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martes, 30 de julio de 2024

Noche de monstruos

¿Por qué el mundo distrae tanto a nuestro hijo a la hora de dormir?

Por Dave Barry
 

Los niños constituyen el recurso de la naturaleza para controlar la natalidad. A fin de ilustrar la forma en que cumplen con esta función, veamos cómo mi esposa y yo acostamos a nuestro hijo de seis años, Robert, en una noche cualquiera. Con la esperanza de tener algún tiempo entre nosotros, tratamos de que esté en la cama a  las 8 de la noche. Para ello, iniciamos la labor de convencimiento una hora antes.

7 de la noche: Anunciamos: “Robert, es hora de que te prepares para dormir”.

7:04, 7.09, 7:12, 7:14, 7:17, 7:18, 7:22, 7:24, 7:25, 7:26 y 7:27: Le advertimos a Robert que Ahora Sí debe prepararse para ir a la cama y que esta vez Va en Serio.

7:28: Robert se dirige a su habitación y comienza, realmente, a prepararse para dormir. 

7:29: Nuestro hijo no encuentra a Godzilla, su monstruo de hule. Nadie se explica cómo advierte la ausencia del muñeco en un cuarto que contiene unos 78,500 juguetes; pero así es. Y, desde luego, debemos suspender todas las actividades hasta que resolvamos este asunto, porque sería verdaderamente imperdonable que  un chiquillo tuviera que irse a la cama sin su Godzilla de hule.

7:43: Encontramos a Godzilla y Robert empieza a quitarse la ropa. Esto es algo que puede hacer Por Sí Mismo.

9:27: Hasta ahora  se ha quitado Por Sí Mismo la  camisa y un zapato. Acudo a  ayudarlo.

9:30: Ya en pijama, Robert se deja cepillar los dientes, la señal esperada para anunciar que tiene hambre. Le respondemos que la culpa es suya porque no se terminó la cena, que ya no es hora de comer nada, no señor, de ninguna manera, que ni lo imagine, que ya es tiempo de que aprenda su lección, etcétera.

9:57: Robert se termina un  plato de pasta, y se somete de nuevo al cepillado de los dientes.

10:02: Para que se duerma, le leemos el cuento Horton empolla un  huevo, del doctor Seuss. Esto resulta tardado porque debemos examinar cuidadosamente todas y cada una de las páginas por si hay algún detallito que se nos pudiera haber escapado las 267 noches consecutivas en que se lo hemos leído.

10:43, 10:47, 10:51, 10:54, 10:56, y 10:59: Le advertimos que Ahora Sí es hora de irse a la cama y que esta vez Va en Serio.

11.03: Robert se mete en la cama. Lo cobijamos, le damos el beso de las buenas noches, salimos sigilosamente de la habitación: por fin solos.

11.17: Nuestro hijo se queda dormido, pero lo despierta una terrible pesadilla, provocada por compartir su cama con Godzilla, su   monstruo de hule. Se lo quitamos.

11:28: Le damos a Robert el beso de las buenas noches y salimos de la habitación: por fin solos.

11:32: Al escuchar ruidos procedentes de la habitación del pequeño, regresamos y lo encontramos llorando a moco tendido. Casi sin poder articular las palabras, nos explica que la mamá pájaro de Horton empolla un huevo pierde a su cría al final, y que, aunque ella fue muy mala, probablemente ahora esté arrepentida y se sienta muy sola. Intentamos explicarle que esa no es la moraleja de la historia; pero Robert está inconsolable. Acabamos accediendo a que se meta en la cama con nosotros… solamente un minuto.

2:47 de la madrugada: Llevamos a Robert a su cuarto, le damos el beso de las buenas noches y salimos de puntillas de la habitación: por fin solos.

3:14, 3:58, 4:26, 5:11, y 5.43: La casa entra en Alerta Roja conforme se suceden diversas pesadillas de rutina, cada una de las cuales nos obliga a cruzar el pasillo tambaleantes y medio dormidos.

6:12: Amanece.

Cuando leo en el periódico algún artículo sobre matrimonios que tienen, por ejemplo, nueve hijos, nunca me pregunto cómo se las arreglan para cuidar de todos ellos, sino cuándo tuvieron tiempo para concebirlos.


Condensado de “Dave Barry’s Guide To Marriage And/Or Sex”, © 1987 por Dave Barry, publicado por Rodale Press, Inc., de Emmaus, Pensilvania.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CII, N° 608, Año 51, Julio de 1991, páginas 19-20, Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos

martes, 16 de febrero de 2021

Cómo ayudar a tus hijos a aceptar el aburrimiento (y por qué puede ser bueno)

Por Redacción BBC Mundo  

 

 "¡Estoy aburrido!".

"No sé qué hacer…".

"¡Qué aburrido es esto!".

Durante los confinamientos, los niños han gozado de un tiempo casi ilimitado para estar frente a las pantallas mientras los padres hacían malabares para entretenerlos lejos de ellas y cumplían al mismo tiempo con sus obligaciones laborales.

 Y a pesar de ese ingente esfuerzo por parte de la familia, hay muchos niños para quienes los confinamientos son frustrantes y aburridos.

Sin embargo, algunos especialistas consideran que el aburrimiento puede esconder algo bueno.

"Uno pensaría que los niños de la era de internet ya no saben qué es el aburrimiento, pero las investigaciones muestran que los niños están más aburridos que nunca", explicó al programa de la BBC Bitesize el doctor Sandi Mann.

Este profesor de psicología en la Universidad de Central Lancashire y autor de "The Science of Boredom: Why Boredom is Good" (La ciencia del aburrimiento: por qué el aburrimiento es bueno) recuerda que los niños de ahora "tiene un nivel muy alto de estimulación, que reduce su umbral de aburrimiento".

Esto significa que necesitan más estimulación para no aburrirse, mientras que las generaciones anteriores aprendieron a usar herramientas diferentes y más allá de la red.

Para la académica Teresa Belton, el aburrimiento es potencialmente la chispa que necesitamos para ser creativos.

"Cuando los niños no tienen nada que hacer, ahora encienden inmediatamente la televisión, la computadora, el teléfono o algún tipo de pantalla. El tiempo que dedican a estas cosas ha aumentado", dice.

"Pero los niños necesitan tener tiempo para imaginar y para seguir sus propios procesos de pensamiento o para asimilar sus experiencias a través del juego o simplemente observando el mundo que los rodea".

Entonces, ¿de verdad hay que dejar que se aburran?

 

El doctor Mann tiene 3 consejos para los padres:

1. Sí, deja que se aburran

"Creo que tenemos mucho miedo de que si nuestros hijos se aburren, estemos fracasando como padres, pero en realidad creo que es al revés y estamos fracasando como padres si no dejamos que se aburran", dice.

2. Limita el tiempo de pantalla y las computadoras

"No confíe únicamente en los dispositivos que utilizan elementos pasivos para reducir su aburrimiento. Necesitan un tiempo de aburrimiento real donde lo único que tienen para entretenerse es su propia imaginación y creatividad".

El especialista cree que en esta era digital, eso es algo que hemos perdido

3. Proporciónales herramientas

Dales ropas para que se disfracen u objetos para hacer manualidades. Cualquier cosa que puedas encontrar por ahí.

"Necesitan hacerlo de forma activa; necesitan usar su propia imaginación. Esto los hace más tolerantes con el aburrimiento, les ayudará a poder concentrarse más y a desarrollar su propia creatividad"

El doctor teme que si los niños no pueden tener un tiempo de inactividad, su creatividad se apaga".

 

La Experiencia de una Madre 

La maestra de escuela primaria Monica Saunders tiene tres hijas de 15, 13 y 5 años. Está de acuerdo con el enfoque del Dr. Mann.

"Ha llevado semanas encontrar una rutina que funcione para todas. Les dejé encontrar su propia manera de hacerlo y ellas mismos crearon sus propias rutinas diferentes".

Saunders cuenta como animó a sus hijas a utilizar este tiempo de confinamiento para encontrar algo que les guste hacer y para lo que normalmente no tendrían tiempo.

"Las redes sociales son excelentes para mantenerse en contacto con amigos, pero han comenzado a aburrirse y han comenzado a encontrar otras cosas que hacer", dice. 

"Lo bueno de esto es que ha conseguido que tengan más recursos para la vida diaria. Incluso yendo por zonas que conocen bien, normalmente mirarían mapas en sus teléfonos para saber si iban por el camino equivocado".

"Pero debido a que hay muchas menos actividad en redes sociales están comenzando a encontrar otras cosas: jugaron a las preguntas el fin de semana y ellas mismas prepararon las pruebas".

"También pasaron mucho tiempo en el jardín pensando en pistas que normalmente no tienen la paciencia o el tiempo para preparar".

Hay que decirle a los niños: "El aburrimiento es bueno para ti, ¡disfrútalo mientras puedas!".

 

Fuente:

BBC News Mundo 

martes, 13 de diciembre de 2016

Como Hablar de Sexualidad con los Chicos


Si usted no les explica, otros lo harán… antes de lo que usted cree.

Por la Dra Joyce Brothers

Una atractiva maestra universitaria, de 30 y tantos años y divorciada, se había hecho el propósito, cuando se casó, de esperar un tiempo antes de tener hijos. Pero no tardó en quedar embarazada. Seis meses después del nacimiento del primer hijo volvió a embarazarse, y renunció a su empleo. Concibió por tercera vez, y entonces le dijo a su esposo: “¡Basta de relaciones sexuales!”  Él a su vez, le dijo adiós.

–Por mi ignorancia en lo relativo a la sexualidad, se arruinó mi vida –me confió ella–. No quiero que mis hijos terminen como yo, solos y pasando estrecheces para criar a su familia. 

–¿Ha hablado ustedes con ellos sobre sexualidad? –le pregunté.

–No –respondió–. Son muy pequeños. Además, no me siento preparada para hacerlo.
Ciertamente, es un tópico que puede intimidar. Con frecuencia, a los padres de familia les resulta embarazoso conversar sobre la sexualidad con sus hijos. A veces consideran que no conocen bien el asunto, o creen que los chicos ya lo saben todo. Otros temen “llenarles de ideas la cabeza”. Como me dijo una madre: “Si les explico de qué se trata, querrán probarlo”.

En realidad ocurre lo contrario. Algunos estudiosos muestran que los padres pueden retrasar el momento en que sus hijos se involucren en actividades sexuales dándoles información sobre el tema, pues al hacerlos elimina una fuerte motivación: la curiosidad. El conocimiento les proporciona también una visión realista de los riesgos y las responsabilidades.

Recuerde que, si usted no conversa sobre la sexualidad con ellos, otros lo harán. Ciertas encuestas han mostrado que la mayoría de los menores varones reciben de otros muchachos las primeras noticias al respecto.

Puedo garantizarle que usted está mejor informado que los compañeros de juegos de sus hijos. Por lo tanto, le aconsejo que preste especial atención a la educación sexual de su familia. A continuación encontrará seis recomendaciones sobre la manera de abordar la cuestión.

1. Enseñe con el Ejemplo. Los niños aprenden cosas sobre la sexualidad y la moral observando las actitudes y el comportamiento de sus padres. El ejemplo de una relación cariñosa y solícita es el mensaje más poderoso sobre la sexualidad que podemos transmitirles. Es importante que los padres estén conscientes de que, en su condición de modelos para sus hijos, no sólo importa lo que dicen, sino más aun lo que hacen.

2. Pinte un Panorama Optimista. Hemos exagerado con las historias de terror que les contamos a los niños. Es verdad que existe una conexión entre la sexualidad y las enfermedades venéreas, el SIDA, las adolescentes embarazadas, las violaciones, la pornografía y el abuso sexual de menores.   Y, por supuesto, debemos advertir a nuestros hijos de estos peligros. Pero a veces olvidamos que el sexo, bien llevado, es  algo bueno y maravilloso.

No hay razón para alarmarse ante las preguntas de los pequeños. No debemos gritarles ni decirles que son “malos” si vemos que se tocan, por ejemplo. La masturbación no los volverá locos. En cambio, el sentimiento de culpa o de vergüenza puede afectarles de manera negativa.

Se supone que la sexualidad es una forma de expresar amor. También, que es una fuente de placer. Debemos hablarles a nuestros hijos acerca del gozo y la plenitud que conlleva el deseo de tener relaciones sexuales con la persona amada, aquella con la que estamos comprometidos para toda la vida.

3. Comience la Educación de los Niños en Edades Tempranas. Muchas personas creen que la educación sexual consiste en llevar aparte a un adolescente para “decirle la verdad”. Esta es precisamente la forma errónea de manejar el asunto. La gran revelación puede resultar embarazosa y desagradable, y no suele satisfacer las necesidades de los chicos. La educación sexual debe ser un flujo continuo de información, iniciado desde la infancia temprana.

El mejor momento para comenzar es entre los tres y los cinco años de edad. Déjese guiar por la curiosidad natural de sus hijos. Trate el descubrimiento de sus genitales de la misma manera que el de los dedos de los pies y de las manos, y utilice términos adecuados.

Si habla de estas cosas con sus hijos cuando aún son más pequeños, le resultará más fácil tratar el tema de las relaciones sexuales cuando lleguen a los 15  o los 18 años. De ese modo, usted habrá preparado el terreno para que no haya vergüenza, y sus hijos habrán aprendido a acudir a usted para resolver sus dudas.

Los chiquillos necesitan sentirse en libertad de hablar con sus padres acerca de la sexualidad mucho antes de la adolescencia, porque son seres sexuales antes de llegar a esa etapa.
Un joven padre se quedó desconcertado cuando su hijo de ocho años de repente decidió que ya no se bañaría con él. En cuanto salía de la ducha, se apresuraba a ajustarse una toalla a la cintura.

Un día en el que ambos estaban recogiendo naranjas, el niño empezó a rechazar las más pequeñas con expresión de desdén:
–Demasiado chicas; no sirven –decía.

El padre comprendió que al chico le preocupaba el tamaño de su pene y de sus testículos. Entonces juntó su mano con la de su hijo, y le habló así:

–Mira, mi mano es mucho más grande que la tuya. Pero yo ya dejé de crecer. Incluso antes de que tú termines de hacerlo, tu mano quizás sea más grande que la mía. Todo tu cuerpo podría ser mayor que el mío.

–¿De verdad? –preguntó el niño sonriendo.

El padre asintió y continuó:

–Pero no importa cuánto crezcas;  yo siempre pensaré que mi tamaño está bien para mí. El de todo mi cuerpo. Y tu tamaño estará bien para ti.

4. Tranquilícese. Usted ha conversado con sus hijos sobre infinidad de cuestiones en las que no es ningún experto, y no le ha preocupado la profundidad de sus conocimientos. La actitud es lo que cuenta. Mantenga la disposición a discutir cualquier tema con sus hijos.

Un embarazo en la familia puede ser motivo para que un chiquillo haga preguntas hasta conseguir que se le explique todo lo relacionado con la existencia y el nacimiento de un bebé. Si un pequeño de cuatro años pregunta por qué una recién nacida no tiene “pipí”, usted puede explicarle que las vías urinarias de las niñas están en el interior de su cuerpo, mientras que las de los niños se encuentran en el pene. Señale también que las diferencias no son defectos y que ninguna de las dos formas es mejor o peor que la otra.

5. Tome en Serio los Sentimientos de sus Hijos. Las inquietudes y los temores de estos pueden parecerles irracionales, e incluso tontos, pero para ellos son reales y no hay que menospreciarlos. Si usted ridiculiza las preguntas que le hacen diciendo, por ejemplo: “Eso sólo pueden saber los chicos mayores”, entonces estará cortando la comunicación.

Entre los seis y los 12 años de edad, alrededor del 90 por ciento de los niños entablan una estrecha relación con alguien del sexo opuesto. Este “amor infantil” no es sexual, pero constituye una práctica para el enamoramiento en épocas posteriores. Y si usted no lo toma en serio, el chico desconfiará de sus consejos en el futuro, cuando sea muy importante que los escuche.

Cuando un hijo suyo llega de la escuela con un dibujo, usted lo elogia y lo pega en la puerta del refrigerador. Muestre por las amistades del niño o de la niña la misma consideración que concede a sus obras de arte.

6. Sea Chapado a la Antigua.  Muchos padres vacilan en conversar con sus hijos sobre la sexualidad porque piensan que sus ideas son anticuadas. Y hay matrimonios que permiten que sus hijos tengan relaciones sexuales en casa porque consideran que es mejor que lo hagan ahí que en algún otro lado. Eso es absurdo. Los chicos que conocen los límites fijados por sus padres acaban haciendo suyos esos límites, aunque aparenten que los rechazan, mientras que los jóvenes que suelen meterse en líos son aquellos que no conocieron ninguna limitación.

Y aun quienes superan indemnes los años de la adolescencia pueden encontrarse con que su ignorancia en torno a la sexualidad estropea su felicidad conyugal, como le ocurrió a la maestra universitaria.

Siempre señalo que tener relaciones sexuales demasiado pronto resulta igualmente perjudicial para los chicos que para las chicas. Si un muchacho las tiene antes de completar su maduración, después tiende a explotar a las muchachas, a utilizarlas para obtener placer y “anotarse una conquista más”. Cuando crecen y se casan, a muchos de esos jóvenes les resulta difícil unir las ideas de sexualidad y amor.

Aún hay personas que creen, pese a todas las pruebas en contra, que la ignorancia sobre la sexualidad no puede dañar a los niños y por ese motivo no tratan el tema con ellos.

El conocimiento de que la experiencia sexual imprudente encierra peligros para la felicidad y la salud, e incluso para la vida, puede disuadir a los jóvenes de tener relaciones sexuales prematuras. Y también el convencimiento de que esperar el momento adecuado y a la persona idónea puede hacer de la intimidad sexual uno de los placeres más grandes y duraderos de la vida.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CV, Número 627, Año 53, Febrero de 1993, págs. 27-30,  Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unido

lunes, 12 de diciembre de 2016

Ayude a sus Hijos a Vencer la Timidez

Dos de cada cinco niños son tímidos, y las huellas que esto les deja pueden durar toda la vida. Sin embargo, usted puede hacer muchas cosas al respecto…

Por Edwin Kiester  y Sally Valente Kiester

Ellen Steiner aún se estremece al recordar la timidez que la caracterizó en su infancia, y que en la adolescencia le paralizaba la lengua cuando se hallaba ante un muchacho. Recién egresada de la escuela de enseñanza media superior, se casó con su primer novio porque así no tendría que salir de casa y enfrentarse al mundo. Terminó divorciándose. Años después contrajo nuevas nupcias, y poco a poco fue saliendo de su capullo. Con el apoyo de su segundo esposo, inició la carrera de terapeuta. Así y todo, todavía resiente las cicatrices de la timidez.

Según el psicólogo Philip Zimbardo, autor de Shymes: What It Is, What To Do About It (La Timidez: Qué Es y Qué Puede Hacerse Para  vencerla”) y pionero en la investigación de esta problemática, muchos adultos que se consideran tímidos pueden hallar el origen de ello en su infancia. Es una condición que prevalece la vida entera si los padres no ayudan a sus hijos.

Los estudios de Zimbardo indican que a menudos los niños tímidos obtienen bajas calificaciones, y que no participan en actividades ajenas a la escuela ni en el intercambio de experiencias que normalmente se da entre los niños. Estos chicos pueden pasar su adolescencia en total aislamiento. Muchas personas apocadas no contraen matrimonio, o lo hacen tardíamente; otras como Ellen Steiner se casan demasiado pronto.

Con frecuencia las personas tímidas perciben ingresos relativamente escasos y ocupan puestos de trabajo que no implican mucha responsabilidad. Aun aquellas que poseen habilidades tropiezan con obstáculos en la vida profesional a causa de su dificultad para tratar con la gente. Y en algunos casos echan mano del alcohol y de la droga como mecanismos de defensa. Esto lo afirma Jonathan Cheek, profesor de psicología y autor de Conquering Shyness (“Superación de la Timidez”).

Algunas de estas personas son tan introvertidas que necesitan ayuda profesional. En la mayoría de los casos, empero, el problema se resuelve con la intervención responsable de los padres. He aquí lo que recomiendan los expertos:

Observe y Escuche. Cierta vez, mientras visitaba una escuela primaria, le comentaron a Zimbardo que allí había uno o dos niños tímidos. Sin embargo, el psicólogo halló más.

Varios estudios indican que dos de cada cinco lo son. Los padres y los maestros no suelen percatarse de ello.

Estos chicos ocultan su cortedad manteniéndose al margen de las discusiones escolares y de los juegos, además, ríen sólo cuando los demás lo hacen. “Quisieran confundirse con el estampado del papel tapiz”, comenta Zimbardo.

A veces, los niños cortos aparentan todo lo contrario. Se sorprendería usted si supiera que muchos de los niños más traviesos de la escuela –y también muchos delos adultos enérgicos y jactanciosos– en el fondo son apocados, según Zimbardo. Un pequeñín se pasaba el día paliqueando en el jardín de niños, y cuando no charlaba era porque estaba golpeando a sus compañeritos. Años después, siendo ya adolescente aquel niño, sus padres comprendieron que el muchacho era tímido y que su agresividad era una máscara.

No Estigmatice. Decir “Mi hijo es tímido”, o “Fulano es el apocado de la familia”, puede resultar contraproducente. Los amigos lo tratarían de una manera diferente y así le confirmarían la sensación de que algo anda mal con su personalidad.

Una alumna del profesor Cheek recuerda que, cuando tenía siete años de edad, su madre le decía que era demasiado rechoncha para vestirse con prendas de ciertos estilos. En la actualidad está mucho más delgada y, sin embargo, sigue sintiéndose insegura de su apariencia. 

Merlin Olsen, jugador profesional de fútbol americano y comentarista deportivo, no quería practicar en la escuela el deporte en el cual años después destacaría tanto, porque en la primaria  sus compañeros lo habían tildado de torpe. Hasta los más pequeños lo molestaban.    

Sus padres lo instaron a rechazar el estigma y a defender su dignidad. Un día, Merlin no soportó más y persiguió a uno de sus hostigadores. Para sorpresa de ambos, le dio alcance. “Entonces no supe qué hacer”, recuerda, “y no se me ocurrió otra cosa que sentarme encima de él” A raíz de eso ya no lo mortificaron tanto y su inseguridad se corrigió en gran medida.  

Sea Comprensivo, No Crítico.  El niño tímido es objeto de constantes críticas, si no de los demás, de su fuero interno. “Nadie juzga a estas personas con más severidad que ellas mismas”, observa Cheek. Cuando sus relaciones sociales fallan, lo atribuyen a alguna falla suya, agrega la psicóloga Lynne Henderson.
De ahí la importancia de alentar a los hijos. Una madre le preguntó a su niña de nueve años qué sentía por ser tímida, y obtuvo esta respuesta: “Es como si me hubieran hechizado; como si estuviera congelada”. Refiriéndose a la manera como sus padres podría prestarle ayuda, la pequeña pidió:   “Díganme que están seguros de que puedo lograr lo que voy a hacer”. Y dice que cuando una persona mayor la estimula, “es como si llegara un príncipe a romper el hechizo”.     

Sea Equitativo. A veces hay niños extrovertidos que sobresalen en las conversaciones y actividades familiares, mientras que otros son todo lo contrario. Para compensar este desequilibrio, cierta familia en la que hay tres chicos practica un juego de mesa llamado “Buenas Noticias”. Cada cual, tanto los padres como los hijos, habla de algo bueno que le haya ocurrido durante el día, mientras los demás escuchan y comentan. No se admiten quejas de unos respecto a los otros Todos tienen la oportunidad de expresarse y de ser escuchados. Así, el pequeño que era tímido participa aho ra plenamente.

Fomente la Autoestima de su Hijo. Los niños inseguros suelen valorarse poco y necesitan casi siempre ayuda especial para afrontar los rechazos. A estos chicos les sirve de mucho que sus padres hablen con entusiasmo de sus cualidades.

Una mujer estaba preocupada por su hija de 12 años, que se resistía a tratar con chicos de su edad y sólo contaba con unas cuantas amigas. Sin embargo, era de natural amable, trataba con especial cariño a los niños más pequeños, y era una excelente estudiante.

La madre sacó partido de las cualidades de su hija consiguiendo que cuidar al niño de un vecino. Al poco tiempo, la muchacha empezó a ayudar a otros chicos en sus estudios. El éxito y el respeto que se ganó entre ellos afirmaron su orgullo y su confianza en sí misma.

Solicite Ayuda. La escuela es casi siempre el lugar donde comienza a manifestarse la timidez, y el mejor lugar, por lo mismo, para corregirla. Ahora bien, los maestros se encuentran a veces muy ocupados con los alumnos que se portan mal, y no prestan atención a los que permanecen en la sombra. De todos modos, usted debe obtener la ayuda del profesor para conseguir que su hijo salga de su concha.

No se trata de llamar la atención de la clase hacia la timidez de la criatura. Mejor pídale al maestro que propicie su participación. Infórmele de los temas que a su hijo le interesan más y sobre los cuales conviene preguntarle. Sugiérale que preste especial atención a los trabajos escritos, en los cuales la timidez no influye.

El psicólogo Tom Quinn recuerda a una maestra que tuvo de niño, la cual notó su timidez y supo explotar sus cualidades. Al principio, ella le hacía preguntas sólo cuando estaba segura de que sabía la respuesta y, por tanto, no se cohibiría ante el grupo. Poco a poco fue alentándolo a correr riesgos y a responder más espontáneamente. “¡Le agradezco a Dios que haya puesto en mi camino a la señora Brockman!”, exclama él.

Aproveche la Ventaja de Estar en Casa. Haga que los compañeros de juegos de su hijo vayan a su casa, en vez de mandarlo a él a las casas de ellos. Procure que él conteste el teléfono y tome recados, pues así tratará  con extraños sin tener que mirarlos a los ojos.

Anímelo a tratar a otros chicos de menor edad, los cuales posiblemente lo vean como líder a pesar su timidez. O bien, como recomienda Lynn Henderson, “consiga una mamá gallina”; es decir, un niño de buen carácter y no demasiado impetuoso, que proteja al suyo.

Realice Ensayos. Una queja que los adolescentes retraídos expresan es: “¡No sé de qué hablar!” Ayude a su hijo a romper el hielo ensayando formas de desenvolverse en distintas situaciones sociales. Escríbale algunas “frases introductorias”; redáctele incluso un “guión”. Anímelo a practicar frente a un espejo y a mirar a la “otra persona” a los ojos.

Con objeto  de que se sobrepusieran a la cortedad, Zimbardo encargó a algunos de sus estudiantes que realizaran una encuesta telefónica. “Una vez que se les asignaba un papel que representar, se olvidaban de su timidez”, dice.

Haga que participen en Actividades No Escolares. Los clubes y las organizaciones afines a los intereses de los muchachos sirven para sacarlos de su retraimiento, pues entre sus miembros se establecen vínculos. Lo mismo da que elija usted una actividad artística, artesanal o deportiva. Cerciórese, eso sí, de que todos participen y que no se haga a un lado a los tímidos. 

Tenga Paciencia. Contrarrestar la inseguridad del niño requiere paciencia para comprender, paciencia para apoyar y paciencia para no exigir resultados grandiosos; pero los adultos que han dejado atrás su timidez se cuentan por millones. Con la ayuda de padres amorosos, los niños que ahora se sienten atados por la timidez pueden liberarse, y así disfrutar plenamente de los dones de la vida.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CIV, Número 624, Año 52, Noviembre de 1992, págs 114-118, Reader’s Digest Latinoamérica, Coral Gables, Florida, Estados Unidos,

domingo, 11 de diciembre de 2016

Ayude a sus Hijos a Hacer Amigos


Por Jean Parvin

Steve Crawford, de nueve años, tuvo dificultades para hacer amigos cuando su familia se mudó de una ciudad a otra.. Un día, una familia en la que había un niño casi de la edad de Steve se mudó a una casa de la misma calle.

-Vamos a darles la bienvenida –propuso la madre de Steve.

Media hora después, Steve y Pat Mullins andaban correteando en el jardín.
Su amistad creció década tras década, y les ayudó a superar muchos escollos de la vida. Cada uno se casó y formó una familia. Cuando murió la madre de Pat, víctima de cáncer, él acudió a Steve en busca de consuelo. Dos años después falleció el padre de Steve, y él buscó a Pat.
En 1987, Steve, que a la sazón vivía lejos de Pat, se vio en peligro de perder su negocio. Fue de visita a su pueblo, y pasó una noche entera hablando del problema con Pat, que le recordó:
-Hemos pasado tiempos difíciles juntos. Y tú siempre has sabido rehacerte. Esto es sólo un bache en el camino.
Gracias al apoyo moral de su amigo, Steve Crawford reconstruyó su compañía, que cuatro años después se convirtió en una gran productora de tarjetas de felicitación.
“Un amigo es alguien que está con nosotros en las buenas, pero también en las malas”, comenta Steve. “Pat me ayudó a creer que podía empezar de nuevo”.

Las amistades más firmes y duraderas suelen forjarse en la infancia. ¿Recuerda usted al chico del vecindario que le enseñó a trepar a los árboles? ¿O a la amiga que le ayudó a vestirse para su primera cita? La mayoría de niños encuentran un compañero con el que descubren cómo es la vida, y con quien comparten las penas y las alegrías que surgen mientras van creciendo.

Los amigos son un puente entre la familia y el mundo; nos dan la certeza de que   pertenecemos a este, y nos brindan su apoyo. Robert Selman, coautor de Making a Friend inYouth (“Haciendo amigos en la juventud”) señala: “Con los amigos de la infancia ensayamos todas las demás relaciones íntimas que tendremos a lo largo de nuestra vida. Ellos nos dejan una huella”.
Kenneth Rubin, psicólogo de la Universidad de Waterloo enOntario, Canadá, al hablar de las personas que en su niñez fueron desdichadas y aprensivas y que luego se convirtieron en adultos sociables, dice: "Lo que ocurre en muchos casos es que encuentran un amigo".

A algunos niños les cuesta mucho trabajo hacer amigos, pero con la orientación y el apoyo adecuado lo pueden lograr. Aunque no es posible que usted controle la vida social de su hijo, hay formas de alentarlo y de ayudarle a hacer buenas migas con otros muchachos.


1. Participe en el Proceso
Un error en el que caen algunos padres de familia, según los expertos, es pensar que sus pequeños harán amigos por sí solos. El psicólogo Thomas Berndt advierte: “Los chicos no pueden cultivar amistades a menos que reúnan con frecuencia”. Las circunstancias pueden exigir que el padre o la madre faciliten los encuentros.

Después de mudarse a otra ciudad, Dana y Ruth Shaw intervinieron para que sus cuatro hijos hicieran amigos. A pesar de que los niños se oponían, los padres insistieron en que fueran a un campamento de verano organizado por su iglesia. Al cabo de una semana en el campamento, los niños habían cambiado de opinión.

-¡Adivinen!- dijo Aaron, de 13 años-. ¡La mayoría de los chicos del campamento van a la escuela donde nos inscribimos.

“El campamento dio a mis hijos la oportunidad de iniciar amistades”, señala Dana Shaw. “De otra manera, al ingresar en la escuela no habrían conocido a nadie”.

Los padres deben idear maneras de participar sin pasar por alto  la dignidad del hijo. Cuando Steve Wurfel inició el sexto grado en una escuela nueva para él, se sintió muy solo; sus mejores amigos estaban inscritos en otro plantel. Pero le resultaba difícil hablar de ello. Una noche, su madre, Sara Fitzgerald, sacó sus diarios  de la adolescencia y le leyó a Steve algunos pasajes en los que narraba las experiencias que tuvo al ingresar en una escuela nueva. “Los diarios”, explica, “fueron mi mejor recurso para demostrarle a Steve que todo el mundo se topa con esos problemas en algún momento”.
Las palabras leídas por su madre reflejaban la misma pena que Steve sentía, y le permitieron poner las cosas en perspectiva mientras buscaba amigos.

2. Ayude a su Hijo a Reforzar con Logros su Confianza en Sí Mismo
Mi madre me dijo un día: “Si no sabes nadar, nunca te invitarán a la piscina. Y si no sabes bailar, no te invitarán al baile de fin de año”.

Tenía razón: tan pronto como aprendí a nadar y a bailar, me llevaron a la piscina y al salón de baile.

Cuando los niños son competentes en algo, su autoestima crece y surgen las oportunidades de conocer a otros. “La amistad se basa en intereses comunes”, observa Berndt. “Si su hijo no tiene muchos amigos, despiértele el intereses en los que pueda fundarse una amistad.

Los padres pueden ayudar a sus hijos a encontrar una actividad propicia presentándoles muchas alternativas. El gusto por el fútbol o por la actuación no aflorará a mensos que el chico tenga la ocasión de explorar esos terrenos.

Cuando tenía 13 años, Michael Easton estaba menos desarrollado que los demás niños de su edad, así que se apartaba de los deportes y no iba a la playa con sus condiscípulos. Sus padres apoyaron su decisión de iniciar un programa de entrenamiento de pesas en un gimnasio. Meses después, los resultados estaban a la vista. Con sus nuevos amigos del gimnasio, Michael pronto empezó a practicar otros deportes y se impuso a sí mismo retos en actividades nuevas para él. “Cuando mi condición física mejoró, tuve la suficiente seguridad en mí mismo para acercarme a los demás”, explica Michael, que hoy hace planes para estudiar medicina. “Cualquier interés que cultivemos nos abre puertas”.

3. Dé a los Chicos Libertad de Acción
Aunque es bueno orientarlos, ellos tienen que tomar algunas decisiones. Por ejemplo, los padres suelen preocuparse por el modo de vestirse o de peinarse de sus hijos. Según los expertos, más vale dejar que experimenten, según los límites razonables. “Para los adolescentes, una de las maneras de adquirir seguridad en sí mismos es pertenecer a un grupo, y los grupos se forman, entre otras cosas, de acuerdo con el aspecto de sus integrantes”, observa Robert Brooks, experto en psicología de niños y adolescentes.

Un sábado, Mona Ojeda llevó de compras a Jason, su hijo de 12años, y se quedó pasmada cuando él se probó la camisa más estrafalaria que ella había visto en su vida.

-Es lo que usan todos mis amigos -explico Jason.

Mona miró aquella monstruosidad roja y morada con flores doradas y recordó algunas prendas que le había gustado ponerse de jovencita.

-Mi madre las consideraba extravagantes, pero me permitía usarlas -dice-. De modo que accedí a que Jason se llevara esa camisa.

Otro aspecto en el que los hijos necesitan libertades es la elección de amistades. Por mucho que los padres deseen que tengan amigos, no querrán que escojan a jóvenes indeseables. “Pero a menos que haya peligro”, advierte Brooks, “es mejor dejar que los chicos descubran por sí mismos cuáles amistades les convienen y cuáles no”.

Eleanor Whiteside ha tratado siempre de aceptar a los amigos de su hijo. Pero cuando David tenía 13 años, empezó a frecuentar a un muchacho a quien ella consideraba rezongón y falto de educación. Una vez entró en la cocina y tomó comida sin pedir permiso. Eleanor se lo comentó a David, pero no le sugirió que dejara de verlo. Al poco tiempo la relación se enfrió por sí sola.

-Es dominante y grosero -explicó David-. Ya no me gusta andar con él.

4. Respete las Diferencias
Hay que tener presente que los niños son distintos unos de otros en lo que se refiere a sus necesidades de relación. No todos necesitan tener muchos amigos. “Cantidad no es lo mismo que Calidad”, indica Rubin. Para algunos pequeños, uno dos amigos son suficientes. 

Por ejemplo, Sarah Kellar, de 12 años, es una niña inteligente y creativa la que le encantan el ballet y el piano. Cuando no está jugando sola, pasa largos ratos con su única amiga íntima. Su hermana, Rachel, de nueve años, es todo lo contrario. Jane, la madre de ambas comenta: “A Rachel siempre la estoy llevando de una actividad social a otra. Antes insistía en que Sarah fuera más sociable, pero terminé por darme cuenta de que sus necesidades y las de Rachel son distintas”.

5. Ponga el Ejemplo
Los padres de familia que recuerdan los cumpleaños de sus amigos y organizan reuniones con ellos, les inculcan así a sus hijos la importancia de la amistad. “El pequeño imita la manera en que sus padres interactúan con sus propios amigos”, expresa Steve Crawford.

En muchas familias, las lecciones sobre la necesidad de escuchar a los demás e interesarse en ellos pasan de una generación a otra. El ministro protestante Steve Banning recuerda el cuidado con que su padre trataba a sus amistades. “Estoy seguro de que sus amigos no eran perfectos”, dice. “Pero nunca le oí hablar de los demás en forma negativa”.

Cuando el padre de Steve, también ministro, fue transferido a una nueva iglesia, siguió cultivando sus amistades con cartas y telefonemas. “Hace poco mi padre recibió una llamada de un amigo suyo al que conoció hace 20 años”, cuenta Steve. “El hijo de aquel hombre buscaba empleo en nuestra zona. Mi padre insistió en que el muchacho se quedara con él hasta que encontrara dónde vivir”.

Banning se esfuerza por transmitir esas lecciones sobre la amistad a James, su hijo de 13 años. “Ante todo, quiero que trate a la gente con respeto y comprensión”, dice. “Gracias a  esas virtudes, mi padre se lleva muy bien con los demás”.

Pocos dones hay más grandes que la amistad. Y con amor, paciencia y una orientación prudente, podemos ayudar a nuestros hijos a conquistar ese tesoro.

            
 Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CVI, Número 634, Año 53, Septiembre de 1993, págs. 105-109,  Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos

sábado, 10 de diciembre de 2016

El Mejor Legado de un Padre


Haga a sus hijos un regalo del que podrán disfrutar toda la vida

Por Margery Rosen

“De chica, lo que menos deseaba era leer”, recuerda Suzanne Hurley, mujer de 27 años que trabaja en el departamento de personal de un banco. “Creía que resultaba aburrido leer; que era una pérdida de tiempo. Prefería hacer cualquier cosa a tomar un libro”.

Entonces llegó a la ciudad una organización llamada La Lectura Es Fundamental (LLEF. La LLEF es una red de programas regionales que dirigen varios voluntarios en todo Estados Unidos y cuyo propósito es ayudar a los chicos a descubrir el placer por la lectura.

La LLEF regala libros a los que participan en el programa. “En mi escuela ponían libros sobre las mesas y podíamos tomar el que nos gustara”, explica Suzanne. “Recuerdo que escogí Black Beauty (“Belleza Negra”), de Anna Sewell. Esta obra me encantó y me hizo aficionarme a la lectura”.

Anne Richarson, presidenta de LLEF y ex maestra de cuarto año de primaria, asegura que uno de los secretos más importantes para lograr que los niños se aficionen a la lectura es dejarles escoger lo que van a leer.

Muchos niños sienten por los libros la misma aversión que una vez experimentó Suzanne Hurley. Por eso, uno de los mejores regalos que pueden hacer los padres a sus hijos es ayudarles-desde la más tierna infancia hasta la adolescencia- a enamorarse de los libros con un amor perpetuo. He aquí algunos consejos importantes:

Hable con sus Hijos desde que son muy Pequeños. “Los padres que conversan con los niños les ayudan a formarse un vocabulario, y este es uno de los fundamentos de la lectura”, señala Sue Korn, especialista en aprendizaje. Mientras los viste, prepara la comida y compra los víveres, explíqueles lo que hace. Pero no emplee un lenguaje infantil; designe a las personas y a las cosas con su nombre correcto. Los niños aprenden con rapidez el significado de las palabras difíciles por el contexto en que se les presentan.

Léales en Voz Alta con Regularidad. “Esto es lo más importante que pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a leer”, recalca Sue. Y cuanto más chicos sean, tanto mejor. Se ha comprobado que el sonido sedante de la voz materna o paterna puede calmar a los bebés inquietos y entretener a los apacibles. Además, leer juntos propicia una cercanía muy especial.

Hágalos Participar. Pídales que describan las ilustraciones del libro que adivinen lo que va a ocurrir a continuación. Anime a los mayorcitos a leer algo a los más pequeños. Hágalos recitar sus poemas o rimas infantiles favoritas ante una grabadora. Escuchando su voz grabada los niños adquirirán confianza en sí mismos y desarrollarán más fácilmente su lenguaje.

Cuando sus hijos empiecen a reconocer las letras, déles revistas viejas para que las busquen y las recorten. Así reforzará su conocimiento del lenguaje.

Procure que sus Hijos lo Vean Leer. Como en todo lo demás, los niños imitan la conducta paterna: si ven que usted valora la lectura, ellos también lo harán.

“En el terreno de la lectura no caben las precipitaciones, añade la pedagoga Korn. “Los padres pueden hacer mucho para ayudar a sus chicos a aprender a leer, pero a veces resulta contraproducente presionarlos prematuramente. He visto a niños de cinco años llegar hastiados al jardín de niños. Lo que menos desean en esos momentos es leer. Y esto se debe a que sus padres, ansiosos, los presionaron en demasía y antes de tiempo”.

Cada niño aprende a leer en su momento: algunos aprenden desde los cuatro o cinco años; la mayoría a los siete.

A menudo ocurre que el niño lee con regularidad y entusiasmo hasta el cuarto año de primaria, poco más o menos; entonces, de repente y para sorpresa de sus padres, deja de tener tiempo de leer porque le gusta más la televisión.

Los educadores atribuyen a varios factores esta pérdida del interés por la lectura. Ruth Graves, directora general  de LLEF, explica: “Cuando los niños empiezan a usar libros de texto en la escuela primaria, la lectura ya no representa solamente un entretenimiento”. También puede deberse a que los padres los fuerzan en exceso para que obtengan buenas calificaciones, y los niños necesitan un respiro.

No le sorprenda que su hijo diga que aborrece la lectura porque le resulta tediosa o muy difícil. Quizá haya algo de cierto en esto. Pídale a su maestro que le practique algunas pruebas. Cuánto más pronto se identifique el problema, tanto menos tardará el chico en recibir ayuda correctiva.

Si, habiendo llegado su hijo a la adolescencia, usted se percata de que no ha logrado transmitirle el amor a la lectura, no se desaliente. “Siempre hay esperanzas”, asegura la pedagoga Gail Gumora, que trabaja con adolescentes y con sus padres. He aquí algunas sugerencias:

Acepte la Realidad.  Si el joven nunca ha sido un lector ávido, no espere que de la noche a la mañana se ponga a devorar las obras de Shakespeare. Ofrézcale libros cuyo tema le interese, o libros de juegos de palabras y acertijos que lo obliguen a pensar en el lenguaje. Si los audífonos con sonido estereofónico ya se han convertido en parte de su anatomía, cómprele un libro sobre música de rock y déselo sin manifestar mucho entusiasmo. “Vi esto y creí que tal vez te gustaría”, sugiere Gail. Si el tema le interesa, a lo mejor lee el libro… y a lo mejor lee otro.

Ponga el Ejemplo. Si usted enciende el televisor y lo tiene así durante la cena y hasta altas horas de la noche, dudo que pueda convencer al muchacho de que la lectura importa más que la televisión.
Tenga Bastante Material de Lectura en Casa. Las revistas y los periódicos desarrollan la capacidad de leer, y a veces despiertan la inquietud por leer obras más largas. Suscriba a su hijo a una revista que usted considere que será de su agrado. Dado el caso que se siga mostrando renuente, déjelo leer lo que quiera; no juzgue su decisión.

No Se Deje Dominar por el Pánico ni Ejerza Presión. Recuerde que es natural que todos los chicos, en especial los adolescentes, pasen por períodos en que no leen ni una línea.
Si sienta las bases del gusto por la lectura durante los años formativos de sus hijos y consigue que los libros formen parte de la vida familiar, les dejará un regalo perdurable.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CIII, Número 616, Año 52, Marzo de 1992, págs. 40-42,  Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos

Forme Hijos a prueba de bravucones


El Hostigamiento en la escuela puede causar graves problemas. He aquí algunas recomendaciones para que usted…

Forme Hijos a prueba de bravucones

Por Elin McCoy

Cuando Owen, que cursaba el primer año de primaria, bajó del autobús escolar, le escurría un hilillo de sangre en la comisura de los labios, que además tenía hinchados, y en la carita se le veían huellas de tierra y lágrimas.
Un “niño malo” lo había golpeado en el autobús, le confió a su padre. En el patio de recreo de la escuela, el mismo chico le había puesto una zancadilla y le había pegado en la nariz. Las maestras no se percataron.
En otro caso, una madre de familia, profesional de servicios sociales, le preguntó a su hija de 13 años, atractiva y destacada jugadora de fútbol soccer, por qué estaba triste. La niña rompió en sollozos y le contó que un compañero de escuela, desde hacía unos seis meses, cada vez que la veía en los pasillos se acercaba a decirle cosas como: “Pareces una ballena”, “una babosa llena de granos”, o “una bruja horrible”. Lo hacía hasta diez veces al día, y empleaba palabras obscenas.
Muchos padres de familia escuchan historias parecidas de boca de sus hijos. “El hostigamiento constituye hoy día uno de los problemas más persistentes y desatendidos en las escuelas de nuestro país”, señala Ronald Stephens, director ejecutivo del Centro Nacional para la Seguridad Escolar, en California, Estados Unidos.
Sin embargo, es muy común que los niños no informen a sus mayores del conflicto; ni siquiera cuando se sienten desesperados. Un padre de familia entró en sospechas de que algo andaba mal cuando su hija, para quedarse en casa, comenzó a quejarse todas las mañanas de dolores de estómago. Entre otras señales reveladoras se cuentan la ropa demasiado sucia, moretones inexplicables, pérdidas de pertenencias, y las peticiones del niño de que se le compren más útiles o se le dé más dinero para el almuerzo;  es decir, más de lo que probablemente le quitan los bravucones.
Las consecuencias psicológicas del hostigamiento pueden ser graves. Los niños que sufren estas agresiones pueden deprimirse y, en ocasiones, convencerse de que no valen nada. Una señora no prestó atención a las quejas de su hijo, que tenía diez años, de que sus compañeros lo molestaban, hasta que las calificaciones del muchacho bajaron y él empezó a comer en exceso para compensar su frustración. Los niños que presencian el hostigamiento de un compañero y ven que no se toma ninguna medida al respecto se llenan de temor: piensan que eso les podría suceder a ellos. “A menos que los padres de familia, los maestros y el personal administrativo de las escuelas intervengan, lo más probables que el acoso continúe”, previene Stephens.
¿Qué pueden hacer los niños y sus padres? He aquí cinco de las mejores estrategias.
  
1. Que el niño no dé al bravucón una satisfacción. Cuando unos muchachos mayores asediaban a Michael, de sexto año de primaria, en el pasillo de la escuela y se burlaban de su gordura, “el niño llegaba a casa terriblemente mortificado”, recuerda su madre. “Le dije que eso era precisamente lo que querían los bravucones”. La señora tenía razón.

“Muchos niños recompensan a su agresor con lágrimas”, dice el psicólogo universitario David Perry. De hecho, los chicos que lloran en cuanto alguien empieza a agredirlos pueden ser objeto después de ataques más graves.

Con un poco de ayuda que le dieron su madre y el director de la escuela, Michael logró conservar la calma y pasar junto a los bravucones sin prestarles atención. Las burlas pronto cesaron. “Desde que él supo que lo apoyábamos cambió por completo la situación”, puntualiza su madre.

2. Que Demuestre Seguridad. A menudo no basta con mostrar indiferencia ante los bravucones, pues ellos siguen fastidiando. Pero muchos niños ignoran cómo defenderse sin pelear. Por ejemplo: a un tímido escolar de primer año de primaria, en un colegio público, tres chicos de segundo año no dejaban de hostigarlo. Entonces el orientador escolar Tip Frank le enseño a mostrar mayor seguridad en sí mismo. “Lo aleccioné para que caminara erguido, mirar a sus agresores a los ojos y les dijera con voz firme que dejaran de importunarlo”, explica.

También hizo que memorizara tres frases: “No hagan eso. No me gusta. Los acusaré si siguen”. Y le aconsejó que después de decirlas se alejara. “Al pequeño le asombró comprobar que le daba resultado”, recuerda Frank.

“Es importante decirle al bravucón que no nos gusta lo que hace, ni cómo nos sentimos por ello”, observa Richard Mills, psicólogo escolar.

3. Que Actúe de Manera Imprevista. Para Eric, de primer año de enseñanza media, la clase de educación física era un suplicio. Había un muchacho que le tiraba su ropa al suelo, le rasgaba las prendas interiores y lo rasguñaba. En una ocasión le dejó marcas en un brazo.

“Finalmente ideamos una solución”, cuenta la madre de Eric. La siguiente vez que el bravucón se le acercó, el chico Eric, con voz sonora y llena de indignación, le espetó: “Quítame tus cochinas manos de encima”. La respuesta desconcertó al agresor, porque todos se volvieron a mirarlo a él. Eric sólo tuvo que reaccionar así dos veces para que cesaran los ataques.

Es importante ensayar estas respuestas agresivas con el objeto de infundir en los niños la seguridad que necesitan para defenderse, asevera el psicólogo escolar Nathaniel Floyd.

Supongamos que un odioso condiscípulo de su hijo de 12años acostumbra a obligarlo a que le ceda su lugar en la fila para comprar el refrigerio escolar. Floyd aconseja escribir frases que su hijo pudiera soltarle al abusón para que lo pensara dos veces, como por ejemplo: “No voy a moverme de aquí, digas lo que digas, así que deja ya de fastidiar”.
Luego, que se turnen para representar los papeles de agresor y de víctima. Permítale a su hijo hacer primero el de bravucón. Esto le dará a usted la oportunidad de enseñarle a hablar de manera convincente, sin mascullar ni bajar la vista, y a romper el contacto visual con el atacante para poner fin al enfrentamiento.

4. Fortalezca las Amistades de su Hijo. A un escolar de tercer año, su padre le aconsejó que no se alejara de sus amigos cuando el provocador lo rondara. El niño hizo algo más: consiguió que cinco compañeros suyos lo ayudaran a enfrentarse a su agresor en el patio de la escuela. “Este es nuestro amigo”, le dijeron. “No está bien que lo molestes a él ni a ningún otro niño”. El bravucón emprendió la retirada. “Un solo chico que tome partido por la víctima puede representar una gran ayuda para detener al agresor”, afirma el psicólogo Ronald Slaby.

Otro psicólogo, Robert Cairns, recomienda a los padres de niños tímidos o poco sociables que los ayuden a hacer amigos invitando a sus compañeros a casa. A los niños mayores, señala, se les puede animar a “practicar algún deporte, tocar un instrumento o emprender cualquier actividad en la que pueden relacionarse con otros chicos”.

5. Pida Ayuda a las Autoridades Escolares. Cuando Grace, de primer año de primaria, estrenó sus anteojos, un chico de quinto año empezó a llamarla “cuatro ojos”. La pequeña puso en práctica todas las tácticas aquí recomendadas. Primero mostró indiferencia. Luego le dijo, sin alterarse y con voz fuerte: “Estás contando mal. Sólo tengo dos”. Nada dio resultado.

Al cabo de una semana, le dijo a una maestra lo que estaba ocurriendo, y la maestra envió al muchacho a la oficina del director. Grace se alegra de haberse quejado. El chico tuvo que pedirle una disculpa, y dejó de hostigarla.

Sin embargo, a casi ningún escolar le gusta que sus compañeros sepan que acusó a alguno de ellos, y muchos padres temen que dar a conocer las agresiones de que son objeto sus hijos signifique inmiscuirse en su vida, o sobreprotegerlos. No es así. Los padres de familia tienen el derecho de exigir que las escuelas tomen medidas enérgicas contra los bravucones.

No llame por teléfono a los padres del agresor, ni hable personalmente con él; eso casi nunca da buenos resultados. Deje que la escuela se encargue del asunto. Si los maestros y el personal administrativo observan la interrelación de ambos chicos, los padres del bravucón no podrán negar que algo pasa.

Los maestros perspicaces pueden idear soluciones sencillas y efectivas. Hubo uno que puso a un hostigador y a su víctima, alumno sobresaliente en matemáticas, en el mismo equipo de trabajo de esa materia. La facilidad del chico agredido para los números lo volvió imprescindible en el equipo, y se convirtió en líder.

A menudo vale más acudir directamente al orientador escolar o al director. Cuando Marjorie Castro, directora de una escuela, se entera de un incidente de hostigamiento, les pide a los profesores que observen con disimulo, o verifica personalmente la denuncia. Después interroga al bravucón sobre lo que ha visto (impidiendo así que tachen al otro de acusón), y le advierte de las consecuencias si continúa: detención después de clases, una entrevista con los padres e incluso la suspensión. Recientemente, cuando dos chicos que habían estado mofándose de otro niño comenzaron a arrojarle piedras, la señora Castro llamó a la estación de policía y pidió que enviaran al agente encargado de menores infractores. El oficial visitó a los bravucones en sus casas y les exigió que se presentaran en el centro juvenil una vez por semana. El hostigamiento cesó de inmediato.

Comoquiera que procedan el director y el resto del personal de la escuela de su hijo, deben crear una atmósfera que en verdad desaliente las agresiones, mediante reglas explícitas y supervisión adecuada. Algunos colegios organizan seminarios para alertar a los maestros sobre el problema y ayudarlos a combatirlo.

La mayoría de los niños son objeto de agresiones en uno u otro momento, y algunos se convierten en víctimas crónicas. La mejor protección que los padres pueden ofrecer consiste en fomentar en sus hijos la independencia y la seguridad en sí mismos, además de estar dispuestos a tomar medidas rápidas  cuando sea preciso. Sólo así formarán hijos a prueba de bravucones.

Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CV, Número 627, Año 53, Febrero de 1993, págs. 108-111,  Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos