Dos de cada cinco niños son tímidos, y las huellas que esto les deja pueden durar toda la vida. Sin embargo, usted puede hacer muchas cosas al respecto…
Por Edwin Kiester y Sally Valente Kiester
Ellen Steiner aún se estremece al recordar la timidez que la caracterizó en su infancia, y que en la adolescencia le paralizaba la lengua cuando se hallaba ante un muchacho. Recién egresada de la escuela de enseñanza media superior, se casó con su primer novio porque así no tendría que salir de casa y enfrentarse al mundo. Terminó divorciándose. Años después contrajo nuevas nupcias, y poco a poco fue saliendo de su capullo. Con el apoyo de su segundo esposo, inició la carrera de terapeuta. Así y todo, todavía resiente las cicatrices de la timidez.
Según el psicólogo Philip Zimbardo, autor de Shymes: What It Is, What To Do About It (La Timidez: Qué Es y Qué Puede Hacerse Para vencerla”) y pionero en la investigación de esta problemática, muchos adultos que se consideran tímidos pueden hallar el origen de ello en su infancia. Es una condición que prevalece la vida entera si los padres no ayudan a sus hijos.
Los estudios de Zimbardo indican que a menudos los niños tímidos obtienen bajas calificaciones, y que no participan en actividades ajenas a la escuela ni en el intercambio de experiencias que normalmente se da entre los niños. Estos chicos pueden pasar su adolescencia en total aislamiento. Muchas personas apocadas no contraen matrimonio, o lo hacen tardíamente; otras como Ellen Steiner se casan demasiado pronto.
Con frecuencia las personas tímidas perciben ingresos relativamente escasos y ocupan puestos de trabajo que no implican mucha responsabilidad. Aun aquellas que poseen habilidades tropiezan con obstáculos en la vida profesional a causa de su dificultad para tratar con la gente. Y en algunos casos echan mano del alcohol y de la droga como mecanismos de defensa. Esto lo afirma Jonathan Cheek, profesor de psicología y autor de Conquering Shyness (“Superación de la Timidez”).
Algunas de estas personas son tan introvertidas que necesitan ayuda profesional. En la mayoría de los casos, empero, el problema se resuelve con la intervención responsable de los padres. He aquí lo que recomiendan los expertos:
Observe y Escuche. Cierta vez, mientras visitaba una escuela primaria, le comentaron a Zimbardo que allí había uno o dos niños tímidos. Sin embargo, el psicólogo halló más.
Varios estudios indican que dos de cada cinco lo son. Los padres y los maestros no suelen percatarse de ello.
Estos chicos ocultan su cortedad manteniéndose al margen de las discusiones escolares y de los juegos, además, ríen sólo cuando los demás lo hacen. “Quisieran confundirse con el estampado del papel tapiz”, comenta Zimbardo.
A veces, los niños cortos aparentan todo lo contrario. Se sorprendería usted si supiera que muchos de los niños más traviesos de la escuela –y también muchos delos adultos enérgicos y jactanciosos– en el fondo son apocados, según Zimbardo. Un pequeñín se pasaba el día paliqueando en el jardín de niños, y cuando no charlaba era porque estaba golpeando a sus compañeritos. Años después, siendo ya adolescente aquel niño, sus padres comprendieron que el muchacho era tímido y que su agresividad era una máscara.
No Estigmatice. Decir “Mi hijo es tímido”, o “Fulano es el apocado de la familia”, puede resultar contraproducente. Los amigos lo tratarían de una manera diferente y así le confirmarían la sensación de que algo anda mal con su personalidad.
Una alumna del profesor Cheek recuerda que, cuando tenía siete años de edad, su madre le decía que era demasiado rechoncha para vestirse con prendas de ciertos estilos. En la actualidad está mucho más delgada y, sin embargo, sigue sintiéndose insegura de su apariencia.
Merlin Olsen, jugador profesional de fútbol americano y comentarista deportivo, no quería practicar en la escuela el deporte en el cual años después destacaría tanto, porque en la primaria sus compañeros lo habían tildado de torpe. Hasta los más pequeños lo molestaban.
Sus padres lo instaron a rechazar el estigma y a defender su dignidad. Un día, Merlin no soportó más y persiguió a uno de sus hostigadores. Para sorpresa de ambos, le dio alcance. “Entonces no supe qué hacer”, recuerda, “y no se me ocurrió otra cosa que sentarme encima de él” A raíz de eso ya no lo mortificaron tanto y su inseguridad se corrigió en gran medida.
Sea Comprensivo, No Crítico. El niño tímido es objeto de constantes críticas, si no de los demás, de su fuero interno. “Nadie juzga a estas personas con más severidad que ellas mismas”, observa Cheek. Cuando sus relaciones sociales fallan, lo atribuyen a alguna falla suya, agrega la psicóloga Lynne Henderson.
De ahí la importancia de alentar a los hijos. Una madre le preguntó a su niña de nueve años qué sentía por ser tímida, y obtuvo esta respuesta: “Es como si me hubieran hechizado; como si estuviera congelada”. Refiriéndose a la manera como sus padres podría prestarle ayuda, la pequeña pidió: “Díganme que están seguros de que puedo lograr lo que voy a hacer”. Y dice que cuando una persona mayor la estimula, “es como si llegara un príncipe a romper el hechizo”.
Sea Equitativo. A veces hay niños extrovertidos que sobresalen en las conversaciones y actividades familiares, mientras que otros son todo lo contrario. Para compensar este desequilibrio, cierta familia en la que hay tres chicos practica un juego de mesa llamado “Buenas Noticias”. Cada cual, tanto los padres como los hijos, habla de algo bueno que le haya ocurrido durante el día, mientras los demás escuchan y comentan. No se admiten quejas de unos respecto a los otros Todos tienen la oportunidad de expresarse y de ser escuchados. Así, el pequeño que era tímido participa aho ra plenamente.
Fomente la Autoestima de su Hijo. Los niños inseguros suelen valorarse poco y necesitan casi siempre ayuda especial para afrontar los rechazos. A estos chicos les sirve de mucho que sus padres hablen con entusiasmo de sus cualidades.
Una mujer estaba preocupada por su hija de 12 años, que se resistía a tratar con chicos de su edad y sólo contaba con unas cuantas amigas. Sin embargo, era de natural amable, trataba con especial cariño a los niños más pequeños, y era una excelente estudiante.
La madre sacó partido de las cualidades de su hija consiguiendo que cuidar al niño de un vecino. Al poco tiempo, la muchacha empezó a ayudar a otros chicos en sus estudios. El éxito y el respeto que se ganó entre ellos afirmaron su orgullo y su confianza en sí misma.
Solicite Ayuda. La escuela es casi siempre el lugar donde comienza a manifestarse la timidez, y el mejor lugar, por lo mismo, para corregirla. Ahora bien, los maestros se encuentran a veces muy ocupados con los alumnos que se portan mal, y no prestan atención a los que permanecen en la sombra. De todos modos, usted debe obtener la ayuda del profesor para conseguir que su hijo salga de su concha.
No se trata de llamar la atención de la clase hacia la timidez de la criatura. Mejor pídale al maestro que propicie su participación. Infórmele de los temas que a su hijo le interesan más y sobre los cuales conviene preguntarle. Sugiérale que preste especial atención a los trabajos escritos, en los cuales la timidez no influye.
El psicólogo Tom Quinn recuerda a una maestra que tuvo de niño, la cual notó su timidez y supo explotar sus cualidades. Al principio, ella le hacía preguntas sólo cuando estaba segura de que sabía la respuesta y, por tanto, no se cohibiría ante el grupo. Poco a poco fue alentándolo a correr riesgos y a responder más espontáneamente. “¡Le agradezco a Dios que haya puesto en mi camino a la señora Brockman!”, exclama él.
Aproveche la Ventaja de Estar en Casa. Haga que los compañeros de juegos de su hijo vayan a su casa, en vez de mandarlo a él a las casas de ellos. Procure que él conteste el teléfono y tome recados, pues así tratará con extraños sin tener que mirarlos a los ojos.
Anímelo a tratar a otros chicos de menor edad, los cuales posiblemente lo vean como líder a pesar su timidez. O bien, como recomienda Lynn Henderson, “consiga una mamá gallina”; es decir, un niño de buen carácter y no demasiado impetuoso, que proteja al suyo.
Realice Ensayos. Una queja que los adolescentes retraídos expresan es: “¡No sé de qué hablar!” Ayude a su hijo a romper el hielo ensayando formas de desenvolverse en distintas situaciones sociales. Escríbale algunas “frases introductorias”; redáctele incluso un “guión”. Anímelo a practicar frente a un espejo y a mirar a la “otra persona” a los ojos.
Con objeto de que se sobrepusieran a la cortedad, Zimbardo encargó a algunos de sus estudiantes que realizaran una encuesta telefónica. “Una vez que se les asignaba un papel que representar, se olvidaban de su timidez”, dice.
Haga que participen en Actividades No Escolares. Los clubes y las organizaciones afines a los intereses de los muchachos sirven para sacarlos de su retraimiento, pues entre sus miembros se establecen vínculos. Lo mismo da que elija usted una actividad artística, artesanal o deportiva. Cerciórese, eso sí, de que todos participen y que no se haga a un lado a los tímidos.
Tenga Paciencia. Contrarrestar la inseguridad del niño requiere paciencia para comprender, paciencia para apoyar y paciencia para no exigir resultados grandiosos; pero los adultos que han dejado atrás su timidez se cuentan por millones. Con la ayuda de padres amorosos, los niños que ahora se sienten atados por la timidez pueden liberarse, y así disfrutar plenamente de los dones de la vida.
Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CIV, Número 624, Año 52, Noviembre de 1992, págs 114-118, Reader’s Digest Latinoamérica, Coral Gables, Florida, Estados Unidos,
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