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lunes, 4 de agosto de 2025

El libro que puso en riesgo la publicación de "Principia Mathematica", la revolucionaria obra de Isaac Newton que sentó los principios de la física moderna

BBC News Mundo
Redacción

 

En el siglo XVII hubo un afán por parte de ciertos intelectuales de corregir el conocimiento humano.

Había mucho saber acumulado valioso, pero en ciertas áreas estaba mezclado con leyendas e inexactitudes.

Así que consideraron necesarias revisiones para tratar de depurar y establecer datos constatados, basados en la observación y la clasificación.

Dos de los que se dedicaron a tal tarea fueron los británicos John Ray, un distinguido botánico, y su alumno Francis Willughby, ornitólogo e ictiólogo.

Ambos acordaron reformar el estudio de la historia natural.

La primera parte del plan fue embarcarse en un viaje para recoger especímenes, participar en estudios y comprar libros e ilustraciones.

Entre 1663 y 1666 recorrieron Europa juntos, y regresaron a Inglaterra cargados de información.

Se pusieron en la tarea de procesarla, primero para una publicación de un colega, y luego para obras propias.

Pero en 1672 Willughby murió, dejando sin terminar dos libros.

Ray, en un acto de amistad, tomó la pluma y los completó.

El primero, Ornithologiae Libri Tres, fue publicado con dinero de la viuda de Willughby.

El segundo no contó con ese respaldo, pero sí con el auspicio de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural.

Un grupo élite la había fundado en 1660 para dedicarse a la filosofía natural, lo que hoy llamaríamos ciencia, recopilando información, observando el mundo, realizando experimentos, debatiendo sus resultados y publicándolos.

La prestigiosa sociedad se comprometió de lleno con la obra de Ray que completaría el trabajo de Willughby; la cual, como apunta la historiadora de ciencia Sachiko Kusukawa, tenía sus méritos.

Aunque la obra en la que apareció este pez es hoy prácticamente olvidada, se consideró pionera en su momento.
 
 
Con ella, el botánico esperaba ofrecer una nueva historia natural de los peces.

Según él, la historia natural adolecía de una multiplicación de especies, debido a descripciones vagas o incompletas que resultaban en que un solo animal apareciera como si fuera muchos distintos.

Para remediarlo, buscó marcas características y se apartó de la definición tradicional de pez, que solía ser animal acuático o cualquier animal que vive en el agua.

Su definición era descriptiva: animales que tenían piel sin pelo y aletas, que no tenían pies y que no eran capaces de vivir libremente o por mucho tiempo sin agua.

Así, criaturas como el cocodrilo y el hipopótamo, que habían sido clasificados como peces, dejaban de serlo.

Esa no era la única innovación.

Su fuerte énfasis en la morfología la diferenciaba de otras obras anteriores, que versaban más bien sobre los usos terapéuticos de los peces, y detallaban cómo pescarlos y cocinarlos para comérselos o convertirlos en medicinas. 

 

Grandes expectativas

Cuando Ray terminó el texto en 1684, empezó el trabajo con la Real Sociedad, que no sólo invirtió recursos económicos, sino también intelectuales.

Numerosos miembros contribuyeron a revisar, correguir y suplementar durante meses hasta afinar cada detalle, no sólo de la información escrita sino también de la visual.

Y es que la obra Historia Piscium, o "Historia de los peces", fue profusamente ilustrada con suntuosos -y sumamente costosos- grabados, todos financiados gracias a los esfuerzos de los miembros de la Real Sociedad.

Ray estaba muy complacido con las imágenes, y convencido de que la "belleza y elegancia" de los 189 grabados atraerían compradores.

Y, aunque mucho se ha dicho que la formidable inteligencia de los miembros de la Real Sociedad no era garantía de un buen criterio empresarial, para ser justos, tenían razones para creerlo.

Unas décadas antes, una extraordinaria obra había demostrado lo que se podía lograr con grabados exquisitos. 

 
Una de las muchas exquisitas imágenes de Hortus Eystettensis.
 
 
Hortus Eystettensis, del médico y botánico Basilius Besler, era un monumental libro sobre plantas bellamente ilustrado que había revolucionado la botánica elevándola a nuevas alturas artísticas y científicas.

Cuando el libro salió a la venta en 1613, tras 16 años de investigación y producción, tuvo tanto éxito que Besler ganó suficiente dinero como para comprarse una casa en un barrio elegante de Núremberg por tan solo cinco ejemplares, eso sí, de la edición especial coloreada a mano.

Así que soñar con que un libro pionero científicamente sobre peces y bellamente ilustrado sería bien recibido no parecía ser tan desatinado.

 

Entretanto...

Mientras algunas de esas mentes destacadas de la Real Sociedad estaban concentradas en lo había bajo el agua, a otras les inquietaban lo que ocurría en los cielos.

El astrónomo Edmond Halley estaba en pos de una solución a una cuestión que cambiaría la historia.

Había surgido en medio de una conversación que sostuvo a principios de 1664 con el científico Robert Hooke y el arquitecto Sir Christopher Wren, como cuenta Gale Christianson, autor de "Isaac Newton y la revolución científica" (Oxford, 1996).

Halley había sugerido que la fuerza de atracción entre los planetas y el Sol disminuye en proporción inversa al cuadrado de la distancia entre ellos.

De ser cierto, la órbita de cada planeta debería tener la forma de la elipse de Kepler, que es similar a un balón de fútbol, ​​aunque algo más redondeada.

Concordaron en que podía ser así, pero que el problema era encontrar los medios matemáticos para demostrarlo.

Tras meses de elucubración sin solución, Halley decidió consultar al ermitaño Isaac Newton.

Newton vivía aislado en esa época, y se la pasaba absorto en sus pensamientos (Retrato de Isaac Newton, 1689). 

 

En esa época, Newton vivía en Cambridge y se había convertido en el modelo perfecto del profesor despistado.

Olvidaba comer, dormía poco, no peinaba su larga cabellera, rara vez salía de su despacho y no hacía más que trabajar.

Pero para sorpresa de Halley, se alegró con su visita, y cuando le reveló el motivo de ella, recibió una respuesta certera.

Al preguntarle qué tipo de curva describirían los planetas suponiendo que la fuerza de atracción hacia el Sol fuera recíproca al cuadrado de su distancia a él, Newton le respondió, sin dudarlo, que sería un elipse.

"Lo he calculado", le dijo.

Eso era precisamente lo que se necesitaba: la demostración matemática.

Desafortunadamente, Newton no pudo encontrar sus apuntes en ese momento, pero prometió rehacerlos y enviárselos a Halley.

Tardó más de lo esperado pues, en lugar de recrear lo ya calculado, resolvió el problema empleando un método matemático distinto al anterior.

Pero tres meses después llegó a Londres un manuscrito de 9 páginas titulado De Motu Corporum in Gyrum (Sobre el movimiento de los cuerpos en rotación).

Halley, consciente de que se trataba de la base matemática de una ciencia general de la dinámica, se apresuró a preguntarle a Newton si podía presentarlo ante la Real Sociedad, y publicarlo.

Tras enterarse por boca de Halley de las buenas nuevas, los miembros de la sociedad instaron a que se publicara la breve obra lo antes posible.

Pero para entonces, Newton ya concebía a De Motu como el germen de su obra maestra, y prefirió ahondar en el asunto antes de publicar. 

 

"Ya que me estoy ocupando de este tema", le escribió Newton a Halley, "me gustaría llegar al fondo del asunto antes de publicar mis artículos". Al hacerlo, creó Principia.

 

Tras 18 meses de intenso trabajo, en abril de 1686, Newton presentó y dedicó a la Royal Society el primer tercio de Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural).

La orden de imprimirlo se dio en el plazo de un mes.

 

Sólo que...

El entusiasmo por la obra de Newton se estrelló contra un gran obstáculo.

El mismo mes en el que Principia llegó a la Real Sociedad, Historia Piscium estuvo listo para publicación y salió al mercado, a un precio de alrededor de US$270 actuales.

Reflejaba el alto costo de la producción y, entonces como ahora, era un artículo de lujo, uno en el que muy pocos estuvieron interesados.

Decir que fue un fracaso de ventas es quedarse corto.

Ni siquiera el hecho de que unos meses después los precios se redujeron sustancialmente ayudó.

La Real Sociedad se quedó con tantos tomos sin vender que empezó a usarlos como moneda de pago. 

A pesar de su fracaso comercial, hoy en día es un recurso valioso no solo para los historiadores de peces, sino para quienes aprecian sus excelentes ilustraciones.

 

Al borde de la bancarrota, no pudo cumplir con la promesa de apoyar la publicación de la obra de Newton, en la que este científicio había logrado un hito:

Al proyectar la gravedad a través del vacío, unió la física y la astronomía en una sola ciencia de la materia en movimiento, cumpliendo los sueños de Pitágoras, Copérnico, Kepler, Galileo e innumerables otros, como señala Christianson.

Afortunadamente Halley logró recaudar los fondos para asegurar que ese libro fundamental para la ciencia moderna viera la luz en 1687, poniendo la mayor parte del dinero de su propio bolsillo, pues era hijo de un rico fabricante de jabón.

Su admiración por el autor quedó plasmada en la primera edición de Principia, que incluyó su "Oda a Newton", en la que invitaba "a celebrar conmigo en cántico el nombre de Newton, querido por las Musas; pues él desveló los tesoros ocultos de la Verdad".

Termina afirmando: "Ningún mortal puede acercarse más a los dioses".

A pesar de cuán fundamental fue Halley para la publicación de Principia, poco después del lanzamiento, la Real Sociedad se vio obligada a suspender su cargo de secretario.

No podía pagar su salario anual, tampoco reembolsarle el dinero por financiar el libro de Newton.

Al menos no con dinero.

Le pagaron lo que le debían con ejemplares sobrantes de Historia Piscium.

 
El Gran Cometa de 1532 que fue observado durante 119 días. Al estudiar sus movimientos en el cielo, Halley concluyó éste y otro de 1661 eran el mismo cometa. 
 
 
Cabe anotar que Principia tampoco fue un éxito de ventas inmediato.

Como todos los libros científicos de la época, estaba escrito en latín, y no era de lectura fácil.

Se cuenta que tras su publicación, Newton se cruzó en la calle con un estudiante que comentó: "Ahí va el hombre que escribió un libro que ni él ni nadie entiende".

Para deshacerse de algunos de los muchos ejemplares sin vender, Newton recurrió a donarlos a bibliotecas de universidades y colegios.

No obstante, una investigación, publicada en 2020, descubrió que la primera edición del libro logró una distribución sorprendentemente amplia en todo el mundo culto.

Eso indica que probablemente tuvo un impacto más fuerte en la ciencia de la Ilustración del que se pensaba.

En cualquier caso, llegaría a convertirse en un coloso científico, por decifrar el Universo con el descubrimiento de la gravedad y las leyes del movimiento planetario, y establecer un método de investigación que se convirtió en el estándar de oro.

Halley, por su parte, utilizaría más tarde las leyes del movimiento de Newton para calcular por primera vez la órbita de un cometa que posteriormente recibiría su nombre.

E Historia Piscium caería casi en el olvido, recordándose de vez en cuando como el libro que casi impide la publicación de Principia

 

Fuente: Principia Mathematica 


 


 

domingo, 20 de julio de 2025

La "reina virgen": por qué Isabel I de Inglaterra nunca quiso casarse

El retrato de la Armada (1588) de Isabel I representa a la última monarca Tudor en el apogeo de su poder.

 

Por Neil Armstrong
BBC Culture

 

En una tarde de julio de 1575, la reina Isabel I, de 41 años, llegó al castillo de Kenilworth, en Warwickshire, Reino Unido, en la que sería su última y más larga visita. Le había regalado el castillo a Robert Dudley en 1563 y le había concedido el título de conde de Leicester al año siguiente.

Dudley era un gran favorito de la reina y se cree que fue su amigo de la infancia. La naturaleza exacta de su estrecha relación fue objeto de muchos chismes.

Antes de la llegada de la reina, Dudley había reformado a fondo el magnífico castillo. Había construido nuevos edificios, un nuevo jardín y rediseñó todo el paisaje de la propiedad.

Y el conde hizo todo lo posible para ofrecer un extraordinario espectáculo de música, baile, acrobacias, fuegos artificiales e interludios dramáticos interpretados por actores disfrazados. 

En el inmenso lago que rodeaba el castillo había una isla móvil habitada por la "Dama del Lago". Había un delfín de 7,3 metros que ocultaba a los músicos y una sirena nadadora de 5,5 metros.

Dudley no reparó en gastos. Invirtió US$1.400 dólares por día -millones en dinero de hoy-, y toda la extravagancia fue interpretada como un elaborado y costoso cortejo; el equivalente de la clase gobernante del siglo XVI a contratar hoy día un avión para ondear una pancarta diciendo "Cásate conmigo".

"Las festividades de 1575 fueron un intento de cortejar a Isabel; el matrimonio es un tema presente en algunos de los actos", explica a la BBC Jeremy Ashbee, jefe de conservación de propiedades de English Heritage (una organización benéfica que gestiona más de 400 monumentos, edificios y lugares históricos en Inglaterra).

La apuesta de Dudley parecía ir viento en popa, hasta que todo cambió. El punto culminante de la estancia iba a ser una representación- el miércoles 20 de julio.

Sin embargo, esta no llegó a celebrarse. ¿Se debió simplemente a que el mal tiempo lo impidió, según la versión oficial? ¿O es que la monarca se enteró del tema y se molestó?

El espectáculo mostraba a Diana, diosa de la castidad, en busca de una de sus castas ninfas, llamada Zabetta, una versión del nombre de Isabel.

Concluía con un mensajero de Juno, diosa del matrimonio, dirigiéndose directamente a Isabel e implorándole que no siguiera el camino de Diana, sino que se casara.

Dudley tenía cierto margen de maniobra con la reina, pero quizás esto era ir demasiado lejos.

Cualquiera que fuese la razón, la representación no ocurrió y las fiestas terminaron.

La reina permaneció en sus aposentos unos días más antes de partir el 27 de julio.

 

Orgullosa y apasionada

"Creo que es increíblemente interesante y que es una forma estupenda de ver cómo tratamos a las mujeres hoy en día. Este evento [que Dudley planeó] en Kenilworth estaba destinado a ser una celebración masiva para Isabel; estaba destinado a ser decadente y disfrutable. Pero al mismo tiempo estaba cargado de algo más", señala la artista Lindsey Mendick, quien conmemoró el 450 aniversario de la visita con "Wicked Game", una gran instalación escultórica en el castillo.

"Para mujeres poderosas como Isabel, negarse a casarse o tener hijos era un acto radical de autoconservación y autonomía", agrega.

Isabel I, hija de Enrique VIII, es la única reina inglesa que nunca se casó. Llegó al poder en 1558, con 25 años, heredando los problemas religiosos, políticos y financieros de sus dos predecesores, su hermanastro Eduardo VI (1537-1553) y su hermanastra María I (1516-1558).

 
La relación entre Isabel I y el noble inglés Robert Dudley dio mucho de qué hablar.
 
  
Asesores y miembros del Parlamento la instaron repetidamente a casarse para proteger la seguridad de Inglaterra. ¿Una mujer gobernando sola? Inconcebible.

Una reina necesitaba casarse, se creía, no sólo para tener un heredero varón que evitara disputas sucesorias, sino también para que un hombre pudiera hacerse cargo de los asuntos políticos y militares.

Las súplicas para que se casara fueron incesantes, y se sugirieron numerosos candidatos matrimoniales. Isabel los rechazó una y otra vez. ¿Por qué?

 

"Ningún amo"

Es posible que simplemente le resultara intolerable la idea de tener que obedecer a un marido, a cualquier marido. Después de todo, era muy culta (aprendió cinco idiomas -francés, italiano, español, latín y flamenco- y había estudiado historia y retórica), muy inteligente, orgullosa y fogosa.

Se dice que declaró: "Aquí sólo tendré una amante y ningún amo"

Además, Isabel sabía que una mujer podía gobernar perfectamente sin un hombre mirando por encima de su hombro. En el verano de 1544, en el Palacio de Hampton Court, fue testigo de cómo la erudita Catalina Parr, sexta esposa de Enrique, gobernaba con plena autoridad mientras el rey estaba de campaña en Francia.

Catalina era una regente más que capaz, e Isabel parece haberse sentido profundamente influida al ver a su madrastra ejerciendo el poder y aceptando la humilde deferencia de los poderosos ministros y cortesanos varones.

La Isabel I interpretada aquí por Cate Blanchett en "Elizabeth: la edad de oro" (2007), era una reina completamente dedicada a su reino.

 

Además, su propia familia tampoco le había proporcionado una imagen alegre sobre el matrimonio. Su padre hizo arrestar a su madre, Ana Bolena, bajo acusaciones falsas de adulterio y conspiración, y luego, de forma escandalosa, la decapitó cuando Isabel tenía sólo tres años.

Algunos han sugerido que Isabel podría haber tenido miedo al sexo. Alison Weir, por ejemplo, en su libro "Isabel, la reina", se pregunta si la monarca "pudo haber hecho la ecuación de que involucrarse sexualmente estaba inextricablemente ligado a la muerte".

Según el periódico The Telegraph, la serie de la BBC de 2005 "La reina virgen" retrató a "una monarca aterrorizada por el sexo". Paula Milne, que escribió el guión, dijo en su momento: "Si me pidieran que escribiera una obra sobre una mujer contemporánea cuya madre había sido asesinada por su padre, se esperaría de mí que examinara el impacto psicológico".

De hecho, Isabel disfrutaba de la compañía de hombres guapos, y podía mostrarse coqueta con ellos. Sin embargo, tenía muchas razones para temer el embarazo y el parto.

El parto era una situación de alto riesgo en la época de los Tudor. Jane Seymour, la tercera esposa de Enrique, murió en el parto, y Catalina Parr murió de una enfermedad poco después de dar a luz, al igual que la abuela de Isabel, Isabel de York.

 

Las representaciones de Isabel

Pero había razones políticas, además de personales, para no casarse. Mantener el país libre de la influencia de potencias extranjeras pudo haber sido una consideración.

Además, la perspectiva de la mano de Isabel en matrimonio podría haber reforzado su posición negociadora en sus tratos con Francia, España y otras naciones.

Mientras tanto, si se hubiera casado con un noble inglés (y Dudley podría haber sido una posibilidad si su esposa, Amy Robsart, no hubiera muerto en circunstancias un tanto sospechosas en 1560), habría ofendido automáticamente a otro noble inglés.

 
Desde el comienzo de su reinado, Isabel I cultivó su imagen de reina virgen.
  
 
Así que mantuvo a todo el mundo a la expectativa. Parece haber tenido una comprensión instintiva de lo que hoy llamamos relaciones públicas, y le gustaba presentarse a sí misma como totalmente dedicada a su reino.

En 1559 declaró, en respuesta a los diputados que le pedían que se casara, que con el tiempo "una piedra de mármol declarará que una reina, habiendo reinado tanto tiempo, vivió y murió virgen".

En la película de Shekhar Kapur "Elizabeth", la monarca -interpretada por Cate Blanchett- se transforma a propósito en la reina virgen y, toda de blanco, se presenta ante su atónita corte, anunciando "Estoy casada... con Inglaterra".

La película de Kapur juega con los hechos históricos, pero este diálogo se hace eco de la afirmación real de la reina, hecha en 1559, de que no se casaría porque ya estaba "unida a un marido que es el Reino de Inglaterra".

Su hermana María I -también conocida como María la Sanguinaria- había afirmado algo parecido, pero se casó con Felipe II de España.

La decisión de Isabel de no casarse ha sido un elemento clave de su representación en la cultura popular. La conexión entre el sexo y la muerte se estableció en la serie de la BBC "Elizabeth R.", ganadora de varios premios Emmy en 1971.

La Isabel de Glenda Jackson dice en el primer episodio: "No he confiado en ningún hombre desde el día en que tenía ocho años, y la reina Catalina Howard [quinta esposa de Enrique - decapitada] corrió gritando por las galerías del palacio para suplicar al gran Enrique... Por todas partes, los hombres la habían traicionado... Primero está la confianza, luego la pasión, luego la muerte".

La Isabel caricaturesca de la actriz Miranda Richardson, que aparece en la segunda temporada de la célebre comedia británica "Blackadder", comenta en el primer episodio: "Parece que todo el mundo se casa menos yo".

Pero en la serie utiliza la promesa del matrimonio para manipular al personaje de Blackadder, y a otros, para que hagan lo que ella quiere.

 

 
La película "Elizabeth" de Kapur, de 1998, explora la relación entre Isabel I y Dudley.
 
 
¿Había permitido la verdadera Isabel que Dudley pensara que podía tener una oportunidad? ¿Y qué significó la visita a Kenilworth para su relación?

"No creo que se sintiera humillado por el rechazo de ella a su proposición", dice Ashbee.

"Se alegró de que poco después se publicara un relato oficial de las festividades, y en su testamento estipuló que el castillo quedara exactamente como estaba. Tengo la impresión de que consideraba 1575 como su "mejor momento". Desde luego, no se retiró tranquilamente a la vida privada después de 1575".

Isabel estuvo furiosa con Dudley durante un tiempo cuando se casó con Lettice Knollys en 1578, pero lo perdonó. Cuando él murió, en 1588, ella se encerró en su habitación durante tanto tiempo que su principal consejero ordenó que forzaran las puertas para abrirlas.

Y cuando Elizabeth murió en 1603, se encontró una nota que Dudley le había enviado poco antes de morir, guardada en un cofre junto a su cama. Ella había escrito sobre el papel: "su última carta".

 

*Este artículo fue publicado en BBC Culture. Haz clic aquí para leer la versión original (en inglés). 

 

Fuente:  La "reina virgen": Isabel I


sábado, 10 de mayo de 2025

5 inventores que murieron por sus propias creaciones

 

Así como Dédalo que perdió a su hijo Ícaro en la mitología griega, varios han sido víctimas de sus propios inventos.

 

BBC News Mundo
Redacción

 

No todos los inventores corren con la misma suerte.

Algunos se hacen famosos por sus creaciones y hay hasta quienes pasan a la historia como un nombre que todo el mundo asocia a su producto.

Desde el código Morse de Samuel Morse y la pasteurización de Louis Pasteur, hasta el jacuzzi de Candido Jacuzzi y el cubo de Rubik de Ernő Rubik, pasando por cosas más macabras como el fusil Kaláshnikov AK-47 de Mijail Kaláshnikov, más melodiosas como el saxofón de Adolphe Sax y más sabrosas como el sandwich del IV conde de Sandwich...

La lista es larga.

Pero también larga es la de innovadores cuyos nombres pocos recuerdan, aunque sus inventos se usen cotidianamente, como Robert Yates, a quien le debemos el abrelatas, Margaret Knight, que creó la bolsa de papel con fondo plano, o Garrett Augustus Morgan Sr., el afroamericano que inventó el semáforo.

 Y luego están aquellos cuya muerte estuvo estrechamente vinculada con sus propias creaciones.

He aquí 5 de ellos. 

 

Caídos del cielo

Lograr volar como los pájaros ha sido un antiguo sueño compartido.

E imaginado: en la mitología griega, Dédalo lo hizo para escapar de su propia creación, el laberinto de Creta, con unas alas de plumas y cera de fabricación propia que ajustó a su espalda y la de su hijo Ícaro.

Pero así como Ícaro, otros a lo largo de la historia cayeron de las alturas, aunque no precisamente por "volar demasiado cerca del Sol".

Incluso cuando ya había en qué volar y lo que se quería era más bien flotar para amortiguar las caídas del cielo, la fuerza de la gravedad siguió cobrando víctimas.

Una de ellas fue el acuarelista británico Robert Cocking, recordado no por sus obras de arte, sino por morir en el primer accidente de paracaídismo de la historia.

Estas dos litografías en color muestran el ascenso del globo y el fatal descenso en paracaídas de Robert Cocking (1776–1837).

En 1785, el célebre inventor francés Jean-Pierre Blanchard había realizado el primer salto en paracaídas moderno.

Medio siglo, y otros paracaídas, después, Cocking pensó que podía mejorar el diseño de esos artilugios, y pasó años desarrollando uno hasta que llegó la hora de mostrarlo.

El 24 de julio de 1834, despegó a bordo de su creación y se elevó hacia el cielo londinense colgado del famoso globo Royal Nassau.

Al llegar a la zona de aterrizaje en Greenwich, había ascendido unos 1.500 metros, y el Sol ya se estaba poniendo: tenía que soltarse del globo. Era ahora o nunca.

Lo hizo y por un momento todo parecía bien, aunque iba demasiado rápido. Pero de repente, la tela del paracaídas se volteó, empezó a romperse y luego se separó por completo de la cesta.

Cocking murió en el impacto. Había olvidado tener en cuenta el peso del paracaídas en sus cálculos.

Unos 80 años más tarde, un sastre francés corrió con la misma suerte.

Franz Reichelt mostrando el paracaídas que diseñó.

La caída de Franz Reichelt fue igual de espectacular, solo que en su caso la ilustraron no solo por dibujantes sino también fotógrafos y todo un equipo de filmación.

El sastre quería diseñar un traje para pilotos que se expandiera en un paracaídas en caso de que necesitaran eyectarse del avión.

Sus primeros diseños con alas plegables hechas de seda resultaron prometedores en pruebas con maniquíes lanzados desde su edifició en París.

Pero no eran fácilmente portátiles así que modificó el diseño y, cuando estuvo listo, buscó un lugar de lanzamiento más alto, para que los maniquíes ganarán suficiente velocidad y así su paracaídas se desplegara correctamente y frenara la caída.

El primer piso de la Torre Eiffel, que estaba a 57 metros del suelo, era ideal.

Obtuvo permiso para una prueba, y convocó a la prensa para el 4 de febrero de 1912.

Ese día hizo un anuncio sorpresa: no tiraría un maniquí, se lanzaría él mismo.

A pesar de que la policía le advirtió que no tenía permiso para un salto en vivo, y de que sus amigos intentaron disuadirlo, se subió a la torre y, con el traje parcialmente desplegado, saltó.

El paracaídas nunca se abrió por completo y Reichelt murió frente a una multitud de espectadores.

 

Contra viento y marea

Una silla de aspecto cómodo que, cuando alguien se sentaba en ella, cerraba sus brazos alrededor del ocupante. Un carrito de té con golosinas que flotaba mágicamente desde el techo...

Dos de las muchas atracciones que sorprendían a los visitantes en la residencia de Henry y Jane Winstanley, conocida como la Casa de las Maravillas de Essex, Inglaterra.

Eran obra del pintor y grabador Winstanley, a quien le fascinaban los artilugios mecánicos e hidráulicos.

En la década de 1690, abrió un teatro acuático matemático en Londres, repleto de atracciones extravagantes e ingeniosas de confección propia.

Su popularidad le permitió invertir en barcos.

 
La primera versión del faro de Winstanley, que era, como la segunda, colorido y adornado.
 
Cuando dos de ellos naufragaron en las rocas de Eddystone frente a la costa sudoeste de Inglaterra, Henry Winstanley se enteró de que esa zona era famosa por causar naufragios y costarle la vida a muchos marineros durante siglos.

Tenía que hacer algo.

Diseñó planes para construir un faro en las rocas y los llevó al Almirantazgo, pero le costó convencer a las autoridades: nunca se había construído un faro en alta mar y menos sobre unas rocas que el agua cubría en marea alta.

Las obras comenzaron en 1696, pero Winstanley fue secuestrado por piratas franceses. Volvió a su labor apenas lo liberaron, y en 1698 prendió las 60 velas de la torre de 27 metros.

Cuando observó que crujía con vientos fuertes y no se veía si las olas eran muy grandes, rediseñó la estructura, reforzó las paredes y aumentó su altura a 40 metros.

Satisfecho con la seguridad de su invento, el primer faro en alta mar de la historia, Winstanley declaró que pasaría feliz una noche allí durante la "mayor tormenta que jamás haya habido".

Dicho y hecho.

Más alto y fuerte, para advertirle a los barcos del peligro. 

En 1703 se desató la tormenta más feroz jamás registrada en las Islas Británicas, con vientos que alcanzaron los 190 kilómetros por hora, matando tanto en el mar como en tierra a unas 15.000 personas.

Winstanley esperó con impaciencia la oportunidad de ir a ver si su faro había superado tal prueba, y el 27 de noviembre los vientos amainaron lo suficiente como para hacerlo.

Encantado de encontrarlo en pie, les dijo a sus acompañantes que pasaría la noche ahí y que volverían a buscarlo por la mañana. Nunca más lo vieron.

Esa noche, los vientos soplaron aún más fuerte, llevándose todo rastro del faro y su creador, como relata The ministry of history.

Pero su obra no había sido en vano.

Durante los 5 años que funcionó, no se registraron naufragios en la zona, una hazaña fenomenal en un lugar tan peligroso.

Es por eso que hasta el día de hoy hay un faro en las rocas de Eddystone.

 

Rayos y centellas

En la década de 1740, los fenómenos eléctricos despertaron el interés de muchos los científicos, especialmente tras la invención accidental de la botella de Leyden en 1745.

El físico ruso de origen alemán del Báltico Georg Wilhelm Richmann, quien realizó trabajos pioneros sobre electricidad, fue uno de esos entusiastas.

Cuando en 1752, Benjamin Franklin afirmó que el rayo era un fenómeno eléctrico, y que un experimento podría demostrarlo, Richmann quiso hacerlo, para poder medir la fuerza de la electricidad atmosférica con un electrómetro que había inventado.

Instaló una varilla de hierro en su casa conectada a un cable en el techo, con su electrómetro montado en la varilla, explica un artículo de Linda Hall Library

Ilustración de De Les Merveilles de la Science, publicado en 1870, de la muerte de Richmann.

El 6 de agosto de 1753, se desató una tormenta y Richmann se apresuró a regresar a casa desde la Academia Rusa de Ciencias, llevándose consigo al grabador de la Academia, quien fue testigo de lo que ocurrió.

Richmann tenía la vista puesta en su electrómetro cuando el grabador vio una pequeña bola de relámpago saltar de la barra a la frente de Richmann, enviándolo al suelo.

Luego, hubo una explosión y las llamas se empezaron a esparcir.

Richmann fue la primera víctima fatal de una investigación eléctrica.

"No todo electricista puede morir de manera tan gloriosa como el justamente envidiado Richmann", escribiría en 1767 el científico británico Joseph Priestley.

 

A patadas

El siglo XIX vio el principio de una era de enormes imperios editoriales, y para suplir la demanda hubo que superar las limitaciones de las rotativas eléctricas existentes.

Y, en la década de 1860, el estadounidense William Bullock ayudó a revolucionar la industria de la impresión. Inventó la imprenta rotativa de bobina, que resolvió varios de los problemas técnicos más importantes.

Su prensa permitió que grandes rollos de papel continuos fueran alimentados automáticamente a través de rodillos, eliminando así el laborioso sistema de alimentación manual de las prensas que habían anteriormente.

Además la prensa se ajustaba automáticamente, imprimía por ambos lados, doblaba el papel y las hojas eran cortadas, precisa y velozmente.

Pero en abril de 1867, cuando estaba haciendo ajustes a una de sus nuevas prensas que se estaban instalando para el periódico Philadelphia Public Ledger, una correa de transmisión se salió de la polea.

En vez de apagar la rotativa, William Bullock hizo honor a esa consagrada tradición de pegarle una patada a una máquina para que funcione.

Su pierna se enredó en el mecanismo y, aunque lograron atenderlo, desarrolló gangrena y murió durante una operación para amputarle la pierna.

En 1964 fue honrado con una placa que dice: "Su invención de la prensa rotativa (1863) hizo posible el periódico moderno".

 

 Fuente: 5 Inventores

 

 

domingo, 7 de julio de 2024

Orwelliano o Kafkiano: qué significan realmente y cómo eran los escritores detrás de esos populares adjetivos

"Orwelliano" se relaciona con el poder, el control y la vigilancia opresivos; "kafkiano", con situaciones desconcertantes y absurdas en un sistema complejo e irracional.

 

BBC News Mundo

Role, Redacción *

 

Hay grandes autores que, además de contarnos inolvidables historias, logran encapsular filosofías, visiones o situaciones de una forma tan significativa que sus nombres se convierten en adjetivos.

Si algo es espantoso, infernal, pavoroso, es dantesco, por la "Divina Comedia" del poeta italiano Dante Alighieri.

Si alguien actúa con astucia y perfidia para conseguir sus propósitos, es maquiavélico, por los consejos del filósofo político Nicolás Maquiavelo en "El príncipe".

Y si un idealista obra desinteresadamente en las causas que cree justas, puede ser quijotesco, como 'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha', de Miguel de Cervantes.

Entre estos grandes, y unos otros más, hay dos influyentes autores del siglo XX cuyas ideas resuenan tanto en el mundo actual que los adjetivos derivados de sus apellidos se usan con frecuencia, a veces erróneamente.

Tanto el escritor bohemio Franz Kafka como el británico George Orwell proporcionaron un mapa, un compendio y una advertencia para este siglo.

Predijeron desde Twitter, Zoom y los reality shows hasta los teléfonos inteligentes y la vigilancia permanente, así como la ansiedad inducida por el Estado y una creciente sensación de impotencia frente a fuerzas difíciles de identificar.

Es por eso que un siglo después de la muerte de Kafka y a más de 75 años de la publicación de "1984" de Orwell, los epónimos que emergieron de sus obras son tan apropiados para describir algunos de los peores aspectos de la actualidad.

Sin embargo, tanto los autores como sus distopias son dispares.

Así que, para no confundir lo kafkiano con lo orwelliano, mejor consultar a expertos: Carolin Duttlinger, codirectora del Centro de Investigación Kafka de Oxford, y David J Taylor, autor y biógrafo de Orwell. 

 

Los Epónimos 

Cuando decimos 'kafkiano', estamos hablando de una profunda sensación de que algo no está bien, de culpas y acusaciones incomprensibles que no van a ninguna parte.

"Yo diría que sí. En el extremo más siniestro del espectro, se trata de instituciones invisibles que te rastrean y te persiguen", señala Duttlinger.

"Pero también creo que kafkiano tiene componentes más surrealistas y ligeramente satíricos, de humor negro: el sentido de lo absurdo de la vida cotidiana".

El humor, negro o no, no es tan obvio para quienes no lo leemos en el original alemán.

"Para mí, es una lástima que se piense que Kafka sólo tiene que ver con pesadillas e historias realmente oscuras, porque te pierdes las partes buenas.

"Aunque su humor sea tal vez un gusto adquirido, definitivamente está presente en lo absurdo de un hombre tratando de encontrarle sentido a una situación completamente incomprensible... eso es muy divertido".

En cuanto a Orwell, para Taylor, el problema es que 'orwelliano' "puede significar cualquier cosa que quieras que signifique".

"Orwell es tan omnipresente en nuestro mundo en estos días que la palabra 'orweliano' la puede reclamar prácticamente cualquier persona que tenga algún tipo de queja contra la autoridad.

"El significado preciso que yo le daría es que es un mundo o paisaje en el que cualquier tipo de espíritu individual es rutinariamente suprimido por una autoridad vigilante, que todo lo ve y que está habilitada tecnológicamente".

Eso implica que cuando calificamos algo como orwelliano, no estamos conjurando toda la obra sino dos libros en particular: la sátira antiutópica "Rebelión en la granja", publicada en 1945, y la escalofriante distopía "1984", de 1949.

Miremos "1984", esa advertencia contra el totalitarismo que impresionó tan profundamente a los lectores que entró en el imaginario cultural como muy pocos libros logran hacerlo.

"Orwelliano, aplicado al mundo de 1984, se trata de la negación de la verdad objetiva, de la supresión de la libertad individual por medio de la manipulación del lenguaje y el ojo tecnológico, esa especie de idea miltoniana de abrir una ventana a las mentes de los hombres, quieran o no", puntualiza Taylor.

En el caso de Kafka, tomémos su novela "El proceso", publicada póstumamente en 1925, contiene la esencia de lo kafkiano.

Se convirtió en sinónimo de las ansiedades, de la sensación de alienación de la era moderna y de la lucha de una persona común contra una autoridad irracional e irrazonable.

Antes de seguir, un resumen rápido de la trama de cada novela, en caso de que la hayas olvidado o aún no las hayas leído.

"El proceso" sigue la historia de un hombre llamado Joseph K, que vive en Praga, y es arrestado y juzgado por un crimen desconocido en un sistema legal absurdo y pesadillesco.

"1984" está ambientada en el futuro en Oceanía, un estado totalitario que le ha lavado el cerebro de la población para que obedezca irreflexivamente al Gran Hermano de su líder.

La novela sigue al protagonista Winston Smith mientras intenta rebelarse en secreto contra el régimen opresivo que todo lo ve.

 

El Fracaso 

Claramente, no debemos asumir que el personaje principal de "1984", Winston Smith, es de alguna manera similar a su creador George Orwell.

Pero, ¿hay algo de Orwell mismo que pueda ayudarnos a entender su visión orwelliana?

"Orwell creía profundamente en el concepto de fracaso, en su propio fracaso personal y en el fracaso de quienes se atrevían a cuestionar al Estado y a las reverencias del Estado, y por eso todas sus novelas, incluso las realistas de la década de 1930, tratan sobre personas que fracasan.

"Tienen al héroe rebelándose contra el sistema y, por un rato, y el sistema absorbe un poco de esas rebeliones, pero luego lo aplasta", responde Taylor.

"En '1984', Winston Smith es simplemente sometido por el sistema".

"Lo que Orwell quiere mostrar es la absoluta inutilidad de pensar que se puede lograr algo. Y creo que desde el principio el lector sabe que es una rebelión condenada al fracaso".

El final es particularmente deprimente pues no hay un gran drama: Smith sencillamente termina en la cafetería donde empezó.

"Como siempre sucede en la ficción de Orwell, ha habido un pequeño reajuste. Han pasado cosas, pero esencialmente llegas más o menos de vuelta a donde estabas", explica el experto.

"Y, para darle ese toque biográfico, concuerda con la visión que Orwell tenía de sí mismo.

"Una vez produjo un epigrama inmensamente deprimente, diciendo que la vida humana, en general, es una sucesión de fracasos, y que solo los muy jóvenes o los muy tontos creen lo contrario.

"Así que la psicología de los estados totalitarios de Orwell está, creo, íntimamente relacionada con su propia psicología personal".

Eso a pesar de haber sido muy exitoso, no sólo con la literatura.

Cuando trabajó en la BBC, fue aclamado como un programador innovador y muy querido.

Renunció para volver a escribir.

En el documento oficial de su partida, su jefe escribió:

"Es imposible exagerar la calidad de su carácter o de sus logros. La suya es una dignidad moral única. Su gusto literario y artístico es infalible.

"Se va a petición propia, para el pesar de todo el departamento".

Tres meses despues ya había terminado el primer borrador de "Rebelión en la granja".

 

El Éxito

Si hablamos de Kafka, ¿habrá algo de él en Joseph K, el desconcertado protagonista de "El proceso"?

A juzgar por algunas de las cartas que le escribió a su prometida Felice Bauer, la visión que tenía de sí mismo no era muy halagadora.

Se describió a sí mismo como "irritable, triste, taciturno, insatisfecho, enfermizo".

"Un hombre que -y esto te parecerá similar a la locura- está encadenado por cadenas invisibles a una invisible literatura y grita cuando alguien se le acerca porque piensa que está tocando esas cadenas".

¿Estaba siendo demasiado duro consigo mismo?

"Esas cartas son muy interesantes, pero no son evidencia fiable", afirma Duttlinger.

"Si las lees todas verás que él pasa de venderse a sí mismo -siendo de verdad un hombre muy atractivo, en el sentido de que la escucha, se preocupa por ella, la alienta en sus diversas actividades- a decidir que ella no es la persona indicada para él.

"Pero en lugar de romper el compromiso, comienza a pintarse a sí mismo de esa forma increíblemente desfavorable".

Kafka escribió sus obras durante los últimos días del imperio de los Habsburgo, siendo un agente de seguros enredado en una gran burocracia y parte de una familia relativamente próspera, con un padre autoritario.

"Sus progenitores eran increíblemente trabajadores.

"Su padre había crecido en la pobreza extrema en un pueblo bohemio, y con su madre se abrieron camino.

"Se mudaron unas cinco o seis veces en los primeros años de la vida de Kafka, hasta que, en Praga, tuvieron su propia tienda, en la que ambos trabajaban seis días a la semana.

"Casi nunca estaban en casa, pero es ese tipo de espíritu de esfuerzo el que Kafka encarna en gran medida y que también se ve en su personaje, Joseph K", señala la experta.

Para ella, "es interesante que hayamos hablado del fracaso en relación con Orwell, pues creo que Kafka, en cierto sentido, está obsesionado con esta noción de éxito".

¿Y cómo es ese éxito?

"Joseph K es un joven en ascenso. No está en la cima, pero está cómodamente por encima del medio y le gusta usar su poder: hace esperar a los clientes en el pasillo, hay juegos de poder con su jefe inmediato y así.

"En gran medida, 'El proceso' es también una novela sobre esa psicología moderna, tal vez masculina, de rivalidad y de ocupar tu lugar, etc.".

 

La Verdad

Ha llegado el momento de la verdad para los expertos: ¿qué opinan de los adjetivos 'kafkiano' y 'orwelliano'?

"No suelo usar ninguno de los dos", admite Duttlinger.

Sin embargo, le parece interesante que la gente lo haga: "claramente son una buena forma para comunicar un estado de ánimo o una experiencia particular sucintamente, y en ese sentido son muy útiles".

En el caso de Orwell, apunta Taylor, el adjetivo se usa tanto porque "como las frases tienen una difusión tan amplia -tenemos programas de televisión sobre la habitación 101 y Gran Hermano-, hay una conciencia colectiva sobre él que trasciende cualquier obra que haya escrito.

"Sociedades enteras conocen a Orwell de segunda mano, y si lo nombras alguien medianamente educado sabe de quién hablas, incluso sin haber leído el libro".

Para Duttlinger, "otra cosa que ha hecho que Kafka tenga tanto éxito es la increíble simplicidad de su estilo, la gran claridad con la que escribe".

Ese tipo de prosa directa, que transmite el mensaje de la manera más transparente, también se asocia con Orwell.

Además, las visiones de los dos autores pueden considerarse complementarias.

Pero no debemos olvidar que...

En un sistema kafkiano, la verdad, celosamente guardada, no puede alcanzarse, y se establecen múltiples obstáculos para impedir el acceso a los hechos.

Un personaje kafkiano puede pasar toda su vida envuelto en tareas inútiles que debe completar hacia un objetivo indefinido.

Los gobiernos u organizaciones kafkianos son tan cómicamente ineptos que parecen casi fantásticos.

En una sociedad orwelliana, la verdad es manipulada en pos de poder.

Un personaje orwelliano es constantemente vigilado, tanto física y socialmente, como emocional e intelectualmente.

Los regímenes orwellianos son entes poderosos e invisibles que imponen un control riguroso y falsifican la realidad convirtiendo el libre albedrío en una ilusión.

Así el líder, aunque nefasto, es amado.

Lo kafkiano es absurdo; lo orwelliano, falaz.

 

* Gran parte de este artículo es una adaptación del episodio "La batalla de los adjetivos" de la serie de la BBC "Orwell vs Kafka"

 

Fuente:

Orwelliano o Kafkiano