados no ocultaron su asombro ante la exhausta joven y el viejo labrador. Su sorpresa fue aun mayor cuando vieron levantarse de su cama de heno a un oficial de la Unión con una pierna de menos y la mano mutilada. “Todo cuanto recuerdo”, decía la tía Bettie, “es la expresión del rostro de Henry cuando descubrió su bandera y la saludó con la mano vendada”.

Bedell fue enviado a Washington. Allí contó lo ocurrido a Edwin Stanton, secretario de Guerra, que inmediatamente escribió una carta de agradecimiento a Bettie y firmó la orden de poner en libertad a James. Se concedió a ella un pase especial para los ferrocarriles a fin de que buscara a su marido, y se dispuso que Bedell la acompañara.

La busca no fue fácil. Los registros indicaban que un James Van Metre había sido enviado a una prisión de Ohio, pero cuando se hizo formar ante Bettie a los demacrados y andrajosos prisioneros, James no estaba entre ellos. Visitaron una segunda cárcel. Con el mismo resultado. Bettie luchaba contra el temor de que su marido hubiera muerto. Pero en Fort Delaware (Maryland), cuando se terminaron todos los recursos, un hombre alto, de ojos hundidos en el rostro extenuado, salió de las filas y cayó en brazos de su mujer. Ella lo oprimió contra su pecho, mientras las lágrimas le corrían por la cara. Y Henry Bedell, apoyado en sus muletas, lloró también.

Los tres regresaron por barco a Washington, y luego por ferrocarril a a la casa de Bedell en Vermont.
Una durable y profunda amistad surgió entre ambas familias. Más tarde cuando los Bedell tuvieron otros dos hijos, les dieron el nombre de sus amigos, Bettie y James. 

Poco después de terminada la guerra los Van Metre recibieron a  los Bedell en su plantación de Virginia.
Cincuenta años más tarde ambas familias mantenían aún cordiales relaciones.  Entonces la Legislatura de Vermont aprobó una resolución por la cual se agradecía a Bettie su acto de bondad. Y en 1915, el día del aniversario del nacimiento de Lincoln, el gobernador, Charles Winslow Gates, presidió un banquete ofrecido en Westfield en honor de mi tía, y le entregó un pergamino en el que se recordaba su hazaña.

Todavía puedo ver chispear los ojos azules de Bettie y escuchar su risa. Y en algunas ocasiones, cuando los hechos que ocurren en nuestro tiempo me parecen casi increíbles, tomo el antiguo molinillo de café y saco la frágil carta que James escribió hace más de un siglo. Eso me recuerda que, por oscuro que pueda parecer el porvenir, el amor es todavía más fuerte que el miedo, y que los actos misericordiosos se ven a menudo premiados inesperadamente.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo LVIII, N° 349, Diciembre de 1969, págs. 139-144, Reader’s Digest México, S.A. de C.V., México, México.


 

Notas

Guerra de Secesión o Guerra Civil Estadounidense (1861-1865), fue un conflicto entre la Unión (el Norte antiesclavista) y la Confederación (el Sur esclavista y  secesionista).

Abraham Lincoln (12 de febrero de 1809-15 de abril de 1865).- Político y abogado estadounidense. Fue el decimosexto presidente de los Estados Unidos (1861-1865).

Valle de Shenandoah.- Valle situado principalmente  en el estado de Virginia y en parte del de Virginia Occidental (Estados Unidos).

Jugo.- Zumo, concentrado, néctar, caldo, etc. 

Ilegible.- Que no puede leerse. Sinónimos: indescifrable, ininteligible, incomprensible.

Escaramuza.- Refriega de poca importancia sostenida especialmente por las avanzadas de los ejércitos. Lucha, contienda, enfrentamiento,  pleito, disputa, pelea. etc.

Zarrapastroso/sa.- Desaseado, andrajoso, desaliñado y roto.  Desaseado, desaliñado, andrajoso, desastrado, astroso, harapiento, sucio, descuidado, adán.

Ordenanza.- Milicia.  Soldado que está a las órdenes de un oficial o de un jefe para los asuntos del servicio.

Demacrado.-Que muestra demacración (Acción y efecto de demacrarse). Consumido, macilento, enfermizo, delgado, pálido, flaco, descolorido, mustio, etc..

Entrepiso.- Piso que se construye quitando parte de la altura de uno, entre este y el superior. Entreplanta, altillo. DLE RAE


lunes, 25 de agosto de 2025

Quién fue realmente el rey Midas y de dónde salió la leyenda de que convertía en oro todo lo que tocaba

 

Al abrazar a su hija, el rey Midas se dio cuenta del error que había cometido al pedir su deseo (Ilustración de 1893 de un libro para niños de Nathaniel Hawthorne).

 

Por Bella Falk
BBC Travel *

 

Quienes visitan Turquía siempre quedan cautivados por sus magníficos sitios históricos.

Desde las imponentes columnas de la Biblioteca de Celso en Éfeso hasta las colosales cabezas del monte Nemrut, el país casi se hunde bajo el peso de su esplendor histórico.

Pero hay una ciudad antigua (recientemente coronada como el vigésimo sitio del Patrimonio Mundial de la Unesco de Turquía) que anuncia su importancia con mucha menos fanfarria.

Su nombre es Gordio, la antigua capital del reino de Frigia de la Edad del Hierro, y tiene al menos 4.500 años.

Situada a unos 90 kilómetros al suroeste de Ankara, en una llanura árida y azotada por el viento, Gordio parece más una cantera o el cráter colapsado de un volcán extinto que una ciudad que alguna vez fue poderosa. 

Un enorme montículo, los restos enterrados de una ciudadela de 135.000 m², se eleva suavemente desde el paisaje circundante con un camino arenoso que conduce a la cima.

Desde allí, puedes mirar hacia las excavaciones abiertas y distinguir los contornos de las paredes derrumbadas, marcando las huellas de antiguas mansiones y almacenes como el plano de un agente inmobiliario.

Al otro lado del horizonte, docenas de montículos más pequeños salpican los campos como gigantescas madrigueras de topos prehistóricas.

Sólo la monumental puerta, rodeada por enormes muros de piedra de 10 metros de altura, da alguna indicación de que alguna vez fue la capital de uno de los reinos más grandes de la Edad del Hierro.

"Mucha gente no ha oído hablar de los frigios, pero aproximadamente entre los siglos IX y VII a.C. dominaron Asia Menor, lo que hoy es Turquía", explicó Brian Rose, profesor de Arqueología de la Universidad de Pensilvania, que ha dirigido excavaciones en Gordión desde 2007.

"Gordio se encuentra en la intersección de las principales rutas comerciales de este a oeste: al este estaban los imperios de Asiria, Babilonia y los hititas, y al oeste, Grecia y Lidia. Los frigios pudieron aprovechar esta ubicación estratégica y se hicieron ricos y poderosos".

Pero si bien el nombre Frigia puede no resultarte familiar, hay una persona asociada con esta ciudad que muchos pueden reconocer.

Los arqueólogos creen que Gordio fue gobernado por el legendario rey Midas, "el hombre del toque dorado".

En el histórico y antiguo valle, la Ciudad de Midas en Yazılıkaya, tiene casas y estructuras excavadas en las rocas.

 

Núcleo de verdad

El de Midas es un cuento con moraleja tradicional: el rey le hizo un favor al dios Dioniso y a cambio se le concedió un deseo.

En lugar de desear algo útil, el codicioso monarca pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro.

Inmediatamente se dio cuenta de su error: la comida se solidificó antes de que pudiera comerla, y cuando abrazó a su hija, ella se convirtió en una estatua.

La moraleja de la historia es bien conocida: ten cuidado con lo que deseas.

"La historia no es literalmente cierta", señaló la profesora Lynn Roller de la Universidad Davis de California, que ha estudiado a Gordio desde 1979.

"Pero muchos mitos tienen un núcleo de precisión histórica, aunque se distorsionan a medida que se vuelven a contar a lo largo de los siglos".

Pero, ¿quién fue Midas y de dónde viene la idea del "toque dorado"?

Para separar la realidad de la ficción, los arqueólogos primero tuvieron que demostrar que el rey Midas era una persona real.

La forma más sencilla de hacerlo era consultando textos antiguos.

"Un rey frigio llamado Midas se menciona en varias fuentes antiguas, incluidos los anales del gobernante asirio Sargón II", explicó Roller.

"Los asirios lo consideraban un rey poderoso y un rival importante en sus esfuerzos por expandir su territorio durante el siglo VIII a.C.".

Se pueden encontrar más pruebas de la existencia de Midas a unas dos horas al oeste de Gordio, en un lugar llamado Yazılıkaya, más comúnmente conocido como "Ciudad Midas".

Rara vez visitado por turistas, es un sitio de espectacular belleza en la cima de una colina donde las formaciones volcánicas sobresalen del paisaje.

Está plagado de cuevas y tumbas antiguas, y escaleras de 3.000 años de antigüedad conducen a túneles con eco tallados a mano en roca sólida.

 
En esta fachada de un templo está la prueba en piedra de que Midas existió.
 
 
Pero el más espectacular de todos los monumentos que hay aquí es la magnífica fachada de un templo, de 17 metros de altura, tallada en una pared de roca hace unos 3.000 años.

En la parte superior, una inscripción en frigio antiguo dice: "Ates […] ha dedicado [esto] a Midas, líder del ejército y gobernante".

Prueba, escrita en piedra, de que Midas era un rey real, lo suficientemente importante como para que el poderoso señor local Ates le dedicara su templo.

"Dado que Midas era un rey poderoso, es muy probable que esté enterrado en algún lugar de Gordio", dijo Rose.

"Encontrar su tumba sería un descubrimiento de enorme importancia. Y el lugar obvio para buscar era uno de los montículos que rodean la ciudad".

 

Sorpresa

Más de 125 túmulos rodean Gordio y datan del siglo IX al VI a.C.

Esos gigantescos movimientos de tierra, que parecen montículos alienígenas en un paisaje que de otro modo sería llano, fueron construidos para proteger las tumbas de personas importantes de los ladrones de tumbas, de forma muy similar a las pirámides egipcias.

El más grande, un pico empinado ahora cubierto de maleza y hierba amarilla, tiene 53 metros de altura, lo que lo convierte en el segundo túmulo más grande de Turquía.

Los expertos estiman que se necesitaron 1.000 personas y hasta dos años para construirlo.

"Los primeros arqueólogos lo llamaron 'Montículo de Midas' porque pensaban que Midas debía estar enterrado en su interior. Pero no lo sabían con certeza", dijo Rose.

"Tuvieron que ser increíblemente cuidadosos cuando lo excavaron porque no es más que un gran montón de tierra compactada. Si lo haces mal, todo puede derrumbarse encima de ti".

En 1957, trabajando con un equipo de mineros del carbón turcos, los expertos excavaron cuidadosamente un túnel en el montículo.

En el interior, encontraron una gran cámara funeraria construida con troncos de pino y enebro, perfectamente conservada dentro de su capullo hermético durante casi 3.000 años.

Los expertos estiman que se necesitaron 1.000 personas y hasta dos años para construir el Montículo de Midas.

 

Hoy en día, los visitantes pueden seguir ese mismo túnel de excavación hasta lo profundo del montículo para visitar la tumba, el edificio de madera más antiguo que aún se conserva en el mundo .

Es tan frágil que ahora está sostenida por vigas y protegida por una valla de metal, pero eso no implica que no te quedes con la boca abierta al ver esa antigua estructura que estuvo escondida bajo tierra durante tanto tiempo, como una Pompeya turca, pero casi 800 años más antigua.

El ocupante de la tumba era un hombre de unos 60 años, acostado en una cama y rodeado de tinajas de bronce, cuencos y cántaros decorados, muebles de madera tallada, fragmentos de telas finas y otras ofrendas preciosas acordes con el entierro de un rey.

¿Pero era Midas?

A principios de la primera década de este milenio, los arqueólogos de Gordio recurrieron a la dendrocronología (datación de anillos de árboles) en busca de respuestas.

Pero cuando analizaron los troncos utilizados para construir la cámara funeraria, se encontraron con un problema.

"La madera data de alrededor del año 740 a.C., pero según los registros asirios, Midas todavía estaba vivo en el año 709 a.C., 31 años después", reveló Rose.

"Esta tumba no puede pertenecer a Midas".

Entonces, ¿quién es el hombre en la tumba?

Por el fastuoso entierro es claramente un rey, pero ¿cuál?

 

Un nudo legendario

La fecha de su muerte sólo puede significar una cosa.

"Probablemente murió el año en que Midas llegó al poder", dijo Rose.

"Entonces, estamos bastante seguros de que debe ser el padre de Midas, Gordías".

Como su hijo, Gordías también es legendario.

La historia cuenta que cuando el rey anterior murió sin heredero, la gente del pueblo pidió ayuda al oráculo.

Declaró que el próximo hombre que entrara en la ciudad conduciendo un carruaje de bueyes debería ser nombrado rey.

Momentos después, Gordías, un granjero, llegó a la ciudad. Fue coronado y el nombre de la ciudad fue cambiado a Gordio en su honor.

 Alejandro Magno cortando el nudo gordiano (Colección de Musei di Strada Nuova, Génova). 
 
 
Para celebrarlo, su carruaje se exhibió en un templo, atado con un complicado nudo: el famoso Nudo Gordiano.

La leyenda decía que cualquier hombre que pudiera desatar el nudo gobernaría Asia.

A lo largo de los años, muchas personas lo intentaron, pero todos fracasaron.

"No hemos encontrado ninguna evidencia de un carruaje o un nudo", dijo Rose.

"Pero varios historiadores de la antigua Grecia informan que en 333 a.C. Alejandro el Grande vino aquí en su camino para derrotar al ejército persa.

"Cuando se enfrentó al nudo, simplemente desenvainó su espada y lo cortó.

"Por eso, creemos que el nudo realmente existió. Y más tarde Alejandro conquistó grandes zonas de Asia, cumpliendo la profecía".

Pero ¿qué pasa con el "toque dorado"? ¿De dónde surge esta idea?

Sorprendentemente, los arqueólogos no han encontrado mucho oro entre los 40.000 artefactos descubiertos hasta ahora en Gordio: algunas joyas, algunas monedas de oro y una talla de una esfinge exquisitamente dorada.

Si había oro en la ciudad, es posible que haya sido saqueado a lo largo de los siglos, o tal vez todavía esté escondido dentro de los 85 túmulos aún por excavar.

Pero los arqueólogos tienen otra teoría sobre el origen del mito.

"Creemos que es una metáfora", explicó Roller.

"Bajo el gobierno de Midas, Gordio se volvió rica y poderosa. La historia se convirtió en una metáfora de una persona de gran riqueza.

"Hasta hoy en día, cuando decimos que alguien tiene el 'toque dorado' nos referimos a una persona que logra riqueza o éxito con facilidad.

"El rey Midas parece haber tenido ese don".

* Si quieres leer la nota original en inglés, haz clic aquí

 

Fuente:  El Rey Midas


 

 

 

 

 

 


sábado, 23 de agosto de 2025

El intenso asedio al que Alejandro Magno sometió a Gaza y su cruel venganza contra el comandante enemigo

 
Hace 2.355 años, Alejandro Magno sitió la ciudad de Gaza.
 
Por Dalia Ventura
BBC News Mundo
 
 
En 332 a.C, Alejandro III de Macedonia tenía su mirada de conquistador puesta en Egipto.

Pero en su camino se interponía "Gaza, una ciudad de importancia considerable", como la describió el grecorromano Flavio Arriano en su "Anábasis de Alejandro Magno", en el siglo II d.C.

Y es que ciertamente Gaza ha sido muy importante durante gran parte de su larga historia, a menudo por razones muy distintas a las que hoy mantienen la atención en esa franja que Israel invadió tras los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023, punto de partida de un conflicto que ha cobrado al menos 62.000 vidas, según el Ministerio de Salud del territorio.

En esa época, como apunta Arriano, no sólo estaba en un valle que era un oasis de vida rodeado de desiertos, sino que era "la última ciudad construida según se va de Fenicia a Egipto".

Es decir que era el primer o último lugar acogedor antes o después de internarse en el inhospitable desierto del Sinaí, dependiendo de la dirección de viaje entre Asia y África por los imperios del Levante Mediterráneo.

Por su valor estratégico, cambiaba de manos constantemente.

Cuando, por ejemplo, en el siglo XII a.C. los filisteos se la quitaron a los egipcios tras 300 años de ocupación, se convirtió en un importante centro de la Pentápolis filistea (liga de cinco ciudades).

Fue ahí donde estuvo preso el bíblico héroe Sansón después de que Dalila, sobornada por los líderes filisteos, le cortara el pelo, y donde murió al derribar el templo del dios Dagón.

"¡Muera yo junto con los filisteos!": últimas palabras de Sansón en Gaza. (Obra de Cornelis Massys, 1549).

 

Después de los filisteos, estuvo bajo el dominio del rey israelita David y de los asirios, egipcios y babilonios, hasta que, en el siglo VI a.C., fue capturada por Ciro el Grande, fundador del primer Imperio persa.

Y ese era el imperio que Alejandro Magno se había propuesto derrotar desde su ascensión al trono en 336 a.C.

 

"Imposible"

Cuando Alejandro Magno se encontró frente al elevado montículo en el que descansaba Gaza y se enfrentó al reto de burlar el seguro muro que protegía todo su perímetro, ya llevaba más de dos años en su conquista de Asia.

Había cruzado el Helesponto en 334 a.C. comandando un ejército de unos 30.000 soldados de infantería y más de 5.000 jinetes, y desde entonces había acumulado una cadena de victorias.

La más reciente había sido espectacular: en julio de 332 a.C. bloqueó y asedió a Tiro, la ciudad-estado fenicia más importante y base naval persa, durante siete meses, hasta que logró doblegarla, a pesar de que se encontraba en una isla y sus murallas llegaban hasta el mar.

Noticias de la dureza del castigo tras esa batalla le allanó el camino al rey macedonio hacia Egipto, en el que no encontró oposición... hasta que llegó a Gaza.

Estaba gobernada por un eunuco llamado Betis (o Batis), comandante del Imperio persa, quien, en vez de rendirse ante el invencible Alejandro, requirió "los servicios de unos mercenarios árabes, y se abasteció abundantemente de trigo para un largo asedio", relata Arriano, "confiando en que (Gaza) no podía nunca ser tomada por la fuerza".

Esa fue también la opinión de aquellos a los que Alejandro les encargó construir lo necesario para asaltar la ciudad, quienes le dijeron que "resultaba imposible tomar aquellos muros por la fuerza, debido a la gran altura del montículo".

Sin embargo, para Alejandro, "un éxito contra todo pronóstico tendría un enorme impacto disuasorio sobre sus enemigos".

Además, "el no conquistarla sería motivo de vergonzoso descrédito ante los griegos y el propio (rey persa) Darío".

 

Presagio

 

Asedio de Gaza por Alejandro Magno. Grabado de 1899, coloreado.

 

Decidido, Alejandro mandó levantar un terraplén para poder poner las máquinas de asalto a la altura de las murallas, y mandó a traer los equipos que había usado en Tiro.

Pero cuando estaba por ofrecer un sacrificio a los dioses, "un pájaro carroñero que revoloteaba por encima del altar dejó caer sobre su cabeza una piedra que entre su par de garras llevaba".

Consultó a su adivino predilecto sobre qué presagiaba tal acontecimiento, y la respuesta fue: "conseguirás tomar la ciudad, pero tú deberás tener una extrema precaución en el día de hoy".

Obedeció... por un rato.

Apenas los enemigos atacaron a los macedonios desde su privilegiada posición en la altura, salió a defenderlos, con éxito, pero fue herido en un hombro.

A pesar de que la herida era grave, se alegró pensando que si esa parte del presagio se había cumplido, ocurriría lo mismo con la otra: la ciudad caería.

Así fue. Esa misión juzgada imposible resultó no serlo.

Las murallas de la ciudad finalmente cedieron; partes fueron destrozadas a golpes, otras se hundieron luego de que la tierra que las sostenía fuera extraída.

Tras unos 100 días de lucha, batallón tras batallón de conquistadores entraron en la ciudad y fueron abriéndole el paso a todo el ejército.

"Los de Gaza, incluso cuando ya su ciudad estaba en manos del enemigo, continuaron resistiendo hasta morir todos, luchando cada uno en el puesto que les había sido asignado", relata Arriano.

Las pérdidas humanas fueron grandes, de lado y lado.

"En aquel combate perecieron cerca de 10.000 persas y árabes, pero tampoco para los macedonios la victoria fue incruenta", señaló, en su "Historiae Alexandri Magni" (Historia de Alejandro Magno) el autor romano Quintus Curtius Rufus.

 

Furia

Página iluminada de "Historiae Alexandri Magni" (Historia de Alejandro Magno de Macedonia), de Quintus Curtius Rufus, manuscrito en latín.

 

Quien sí sobrevivió a la batalla fue el comandante de Gaza, según Curtius, cuya obra es una fuente importante sobre la vida de Alejandro Magno, aunque varios estudiosos la consideran más como una novela histórica basada en algunas fuentes fidedignas.

Cuenta que "Betis combatió valientemente y, acribillado de heridas, fue abandonado por los suyos; no por ello, sin embargo, luchó con menos ardor a pesar de que las armas se le resbalaban de las manos, tintas como estaban en su propia sangre y en la sangre del enemigo".

Pero su fin fue cruento.

"Cuando lo trajeron, Alejandro, joven como era, se dejó llevar de una alegría insolente, él que en otras ocasiones había admirado el valor incluso en el enemigo.

"'No morirás como has querido', dijo, 'sino que vas a tener que padecer todo lo que puede inventarse contra un enemigo'.

"Betis, mirando al rey con rostro no sólo impertérrito sino incluso altivo, no despegó los labios ante sus amenazas.

"A la vista de ello, Alejandro dijo: '¿No ves cómo persiste, terco, en no hablar? ¿Acaso se arrodilló? ¿Acaso pronunció una palabra de súplica?

"'Yo doblegaré, sin embargo, su silencio y, si no puedo hacer otra cosa, al menos quebrantaré su mutismo con sus gemidos'.

"Después su ira se trocó en rabia, pues ya por entonces su nueva fortuna se veía influida por las costumbres extranjeras.

"A Betis se le atravesó con unas correas los talones cuando todavía respiraba y, atado a un carro, fue arrastrado por unos caballos alrededor de la ciudad, vanagloriándose el rey de que, al infligir al enemigo un tal castigo, había imitado a Aquiles del que él descendía".

 

¿Y después?

Alejandro Magno creó un imperio que se extendía por tres continentes y cubría alrededor de dos millones de kilómetros cuadrados. 

 

Pues el biógrafo y filósofo griego del siglo I, Plutarco, quien al principio de su "Vida de Alejandro" señaló que "muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirven más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades".

Tras esa victoria en Gaza, además de enviarle grandes cantidades del botín "a Olimpíade, a Cleopatra y a sus amigos", Alejandro despachó también un regalo a Leónidas, quien había sido su tutor cuando era adolescente.

En esa época, un día Leónidas lo había visto arrojando olíbano (o franquincienso) al fuego del altar a manos llenas, y le había dicho:

"Cuando conquistes las tierras que producen esos aromas, podrás quemarlos en tal abundancia; por ahora, usa con moderación lo que tienes".

Alejandro no lo olvidó, así que ese regalo que le mandó desde Gaza iba con una nota:

"Te envío mirra e olíbano en abundancia, para que dejes de ser tacaño con los dioses".

En Gaza, relata Arriano, "Alejandro tomó como esclavos a las mujeres y sus hijos, repobló la ciudad con gente de los pueblos vecinos y se sirvió de ella como fortaleza para la guerra".

Y siguió su camino a Egipto, donde fue recibido con los brazos abiertos.

A los 25 años de edad, el ya rey de Macedonia, hegemón de Grecia y faraón de Egipto se convirtió en Gran rey de Media y Persia.

 

El intenso asedio al que Alejandro Magno sometió a Gaza 

 

jueves, 14 de agosto de 2025

Por qué la compra de Alaska a Rusia por parte de Estados Unidos fue uno de los más grandes negocios de la historia

 

Pintura que muestra la firma del tratado entre EE.UU. y Rusia para la compra de Alaska.

 

Waleed Badran
Servicio Mundial de la BBC

Maria Zaccaro
Servicio Mundial de la BBC

 

La cumbre del viernes en Alaska entre Estados Unidos y Rusia para debatir el fin de la guerra en Ucrania es posiblemente uno de los acontecimientos diplomáticos más significativos de los últimos años.

Y la ubicación de la reunión tiene una relevancia histórica.

Los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin se reunirán en territorio estadounidense en Anchorage, la ciudad más grande de Alaska.

Si la reunión hubiera tenido lugar en el mismo lugar hace unos 150 años, habría sido en territorio ruso.

Esto se debe a que Alaska, que ahora es el estado más grande de EE.UU. -aproximadamente una quinta parte de la superficie total del país-, perteneció a Rusia en el pasado.

El entonces secretario de Estado de EE.UU., William Seward, negoció la compra de Alaska. 

 

Una ubicación "bastante lógica"

Ubicada en el extremo noroeste de América del Norte, Alaska está separada de Rusia por el estrecho de Bering, que mide poco más de 80 kilómetros en su punto más angosto.

Cuando Trump anunció que la cumbre se celebraría en Alaska, el asistente presidencial ruso Yuri Ushakov dijo que parecía "bastante lógico" que la delegación rusa "simplemente sobrevolara el estrecho de Bering y que una cumbre tan importante y esperada de los líderes de ambos países se celebre en Alaska".

Sin embargo, los vínculos históricos entre Rusia y Alaska se remontan a principios del siglo XVIII, cuando supuestamente los indígenas de Siberia hablaron por primera vez de una vasta tierra ubicada al este.

 

Una expedición liderada por el navegante danés Vitus Bering descubrió que las nuevas tierras no estaban conectadas con el continente ruso. Pero debido a la densa niebla, la expedición fracasó.

En 1741, otra expedición, también liderada por Bering, sí tuvo éxito y se enviaron hombres a esas tierras.

Posteriormente se realizaron varias expediciones comerciales, y cuando llevaron pieles de nutria marina a Rusia se abrió la puerta a un lucrativo comercio de pieles entre Europa, Asia y la costa del Pacífico de Norteamérica.

Sin embargo, en el siglo XIX, los comerciantes de pieles británicos y estadounidenses se convirtieron en feroces competidores de los rusos.

Si bien la amarga rivalidad se resolvió en 1824, cuando Rusia firmó tratados separados con EE.UU. y Gran Bretaña, la casi extinción de las nutrias marinas y las consecuencias políticas de la Guerra de Crimea (1853-1856) hicieron que Rusia estuviera dispuesta a vender Alaska a EE.UU.

 

Una "locura"

William Seward, el entonces secretario de Estado de EE.UU., lideró las negociaciones para la compra de tierras y logró un tratado con el zar ruso Alexander II.

Tras una gran oposición, el Congreso de EE.UU. aprobó la oferta formal de Seward de US$7,2 millones, y el 18 de octubre de 1867 se izó la bandera estadounidense en Sitka, la entonces capital de Alaska.

Inicialmente, la compra de Alaska fue calificada como la "locura de Seward" por los críticos, convencidos de que el territorio era una inmensidad desolada que no tenía mayor utilidad económica.

Ajustados a la inflación, los US$7,2 millones pagados por EE.UU. equivaldrían a poco más de US$150 millones actuales, un precio notablemente bajo para el que hoy es el estado más grande de EE.UU.

La compra de Alaska añadió más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados al país, o cerca de 151 millones de hectáreas de tierra.

Pero por supuesto, Alaska es mucho más que simple tierra. Es también un enorme depósito de recursos naturales. No habían pasado dos décadas de la compra de Alaska por Washington cuando estalló una fiebre del oro.

Y a mediados del siglo XX, las petroleras encontraron enormes yacimientos en el norte del estado, que desde entonces han venido siendo explotados de manera intensiva. Es tal la riqueza petrolera de Alaska que el gobierno regala todos los años a los habitantes del estado, por el solo hecho de vivir allí, una bonificación que puede llegar a miles de dólares.

La iniciativa de Seward resultó gratificante y, en 1959, Alaska se convirtió oficialmente en el 49.º estado de EE.UU.

Alaska es hoy una poderosa economía con casi 750.000 habitantes y un PIB de US$70.000 millones anuales. Dicho de otra manera, cada año produce más de 400 veces lo que Rusia obtuvo en total al vender el territorio en el siglo XIX.

 
Alaska es fuente de petróleo y gas natural.
 
 
Poder militar

Detrás de la venta de Rusia hubo un interés estratégico y militar.

Se dice que una de las razones por las que el zar vendió Alaska es que temía que Gran Bretaña, en ese entonces la gran superpotencia mundial y la nación que controlaba el oeste de Canadá, pudiese tener designios expansionistas sobre Rusia que harían de Alaska una presa atractiva.

No podía saber el zar entonces que casi un siglo más tarde, en 1945, al comenzar la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Alaska se convertiría en un invaluable puesto de avanzada militar que pondría a las tropas, radares y aviones estadounidenses a las puertas del territorio ruso.

Por lo que la venta de Alaska por Rusia en 1867 parece ser, vista con los lentes de la modernidad, un error comercial y estratégico calamitoso de parte del zar.

Alaska, una fuente importante de recursos ambientales, cuenta hoy con más de 12.000 ríos y una gran cantidad de lagos.

Su capital, Juneau, es la única capital estadounidense a la que solo se puede llegar en barco o avión. El lago Hood, en Anchorage, es una de las bases de hidroaviones más concurridas del mundo, con unos 200 vuelos diarios.

Trump y Putin se reunirán en la base conjunta Elmendorf-Richardson, la mayor instalación militar del estado. Con 25.900 hectáreas, es un punto clave de preparación militar en el Ártico para EE.UU.

Esta no es la primera vez que Alaska protagoniza un evento diplomático estadounidense. En marzo de 2021, el nuevo equipo diplomático y de seguridad nacional de Joe Biden se reunió con sus homólogos chinos en Anchorage.

No se han revelado detalles oficiales de la cumbre, pero la Casa Blanca afirmó que las conversaciones en Alaska serían un "ejercicio de escucha" para Trump y le darían al presidente estadounidense "la mejor indicación sobre cómo poner fin a esta guerra".

 

Fuente: Compra de Alaska a Rusia por parte de Estados Unidos 

lunes, 4 de agosto de 2025

El libro que puso en riesgo la publicación de "Principia Mathematica", la revolucionaria obra de Isaac Newton que sentó los principios de la física moderna

BBC News Mundo
Redacción

 

En el siglo XVII hubo un afán por parte de ciertos intelectuales de corregir el conocimiento humano.

Había mucho saber acumulado valioso, pero en ciertas áreas estaba mezclado con leyendas e inexactitudes.

Así que consideraron necesarias revisiones para tratar de depurar y establecer datos constatados, basados en la observación y la clasificación.

Dos de los que se dedicaron a tal tarea fueron los británicos John Ray, un distinguido botánico, y su alumno Francis Willughby, ornitólogo e ictiólogo.

Ambos acordaron reformar el estudio de la historia natural.

La primera parte del plan fue embarcarse en un viaje para recoger especímenes, participar en estudios y comprar libros e ilustraciones.

Entre 1663 y 1666 recorrieron Europa juntos, y regresaron a Inglaterra cargados de información.

Se pusieron en la tarea de procesarla, primero para una publicación de un colega, y luego para obras propias.

Pero en 1672 Willughby murió, dejando sin terminar dos libros.

Ray, en un acto de amistad, tomó la pluma y los completó.

El primero, Ornithologiae Libri Tres, fue publicado con dinero de la viuda de Willughby.

El segundo no contó con ese respaldo, pero sí con el auspicio de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural.

Un grupo élite la había fundado en 1660 para dedicarse a la filosofía natural, lo que hoy llamaríamos ciencia, recopilando información, observando el mundo, realizando experimentos, debatiendo sus resultados y publicándolos.

La prestigiosa sociedad se comprometió de lleno con la obra de Ray que completaría el trabajo de Willughby; la cual, como apunta la historiadora de ciencia Sachiko Kusukawa, tenía sus méritos.

Aunque la obra en la que apareció este pez es hoy prácticamente olvidada, se consideró pionera en su momento.
 
 
Con ella, el botánico esperaba ofrecer una nueva historia natural de los peces.

Según él, la historia natural adolecía de una multiplicación de especies, debido a descripciones vagas o incompletas que resultaban en que un solo animal apareciera como si fuera muchos distintos.

Para remediarlo, buscó marcas características y se apartó de la definición tradicional de pez, que solía ser animal acuático o cualquier animal que vive en el agua.

Su definición era descriptiva: animales que tenían piel sin pelo y aletas, que no tenían pies y que no eran capaces de vivir libremente o por mucho tiempo sin agua.

Así, criaturas como el cocodrilo y el hipopótamo, que habían sido clasificados como peces, dejaban de serlo.

Esa no era la única innovación.

Su fuerte énfasis en la morfología la diferenciaba de otras obras anteriores, que versaban más bien sobre los usos terapéuticos de los peces, y detallaban cómo pescarlos y cocinarlos para comérselos o convertirlos en medicinas. 

 

Grandes expectativas

Cuando Ray terminó el texto en 1684, empezó el trabajo con la Real Sociedad, que no sólo invirtió recursos económicos, sino también intelectuales.

Numerosos miembros contribuyeron a revisar, correguir y suplementar durante meses hasta afinar cada detalle, no sólo de la información escrita sino también de la visual.

Y es que la obra Historia Piscium, o "Historia de los peces", fue profusamente ilustrada con suntuosos -y sumamente costosos- grabados, todos financiados gracias a los esfuerzos de los miembros de la Real Sociedad.

Ray estaba muy complacido con las imágenes, y convencido de que la "belleza y elegancia" de los 189 grabados atraerían compradores.

Y, aunque mucho se ha dicho que la formidable inteligencia de los miembros de la Real Sociedad no era garantía de un buen criterio empresarial, para ser justos, tenían razones para creerlo.

Unas décadas antes, una extraordinaria obra había demostrado lo que se podía lograr con grabados exquisitos. 

 
Una de las muchas exquisitas imágenes de Hortus Eystettensis.
 
 
Hortus Eystettensis, del médico y botánico Basilius Besler, era un monumental libro sobre plantas bellamente ilustrado que había revolucionado la botánica elevándola a nuevas alturas artísticas y científicas.

Cuando el libro salió a la venta en 1613, tras 16 años de investigación y producción, tuvo tanto éxito que Besler ganó suficiente dinero como para comprarse una casa en un barrio elegante de Núremberg por tan solo cinco ejemplares, eso sí, de la edición especial coloreada a mano.

Así que soñar con que un libro pionero científicamente sobre peces y bellamente ilustrado sería bien recibido no parecía ser tan desatinado.

 

Entretanto...

Mientras algunas de esas mentes destacadas de la Real Sociedad estaban concentradas en lo había bajo el agua, a otras les inquietaban lo que ocurría en los cielos.

El astrónomo Edmond Halley estaba en pos de una solución a una cuestión que cambiaría la historia.

Había surgido en medio de una conversación que sostuvo a principios de 1664 con el científico Robert Hooke y el arquitecto Sir Christopher Wren, como cuenta Gale Christianson, autor de "Isaac Newton y la revolución científica" (Oxford, 1996).

Halley había sugerido que la fuerza de atracción entre los planetas y el Sol disminuye en proporción inversa al cuadrado de la distancia entre ellos.

De ser cierto, la órbita de cada planeta debería tener la forma de la elipse de Kepler, que es similar a un balón de fútbol, ​​aunque algo más redondeada.

Concordaron en que podía ser así, pero que el problema era encontrar los medios matemáticos para demostrarlo.

Tras meses de elucubración sin solución, Halley decidió consultar al ermitaño Isaac Newton.

Newton vivía aislado en esa época, y se la pasaba absorto en sus pensamientos (Retrato de Isaac Newton, 1689). 

 

En esa época, Newton vivía en Cambridge y se había convertido en el modelo perfecto del profesor despistado.

Olvidaba comer, dormía poco, no peinaba su larga cabellera, rara vez salía de su despacho y no hacía más que trabajar.

Pero para sorpresa de Halley, se alegró con su visita, y cuando le reveló el motivo de ella, recibió una respuesta certera.

Al preguntarle qué tipo de curva describirían los planetas suponiendo que la fuerza de atracción hacia el Sol fuera recíproca al cuadrado de su distancia a él, Newton le respondió, sin dudarlo, que sería un elipse.

"Lo he calculado", le dijo.

Eso era precisamente lo que se necesitaba: la demostración matemática.

Desafortunadamente, Newton no pudo encontrar sus apuntes en ese momento, pero prometió rehacerlos y enviárselos a Halley.

Tardó más de lo esperado pues, en lugar de recrear lo ya calculado, resolvió el problema empleando un método matemático distinto al anterior.

Pero tres meses después llegó a Londres un manuscrito de 9 páginas titulado De Motu Corporum in Gyrum (Sobre el movimiento de los cuerpos en rotación).

Halley, consciente de que se trataba de la base matemática de una ciencia general de la dinámica, se apresuró a preguntarle a Newton si podía presentarlo ante la Real Sociedad, y publicarlo.

Tras enterarse por boca de Halley de las buenas nuevas, los miembros de la sociedad instaron a que se publicara la breve obra lo antes posible.

Pero para entonces, Newton ya concebía a De Motu como el germen de su obra maestra, y prefirió ahondar en el asunto antes de publicar. 

 

"Ya que me estoy ocupando de este tema", le escribió Newton a Halley, "me gustaría llegar al fondo del asunto antes de publicar mis artículos". Al hacerlo, creó Principia.

 

Tras 18 meses de intenso trabajo, en abril de 1686, Newton presentó y dedicó a la Royal Society el primer tercio de Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural).

La orden de imprimirlo se dio en el plazo de un mes.

 

Sólo que...

El entusiasmo por la obra de Newton se estrelló contra un gran obstáculo.

El mismo mes en el que Principia llegó a la Real Sociedad, Historia Piscium estuvo listo para publicación y salió al mercado, a un precio de alrededor de US$270 actuales.

Reflejaba el alto costo de la producción y, entonces como ahora, era un artículo de lujo, uno en el que muy pocos estuvieron interesados.

Decir que fue un fracaso de ventas es quedarse corto.

Ni siquiera el hecho de que unos meses después los precios se redujeron sustancialmente ayudó.

La Real Sociedad se quedó con tantos tomos sin vender que empezó a usarlos como moneda de pago. 

A pesar de su fracaso comercial, hoy en día es un recurso valioso no solo para los historiadores de peces, sino para quienes aprecian sus excelentes ilustraciones.

 

Al borde de la bancarrota, no pudo cumplir con la promesa de apoyar la publicación de la obra de Newton, en la que este científicio había logrado un hito:

Al proyectar la gravedad a través del vacío, unió la física y la astronomía en una sola ciencia de la materia en movimiento, cumpliendo los sueños de Pitágoras, Copérnico, Kepler, Galileo e innumerables otros, como señala Christianson.

Afortunadamente Halley logró recaudar los fondos para asegurar que ese libro fundamental para la ciencia moderna viera la luz en 1687, poniendo la mayor parte del dinero de su propio bolsillo, pues era hijo de un rico fabricante de jabón.

Su admiración por el autor quedó plasmada en la primera edición de Principia, que incluyó su "Oda a Newton", en la que invitaba "a celebrar conmigo en cántico el nombre de Newton, querido por las Musas; pues él desveló los tesoros ocultos de la Verdad".

Termina afirmando: "Ningún mortal puede acercarse más a los dioses".

A pesar de cuán fundamental fue Halley para la publicación de Principia, poco después del lanzamiento, la Real Sociedad se vio obligada a suspender su cargo de secretario.

No podía pagar su salario anual, tampoco reembolsarle el dinero por financiar el libro de Newton.

Al menos no con dinero.

Le pagaron lo que le debían con ejemplares sobrantes de Historia Piscium.

 
El Gran Cometa de 1532 que fue observado durante 119 días. Al estudiar sus movimientos en el cielo, Halley concluyó éste y otro de 1661 eran el mismo cometa. 
 
 
Cabe anotar que Principia tampoco fue un éxito de ventas inmediato.

Como todos los libros científicos de la época, estaba escrito en latín, y no era de lectura fácil.

Se cuenta que tras su publicación, Newton se cruzó en la calle con un estudiante que comentó: "Ahí va el hombre que escribió un libro que ni él ni nadie entiende".

Para deshacerse de algunos de los muchos ejemplares sin vender, Newton recurrió a donarlos a bibliotecas de universidades y colegios.

No obstante, una investigación, publicada en 2020, descubrió que la primera edición del libro logró una distribución sorprendentemente amplia en todo el mundo culto.

Eso indica que probablemente tuvo un impacto más fuerte en la ciencia de la Ilustración del que se pensaba.

En cualquier caso, llegaría a convertirse en un coloso científico, por decifrar el Universo con el descubrimiento de la gravedad y las leyes del movimiento planetario, y establecer un método de investigación que se convirtió en el estándar de oro.

Halley, por su parte, utilizaría más tarde las leyes del movimiento de Newton para calcular por primera vez la órbita de un cometa que posteriormente recibiría su nombre.

E Historia Piscium caería casi en el olvido, recordándose de vez en cuando como el libro que casi impide la publicación de Principia

 

Fuente: Principia Mathematica