Mostrando las entradas con la etiqueta Conflictos. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Conflictos. Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de noviembre de 2024

Qué hacer cuando una amistad termina (y por qué no es necesariamente malo)

Por Molly Gorman

BBC Future

 

En la primavera de 2019 rompí por primera vez una amistad. Terminó con una discusión amarga, lágrimas, frustración y no hemos vuelto a hablarnos desde entonces. Durante mucho tiempo lamenté la pérdida de esa amistad. Incluso ahora, más de cinco años después, a veces me descubro soñando con ella y me pregunto si alguna vez volveremos a conectarnos. Sin embargo, también he hecho las paces con la ambigüedad: fue una gran amistad durante el tiempo que duró.

Por coincidencia, mi primera relación romántica terminó cinco meses después. Me resultó mucho más fácil hablar de ello: años de música, películas y libros sobre el desamor me habían preparado bien.

Desde entonces, he descubierto que la disolución de una amistad es un tema menos discutido que el fin de una relación romántica.

Históricamente, las amistades han recibido menos atención de los investigadores que otros tipos de relaciones, a pesar de estar asociadas con beneficios a largo plazo para la salud , el bienestar y la satisfacción vital.

Grace Vieth, investigadora en psicología social de la Universidad de Minnesota, estudia la disolución de la amistad .

"La gente quizá se sorprenda de que los investigadores recién comencemos a considerar cómo pueden terminar las amistades. El trabajo de campo sobre esto realmente recién está comenzando", dice.

Al ser un tema menos comentado, Vieth apunta que la gente puede sentirse más insegura en las rupturas de amistades, no saben cómo manejarlas, ni las emociones que generan.

"No hay guiones normativos sobre cómo terminar una amistad".

 

¿Amigos para siempre? 

Nuestro primer vínculo son nuestros padres o las personas que nos crían, pero, al entrar en la adolescencia, son nuestros iguales, dando mayor prioridad a la aceptación social y a la posición social, dice Kaitlin Flannery, profesora adjunta de psicología en el State University of New York College, Cortland.

"Los amigos nos ayudan a dar forma a nuestra identidad a lo largo de nuestra vida. Son una suerte de espejo y de guía. A la vez, queremos su validación. Y ahí es donde las amistades empiezan a convertirse en fuentes esenciales de apoyo social, pero también de diversión y compañerismo", apunta.

Vieth señala que en sus etapas iniciales, la amistad se construye sobre la similitud y la proximidad.

Gran parte de la investigación sobre la ruptura de amistades se ha centrado en niños y adolescentes, una edad en la que es bastante común que las amistades se rompan.

En la investigación de Flannery, que analizó una muestra de 354 estudiantes de secundaria (normalmente de entre 11 y 14 años), el 86% dijo que recientemente habían terminado una amistad.

La mayoría lo atribuyó a un conflicto o una traición a la confianza. Otros, a la falta de apoyo de los amigos, o que sentían que no estaban recibiendo lo que necesitaban de sus amigos, por ejemplo, compañía, o que ya no se divertían juntos.

Según se informa, las rupturas de amistades provocaron emociones complejas en los estudiantes de secundaria, incluida la tristeza, pero también la felicidad y el alivio, dependiendo de por qué se produjo la disolución, cómo terminó y quién "rompió".

En algunos casos, las amistades simplemente se "degradan" de la condición de mejores amigos a "buenos" amigos.

"Creo que es importante reconocer que las rupturas de amistades son parte de la vida y algo muy natural", dice Vieth. "No se trata de la cantidad de amigos que tengas, sino de la cercanía y la receptividad de esos amigos".

No todas las rupturas de amistades son dolorosas y dramáticas. A veces, el vínculo puede simplemente desvanecerse.

En un estudio de la década de 1980 sobre 90 adultos de entre 20 y 28 años, las cinco razones más comunes citadas para el final de una amistad del mismo sexo fueron: menor proximidad física; ya no gustarle el amigo; menor interacción; interferencia de otras relaciones, como una cita o un matrimonio; y amistades que se esfuman de forma natural.

La proximidad afectó más a las amistades casuales, mientras que las amistades cercanas y las mejores amistades tenían más probabilidades de terminar por una menor interacción o interferencia de otras relaciones.

Pero las amistades sólidas pueden sobrevivir y adaptarse a esos cambios de la vida, según muestran las investigaciones.

"Siempre que analizo la disolución de una amistad, lo que saco en claro es que hay ciertos aspectos de la vida que pueden afectar a las amistades, pero también hay muchos ejemplos de amistades que han podido soportar esos cambios de la vida y volverse más cercanas", afirma Vieth.

 

La desventaja de los mejores amigos para siempre 

El género también influye en lo que esperamos de nuestras amistades y por qué pueden terminar.

Las encuestas realizadas a adultos estadounidenses revelan que la mayoría (66%) dice que todos o la mayoría de sus amigos cercanos son del mismo género que ellos, aunque las mujeres son más propensas a decir esto que los hombres (71% frente a 61%).

En la escuela secundaria, la amistad entre chicas tiende a intensificarse en torno al apoyo psicológico y la cercanía, mientras que las amistades entre chicos tienden a basarse en aspectos recreativos.

Otra gran diferencia de género es el contexto en que se forman las amistades: en parejas o en grupos.

Las mujeres suelen tener múltiples amistades íntimas, individuales. Los amigos hombres tienden a tener una red más densa, donde todos sus amigos son amigos entre sí. Las amistades masculinas tienden a formarse como parte de grupos.

Por ello, el mantenimiento de la amistad puede variar entre los hombres, mientras que a las mujeres les cuesta más energía mantener amistades individuales, dice Flannery.

Esto también genera que los conflictos en amistades entre mujeres puedan ser más problemáticos.

"Tienden a exigir a sus amigas estándares más altos en términos de lealtad y apoyo emocional... Y suelen decir que se sienten más tristes, más solas, reflexionaban más y estaban más estresadas después de la disolución de una amistad que los niños", dice Flannery.

Las investigaciones sobre resolución de conflictos sugieren que las mujeres tardan más que los hombres en reconciliarse con sus amigos después de una discusión y que el enojo que sienten tarda más en disiparse.

Las razones por las que terminan las amistades también pueden ser diferentes para hombres y mujeres.

En un estudio de estudiantes de la Universidad del Medio Oeste de Estados Unidos, la separación física tenía más probabilidades de provocar la disolución de las amistades de los hombres, mientras que las citas o el matrimonio tenían más probabilidades de interferir en las amistades de las mujeres.


Cuando terminar una amistad puede ser algo bueno

Entonces, ¿debemos aferrarnos a nuestros viejos amigos, confiando en que algún día volveremos a ser cercanos a ellos? No necesariamente, dicen Vieth y Flannery.

A veces, puede ser mejor dejar ir.

Por ejemplo, terminar una amistad tóxica puede mejorar nuestro bienestar.

"A veces, realmente idealizamos demasiado las amistades y no todas ayudan de manera positiva. La mayoría tienen grandes beneficios, pero debemos elegir amigos que nos ayuden”, explica Flannery.

Hay amistades que pueden hacernos sentir bien; otras nos dejan cansados y agotados.

Pero terminar una amistad de modo consciente puede traer otro desafío: cómo dejarla ir sin lastimarla.

Un método controvertido pero común es el ghosting, ya conocido en el mundo de las citas y que consiste en desaparecer para evitar la confrontación. Ahora se ha convertido en una herramienta común para terminar amistades.

En un estudio realizado con jóvenes de entre 18 y 25 años se preguntó a la gente los motivos para dejar de lado a un amigo.

Las motivaciones fueron: amistad tóxica, pérdida de interés, encontrarlo molesto, autoconservación y haber sobrepasado unos límites.

A pesar de que la duración de la amistad era importante en muchos casos, esto nos les impedía convertirse en una suerte de "fantasmas graduales", es decir, se alejaban poco a poco de esta amistad, en lugar de tener un final abrupto.

La táctica dejó a los amigos rechazados con una sensación de "tristeza, frustración y dolor".

Sin embargo, quienes la llevaron a cabo, lo sintieron como un mecanismo de defensa contra una mala amistad y no sintieron que una confrontación pudiera ayudar.

Vieth sugiere otro camino, quizás mejor, a seguir: aprender lo que se necesita para mantener y mejorar una amistad, y cómo lidiar con los conflictos y la confrontación.

"Creo que muchas personas tienen la mentalidad de estar dispuestas a resolver los conflictos en las relaciones románticas, porque es algo que todos reconocemos que es inevitable", afirma.

Pero cuando se trata de amistades, queremos que todo se resuelva de modo natural y nos damos por vencidos si no es así.

"Mucha gente piensa que las relaciones deberían ser fáciles y aportar mucha alegría, diversión y risas. Y eso es cierto, pero esto tal vez lleve a la idea de que a veces no vale la pena resolver los conflictos".

Relaciones románticas y amistades comparten beneficios emocionales similares, como la calidez y la alegría. Pero también una diferencia clave: la relación romántica tiene a una expectativa de monogamia, si bien esto difiere en culturas y personas.

En las amistades "no existe esa expectativa de monogamia, lo que en algunos casos lo hace más complicado porque vemos celos en la amistad", remarca Flannery.

Las amistades no siempre son mutuamente excluyentes. Y puede hacernos sentir incómodos que un amigo muy cercano tenga otra amistad cercana.

Aquí, puede ser útil recordar que se puede tener otros amigos y que eso no tiene que amenazar nuestra amistad.

Aunque la investigación sobre la psicología de la amistad es aún incipiente, estas relaciones ocupan mucha atención y energía en nuestra vida cotidiana.

Según una reciente encuesta del Pew Research Center, el 61% de los adultos estadounidenses participantes afirmaron que tener amigos íntimos es extremadamente o muy importante para vivir una vida plena.

Durante gran parte de nuestra vida, los amigos pueden brindarnos la estabilidad y el apoyo que antes nos brindaba el matrimonio.

En las relaciones románticas no es raro que las parejas se separen y luego, después de reflexionar un poco, vuelvan a estar juntas.

¿Deberíamos considerar también eso con nuestros examigos: una reconciliación y un segundo intento? Una vez más, depende de la naturaleza de la amistad, dice Flannery.

"Creo que habrá situaciones diferentes en las que esa amistad se recupere y otras en las que tal vez sea mejor dejar que se produzca la disolución", apunta.

"Y, de nuevo, puede depender de varias cosas. ¿Te sientes aliviado de que la amistad haya terminado? ¿Esa amistad agregó beneficios positivos a tu vida? Si todavía sientes que realmente la extrañas, tal vez valga la pena repararla".

 

Fuente: Cuando una amistad termina

martes, 1 de noviembre de 2016

Cuando los Hijos siembran Discordias


Los hijos son la causa más frecuente de las desavenencias entre cónyuges. Es preciso saber cómo manejarse en tales situaciones

Por Norman Lobsenz

Queremos entrañablemente a nuestros hijos. Por ellos, que son nuestro orgullo y alegría haríamos cualquier cosa. ¿Por qué,  entonces, los estudios relativos a la familia revelan  que los hijos disminuyen la satisfacción que la pareja encuentra en el matrimonio? ¿Por qué los cónyuges declaran que la felicidad conyugal  empieza a declinar en cuanto nace el primogénito y que, salvo leves fluctuaciones registradas en el curso de los años, no recobra su nivel original  sino hasta que el último de los hijos ha dejado el hogar?

Una razón de esta paradoja es obvia: las responsabilidades físicas y económicas que ocasionan la crianza de los niños, traen consigo enorme tensiones para los padres. Pero existe otra razón, que se reconoce con menos frecuencia. Los hijos directa o indirectamente tienden a provocar mayor número de conflictos entre sus padres que cualquier otra fuente de disensiones conyugales. Juzgue el lector las típicas situaciones que siguen:

• Juanito, chico de diez años de edad, gasta el total de su asignación semanal en un frágil avión de juguete que se hace pedazos la primera vez que lo lanza al aire.

-¿Por qué desperdicias el dinero en semejante basura? –le pregunta su padre, enfadado- ¡Sólo por eso, la semana próxima no te daré ni un centavo!

Juanito va a protestar cuando su madre intercede:

-¿Por qué eres tan duro con él?

El padre la mira, furibundo, y replica:

-Si por ti fuera, este chico jamás aprendería a estimar el valor del dinero.

• El matrimonio Lara no ha podido salir una sola noche desde que nació su primogénito, hace seis meses.

Esta noche Ricardo planea lleva a Laura a comer afuera y al cine; será una agradable sorpresa para ella. Incluso ha contratado los servicios de una niñera .Pero al saberlo, Laura se opone:

-No dejaré a mi hijo en manos de una desconocida.

Desde que el niño llegó, Ricardo se siente abandonado, y explota:

-¡Te preocupas más por ese chiquillo que por mí!

• Melisa tiene 15 años y ha sido invitada a formar parte de un grupo de chicas y muchachos para salir a esquiar el fin de semana.

-No hay peligro alguno -le aseguró a su madre- La hermana mayor de mi amiguita nos hará compañía.

No obstante su madre le niega el permiso. Sin hacer mención de esta negativa, Melisa le pide permiso a su padre, quien responde:

-Por supuesto que puedes ir.

Poco después, sus padres se dan cuenta que han sido engañados; pero en vez de reprenderla, discuten entre sí.

Hasta hace poco todos los padres creían que la presencia de un hijo los uniría más, de modo automático. En la actualidad, pocos son los matrimonios que abrigan tan ilusorias esperanzas, ya que la mayoría de ellos están conscientes del tiempo, las energías y los recursos que es necesario dedicar a los hijos. Y si bien no faltan padres intelectualmente preparados para la paternidad, no siempre son aptos, en lo emocional, para hacer frente a las tensiones diarias que suscita la formación de los niños, o las exigencias de estos.

Los conflictos maritales que con mayor frecuencia causan los hijos, son los que incluyen diferencias de criterio en lo concerniente a las bases de su educación:   disciplina, asignaciones para gastos menores, privilegios. Además “los padres que se preocupan mucho de tales cuestiones, descubren que están defendiendo posiciones cada vez más rígidas”, observa la psicóloga Isabelle Fox, consejera matrimonial, familiar y de niños, del Centro Psicológico del Oeste, en Encino (en el estado norteamericano de California).

La psicóloga habla de cierto matrimonio cuya hija, de 12 años de edad, de pronto empezó a bajar de rendimiento en sus estudios. “La madre consideraba que debía preguntarse a la chica, de manera comprensiva, por qué no trabajaba en la escuela a altura de sus aptitudes, y animarla dulcemente a esforzarse más”, comenta la especialista. El padre quería darle una severa reprimenda y amenazarla con un castigo si no se dedicaba al estudio y obtenía mejores calificaciones.

“Con el tiempo, añade la doctora Fox “ambos padres se vieron atrapados en sus respectivas posiciones: él era el malo y ella era la buena;  esta situación era perjudicial tanto para la niña como para sus padres”.
Posiblemente ciertos conflictos, que en apariencia son provocados por la conducta de un hijo, tengan sus raíces en las tensiones emocionales sufridas por alguno de los padres en su propia niñez. Una señora recordaba  cómo ella y su marido altercaban cuando él reprendía a su hija de 13 años. “Las más de las veces”, cuenta la madre, “Ana se lo había ganado, pero aun así yo salía en su defensa”.

Las riñas entre ambos fueron haciéndose más frecuentes y violentas, al extremo de constituir una amenaza para las relaciones conyugales; entonces decidieron buscar ayuda. En las consultas celebradas con un consejero matrimonial, la señora recordó que cuando era niña su padre la regañaba continuamente. “Los regaños que mi marido hacía a Ana despertaban en mí aquellos sentimientos de agravio y humillación. Desahogaba en mi esposo la ira que jamás había sido capaz de expresar contra mi padre”.

Con todo, existen maridos y esposas que no pueden descargar sus emociones en su cónyuge, pues temen que cualquier demostración de sentimientos negativos haga peligrar su matrimonio, o bien carecen de la suficiente autoestima para hacer valer sus propias necesidades. En esos casos, tal vez uno de los padres use al hijo, inconscientemente, como un arma contra su pareja. Cuando, por ejemplo, Eduardo reprocha a Rita que “jamás esté en casa para cuidar a los niños” a causa de su nuevo empleo, en realidad quiere decir  que es él a quien ella está desatendiendo. Puesto que no puede censurarla con franqueza por ir a trabajar pese a sus deseos de que no lo haga, trata de hacerla sentirse culpable como madre.

En ocasiones crecen las tensiones entre los cónyuges, porque uno de ellos se muestra hostil hacia el hijo (que quizá le recuerde a un hermano que no quería) y el otro se siente obligado a ponerse de parte del niño. “A la inversa”, comenta Isabelle Fox, “uno de ellos padres hace objeto de especial afecto y atención a un hijo predilecto, como un medio de expresar su hostilidad hacia su cónyuge”.

¿Cómo pueden los padres absorber y resolver el impacto emocional que los hijos producen en el matrimonio? A continuación citamos las recomendaciones de varios especialistas:

• Reconozcamos que muchos conflictos conyugales son naturales, y por lo general pasajeros, en la vida familiar. “Toda familia tiene conflictos relacionados con los hijos”, declara Hendrie Weisinger, psicólogo de Los Ángeles (California). “La mayoría de ellos sobrevive en buenas condiciones”.

• Comuniquémonos. Harold Feldman, especialista en relaciones familiares de la Universidad de Cornell, en Ithaca, en el estado de Nueva York, recomienda que los padres analicen entre ellos sus ideas relacionadas con la educación de los niños, así como sus propios principios y prejuicios. Si llegan a ponerse de acuerdo en algún punto y si consiguen encontrar un punto medio aceptable para las cuestiones en que no están de acuerdo, les será posible evitar muchos problemas potencialmente destructivos.

• Distingamos entre los problemas originados por la formación de los hijos y los que son ajenos a estos. Cuando las disputas conyugales se centran siempre sobre los mismos temas, quizás se deriven de las relaciones matrimoniales.

• No debemos utilizar a los niños como instrumentos en las riñas conyugales.

• No permitamos que los niños nos manejen a su antojo: si Julieta, de diez años de edad, dice a su papá que mamá es mala, y él lo acepta  sin siquiera preguntar por qué, serán inevitables las discusiones entre ambos esposos. Claire Lehr, psicóloga y especialista en relaciones entre padres e hijos, radicada en Newport Beach, en el estado de California, dice: “ ¿Qué es, en el sistema familiar, lo que hace necesaria a esta conducta? ¿Por qué la niña siente que la única manera de ejercer el poder es a través de la manipulación de sus padres? A menudo estos discuten entre sí, en vez de preguntarse por qué se comportaron todos ellos de esa manera”.

• Debemos evitar actitudes que nos hagan quedar como mártires ante los hijos. Un matrimonio estuvo a punto de separarse porque la señora se negaba, año tras año, a hacer planes para las vacaciones hasta que supiera si sus hijos,  que estudiaban en la universidad, estarían en casa durante el verano. Cuando los muchachos anunciaban su decisión, ya era demasiado tarde para efectuar el viaje que el padre deseaba hacer. Los padres deben, a veces, contrariar sus propios planes por los hijos, pero sacrificarse inútilmente provoca tensiones conyugales.

• Cuando surjan discusiones respecto a los hijos, debemos impedir que ocurran en presencia de ellos. El chico que ve a sus padres reñir por sus ideas educativas acerca de él, puede sentirse culpable del altercado. Un chico de 12 años de edad explicaba así sus sentimientos al respecto: “De repente los oigo discutir. Procuro mantenerme al margen, pero sé que el problema comenzó por culpa mía. Y entonces me da miedo”.

• Los cónyuges deberían levantar una firme barrera entre sus vidas como esposos y como padres. “En la jerarquía de las prioridades familiares”, escribe el Dr. Fitzhugh Dodson en su libro How to Discipline-With Love (“Cómo Disciplinar… con Amor”), “los cónyuges tienen el derecho de considerar en primer lugar su matrimonio, y en segundo sus relaciones con los hijos”. Hoy día, demasiadas familias concentran más su atención en los hijos que en la unión conyugal. Dar prioridad al matrimonio no significa descuidar las necesidades del niño. A no ser que un matrimonio funcione bien, ninguna atención paterna, por más grande que sea, compensará la pérdida que el hijo sufra en lo emocional.

Se necesita energía, criterio y dedicación para superar las tensiones inherentes a la paternidad. A cambio de ello, la recompensa por el éxito es doble, pues es probable que las parejas que se sientan más unidas a raíz de las presiones ocasionadas por la educación de los hijos, no sólo sean mejores padres sino que constituyan matrimonios más felices.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, tomo LXXXII, N° 492, Noviembre de 1981, págs. 85-89 , Reader’s Digest  México, S.A. de C.V., México D.F., México.