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jueves, 28 de agosto de 2025

La Familia como Avasallador Típico

Algunos Avasalladores Típicos


Una vez que haya acomodado sus perspectivas de forma que encajen con sus aptitudes reales, tendrá que aprestarse a tratar con los sojuzgadores dispuestos a impedir que cumpla usted sus objetivos. Aunque es posible que usted se deje avasallar virtualmente por cualquiera, en un estamento social determinado, algunos factores de nuestra cultura son fastidiosos de manera particular. Las seis categorías de dictadores que se reseñan a continuación figurarán reiteradamente en los ejemplos que se incluyen en el resto del libro, del mismo modo, poco más o menos, en que los problemas relacionados con ellos surgirán en su propia existencia cotidiana.

 

LA FAMILIA

En una reciente conferencia, pedí a las ochocientas personas que constituían el auditorio que relacionasen las cinco situaciones más corrientes en que se consideraban víctimas de atropello. Recibí cuatro mil ejemplos de situación típica de víctima.  El ochenta y tres por ciento estaban relacionados con la familia de las víctimas. Imagínese, algo así como el ochenta y tres por ciento de las arbitrariedades que sufre usted pueden deberse a la ineficacia en el trato con los miembros de su familia que acaban por dominarle o manipularle.
¡Y sin duda usted hace lo mismo con ellos!

Las típicas coacciones familiares que se citaban eran: verse obligado a visitar parientes, efectuar llamadas telefónicas, llevar en el coche a alguien, aguantar a padres molestos, hijos incordiantes, verse postergado por los demás, quedar convertido en prácticamente un criado, no ser respetado o apreciado por otros miembros de la familia, perder el tiempo con desagradecidos, carecer de intimidad por culpa de las expectativas familiares, etcétera, etcétera.

Aunque la célula de la familia es ciertamente la piedra angular del desarrollo social, la institución principal en la que se enseñan valores y actitudes, es también la institución donde se expresa y aprende la mayor hostilidad, tensión y depresión. Si visita usted un establecimiento mental y habla con los pacientes, comprobará que todos o casi todos ellos tienen dificultades en el trato con los miembros de sus respectivas familias. No fueron vecinos, patronos, profesores o amigos las personas que crearon problemas de relación a los perturbados, hasta el punto de que hubo que hospitalizarlos. Casi siempre fueron miembros de la familia.

He aquí un brillante pasaje del último libro de Sheldon B. Kopp, If You Meet The Buddha on The Road, Kill Him! The Pilgrimage of Psychoterapy Patients (Si encuentras a Buda en el camino, ¡mátalo! La peregrinación de los pacientes de la psicoterapia):

Desconcertó enormemente a los demás miembros de la familia de Don Quijote y de su comunidad enterarse de que el hombre había optado por creer en sí mismo. Se mostraron desdeñosos hacia su deseo de cumplir el sueño que albergaba. No relacionaron el principio de locura del caballero con el aburrimiento mortal de la monótona existencia en aquel ambiente de mojigatería beata. La remilgada sobrina, el ama conocedora de lo más conveniente para cada uno, el obtuso barbero y el ampuloso cura, todos sabían que la lectura de aquellos libros perniciosos que llenaron la debilitada cabeza de don Quijote, atiborrándola de ideas absurdas, fue la causa de su desequilibrio mental.

Kopp traza luego una analogía entre Don Quijote, entrado en años, y la influencia de las familias modernas sobre personas seriamente perturbadas.

Su hogar me recuerda el seno de las familias de donde a veces salen jóvenes esquizofrénicos. Tales familias ofrecen a menudo apariencia de estabilidad hipernormal y bondad moralista. En realidad, lo que ocurre es que han desarrollado un sistema elaboradamente sutil de indicaciones para advertir a cualquier miembro que inconscientemente esté a punto de hacer algo espontáneo, algo que pueda romper el precario equilibrio familiar y dejar al descubierto la hipocresía de su supercontrolada pseudo-estabilidad.

 

Su familia puede constituir una parte inmensamente provechosa de su vida, y lo será si usted obra en el momento idóneo. Pero la otra cara de la moneda puede resultar un desastre. Si permite que su familia (o familias) empuñen las riendas de usted, pueden tirar de ellas tan fuerte, a veces en distintas direcciones, que le destrozarán.

Eludir la condición de víctima le obligará a aplicar las directrices que propugna este libro, del modo más específico, a los miembros de su familia. Tiene usted que ponerse en su sitio, pararles los pies a los miembros de su familia que creen que usted les pertenece, a quienes usted se considera obligado a defender simplemente a causa de un parentesco sanguíneo o quienes se consideran con DERECHO a decirle cómo debe regir su vida, sólo porque son sus deudos.

No estoy alentando la insurrección dentro de la familia, sino apremiándole a que se esfuerce al máximo para aplicar normas de redimido, poniendo todo su empeño al tratar con las personas que serán las menos receptivas a su independencia, o sea, sus allegados: esposa, antigua esposa, hijos, padres, abuelos, parientes políticos y familiares d de todas clases, desde tíos y primos hasta miembros adoptivos de la familia. Este amplio grupo de deudos será el que ponga verdaderamente a prueba la postura ante la vida de ente liberado de la condición de víctima y si sale triunfante aquí, el resto será coser y cantar. Las familias resultan tan duras de pelar, porque en la mayoría de los casos sus miembros consideran que se pertenecen recíprocamente, como si hubiesen invertido los ahorros de su vida unos en otros, igual que si se tratara de otras tantas acciones o valores… lo que les permite emplear el veredicto de CULPABLE cuando llega el momento de ocuparse de miembros insubordinados que se convierten en «malas inversiones». Si permite que su familia le tiranice, ándese con cien ojos para comprobar si utilizan o no el concepto de culpabilidad a fin de que se mantenga dentro del orden y siga «el mismo camino que siguen los demás».

A lo largo de este libro se dan numerosos ejemplos de eficaz condición de antivíctima familiar. Debe armarse usted de la resolución de no permitir que los demás le posean, si va a enseñar a su familia la forma en que quiere que le traten. Créalo o no, al final captarán el mensaje, empezarán a dejarle en paz y, lo que es más sorprendente, le respetarán por su declaración de independencia. Pero antes, querido amigo, procure estar sobre aviso, porque le advierto que intentarán todos los trucos imaginables para conseguir que usted siga siendo víctima de ellos. (…)


Trampa de comparación corriente 

La comparación incesante con los hermanos produce mayor número de personas de vida adulta desasosegada que cualquier otro de los demás sistemas de parangón. 
Los niños no pueden desarrollar sentido de la individualidad y de la propia valía cuando se espera de ellos que sean igual que los otros miembros de la familia. Cada persona es un ente único y como tal hay que tratarla.


Dr. Wayne Dyer, Evite Ser Utilizado, traducción de Manuel Bartolomé López, Ediciones Grijalbo, 1989, págs 39-43, 129, 131


Notas

El título puesto sale en base de lo que dice el mismo texto citado.

Los otros avasalladores aparte de la familia que menciona Dyer en el mismo libro son: el trabajo, figuras con autoridad y profesionales, la burocracia, los empleados del mundo y uno mismo.

Más adelante pondré lo que dice el autor sobre la familia y el vivir aferrado al pasado. 

Algunas negritas y cursivas son mías.



miércoles, 6 de abril de 2022

Publicidad Radial

Por Francisco Candel

 

Otro conserje ―u ordenanza —, éste de azul, botonadura de plata,  recoge las invitaciones, papelillos rosa, a la puerta de los estudios. La cola va desapareciendo en ellos —en los estudios—, como engullida. Se amontonan  

—¡No empujen, no empujen! Y empujan. Gritan:

—¡No colarse, no colarse!

Y se cuelan.

Comentan:

—A mí, las invitaciones, me las ha dado el locutor Fanlo. Yo le conozco.

―Yo soy socio de la Emisora, de los primeros socios que hubo. ―Se golpea el pecho— Tengo el número de carnet de los más antiguos, El doce, el doce. —Se golpea.

—A mí me las ha dado la casa «Pavoexprés». Sí, sí.

—A mí, también. Cien envolturas que tuve que recoger.

―A mí, igual

—Y a mí.

La ola junto con el ordenanza, es una aglomeración. Luego, una verdadera fila. Es como un núcleo y un rabo.

Los estudios, el estudio es rectangular. Las butacas, grises, ocho filas, están colocadas a lo ancho, una veinte cada ringlera. Al sentarse en ellas, rechinan. ¡Ñigoñic!

―¡Ssssss!

El escenario es «acinemascopado». En la parte superior del estudio, frente a este escenario, hay una especie de enormes ventanales inclinados hacia delante. Detrás de sus cristales unos hombres, en mangas de camisa, trajinan. Ponen discos, los quitan. Pulsan botones. Colocan rollos de cintas magnetofónicas. Hay un reloj grande en una de las paredes del estudio. La aguja corta está en el número 10 y la larga en el 4. ¿Qué hora es? Los que entran se van sentando. En la primera fila se han sentado unos a quienes en la puerta cogieron unas papeletas verdes. Han sido acompañados por otro ordenanza.

—Ustedes aquí.

Entre estos están B. de Roldán, Lucky, el maestro Gafas Amor, Sebastíán, su mujer, dos de los hijos, los tres vecinos, ¿más?, ¡no! Lucky habla al oído de B. de Roldán. Luego lo hace al del maestro Gafas Amor. Ambos mueven la cabeza maquinalmente, cli, cla, cli, cla, sí, sí, no, no.

Entra algún otro con papeleta verde.

En el muy larguísimo y poco ancho escenario hay varios micros, uno en el centro, dos a un lado, otro… Hay un atril junto al micro del centro y otro junto a los otros dos. Hay un piano. Y una mesita arrinconada con un teléfono encima. Y…

En el centro-fondo del escenario, una especie de cuadro de mandos. Arriba, dos bombillas, una verde y una roja. Está encendida la verde. En el local resuena la voz de la radio. «¡Clang! En un minuto diez noticias de última hora… »  

—Se oye igual que en casa —bisbisea alguien.

«Los comunistas del Berlín Oriental…»

—Claro. ¡Pues vaya!

«Un avión norteamericano que volaba sobre territorio ruso…»

—¿Son las noticias de Madrid, verdad? ― pregunta Sebastián al maestro.

«Franco visita la presa del pantano de… »

—Sí

«Importantes manifestaciones del Ministro de Industria y Comercio…»

—Fíjate qué bien se oye —le dice Sebastián a su mujer.

Por un lateral del escenario entra un ordenanza con una enorme mano cerrada, el dedo índice extendido, de madera o de cartón. La deja encima de la mesa.

Ahora está sonando el combinado «Por Dios, por la Patria y el Rey», «Cara al sol», y el «Himno Nacional». El ordenanza entra con un grandísimo corazón rojo recortado en contraplacado. Lo deja en el suelo. Extiende la pata que hay detrás del armatoste y el gigantesco corazón permanece enhiesto. A su lado coloca otro micro: una varilla con una bolita en la punta. La voz de la radio ahora dice

«Babalí, babalá, su ropa lavará…»

«No diga Blancaflor, diga membrillo Dolç..»

«Aaatchís. Para resfriados…»

B. de Roldán susurra a Lucky:

—Qué hatajo de majaderías. A que son capaces de darle un sueldo fabuloso al elemento que suda todo eso ¿no?

«Dijo Salomón: Muebles Calderón.»

«Flan La Oposición: Sin Huevos»

―Hombre, hay un departamento de publicidad, me parece a mí…


Francisco Candel, Los Importantes: Élite, Colección Libros Reno n° 358, Editorial Plaza Janés, 1970, págs 20-22

domingo, 1 de agosto de 2021

Diccionario Loco

 Por Sofocleto (Luis Felipe Angell de Lama)

 

Ajedrez: Juego desesperante donde al rey le es imposible comerse a la reina.

Almohada: Artefacto que las mujeres frígidas usan para dormir.

Alze: Homenaje ritual que  reciben las mujeres cuando aprieta la muchedumbre.

Babia: Milenaria región inubicable donde practican turismo los cerebros sub-desarrollados.

Bardo: Poeta que también se moría de hambre en la Edad Media.

Benjamín: Nombre que el padre pone a su recién nacido porque presiente que ya se le acabó la próstata.

Borrachera: Sobrina ilegítima de Baco.

Bruja:  Abuela de nuestros hijos por parte de su madre.

Bufón: Payaso intocable porque es amigo del que manda.

Cabrón: Macho cabrío que vive sin trabajar. 

Calavera: Parte del esqueleto que se ríe de todo.

Cartero: Coleccionista de estampillas y lector infatigable de cartas ajenas.

Cáscara: Parte del huevo que se rompe cuando uno sale del supermarket.

Catarro: Cosecha de mocos que produce la nariz cuando le sembramos un estornudo. 

Clavo: Pieza de metal indispensable para chancarse los dedos con el martillo. 

Concha: Parte del carácter que sirve para triunfar.(*)

(*) Concha: Peruanismo.  Descaro, cinismo, sinvergüencería, insolencia, desfachatez, etc.

Crisis: Ataque nervioso donde el marido siempre resulta culpable de que la señora haya entrado al mundo de la menopausia.

Dama: Señora dignísima que sólo se entrega a oscuras. 

Derroche: Arte mágico que consiste en poder gastar lo que no se tiene.

Desastre: Situación que se produce, inexplicablemente, cuando todo estaba de lo más bien.

Diván: Especie de cama donde se alivian los psicópatas que se acuestan con el psiquiatra.

Eme: Letra que la vida nos ha puesto en la palma de la mano para recordarnos lo que es la Humanidad.

Entrega: Palabra que usan las huachafas cuando alguien las lleva al dormitorio.

Escote: Parte de la mujer que nos hace olvidar lo que estábamos diciendo. 

Esperma: Seudónimo que utiliza el semen para trabajar de incógnito.

Extracción: Dolorosa suma de dinero que nos extrae el dentista por sacarnos una muela sin dolor.

Fantasma: Purgante instantáneo que generalmente hace efecto de noche.

Flato: Corriente de aire que se produce cuando alguien deja abierta la digestión.

Flatulo: Poeta griego, amigo de Empedócles y de Pedonio.

Higiene: Parte del desaseo consuetudinario que se pierde por acción del agua. 

Hinchada: Señora gorda que es fanática del fútbol.

Hipoteca: Sistema infalible para acabar con el sueño de la casita propia.

Historia: Historieta cómica de la que está prohibido reírse.

Honrado: Personaje mitológico al que se atribuyen virtudes hoy desaparecidas.

Huachafa: Generalmente, abuelita de quienes critican la huachafería.

Ídolo: En los pueblos civilizados, energúmeno que toca la guitarra entre alaridos suyos y ajenos. 

Ignorante: Sujeto que sabe todo de nada. 

Injerto: Nacimiento de un niño achinadito entre los hijos de un matrimonio sueco.

Insano: Demente que tarde o temprano acabará teniendo la razón.

Jerigonza: Dialecto empleado por los filósofos para explicarnos en ocho horas que dos más dos son cuatro.

Lavativa: Lección que se da al recto para que aprenda a funcionar como se debe.

Laxante: Estimulante digestivo que promueve el hábito de la lectura entre los estreñidos.

Luna de Miel: Artesanía milenaria dedicada a la confección de madres.

Maestra: Señorita que en la niñez nos enseñó las primeras piernas.

Mago: Empleado público que se las arregla para mantener a su familia hasta el fin de mes.

Mamadera: Institución administrativa destinada al mantenimiento de la opinión pública favorable a los gobiernos.

Manso: Perro que sólo muerde cuando uno le hace cariños en la cabeza.

Masa: Materia prima donde el político se gana el pan con el sudor de la gente.

Memoria: Cosa que automáticamente se borra cuando la Amnesia ofrece mayores garantías.

Misionero: Especie de cura que hasta el siglo pasado estudiaba en África para recibirse de menú.

Muerta: Mujer que dejó de hablar para siempre.

Mujer: Estimulante erótico que fácilmente puede conducir a la adicción.

Orfandad: Desmadre 

Orina: Minuto de silencio establecido en homenaje al sacrificado trabajo de los riñones.

Padrino: Seudónimo que usa el padre de la criatura para estar presente en el bautizo.

Palma: Árbol tropical que da unas piñas de la gran fruta.

Pantalones: Prendas de vestir que usan las mujeres de maridos débiles. 

Paternidad: Enigma que, generalmente, se llevan las mujeres a la tumba.

Patético: Dícese del cojo al que se le pisa el pie sano.

Patricida: Ciudadano que agarra a patadas los símbolos patrios cuando no consigue trabajo.

Pedante: Sujeto que emite sus gases con altanería. 

Penal: Lugar de donde se escapan las autoridades después de facilitar el escape de los presos.

Piara: Alumnos del primer año en cualquier disciplina profesional. 

Piedra: Parte del cerebro ajeno donde se estrellan nuestras más brillantes ideas.

Pito: Parte del organismo que sólo suena cuando deja de funcionar.

Ponzoña: Condimento con que las mujeres le dan sabor a la conversación cuando hablan de sus amigas.

Portátil: Cosa fácil de robar al primer descuido de su dueño.

Preso Político: Sujeto que llama a gritos a su madre.

Prudencia: Recomendación que siempre llega tarde al lugar del accidente.

Puntual: Cacaseno que nunca aprenderá a llegar tarde, como todo el mundo.

Recto: Parte del aparato digestivo que es lo más retorcido del mundo.

Retrete: Rincón de la casa donde el estómago aprende a tocar trombón.

Rosa: Espina de miércoles con una flor en la parte de arriba. 

Sable: Arma generalmente usada para conseguir un préstamo de los amigos.

Santa: Mujer que vive rezando para que el marido reviente de una buena vez.

Sartén: Artefacto de cocina donde la señora nos fríe las ganas de comer.

Seducción: Arte de ir a la cama por las buenas.

Siesta: Parte del horario estatal situada entre el refrigerio y la hora de salida.

Suizo: Especie de reloj humano que, cuando se atrasa, tiene que casarse para ponerse al día.

Supositorio: Vela que sirve para iluminar el estreñimiento. Humillación a la que es sometido el recto cuando persiste en fruncir la boca.

Tétano: Congestión ocular producida por la presencia de sostenes muy ajustados en el ambiente.

Tío: Proveedor indispensable de primas para contribuir al desarrollo sexual de sus sobrinos.

Universitario: Ciudadano de ideas propias que se paga los estudios con el dinero de su padre.  

Uñas: Único recurso conocido para aliviar la sarna.


 Un extra:

Sofonetos

 

Lujuria

 

 Lentamente desnudo con mis manos

tu blando cuerpo curvo, delicioso

fruto maduro que recorro ansioso

con ojos sensoriales y paganos... 


La tersa piel de irregulares planos

se me presenta en todo su ampuloso

tono crepuscular que cuidadoso

repaso entre mis dedos cirujanos...


No necesito adivinarte ahora, 

pues te veo y recuerdo cuando aflora

de tu todo sensual que me avasalla...


¡Y así desnuda y lánguida, el cuchillo

te clavo  y te convierto en picadillo

para hacerme otro jugo de papaya!

 

 

Otro más:

 

Desconfianza


 No me gusta la cara de tu vieja

cuando me mira de reojo y cuando

se ve en sus ojos lo que está pensando 

sobre este servidor que te corteja.


Tu vieja, francamente no nos deja

ni dos minutos solos, calculando

lo que puede pasar de contrabando

si te pido un levante en la molleja.


¿Por qué es tan desconfiada, me pregunto

si yo, cuando se trata del asunto

soy, de veras un hombre tan discreto

 

que, a pesar de la forma en que te cela,

por mí no va a saber que ya es abuela

y que en Agosto se le viene el nieto...?

 


 

Fuente:

Luis Felipe Angell, Sofocleto Dominical, Tomo 2 (Después se toma otro más...), Espacio Editores S.R.L., Lima, Perú, 1997, 160 págs

La nota en asterisco es mía.


sábado, 13 de junio de 2020

El Ingreso a San Marcos

Por Sofocleto (Luis Felipe Angell de Lama)


Un amigo mío, el doctor Perico de los Palotes, que trabaja en la Universidad de San Marcos y está metido en las cuestiones del ingreso a dicho nosocomio estudiantil, ha tenido la gentileza de mostrarme algunos ejemplares de las pruebas escritas, rendidas por quienes aspiran a ser, mañana, los profesionales del país. Bueno, francamente, de haber bestialidades, las hay, pero encajonadas dentro de pocas alternativas, porque los sistemas electrónicos de hoy son -en el fondo- una especie de “cara o sello” con que los muchacos de antes resolvíamos cualquier problema. El postulante a universitario no tiene, en la actualidad,  sino que escoger entre el “Sí” y el “No”, porque así lo exigen los planteamientos electrónicos del cerebro que computa las pruebas. O sea, del único cerebro sanmarquino capaz de aprobar decentemente todas las preguntas del cartapacio. Desde luego, repito, hay bestias químicamente puras, que -inclusive con las facilidades modernas- todavía se las ingenian para demostrar a la humanidad que tienen la materia gris de color cabritilla:

-¿El concepto “Sí” constituye una idea afirmativa?

-No

Incurable. Pero antes, cuando las pruebas se rendían de uno en uno y cada futuro doctor tenía mano libre para responder con todas sus potencias intelectuales, saltaba cada acémila al pódium de la fama -con sus respuestas- que más de un profesor terminaba loco, se ponía bizco, se hacía examinar los tímpanos porque no podía creer lo que había oído o se quedaba tieso de impresión, como ocurrió con un catedrático de Historia a quien le respondieron que Julio César fue muerto por Estúpido y no por Bruto. La imbecilidad era más auténtica, la ignorancia más pura, el analfabetismo menos sofisticado. No ocurre como hoy día, cuando la cultura sufre tales acometidas que uno se pregunta por qué los maestros de mi época nos hicieron tanto daño, enseñándonos todas las cosas  que sabemos, en vez de orientarnos hacia la venta de fritangas ambulantes, la elaboración de emoliente o cualquiera de las otras actividades que tienen tanto prestigio en la actualidad. Desgraciadamente -en nuestro caso- ya es muy tarde para hacernos los burros, porque mi generación fue víctima de un profesorado humanista, universalista y valoretista, que nos desasnó por completo, sin dejarnos siquiera un rebuzno dedicado a las generaciones posteriores. Somos, por lo tanto, testigos presenciales e incómodos de cuanta salvajada se dijo y escribió en San Marcos por boca y cerebro de algunas eminencias contemporáneas que entraron a la Universidad porque atrás los empujaba un camión de recomendaciones. Pero algunas respuestas vibran todavía en los aires del Salón de Actos, que era donde se rendían los éxámenes orales.
 
-A ver Alumno Imbecilio Brutález, curso de Historia... 
Dígame ¿Qué sabe sobre los catorce Incas del Imperio? 

-Que fueron ocho, doctor... 

Y al jurado tenían que sujetarlo entre ochenta porteros para que no estrangulara al pollino de marras, mientras reconfortaban al más viejito de los catedráticos dándole agua de azahar para que no abandonara este mundo por límite de fouls. Recuerdo el caso del pustulante recomendado por dos ministros de la época, cuyo cerebro era tan impenetrable como la selva amazónica y al que lo tuvieron sentado cuatro horas, en el Oral, esperando que diera una respuesta, por lo  menos  remotamente emparentada con la verdad, para justificar su ingreso. Al cabo de ellas, cuando era evidente que aprobarlo era sacrificar los más elementales principios de la Cultura y un escarnio para todos los hombres que, a través de la Historia, dedicaron sus vidas a dejar al mono convertido en gente, el Presidente del Jurado se incorporó, tosió y dijo en voz alta las siguientes palabras, dirigidas a sus compañeros de Mesa, al resto de candidatos y al público asistente:

-Señores, soy padre de familia, con mujer y seis hijos... me faltan ocho años para jubilarme y la enseñanza es el único ingreso de mi hogar... necesito mi puesto de profesor como se necesita el aire y sé que al no aprobar el ingreso de este alumno a San Marcos estoy jugando mi destino, porque mañana me botan, tempranito, de la Universidad, cuando lo sepan su papá, el Ministro, y su tío, el otro ministro que, además es compadre del Rector... ¡Pero, señores, yo no puedo aprobar a este animal sin que la conciencia me remuerda las entrañas hasta la hora de la muerte... porque se trata del bestia más bestia que me ha tocado enfrentar a lo largo de veintidós años en San Marcos.... Que me boten, pero no entra y no entra!  ¡He dicho!

Al otro día, efectivamente lo botaron de la Universidad. Pero respecto al postulante se equivocó, porque el resto del Jurado sí aprobó el ingreso del bestia, por mayoría de votos. E hicieron bien, porque ahora es un distinguido funcionario que anda por ahí... ¡Qué país!


Fuente:

Luis Felipe Angell, El Ángulo Agudo, Editorial Arica, Lima, Perú, 1974, pp. 27-29
Las negritas en el texto son del autor.

viernes, 12 de junio de 2020

El Ángulo Agudo

Por Sofocleto (Luis Felipe Angell de Lama)

El Ángulo Agudo

Brillante selección de artículos cometidos por el autor; algunos escritos con las manos y todos muy elogiados por el farmaceútico de la esquina, que es su amigo.


Todo lo que uno podría decir, si no se lo prohibiera la Libertad de Prensa.




Escalígrafo

Este, lector, es un montón de artículos
escritos diariamente en el periódico 
donde puedes leerme a precio módico
si preferes usar otros vehículos

Pero no te aconsejo esos ridículos
sistemas, si eres un lector metódico,
pues los libros no son algo episódico
ni fútil, sino bellos adminículos

Un libro -en edición Príncipe o rústica-
te llena el corazón de íntima acústica
que te hace innecesaria la hermeneútica*...

Sobre todo si su característica
fundamental es ésta, la humorística,
que hace Literatura terapéutica...


*Hermenéutica.- Teoría de la interpretación de textos. Interpretación de textos sean religiosos, literarios o jurídicos. RAE.


Otras obras de Sofocleto que integran esta Serie

Sinlogismos

Dos mil píldoras de sabíduría que han dejado atónito a medio mundo, incluso al autor, que hizo la digestión y el prólogo.

Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres

Versión desinfectada, corregida y deformada de la inmortal obra de Carreño.

Diccionario de Sinónimos

Edición revisada por eminentes psiquiatras de fama interprovincial.

La Sábana de Arriba

Exitoso manual de Educación Sexual Aplicada. Exclusivo para damas.

Diccionario de Frases Célebres

Versión inédita de las frases inmortales que nunca llegaron a decir los grandes hombres de todo tamaño

Código de Honor del Márques de Cabriñana

Edición corregida, aumentada y deformada.

Diccionario Chino
 
Libro utilísimo para alcanzar una lengua que nos lleva cinco mil años años de ventaja. Aprenda a expresarse en chino sin salir del castellano y póngase amarillo sin que le cueste un centavo (aparte del libro, se entiende).

La Sábana de Abajo 

Segunda parte del Manual de Educación Sexual Aplicada. Exclusivo para caballeros.
 
 
Fuente:

Luis Felipe Angell, El Ángulo Agudo, Editorial Arica, Lima, Perú, 1974, 157 páginas.

La nota sobre la hermenéutica es mía.
No pude resistir no citar algunas partes graciosas del libro como lo de la portada y otras más.



domingo, 30 de octubre de 2016

Bibliotecas, Cultura y Economía


Por Luis Felipe Angell (Sofocleto)

La primera industria peruana es la producción de analfabetos.

Cada año se reciben nuevas promociones de paisanos que cuando miran una jota creen  que están viendo un anzuelo y piensan que cuando miran una “A” es una escalerita de tijera por donde suben las hormigas para cortar camino. La vida -para ellos- termina donde comienza el abecedario y permanecen al margen de toda posibilidad social y de todo progreso, desconcertados ante el misterio de una cartilla rarísima cuyas intimidades nadie les explicó a tiempo. Ajenos a sus propias limitaciones, los iletrados nacionales suponen que un  periódico se ha hecho para envolver paquetes y un libro para equilibrar las patas de una mesa.

-¡Usted es analfabeto?

-No, doctor. Yo soy Belisario.

Llaman doctor a todo el que usa anteojos, como si las diatrías fueran una patente de cultura o una prueba de ser “leído y escribido”, hundiéndose poco a poco en esa invalidez mental que se adquiere cuando el cerebro se herrumbra por falta de uso y hace que –al pensar su propietario- le crujan las meninges pidiendo aceite a  gritos implorando un lavado y engrase que le ponga la tutuma como sobre ruedas. Hay quienes suponen que el cráneo desarrolla por su cuenta y termina, al cabo de los años, convertido en una hermosura pensante, capaz de resolver en dos patadas cualquiera de las ecuaciones que nos presenta la vida. Pero esto es más falso que dentadura de viejo, porque la materia gris necesita afinarse permanentemente como instrumento delicado que es y requiere del ejercicio, el entrenamiento y la práctica indispensable para que su dueño se llene de prestigio y evite una fama de burro que no se la quita ni su abuela.

-Don Alfredo, ¿qué es un subsidio?

-Es cuando alguien se mata porque está cansado de la vida.

Pero si el analfabeto no lee porque está en ayunas gramaticales y un esfuerzo en tal sentido puede conducirlo al manicomio, más grave es el caso de quien rompió la barrera del parvuliche y limita su cultura al estudio semanal de los programas hípicos o cinematográficos viviendo en una permanente anemia cerebral que le impedirá más tarde ser campeón en el “chanchito de la inteligencia”, aprender inglés por disco o inventar el lápiz con dos borradores. El problema fundamental de nuestro país está en su falta de cultura, que no consiste en saber de paporreta las actividades de Colón en su tercer viaje sino en tener conciencia y consciencia de lo que es un ser humano y del papel que desarrolla en la vida social. Pensar y saber qué piensan otros hombres, buscar en sus ideas una luz que nos guíe y mejore, cultiva el espíritu a través de la lectura, son posibilidades mágicas que nos dan el alfabetismo y la escuela. Todo esto, naturalmente, condicionado a ciertas normas de higiene mental que eliminen algunos tipos de literatura más propios de la Baja Policía que de un cerebro con venitas y todo:

-Tú siempre tan culta, monona.  ¿Qué lees?

-“Amor de Secretaria”, de Delly. Existencialista. Al final le suben el sueldo.

No interesa que prolifere el lector “sobaco ilustrado”, más exhibicionista que sincero, pero sí resulta indispensable allanar el camino  de quienes tienen la necesidad  de leer o viven dentro de un impulso permanente de mejora espiritual. Por eso, cuando el movimiento de las Bibliotecas Municipales comenzó a tomar fuerza y volumen, saludamos la idea como un paso firme dado hacia el real beneficio de la colectividad. Cuando abrieron la de San Isidro estuve de oletón en la ceremonia inaugural. Me pareció una obra estupenda y dije en un artículo que sería recogida con entusiasmo por los habitantes del bosque, que no leen bajo los olivos porque entre mosquitos y hormigas se los llevan en peso al Callao. En lo que va del año se ha computado 30,000 lectores, sin contar al loco Toribio quien, al presentarse vestido con un zapato izquierdo, una gorrita y medio metro de cuchillo amarrado con una pita en el pescuezo, produjo una estampida que no dejó un solo literato en el salón.

-¿El Loco? De Andreviev. Sí lo tenemos, señor.

-¡No, digo que el loco está acogotando al otro bibliotecario.

Son gajes del oficio, pero de todas maneras es digno de encomio el trabajo que desarrollan en la biblioteca de San Isidro, como lo es sin duda en el resto de las bibliotecas municipales, escolares y públicas del país.

Necesitamos urgentemente, desesperadamente, que los peruanos lean, para que no sigan al margen de la vida y les hagan perro muerto en la primera de espadas. Ojalá que la razzia económica con que se busca reducir el déficit no pase su guadaña por estos centros de cultura, bajo las artes de un criterio que considera al lector un reverendo ocioso que no tiene nada mejor que hacer. No cambiemos los libros por las libras.

-Señorita, ¿tiene “Un Amor Secreto”?

-¿Y a usted qué le importa, insolente?


Fuente:
Luis Felipe Angell, Sofocleto en Dos Columnas, Primera Edición, Ediciones Myself, Lima, Perú, 1960, pp. 90-93

lunes, 10 de octubre de 2016

El Misterio de La Gioconda


Por Luis Felipe Angell (Sofocleto)

El Louvre es un museo francés donde uno puede ver las obras maestras del turismo norteamericano.
Delante de cada tela hay un racimo de gringos multicolores, especie de naturaleza muerta frente al arte clásico, que admira por catálogos y se hace una cultura renacentista en media hora, con sólo seguir el derrotero del guía y digerir sin complicaciones las más fabulosas mentiras de un cicerone empeñado en deslumbrarlos para multiplicar su propina. Enseñar o describir no basta. Hay que condimentar el show con algún detalle amazing* que dé prestigio al relato en Kansas City con algunos detalles íntimos del Tiziano o ciertas informaciones confidenciales sobre Rubens, conseguidas de un experto al precio de tres dólares, discretamente abonados en un rincón de la sala:

-You knows, fellows, that guy Velásquez used to paint with only one hand?*
-Oh, really*

*¿Sabían, ustedes, que este tipo Velásquez solía pintar con una sola mano?
*Oh, en serio
*Amazing: increíble

El guía es un déspota entre burlón y cínico, que aprovecha la ignorancia ajena para no aburrirse diciendo todos los días la misma cosa. A cada pintor le inventa un pasaje anecdótico, a cada cuadro una historia y a cada corredor un fantasma. Su imaginación crece en razón directa con el analfabetismo cultural de sus oyentes y responde con un silencio cargado del más hondo desprecio las preguntas que Harry, Butch o Jimmy le hacen para ejercitar el derecho señalado en la cartilla turística, que dice: “El cicerone responderá cualquier pregunta de tipo artístico”. A veces, Lo que quiere saber Betty es donde han puesto el bath room* los franceses pero no se atreve y prefiere seguir el resto de la jornada caminando despacito y sin hacer movimientos inútiles. Jamás he visto mayor docilidad que la del turista ultramarino frente a un guía de museo:

-A ver, ustedes tiene tres minutos para admirar este cuadro que es muy bueno. Comiencen a admirar que yo cuento…
-Qué beatiful paisaje is that…!
-Allá no, zonzo. Esa es una ventana  abierta. Mira acá.

*Bath room: baño

De todos los cuadros reunidos en el Louvre tal vez sea “La Gioconda” el más conocido y buscado por los visitantes. Dicen que es el mejor cuadro del mundo, pero nadie lo ha visto porque siempre hay una muchedumbre delante, tomando fotos, mascando chicle o preguntándose, como se pregunta la humanidad desde hace varios siglos, ¿por qué diablos sonríe Monalisa?, esposa dil Giocondo a quien todo hace pensar que un amigo de la familia le aplicó dos perchas de medio metro en la frente, porque la señora será todo lo angelical que quieran, pero la historia demuestra que tenía su buena foja de servicios al hombro. Contra lo que muchos suponen, Monalisa no fue una guayaquileña lisurienta, sino la esposa de un comerciante floreciente o florentino, inmortalizada por Leonardo Da Vinci, un viejo sumamente precoz que hizo cañones, submarinos, esculturas, dibujos, buques, aviones y moneda falsa, invento éste último que le trajo algunas dificultades y terminó por desprestigiarlo:

-Dice il Leonardo que está con il cólico miserere…
-Son inventos suyos.

En las últimas semanas se ha levantado una polémica acerca de la verdadera identidad de Monalisa. Unos dicen que es hombre, otros que es mujer y otros que ambas cosas al mismo tiempo, lo cual no tiene nada de particular en esos siglos también había esta clase de coleópteros. Sin embargo, la pregunta fundamental es la relacionada con su sonrisa. ¿Se reía o estaba triste? Chi lo sa*. Uno también puede reírse con pena, como ocurre cuando oye a los payasos de circo el mismo chiste que ya escuchamos en 1930, pero las opiniones están divididas en la siguiente forma. La Gioconda se ríe porque:

1.-Leonardo le acaba de contar un chiste de loros.
2.- Le estaban haciendo cosquillas en el dedo gordo.
3. Pensaba en los spaguetti del almuerzo.
4.-Le daba la gana de reírse, y
5.-Por cualquier razón.

*Chi lo sa: en italiano, ¿Quién (lo) sabe?.

La cosa es que se ríe y como ocurre con la hiena, nadie sabe por qué lo hace. Hay quienes adjudican a la magia de Leonardo el milagro de producir esa sonrisa indefinida pero real que aparece en “La Gioconda”. Hay quienes dicen que le salió de pura chele* y los que se inclinan por creer que Monalisa tenía su trompita torcida porque le dolía una muela. En mi opinión, no hay ningún misterio. Todas las mujeres son iguales y basta mirar una fotografía en que aparezca el planeta, la enamorada, la novia, la señora o la viuda, para que uno no sepa a qué atenerse ni qué pensar de lo que dicen sus labios. A veces el equívoco es de quitarse el hat*:

-Qué ternura hay en la sonrisa de esta señora. ¿La fotografiaron el día de su santo*?
-No. El día que ahorcaron a su marido.


*De pura leche: O de Chiripa: suerte fácil, casualidad favorable.
*Hat: sombrero
*Santo: cumpleaños

Las notas son mías.




Fuente:
Luis Felipe Angell, Sofocleto en Dos Columnas, Primera Edición, Ediciones Myself, Lima, Perú, 1960, pp. 17-20

viernes, 7 de octubre de 2016

¡Todos a “La Laguna”, chicas!


Por Luis Felipe Angell (Sofocleto)

Las desgracias en el Perú terminarán cuando le ganemos al otro equipo.

Poderosa como un sindicato invisible, la Hermandad de los Guindones ve crecer sus efectivos de un día para otro y cuenta con tal número de locas en los registros que Lima parece un gigantesco manicomio donde ya no se puede echar piropos a nadie sin correr el riesgo de irse en caldo*, porque la gringuita que se nos descuelga en la esquina resulta ser Otto Fugentriken, químico recibido, y la morenaza que nos entusiasma por sus caídas de ojos es un zambo relleno de algodones, a quien no queda otro recurso que regarlo con una lluvia de patadas:

-¡Sal de aquí, mariposón!
-¡Cobarde,  por qué no se mete con un hombre, so pedazo de bestiucha!

Los hay blancos, negros, grandes, chicos, gordos, flacos, ricos, pobres. En los salones y en las barriadas, en las instituciones y sociedades, de todos los partidos, los credos y las razas. Hasta los japoneses, que siempre fueron tan serios y dedicados a María, tienen también su representante café con leche en la persona de Kadera Loca que de día trabaja como honrado peluquero miraflorino y de noche es la geisha de medio pelo que se pasea por Surquillo peinada con raya al medio y cantando bajito el bolero “Tú me acostumbraste”. Como los hongos, aparecen de noche y llenan los parques en pequeños grupos que intercambian confidencias, refuerzan esperanzas, rajan de las amigas y hacen proyectos para el futuro, suspirando como Julietas huachafas* mientras se acomodan la faja o se desmayan al paso de un ratón. Algunas son de lo más de lo más sensibles:

-¿Y por qué no te gusta Jimmy?
-Porque últimamente se ha vuelto muy ahombrado.

El zambo con peluca parece como si tuviera un felpudo en el cerebro, pero se pasea muy orondo junto al cholo engominado que luce la cadera estrecha en uno de esos pantalones al cuete* que es necesario ponerse con calzador. Cuando yo era chico, el firulete* era una rara avis a quien señalábamos en la calle, diciendo con el entusiasmo que despiertan los espectáculos inusitados: ”Ese es”. Ahora en cambio, es todo  lo contrario porque a los hombres hay que diferenciarlos aclarando que “ese no es”. Dicen que esto es el progreso. Y debe ser porque en la Avenida Progreso tiene su local el club “Vive como Quieras” que en forma tan brillante ha iniciado este año las fiestas de Carnaval, organizando en “La Laguna” un estupendo baile de promoción, respaldado por la policía y en un ambiente que ha merecido la atención de todos los diarios capitalinos.

-¡Ay, hijas, pero qué regio les queda estar delgadas…!
-Sí, es que estamos a dieta y nos favorece el régimen.*

A la once de la noche comenzaron a llegar las parejas invitadas, despertando la curiosidad del vecindario barranquino el hecho de que casi todas las damas concurrentes tenían músculos y pelos por todo el  cuerpo; amén de que algunas estaban  sin afeitar y otras hablaban con una voz de barítono que desconcertaba. Las primeras en hacer su aparición fueron dos gatitas, una tigresa, tres bailarinas orientales, una princesa, un conejito, un  osito, siete bikinis y una tapada, que se abrieron paso entre el público lanzando coquetonamente pica y pica y serpentinas, y recibiendo a cambio una andanada de piedras como consecuencia de la cual tuvo la tapada que cambiarse la manta de sitio porque un cascotazo le había hinchado el único ojo disponible. Entusiasmada por el juego, la gente metió a las dos gatitas en el agua y desnudó a una bikini que resultó ser el ingeniero agrónomo Camilo de la Poltrona, según se identificó a la policía cuando ésta le pidió sus papeles. Mientras tanto, el alcalde barranquino estaba prendido de un teléfono público llamando al Director de Gobierno, al Prefecto de Lima, al Comisario de Barranco y a la Carabina de Ambrosio*  para que suspendieran la fiesta. El Comisario se negó a intervenir, alegando que estaba resfriado. La discusión crecía:

-¿Y a usted como le consta que esta dama es hombre?
-Porque esta dama es el contador de mi oficina y se llama Teodoro.

Al señor Alcalde  le subió la presión a cuarenta, las palpitaciones a ciento ochenta, el pulso a doscientos y el dólar a veintisiete, pero todo fue inútil y la fiesta siguió adelante entre un mar de chisguetes, serpentinas, fotografías y mambos, con diálogos que por acción del eco llegaban hasta la multitud:

-¿Bailamos, señora?
-Señorita, si me hace el favor…

A la una de la madrugada eligieron reina, saliendo elegida Camucha I, que en la vida real es boticario de Magdalena y tesorero (porque cuida los tesoritos) del Comité de Damas y Señoritas Lima N° 1, en cuyo nombre se había solicitado el local para la fiesta. Lloró de emoción y fue necesario hacerla respirar una gaseosa para que volviera. Mientras tanto, al señor Alcalde lo tenían amarrado entre ocho para que no entrara con su garrote a matar libélulas y el público hacía los más diversos comentarios:

-Barranco se ha desbarrancado…
-¿Qué dirá el elefante del zoo que apenas ve estos espectáculos?

Eran las cuatro de la mañana y adentro las parejas hacían cadenita con el huayno que dice: “Todas las noches me tienes como pato en la laguna” cuando la policía disolvió el jolgorio por orden del Prefecto. Algunas se privaron, otras salieron corriendo, tres o cuatro cayeron al agua. La orquesta Villanueva se convirtió en Villadiego* y los jóvenes barranquinos que estaban afuera repartieron entre las damas diversos puñetes de pronóstico reservado. Total, una porquería sin nombre que las autoridades tienen la obligación de poner en claro. Si el comisario de Barranco es culpable, debe ser dado de baja porque su actitud lo descalifica para llevar el uniforme cuyo honor es su divisa*. Según he sabido no es la primera vez que se realizan tales fiestas y esto hace más urgente una represión enérgica. En nombre de quienes tienen hijos y quieren para ellos un camino limpio en la vida exigimos que se castigue a los que han intervenido en esta  inmundicia. Al organizador, quien alega que estas fiestas se han hecho en Río y que aparece en la revista “Cruzeiro” podemos preguntarle qué le parecería si lo hacen fusilar, porque estas cosas las hacen en Cuba y aparece en la revista “Bohemia”.
¡Zamarro! ¡Zamarro!* ¡Con la falta de hombres que sufrimos en este país!
 

Fuente:
Luis Felipe Angell, Sofocleto en Dos Columnas, Primera Edición, Ediciones Myself, Lima, Perú, 1960, pp. 13-16

Las cursivas son del autor.
 

Notas. - Agrego esto para que se entienda mejor el texto.

*Irse en caldo: perder la paciencia. Se entendería como llevarse un chasco y por ello encolerizarse.
*Huachafas: cursis
*Al cuete: Pantalones apretados o ajustados. Pitillo.
*Firulete: Adorno superfluo y de mal gusto.
*Podría comprenderse como un chiste en doble sentido para referirse a la dieta y al gobierno.
*De la frase Ser una cosa la Carabina de Ambrosio: No servir para nada.
*De la frase Coger o tomar las de Villadiego: huir de un riesgo o compromiso.
*Lema de la policía peruana.
*Zamarro/a: Adjetivo Perú. Referido a persona, que no tiene vergüenza ni honestidad y sólo busca su propio beneficio. Diccionario de Americanismos ASALE

Las notas son mías.



domingo, 2 de septiembre de 2012

Cualidades Profesionales y la Biblioteca Particular

Esto puede aplicarse a otras profesiones:

"[...]
La primera condición del hombre de Foro es la veracidad. Se dirá que esto se relaciona con la ética y no con el estilo. Así es. Pero de toda suerte, no está de más fijar esta virtud como la primera y más esencial condición de nuestro trabajo.
Aunque el vulgo ignaro y prostituido suele creer que la gracia del abogado está en hacer lo blanco negro, la verdad es exactamente la contraria. El abogado está para que lo blanco deslumbre como blanco y lo negro se entenebrezca como negro. Somos voceros de la verdad, no del engaño. Se nos confía que pongamos las cosas en orden, que procuremos dar a cada cua lo suyo, que se abra paso la razón, que triunfe el bien. ¿Cómo armonizar tan altos fines con predominio del embuste?[...]

Después de la veracidad, la segunda condición del escritor forense es la claridad. Nunca se recordará bastante el precepto del Quijote: "llaneza, muchacho, llaneza, que toda afectación es mala". Todo el que escribe debe hacerlo para que le entiendan. Pero, al fin y al cabo, si el filósofo, el novelista o el poeta se empeñan, el público aburrido no los leerá y allá ellos. Ellos solos son los perdidosos. Pero las torpezas del escritor forense no las paga él con su descrédito, sino que las sufre el cliente cuyo derecho no ha quedado de manifiesto.[...]

Aneja a la claridad ha de ir la virtud de la brevedad. Cierto magistrado viejo, dando consejos a un abogado novel, le decía entre otras cosas: Sé breve, que la brevedad es el manjar preferido de los jueces. Siéndolo, te darán la razón aunque no la tengas y a veces... a pesar de que la tengas.[...]

¿Y la erudición? La erudición es saber muchas cosas.
Pero hay quien no lo entiende así y cree que la erudición consiste en decir "que se sabe". Todos, en mayor o menor grado somos eruditos, porque lo que sabemos se lo debemos a lo que hemos leído. Las lecturas han ido formando nuestra conciencia y nuestro ideario. Lo que hoy, es fruto de lo que hemos leído en treinta o cuarenta años. Pero lo que se reputa erudición es la invocación de doscientos o trescientos autores que, si a mano viene, no conocíamos hasta el instante de citarlos. Lo cual no es erudición sino pedantería. ¿A qué viene envanecerse que uno ha leído diez autores franceses, veinte italianos y treinta alemanes?. Lo que importa es el sedimento que esas lecturas han dejado en nuestro ánimo. Y eso dará su fruto en nuestras ideas y en nuestra conducta sin necesidad de que presumamos de sabihondos y omniscientes.[...]

Y, es claro, al no leer viene el atasco intelectual, la atrofia del gusto, la rutina para discurrir y escribir, los tópicos, los envilecimientos del lenguaje... Efectivamente, cuando se llega a ese abandono, apenas hay diferencia entre un abogado y un picapedrero; y la poca es a favor del picapedrero.

Se argüirá: "leer es caro y no todos los abogados ganan bastante para permitírselo". Lo niego. Es inasequible para los bolsillos modernos formar una gran biblioteca; a nadie se le puede exigir tenerla, pero es fácil para todoel mundo reputar los libros como artículos de primera necesidad y dedicar a su adquisición un cinco o un cuatro o un tres por ciento de lo que se gane, aunque para ello sea preciso privarse de otras cosas. Más costoso es para los médicos crear, entretener y reponer el arsenal mínimo de aparatos que la ciencia exige hoy para el reconocimiento y para la intervención quirúrgica, así como elementos de higiene, desinfección, asepsia, etc.; y a ningún médico le faltan ni se lo toleraría el público.[...]

Se puede vivir sin mover los brazos ni las piernas, pero a los pocos años de tan singular sistema los músculos estarán atrofiados y el hombre será un guiñapo. Pues lo mismo ocurre en el orden mental. La falta de lectura que excite la imaginación, amplíe el horizonte ideal y mantenga viva la renovada flexiblidad de lenguaje, acaba por dejar al Abogado muerto en sus partes más nobles, y le reduce a una ley de Enjuiciamiento con figura humana, a un curialete con título academico".


Ángel Ossorio, El Alma de la Toga, Ediciones Praxis, Lima, 1998, págs 139, 142, 143, 148, 173, 175

La negrita es mía.


sábado, 28 de julio de 2012

El Crimen y las Novelas Policíacas

Los personajes hablan de un crimen en la localidad:

«[...] Todo aquello fue muy comentado en la tasca.

-¿Encuentra usted una razón científica para un acto semejante? -preguntaban a Mouraille.

-El oficio de asesino -decía éste- es el último de los oficios y, ciertamente el mas estúpido. [...]

-A su juicio, ¿los asesinos son responsables?

-Patológicamente hablando así lo creo. Hablo del crimen premeditado como el presente.
Vean, ustedes, el crimen perfecto no es realizable y, si lo fuere excepcionalmente, sería por causas ajenas a la voluntad del asesino y a sus previsiones. ¿Leen ustedes novelas policíacas?

-A veces -respondió Armand Jolibois.

-El autor, un intelectual que puede combinar a placer el tema de su obra, posee una técnica muy superior a la del asesino primario, el cual no puede haber analizado todas las probabilidades de su crimen. ¿Están todos conformes?

-Sí, sin ninguna duda.

-Entonces lean con atención algunas novelas policíacas. Descubrirán en ellas el fallo, el lugar donde el narrador hace trampa para hacer realizable y misterioso el crimen. Se lo repito: el criminal está virtualmente cogido de antemano. Actúa no obstante, como si no lo supiera. Con ello prueba que es un débil mental[...]»


Gabriel Chevallier, Clochemerle Babilonia, Plaza & Janés, 1979, págs. 169-170, Colección El Arca de Papel nº 146

Las negritas son mías.


viernes, 27 de julio de 2012

La Ley Seca en Estados Unidos

La Ley Seca (1919-1933)

Esa ley durante esos años prohibíó la fabricación, distribución y consumo de bebidas alcohólicas.

Leamos sobre el comportamiento de alguno con respecto a ella:

«[...] Así pues no debe sorprender que cuando Guido Sella decidió vender licor, no tuviese la menor idea de que hacía algo moralmente mal. Para él la prohibición era una farsa, una superchería inexplicable. Su actitud respecto de la ley nueva fue parecida a la de Mark Twain al respecto de una nueva medida, que en cierto momento estaba pendiente en la legislatura de Iowa y él describió como "una ley muy sana... que prohibía fabricar, exportar, importar, comprar, vender, tomar en préstamo, dar en préstamo, robar, beber, oler, o poseer, por conquista, herencia, intención, accidente o de cualquier otra manera, todas y cada una de las bebidas deletéreas conocidas por la raza humana, excepto el agua". Como italiano, Sella, carecía de código moral que le permitiese ver la prohibición bajo ninguna otra luz; y como ciudadano, no tenía la sagacidad ni la previsión necesarias para percibir sus trágicas insinuaciones y su efecto desmoralizador latente sobre el país.
Por lo tanto, inició su nueva empresa con toda inocencia. Deliberadamente, no se hubiese convertido en destilador clandestino de haber comprendido que negociar en licores le acarrearía la degradacion moral [...]»


Angello M Pellegrini, Siete Vidas, Plaza & Janés, 1963, pág. 121, Colección Alboreal nº 21

Las cursivas son mías.