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jueves, 14 de agosto de 2025

La Inseguridad Intelectual (no le gustaba leer)

(…) cuando Betty Madden, una mujer de treinta y tres años, y muy hermosa, vino a verme, me dijo: «Estoy tristísima. No tengo más que el título de la escuela superior y mi marido es un intelectual. Todos nuestros amigos son universitarios. No puedo hablar de todo lo que ellos hablan. Me siento inferior». Esta inseguridad intelectual la había convertido en una esposa insegura y en una madre posesiva en exceso (se sentía «segura» con sus tres hijos pequeños, así que prefería su compañía a la de los adultos).

Al principio de nuestras sesiones comprendí que los problemas de Betty surgían del hecho de que ahora no leía; además, aunque en otro tiempo había tocado bien el violín, ahora carecía de intereses culturales, de intereses que le elevaran la mente. Trabajando juntos fijamos un programa con estas metas: convertirse en una persona «informada» mediante (a) la lectura y (b) la capitalización de los intereses artísticos que poseía pero jamás había desarrollado.

(a) Betty se matriculó en un curso no oficial de lengua inglesa en el que daba suma importancia a la construcción del vocabulario y que se impartía en una escuela cercana.
Su falta de comprensión de las palabras clave era una de las razones principales de que no le gustara leer. Como corolario del curso yo le asigné estas dos tareas diarias.

Leer dos columnas del periódico, buscar en el diccionario las palabras que no entendiera y escribir las definiciones. Había de leer cada columna dos veces, y si era necesario una tercera, hasta que comprendiera por completo el contenido.

Tomar una grabadora y, con sus propias palabras, resumir el significado de cada columna. Después debía repetirlo empezando con la frase: «Estoy de acuerdo» o «No estoy de acuerdo», y explicar por qué. Terminado todo, debía escucharse a sí misma y comprobar qué tal le parecía.

(b) Empezó a tocar el violín de nuevo. Pero en esto fracasó. «Es demasiado difícil, con la casa y los niños», me dijo sinceramente, así que lo sustituimos por un ejercicio de discos. Cada mañana, mientras limpiaba la casa, ponía un disco de música clásica, el mismo durante cinco mañanas consecutivas. A la semana siguiente se pasaba a un nuevo disco. Mientras llevaba a cabo esta campaña para mejorarse en temas musicales, Betty estudiaba con atención los anuncios de prensa para ver en qué conciertos interpretaban la música que había escuchado. Además, asistió a un curso de arte, de trece semanas, organizado por una escuela superior de la localidad.

Todo ese estudio le rindió beneficios. Empezó a leer por su cuenta las revistas Time y Newsweek. Me informó que había empezado a leer libros. Cuando tropezaba con uno que le resultaba demasiado difícil, lo confesaba y se pasaba a otro. 

A los seis meses de tratamiento, con esa meta de autoeducación, Betty era una persona mucho más satisfecha que empezaba a comprender gran variedad de temas. Un día me dijo: «Durante este fin de semana estuvimos hablando de política con algunos amigos que no presentaban unos hechos demasiado claros. Así que les mostré con discreción en qué se equivocaban y los cuatro, incluido mi marido, acabaron por decirme que yo tenía razón. ¡Imagínese! ¡Corregir yo a todos esos graduados de la universidad!».


Herbert Fensterheim y Jean Baer, No diga Sí cuando quiera decir NO, Colección Edibolsillo Paperback n° 89, traducción de Amparo García Burgos, Ediciones Grijalbo, Barcelona, España, 1979, págs. 81-83

 

Comentario.-

El título sale del propio contenido del libro. 

La negrita en el texto es mía. 

Si tenemos discos de música podemos hacer como dice el libro y también ahora como, por ejemplo, se pueden ver conciertos o escuchar música clásica en Youtube (no todos podemos ir a conciertos). Claro, debemos escuchar a un volumen aceptable y sin que los vecinos tengan que enterarse.

Lo de escuchar continuamente se refiere a desarrollar más el gusto musical (artístico) y aprender a reconocer a los compositores y sus obras.

Podemos ir a exposiciones de arte y además visitar los museos y los lugares de interés histórico.

A la autoeducación también se le llama autodidactismo: aprender de forma autónoma sin necesidad de tener un profesor o asistir a una institución educativa.

Aunque uno tenga trabajo, hijos y otras responsabilidades no debe dejar de tener aficiones físicas (deportes) e intelectuales. Aburrirse constantemente por no tener aficiones útiles no es una opción y las excusas son muy pobres como esa de nunca tengo tiempo. 

Quienes piensan que no tienen tiempo para hacer ejercicio, tarde o temprano tendrán que hallar tiempo para enfermarse. —Edward Stanley. Político inglés (1799-1869).

La Lectura es más que una afición, es parte de la necesidad llamada Educación. 

Hace años en una feria de libros un conocido que era estudiante universitario me comentó que había empezado con el gusto por la lectura muy tarde como a a los 22 años de edad y que se sentía mal por ello, lo miré, pensé un momento y le recomendé: Olvídate de que comenzaste tarde y sigue leyendo

 



miércoles, 20 de abril de 2022

¿Cuál es la mejor edad para aprender a leer?

 

  • Por Melissa Hogenboom
  • BBC Future


Tenía 7 años cuando comencé a aprender a leer, como es típico en la escuela alternativa Steiner a la que asistí.

Mi propia hija asiste a una escuela de inglés estándar y comenzó a los 4 años, como es típico en la mayoría de las escuelas británicas.

Verla memorizar letras y pronunciar palabras, a una edad en la que mi idea de la educación era trepar árboles y saltar charcos, me ha hecho preguntarme cómo nos moldean nuestras diferentes experiencias.

¿Está obteniendo una ventaja inicial crucial que le dará beneficios de por vida? ¿O está expuesta a cantidades indebidas de potencial estrés y presión, en un momento en que debería estar disfrutando de su libertad? ¿O simplemente me estoy preocupando demasiado y no importa a qué edad comenzamos a leer y escribir?

No hay duda de que el lenguaje en toda su riqueza -escrito, hablado, cantado o leído en voz alta- juega un papel crucial en nuestro desarrollo temprano.

Los bebés responden mejor al lenguaje al que fueron expuestos en el útero. Se alienta a los padres a leerles a sus hijos antes de que nazcan y cuando son bebés.

La evidencia muestra que cuánto o qué tan poco nos hablen de niños puede tener efectos duraderos en el rendimiento educativo futuro.

Los libros son un aspecto particularmente importante de esa rica exposición lingüística, ya que el lenguaje escrito a menudo incluye un vocabulario más amplio, matizado y detallado que el lenguaje hablado cotidiano.

Esto a su vez puede ayudar a los niños a aumentar su rango y profundidad de expresión.

Dado que la experiencia temprana del lenguaje de un niño se considera tan fundamental para su éxito posterior, se ha vuelto cada vez más común que las escuelas preescolares comiencen a enseñar a los niños habilidades básicas de alfabetización incluso antes de que comience la educación formal.

Cuando los niños comienzan la escuela, la alfabetización es invariablemente un enfoque principal.

Este objetivo de garantizar que todos los niños aprendan a leer y escribir se ha vuelto aún más apremiante, ya que los investigadores advierten que la pandemia ha provocado una brecha de logros cada vez mayor entre las familias más ricas y las más pobres, aumentando la desigualdad académica.

En muchos países, la educación formal comienza a los 4 años. A menudo se piensa que comenzar temprano les da a los niños más tiempo para aprender y sobresalir.

El resultado, sin embargo, puede ser una "carrera armamentista educativa", con padres que intentan dar a sus hijos ventajas tempranas en la escuela a través de entrenamiento y enseñanza privados, y algunos incluso pagan para que niños de hasta 4 años tengan tutoría privada adicional.

Si comparas eso con la educación temprana más basada en el juego de hace varias décadas, podrás ver un gran cambio en la política, basado en ideas muy diferentes de lo que necesitan nuestros niños para salir adelante.

En los Estados Unidos, esta urgencia se aceleró con cambios de política como la ley de 2001 llamada "ningún niño se queda atrás", que promovió las pruebas estandarizadas como una forma de medir el rendimiento y el progreso educativo.

En Reino Unido, se evalúa a los niños en su segundo año de escuela (entre 5 y 6 años) para verificar que estén alcanzando el nivel de lectura esperado.

Los críticos advierten que las pruebas tempranas como esta pueden disuadir a los niños de leer, mientras que los defensores dicen que ayuda a identificar a aquellos que necesitan apoyo adicional.

Sin embargo, muchos estudios muestran el poco beneficio de un ambiente temprano excesivamente académico.

Un informe de EE.UU. de 2015 dice que las expectativas de la sociedad sobre lo que los niños deben lograr en el jardín de infancia han cambiado, lo que está dando lugar a "prácticas inapropiadas en el aula", como la reducción del aprendizaje basado en el juego.

El Riesgo de la Escolarización

La forma en que aprenden los niños y la calidad del ambiente donde aprenden son muy importantes.

"Que los niños pequeños aprendan a leer es una de las cosas más importantes que hace la educación primaria. Es fundamental para que los niños progresen en la vida", dice Dominic Wyse, profesor de educación primaria en el University College London (UCL), en el Reino Unido.

Él, junto con la profesora de sociología Alice Bradbury, también de UCL, ha publicado una investigación que propone que la forma en que enseñamos a leer y escribir realmente importa.

En un informe de 2022, afirman que el intenso enfoque del sistema escolar inglés en la fonética, un método que implica hacer coincidir el sonido de una palabra o letra hablada, con letras escritas individuales, a través de un proceso llamado "pronunciado", podría estar fallando a algunos niños.

Una de las razones de esto, dice Bradbury, es que la "escolarización de los primeros años" ha resultado en un aprendizaje más formal que antes.

Pero las pruebas utilizadas para evaluar ese aprendizaje temprano pueden tener poco que ver con las habilidades realmente necesarias para leer y disfrutar libros u otros textos significativos.

Por ejemplo, las pruebas pueden pedir a los alumnos que "pronuncien" y deletreen palabras sin sentido, para evitar que simplemente adivinen o reconozcan palabras familiares.

Dado que las palabras sin sentido no son lenguaje significativo, los niños pueden encontrar la tarea difícil y desconcertante.

Bradbury descubrió que la presión para obtener estas habilidades de decodificación y aprobar las pruebas de lectura también significa que algunos niños de tres años ya están expuestos a la fonética.

"No termina siendo significativo, termina siendo memorizar en lugar de comprender el contexto", dice Bradbury. También le preocupa que los libros utilizados no sean particularmente atractivos.

Ni Wyse ni Bradbury defienden el aprendizaje posterior per se, sino que destacan que debemos repensar la forma en que se enseña a leer y escribir a los niños.

La prioridad, dicen, debe ser fomentar el interés y la familiaridad con las palabras, utilizando libros de cuentos, canciones y poemas, todo lo cual ayuda al niño a captar los sonidos de las palabras, así como a ampliar su vocabulario.

Esta idea está respaldada por estudios que muestran que los beneficios académicos del preescolar se desvanecen más adelante.

Los niños que asisten a centros preescolares intensivos no tienen mayores habilidades académicas en los últimos grados que aquellos que no asistieron a esos preescolares, según muestran ahora varios estudios.

Sin embargo, la educación temprana puede tener un impacto positivo en el desarrollo social, lo que a su vez alimenta la probabilidad de graduarse de la escuela y la universidad, además de estar asociado con tasas de delincuencia más bajas.

En resumen, asistir al preescolar puede tener efectos positivos en los logros posteriores en la vida, pero no necesariamente en las habilidades académicas.

Demasiada presión académica puede incluso causar problemas a largo plazo. Un estudio publicado en enero de 2022 sugirió que aquellos que asistieron a un preescolar financiado por el Estado con un fuerte énfasis académico mostraron logros académicos más bajos unos años después, en comparación con aquellos que no obtuvieron un lugar.

Esto concuerda con la investigación sobre la importancia del aprendizaje basado en el juego en los primeros años.

Los preescolares basados en el juego tienen mejores resultados que los preescolares más enfocados académicamente, por ejemplo.

Un estudio de 2002 encontró que "el éxito escolar posterior de los niños parece haber sido mejorado por experiencias de aprendizaje temprano más activas e iniciadas por los niños", y que el aprendizaje demasiado formalizado podría haber ralentizado el progreso.

El estudio concluyó que "empujar a los niños demasiado pronto puede ser contraproducente cuando los niños pasan al último grado de la escuela primaria".

De manera similar, otro pequeño estudio encontró que los niños desfavorecidos en EE.UU. que fueron asignados al azar a un entorno más basado en el juego tuvieron menos problemas de comportamiento y deficiencias emocionales a los 23 años, en comparación con los niños que habían sido asignados al azar a un entorno de más "instrucción directa".

Demasiada presión académica puede incluso causar problemas a largo plazo. Un estudio publicado en enero de 2022 sugirió que aquellos que asistieron a un preescolar financiado por el Estado con un fuerte énfasis académico mostraron logros académicos más bajos unos años después, en comparación con aquellos que no obtuvieron un lugar.

Esto concuerda con la investigación sobre la importancia del aprendizaje basado en el juego en los primeros años.

Los preescolares basados en el juego tienen mejores resultados que los preescolares más enfocados académicamente, por ejemplo.

Un estudio de 2002 encontró que "el éxito escolar posterior de los niños parece haber sido mejorado por experiencias de aprendizaje temprano más activas e iniciadas por los niños", y que el aprendizaje demasiado formalizado podría haber ralentizado el progreso.

El estudio concluyó que "empujar a los niños demasiado pronto puede ser contraproducente cuando los niños pasan al último grado de la escuela primaria".

De manera similar, otro pequeño estudio encontró que los niños desfavorecidos en EE.UU. que fueron asignados al azar a un entorno más basado en el juego tuvieron menos problemas de comportamiento y deficiencias emocionales a los 23 años, en comparación con los niños que habían sido asignados al azar a un entorno de más "instrucción directa".

Los estudios preescolares como estos no arrojan luz sobre el impacto de la alfabetización temprana per se, y los estudios pequeños en lugares únicos siempre deben tratarse con cuidado, pero sugieren que la forma en que se enseña es importante.

Una de las razones por las que la educación temprana puede generar resultados sociales positivos más adelante en la vida puede no tener nada que ver con la enseñanza, sino con el hecho de que proporciona cuidado infantil.

Esto significa que los padres pueden trabajar sin interrupciones y proporcionar más ingresos al hogar familiar.

Anna Cunningham, profesora titular de psicología en la Universidad de Nottingham Trent, en Inglaterra, que estudia la alfabetización temprana, argumenta que si un entorno se enfoca demasiado académicamente desde el principio, puede hacer que los maestros se estresen por las pruebas y los resultados, lo que a su vez puede afectar a los niños.

"Por supuesto que no es bueno juzgar a un niño de cinco años por sus resultados", dice.

La ansiedad de los padres acerca de qué tan bien le está yendo a su hijo en la escuela también puede contribuir a esto: según una encuesta encargada por una organización benéfica educativa en el Reino Unido, el rendimiento escolar es una de las principales preocupaciones de los padres.

¿Hay Mejores Resultados con un Comienzo Tardío?

No todo el mundo favorece un comienzo temprano. En muchos países -incluidos Alemania, Irán y Japón- la educación formal comienza alrededor de los seis años.

En Finlandia, a menudo aclamado como el país con uno de los mejores sistemas educativos del mundo, los niños comienzan la escuela a los siete años.

A pesar de ese aparente retraso, los estudiantes finlandeses obtienen puntajes más altos en comprensión de lectura que los estudiantes del Reino Unido y EE.UU. a los 15 años.

De acuerdo con ese enfoque centrado en el niño, los años del jardín de infantes finlandeses están llenos de juegos y sin instrucción académica formal.

Siguiendo este modelo, una revisión de la Universidad de Cambridge de 2009 propuso que la edad escolar formal debería retrasarse a los seis años, dando a los niños en el Reino Unido más tiempo "para comenzar a desarrollar el idioma y las habilidades de estudio esenciales para su progreso posterior", ya que comenzar demasiado temprano podría "presentar el riesgo de mellar la confianza de los niños de cinco años y causar daños a largo plazo en su aprendizaje".

La investigación respalda esta idea de comenzar más tarde. Un estudio de jardín de infantes de 2006 en EE.UU. mostró que hubo una mejora en los puntajes de las pruebas en los niños que retrasaron el ingreso un año.

Otra investigación que comparó lectores tempranos con lectores tardíos encontró que los lectores tardíos alcanzan niveles comparables más adelante, incluso superando ligeramente a los lectores tempranos en habilidades de comprensión.

El estudio, explica el autor principal Sebastian Suggate, de la Universidad de Regensburg en Alemania, muestra que el aprendizaje posterior permite a los niños relacionar de manera más eficiente su conocimiento del mundo, su comprensión, con las palabras que aprenden.

"Tiene sentido", dice. "La comprensión de la lectura es lenguaje, tienen que desbloquear las ideas detrás de él".

"Por supuesto, si pasas más tiempo enfocándote en el lenguaje desde el principio, estás construyendo una base sólida de habilidades que lleva años desarrollar".

"La lectura se puede aprender rápidamente, pero para el lenguaje (vocabulario y comprensión) no hay trucos fáciles", dice Sugate. "Es trabajo duro".

¿Más Vale Pronto queTarde?

En otro estudio que analizó las diferentes edades de ingreso a la escuela, se encontró que aprender a leer temprano no tenía beneficios perceptibles a los 15 años.

La pregunta sigue siendo si la capacidad de lectura no mejora con el aprendizaje temprano, ¿por qué empezar temprano? La variación individual en el gusto y la capacidad de lectura es un aspecto importante.

"Los niños son muy diferentes en términos de sus habilidades fundamentales cuando comienzan la escuela o comienzan a aprender a leer", explica Cunningham.

En su estudio de niños educados por Steiner, que solo comienzan la educación formal alrededor de los siete años, tuvo que excluir al 40% de la muestra porque los niños ya sabían leer.

"Creo que es porque estaban preparados para ello", dice. También descubrió que los niños mayores estaban más preparados "para aprender el proceso de lectura en términos de sus habilidades lingüísticas subyacentes" porque habían tenido tres años adicionales de exposición al lenguaje.

Los estudios también muestran que la capacidad de lectura está más estrechamente relacionada con el vocabulario de un niño que con su edad, y que las habilidades del lenguaje hablado son un alto indicador de las habilidades literarias posteriores.

Sin embargo, sabemos que muchos niños que ingresan a la escuela están atrasados en sus habilidades lingüísticas, especialmente aquellos de entornos desfavorecidos.

Algunos argumentan que la enseñanza formal les permite a estos niños acceder al apoyo y las habilidades que otros pueden adquirir de manera informal en el hogar.

Esta línea de pensamiento es defendida por las autoridades educativas del Reino Unido, quienes dicen que enseñar a leer temprano a los que están atrasados en su idioma hablado es "la única ruta efectiva para cerrar esta brecha [de capacidad lingüística]".

Otros favorecen el enfoque opuesto, de sumergir a los niños en un entorno donde puedan disfrutar y desarrollar su comprensión del lenguaje, que después de todo es fundamental para el éxito en la lectura.

Esto es exactamente lo que un entorno de aprendizaje lúdico ayuda a fomentar.

"El trabajo de la enseñanza es evaluar dónde se encuentran tus hijos y brindarles la enseñanza más adecuada en relación con su nivel de desarrollo", dice Wyse.

La revisión de Cambridge de 2009 se hizo eco de esto y afirmó: "No hay evidencia de que un niño que pasa más tiempo aprendiendo a través de lecciones, en lugar de aprender a través del juego, 'lo hará mejor' a largo plazo".

Cunningham, cuya hija también ha comenzado recientemente a aprender a leer, tiene una visión generosa y tranquilizadora de la edad ideal para leer: "No importa si empiezas a leer a los cuatro, cinco o seis años, siempre y cuando el método que se les enseñe sea un método bueno y comprobado. Los niños son tan resistentes que encontrarán oportunidades para jugar en cualquier contexto".

Entonces, nuestra obsesión con la alfabetización temprana parece ser algo infundada: no hay necesidad ni beneficio claro de apresurarlo.

Por otro lado, si tu hijo está comenzando temprano o muestra un interés independiente en la lectura antes de que su escuela lo ofrezca, también está bien, siempre que haya muchas oportunidades para parar y divertirse en el camino.

Melissa Hogenboom es la editora de BBC Reel. Su libro, The Motherhood Complex, ya está disponible. Puedes seguirla en @melissasuzanneh en Twitter.

Fuente:

BBC News Mundo


jueves, 28 de septiembre de 2017

Van a la escuela pero no aprenden: por qué más de la mitad de los adolescentes latinoamericanos culminan la secundaria sin saber leer bien

sábado, 10 de diciembre de 2016

El Mejor Legado de un Padre


Haga a sus hijos un regalo del que podrán disfrutar toda la vida

Por Margery Rosen

“De chica, lo que menos deseaba era leer”, recuerda Suzanne Hurley, mujer de 27 años que trabaja en el departamento de personal de un banco. “Creía que resultaba aburrido leer; que era una pérdida de tiempo. Prefería hacer cualquier cosa a tomar un libro”.

Entonces llegó a la ciudad una organización llamada La Lectura Es Fundamental (LLEF. La LLEF es una red de programas regionales que dirigen varios voluntarios en todo Estados Unidos y cuyo propósito es ayudar a los chicos a descubrir el placer por la lectura.

La LLEF regala libros a los que participan en el programa. “En mi escuela ponían libros sobre las mesas y podíamos tomar el que nos gustara”, explica Suzanne. “Recuerdo que escogí Black Beauty (“Belleza Negra”), de Anna Sewell. Esta obra me encantó y me hizo aficionarme a la lectura”.

Anne Richarson, presidenta de LLEF y ex maestra de cuarto año de primaria, asegura que uno de los secretos más importantes para lograr que los niños se aficionen a la lectura es dejarles escoger lo que van a leer.

Muchos niños sienten por los libros la misma aversión que una vez experimentó Suzanne Hurley. Por eso, uno de los mejores regalos que pueden hacer los padres a sus hijos es ayudarles-desde la más tierna infancia hasta la adolescencia- a enamorarse de los libros con un amor perpetuo. He aquí algunos consejos importantes:

Hable con sus Hijos desde que son muy Pequeños. “Los padres que conversan con los niños les ayudan a formarse un vocabulario, y este es uno de los fundamentos de la lectura”, señala Sue Korn, especialista en aprendizaje. Mientras los viste, prepara la comida y compra los víveres, explíqueles lo que hace. Pero no emplee un lenguaje infantil; designe a las personas y a las cosas con su nombre correcto. Los niños aprenden con rapidez el significado de las palabras difíciles por el contexto en que se les presentan.

Léales en Voz Alta con Regularidad. “Esto es lo más importante que pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a leer”, recalca Sue. Y cuanto más chicos sean, tanto mejor. Se ha comprobado que el sonido sedante de la voz materna o paterna puede calmar a los bebés inquietos y entretener a los apacibles. Además, leer juntos propicia una cercanía muy especial.

Hágalos Participar. Pídales que describan las ilustraciones del libro que adivinen lo que va a ocurrir a continuación. Anime a los mayorcitos a leer algo a los más pequeños. Hágalos recitar sus poemas o rimas infantiles favoritas ante una grabadora. Escuchando su voz grabada los niños adquirirán confianza en sí mismos y desarrollarán más fácilmente su lenguaje.

Cuando sus hijos empiecen a reconocer las letras, déles revistas viejas para que las busquen y las recorten. Así reforzará su conocimiento del lenguaje.

Procure que sus Hijos lo Vean Leer. Como en todo lo demás, los niños imitan la conducta paterna: si ven que usted valora la lectura, ellos también lo harán.

“En el terreno de la lectura no caben las precipitaciones, añade la pedagoga Korn. “Los padres pueden hacer mucho para ayudar a sus chicos a aprender a leer, pero a veces resulta contraproducente presionarlos prematuramente. He visto a niños de cinco años llegar hastiados al jardín de niños. Lo que menos desean en esos momentos es leer. Y esto se debe a que sus padres, ansiosos, los presionaron en demasía y antes de tiempo”.

Cada niño aprende a leer en su momento: algunos aprenden desde los cuatro o cinco años; la mayoría a los siete.

A menudo ocurre que el niño lee con regularidad y entusiasmo hasta el cuarto año de primaria, poco más o menos; entonces, de repente y para sorpresa de sus padres, deja de tener tiempo de leer porque le gusta más la televisión.

Los educadores atribuyen a varios factores esta pérdida del interés por la lectura. Ruth Graves, directora general  de LLEF, explica: “Cuando los niños empiezan a usar libros de texto en la escuela primaria, la lectura ya no representa solamente un entretenimiento”. También puede deberse a que los padres los fuerzan en exceso para que obtengan buenas calificaciones, y los niños necesitan un respiro.

No le sorprenda que su hijo diga que aborrece la lectura porque le resulta tediosa o muy difícil. Quizá haya algo de cierto en esto. Pídale a su maestro que le practique algunas pruebas. Cuánto más pronto se identifique el problema, tanto menos tardará el chico en recibir ayuda correctiva.

Si, habiendo llegado su hijo a la adolescencia, usted se percata de que no ha logrado transmitirle el amor a la lectura, no se desaliente. “Siempre hay esperanzas”, asegura la pedagoga Gail Gumora, que trabaja con adolescentes y con sus padres. He aquí algunas sugerencias:

Acepte la Realidad.  Si el joven nunca ha sido un lector ávido, no espere que de la noche a la mañana se ponga a devorar las obras de Shakespeare. Ofrézcale libros cuyo tema le interese, o libros de juegos de palabras y acertijos que lo obliguen a pensar en el lenguaje. Si los audífonos con sonido estereofónico ya se han convertido en parte de su anatomía, cómprele un libro sobre música de rock y déselo sin manifestar mucho entusiasmo. “Vi esto y creí que tal vez te gustaría”, sugiere Gail. Si el tema le interesa, a lo mejor lee el libro… y a lo mejor lee otro.

Ponga el Ejemplo. Si usted enciende el televisor y lo tiene así durante la cena y hasta altas horas de la noche, dudo que pueda convencer al muchacho de que la lectura importa más que la televisión.
Tenga Bastante Material de Lectura en Casa. Las revistas y los periódicos desarrollan la capacidad de leer, y a veces despiertan la inquietud por leer obras más largas. Suscriba a su hijo a una revista que usted considere que será de su agrado. Dado el caso que se siga mostrando renuente, déjelo leer lo que quiera; no juzgue su decisión.

No Se Deje Dominar por el Pánico ni Ejerza Presión. Recuerde que es natural que todos los chicos, en especial los adolescentes, pasen por períodos en que no leen ni una línea.
Si sienta las bases del gusto por la lectura durante los años formativos de sus hijos y consigue que los libros formen parte de la vida familiar, les dejará un regalo perdurable.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CIII, Número 616, Año 52, Marzo de 1992, págs. 40-42,  Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos