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viernes, 20 de junio de 2025

La Fuerza de la Palabra

El intruso era peligroso, pero el joven estadounidense estaba dispuesto, y aun ansioso, para el combate.
Entonces, un sabio anciano les dio una lección inolvidable.

 

Por Terry Dobson

EL TREN rechinaba y traqueteaba al atravesar los suburbios de Tokio esa soñolienta tarde de primavera. Nuestro vagón estaba relativamente vacío: unas cuantas amas de casa con sus hijos, algunas personas mayores que habían salido de compras. Yo contemplaba con aire ausente las deslustradas casas y las polvorosas hileras de arbustos.

En una estación se abrieron las puertas, y de pronto un hombre que profería maldiciones violentas e ininteligibles rompió la quietud de la tarde. El individuo se precipitó al interior de nuestro carro. Vestía como obrero; era fuerte y estaba borracho y sucio. Vociferando, se abalanzó sobre una mujer que sostenía a su niño, y la envió tambaleante sobre los regazos de una pareja de ancianos. Fue un milagro que el pequeño saliera ileso.

Aterrada, la pareja se puso de pie como accionada por un resorte y se escabulló hasta el otro extremo del carro. El individuo intentó patear por detrás a la anciana, pero ella se escurrió con rapidez a un lugar más seguro. Esto enfureció de tal manera al borracho que se asió del poste de metal en el centro del carro y trató de zafarlo de su lugar. Pude ver que una de sus manos estaba cortada y sangrante. El tren seguía su camino con los pasajeros helados de terror. Yo me levanté de mi asiento.

Era joven entonces, hace alrededor de 20 años, y tenía muy buena condición física. En los tres años anteriores había recibido un sólido entrenamiento de aikido, casi todos los días durante ocho horas. Me gustaba arremeter y luchar cuerpo a cuerpo, y me creía muy fuerte. La única dificultad era que mis aptitudes marciales nunca habían sido puestas a prueba en un combate real. Como estudiantes de aikido, no se nos permitía pelear.

“El aikido”, nos repetía una y otra vez nuestro profesor, “es el arte de la reconciliación. Cualquiera que abrigue en su mente la idea de pelear ha roto su contacto con el universo. Si ustedes intentan dominar a otras personas, ya están derrotados de antemano. Nosotros estudiamos para resolver un conflicto, no para iniciarlo”*.
Yo escuchaba sus palabras y hacía esfuerzos sinceros por seguir sus orientaciones, llegando al extremo de cruzar la calle para evitar a los chimpira, vagos malvivientes del billar, quienes se apostaban cerca de las estaciones ferroviarias. Estaba orgulloso de mis antepasados. Me sentía fuerte y sagrado. Sin embargo, en lo más íntimo de mi ser, deseaba una oportunidad completamente legítima de salvar a los inocentes, destruyendo a los culpables.

¡Aquí la tengo!, me dije al levantarme. Estas personas están en peligro, y si no procedo con rapidez, posiblemente alguien resulte lesionado.

Al ver que me levantaba, el borracho vio la oportunidad de enfocar su ira. “¡Ajá!”, gritó. “¡Un extranjero! ¡Lo que usted necesita es que le dé una lección de modales japoneses!”

Me cogí levemente a la correa de cuero que se encontraba arriba del asiento y le arrojé una lenta mirada de disgusto y desprecio. Había decidido hacer pedazos al tipo, pero tenía que ser él quien hiciera el primer movimiento. Deseaba sacarlo de sus casillas, así que curvé mis labios y le arrojé un beso insolente.

“¡Muy bien! ¡Tendrás tu merecido”, dijo. Se centró un momento en sí mismo para arrojarse sobre mí.

Un segundo antes de que hiciera el primer movimiento, alguien le gritó: “¡Hey!” El sonido de la voz nos llegó al tímpano. Recuerdo el tono extrañamente alegre y regocijado, como si el lector y un amigo hubieran estado buscando algo con diligencia y de repente lo hubieran encontrado. “¡Hey!”

Giré a mi izquierda y el borracho a su derecha. Nuestra mirada tuvo que descender para localizar a un pequeño anciano japonés. En mi opinión este frágil caballero, sentado allí con su quimono inmaculado, frisaba bien los 70 años de edad. Él ni siquiera se fijó en mí, sino que dedicó su atención al trabajador, como si hubieran tenido entre los dos el secreto más importante que compartir.
—Venga acá —dijo el anciano con un acento local, llamando a su lado al borracho—. Venga acá para que hablemos.

Ondeó la mano con suavidad. El hombrón lo obedeció, como si en ella llevara una cuerda. Plantó sus pies con aire beligerante frente al anciano, y gritó con una voz que opacó el ruido del traquetear de las ruedas:
—¿Por qué diablos tengo que hablar con usted?

El borracho me daba ahora la espalda. Si movía un milímetro algún codo, caería sobre el tipo a golpes. 

El anciano continuó dirigiéndose al ebrio: 
—¿Qué es lo que ha estado bebiendo? —le preguntó con interés.
—He estado bebiendo sake —replicó con acritud el individuo—, y además, ¡no le importa!
—¡Oh, eso es magnífico!, ¡completamente delicioso!  Verá usted, a mí también me encanta el sake. Todas las tardes, mi esposa y yo (ella tiene 76 años) calentamos una botellita de sake y la llevamos al jardín, adonde nos sentamos en una vieja banca de madera. Contemplamos la puesta del Sol y vemos cómo se encuentra nuestro árbol placaminero. Mi bisabuelo lo plantó y estamos preocupados por saber si se salvará de las tormentas de nieve que azotaron durante el último invierno. Creemos que está reaccionando bien, teniendo en cuenta la mala calidad del suelo.  Nos produce mucha satisfacción sacar nuestra botella al jardín y disfrutar de la tarde, ¡aunque llueva!

A medida que hacía esfuerzos para seguir la conversación del anciano, la cara del borracho empezó a suavizarse. Sus puños se aflojaron.
—Sí —replicó el hombre—; a mí también me encantan los árboles placamineros.
Su voz bajó de tono.
—Y bien —dijo el anciano sonriendo—, estoy seguro de que usted tiene una hermosa mujer.
—No, mi esposa murió —de manera suave, acorde al movimiento del tren, el hombrón empezó a  sollozar—. No tengo esposa, ni casa, ni trabajo. Me siento tan avergonzado de mí mismo.
Las lágrimas se escurrieron por sus mejillas. Su cuerpo se convulsionó con un espasmo de dolor.

Ahora me tocaba a mí. Parado ahí, con mi ingenuidad juvenil pura y mi idea de la justicia para hacer más seguro el mundo en la democracia, de pronto, me sentí más sucio que él.

Finalmente el tren llegó a mi parada. Mientras se abrían las puertas, escuché al anciano decir con simpatía:
—Vaya, vaya, de veras se encuentra usted en una situación difícil. Siéntese cerca de mí y cuéntemelo todo.

Volví la cabeza para echar una última ojeada. El hombre se había dejado caer como un fardo en el asiento, reclinando la cabeza en el regazo del anciano, quien le daba golpecitos en la cabeza sucia y enmarañada.
 
Vi cómo se alejaba el tren y me senté en una banca. Lo que había deseado hacer con los músculos se obtuvo con palabras amables. En el suceso yo sólo percibí una ocasión de poner a prueba el aikido en un combate, y la esencia era el amor.
Tendría que practicar el arte con un espíritu diferente.
Pasaría mucho tiempo antes de que pudiera hablar de la solución del conflicto.

 

*El aikido es un arte japonés de defensa personal por medio de llaves, técnica que se parece al judo y al jiujitsu.



© 1981 por Terry Dobson. Condensado de “The Graduate Review” (Marzo y Abril de 1981), de San Francisco (California).


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo LXXXIII, Año 41, N° 497, Abril de 1982, págs. 63-66, Reader’s Digest México, S.A. de C.V., México D.F., México.


Notas

Polvorosa: polvorienta.

Acritud: brusquedad, aspereza, dureza, agresividad, mordacidad, acrimonia, rudeza, etc. Wordreference.com

Sake: Bebida alcohólica obtenida de la fermentación del arroz.


Proverbios 15:1: La respuesta amable calma la ira; la respuesta grosera aumenta el enojo. (Versión Reina-Valera Contemporánea.). 

martes, 29 de junio de 2021

Qué es la "flexibilidad cognitiva" y por qué es clave para el aprendizaje y la creatividad

 Por Barbara Jacquelyn Sahakian, Chrsitelle Langley y Victoria Leong

The Conversation *

 

El coeficiente intelectual (CI) a menudo es aclamado como un motor fundamental del éxito, especialmente en campos como la ciencia, la innovación y la tecnología.

De hecho, muchas personas sienten una fascinación infinita por las puntuaciones de coeficiente intelectual de las personas famosas.

Pero la verdad es que algunos de los mayores logros de nuestra especie se han basado principalmente en cualidades como la creatividad, la imaginación, la curiosidad y la empatía.

Muchos de estos rasgos están incrustados en lo que los científicos llaman "flexibilidad cognitiva", una habilidad que nos permite cambiar entre diferentes conceptos o adaptar el comportamiento para lograr metas en un entorno nuevo o cambiante. 

Básicamente, se trata de aprender a aprender y ser capaz de ser flexible en la forma de aprender. 

Esto incluye el cambio de estrategias para una toma de decisiones óptima.

En nuestra investigación en curso, estamos tratando de averiguar cómo las personas pueden mejorar mejor su flexibilidad cognitiva.

La flexibilidad cognitiva nos brinda la capacidad de ver que lo que estamos haciendo no conduce al éxito y de realizar los cambios adecuados para lograrlo. 

Nos solemos fijar en los coeficientes intelectuales de los genios, pero no lo es todo.

Si normalmente tomas la misma ruta para ir al trabajo, pero ahora hay obras en tu ruta habitual, ¿qué puedes hacer? 

Algunas personas permanecen rígidas y se apegan al plan original, a pesar del retraso. Las personas más flexibles se adaptan al evento inesperado y resuelven problemas para encontrar una solución.

La flexibilidad cognitiva puede haber afectado la forma en que las personas se enfrentaron a los bloqueos pandémicos, que produjeron nuevos desafíos en torno al trabajo y la educación.

A algunos nos resultó más fácil que a otros adaptar nuestras rutinas para realizar muchas actividades desde casa.

Es posible que personas tan flexibles también hayan cambiado estas rutinas de vez en cuando, tratando de encontrar formas mejores y más variadas de realizar su día.

Otros, sin embargo, tuvieron problemas y finalmente se volvieron más rígidos en su pensamiento. Se apegaron a las mismas actividades de rutina, con poca flexibilidad o cambios.

 

Enormes Ventajas 

 

El pensamiento flexible es clave para la creatividad; en otras palabras, la capacidad de pensar en nuevas ideas, hacer nuevas conexiones entre ideas y hacer nuevos inventos.

También apoya las habilidades académicas y laborales, como la resolución de problemas.

Dicho esto, a diferencia de la memoria de trabajo, cuánto puedes recordar en un momento determinado es en gran medida independiente del coeficiente intelectual o "inteligencia cristalizada". 

Por ejemplo, muchos artistas visuales pueden tener una inteligencia media, pero son muy creativos y han producido obras maestras.

Contrariamente a las creencias de muchas personas, la creatividad también es importante en la ciencia y la innovación. 

Por ejemplo, hemos descubierto que los emprendedores que han creado varias empresas son cognitivamente más flexibles que los gerentes de una edad y un coeficiente intelectual similares.

Entonces, ¿la flexibilidad cognitiva hace que las personas sean más inteligentes de una manera que no siempre se captura en las pruebas de CI?

Sabemos que conduce a una mejor "cognición fría", que es un pensamiento no emocional o "racional", a lo largo de la vida.

Por ejemplo, para los niños conduce a una mejor capacidad de lectura y un mejor rendimiento escolar.

También puede ayudar a proteger contra una serie de sesgos, como el sesgo de confirmación.

Esto se debe a que las personas que son cognitivamente flexibles reconocen mejor las posibles fallas en sí mismas y utilizan estrategias para superarlas.

La flexibilidad cognitiva también se asocia con una mayor resistencia a los eventos negativos de la vida, así como con una mejor calidad de vida en las personas mayores.

Incluso puede ser beneficioso en la cognición emocional y social: los estudios han demostrado que la flexibilidad cognitiva tiene un fuerte vínculo con la capacidad de comprender las emociones, los pensamientos y las intenciones de los demás.

 

La Rigidez Cognitiva 

Lo opuesto a la flexibilidad cognitiva es la rigidez cognitiva, que se encuentra en varios trastornos de salud mental, incluido el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno depresivo mayor y el trastorno del espectro autista.

Los estudios de neuroimagen han demostrado que la flexibilidad cognitiva depende de una red de regiones cerebrales frontales y "estriatales".

Las regiones frontales están asociadas con procesos cognitivos superiores como la toma de decisiones y la resolución de problemas. En cambio, las regiones estriatales están vinculadas con la recompensa y la motivación.

Hay varias formas de evaluar objetivamente la flexibilidad cognitiva de las personas, incluida la Prueba de Clasificación de Tarjetas de Wisconsin y el cambio de tarea intra-extra dimensional CANTAB.

 

Impulsando la Flexibilidad 

La buena noticia es que parece que puedes entrenar la flexibilidad cognitiva.

La terapia cognitivo-conductual (TCC), por ejemplo, es una terapia psicológica basada en evidencia que ayuda a las personas a cambiar sus patrones de pensamientos y comportamiento.

Por ejemplo, una persona con depresión que no ha sido contactada por un amigo en una semana puede atribuir esto a que ya no le agrada al amigo.

En TCC, el objetivo es reconstruir su pensamiento para considerar opciones más flexibles, como que el amigo esté ocupado o no pueda contactarlo.

El aprendizaje de estructuras, la capacidad de extraer información sobre la estructura de un entorno complejo y descifrar flujos inicialmente incomprensibles de información sensorial, es otra forma potencial de avanzar.

Sabemos que este tipo de aprendizaje involucra regiones cerebrales frontales y estriatales similares a la flexibilidad cognitiva.

En una colaboración entre la Universidad de Cambridge y la Universidad Tecnológica de Nanyang, actualmente estamos trabajando en un experimento en el "mundo real" para determinar si el aprendizaje estructural puede realmente conducir a una mejor flexibilidad cognitiva.

Los estudios han demostrado los beneficios de entrenar la flexibilidad cognitiva, por ejemplo, en niños con autismo.

Después de entrenar la flexibilidad cognitiva, los niños mostraron no solo un mejor desempeño en las tareas cognitivas, sino también una mejor interacción social y comunicación.

Además, se ha demostrado que el entrenamiento de la flexibilidad cognitiva es beneficioso para los niños sin autismo y para los adultos mayores.

A medida que salgamos de la pandemia, necesitaremos asegurarnos de que, al enseñar y capacitar nuevas habilidades, las personas también aprendan a ser cognitivamente flexibles en su pensamiento.

Esto les proporcionará una mayor resiliencia y bienestar en el futuro.

La flexibilidad cognitiva es esencial para que la sociedad prospere. Puede ayudar a maximizar el potencial de las personas para crear ideas innovadoras e invenciones creativas.

En última instancia, son esas cualidades las que necesitamos para resolver los grandes desafíos de hoy, incluido el calentamiento global, la preservación del mundo natural, la energía limpia y sostenible y la seguridad alimentaria.

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*Barbara Jacquelyn Sahakian es profesora de neuropsicología clínica de la Universidad de Cambridge, Christelle Langley es investigadora asociada de neurociencia cognitiva de la Universidad de Cambridge y Victoria Leong es profesora afiliada de psicología de la Universidad de Cambridge.

 

FuenteFlexibilidad Cognitiva