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jueves, 14 de agosto de 2025

Por qué la compra de Alaska a Rusia por parte de Estados Unidos fue uno de los más grandes negocios de la historia

 

Pintura que muestra la firma del tratado entre EE.UU. y Rusia para la compra de Alaska.

 

Waleed Badran
Servicio Mundial de la BBC

Maria Zaccaro
Servicio Mundial de la BBC

 

La cumbre del viernes en Alaska entre Estados Unidos y Rusia para debatir el fin de la guerra en Ucrania es posiblemente uno de los acontecimientos diplomáticos más significativos de los últimos años.

Y la ubicación de la reunión tiene una relevancia histórica.

Los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin se reunirán en territorio estadounidense en Anchorage, la ciudad más grande de Alaska.

Si la reunión hubiera tenido lugar en el mismo lugar hace unos 150 años, habría sido en territorio ruso.

Esto se debe a que Alaska, que ahora es el estado más grande de EE.UU. -aproximadamente una quinta parte de la superficie total del país-, perteneció a Rusia en el pasado.

El entonces secretario de Estado de EE.UU., William Seward, negoció la compra de Alaska. 

 

Una ubicación "bastante lógica"

Ubicada en el extremo noroeste de América del Norte, Alaska está separada de Rusia por el estrecho de Bering, que mide poco más de 80 kilómetros en su punto más angosto.

Cuando Trump anunció que la cumbre se celebraría en Alaska, el asistente presidencial ruso Yuri Ushakov dijo que parecía "bastante lógico" que la delegación rusa "simplemente sobrevolara el estrecho de Bering y que una cumbre tan importante y esperada de los líderes de ambos países se celebre en Alaska".

Sin embargo, los vínculos históricos entre Rusia y Alaska se remontan a principios del siglo XVIII, cuando supuestamente los indígenas de Siberia hablaron por primera vez de una vasta tierra ubicada al este.

 

Una expedición liderada por el navegante danés Vitus Bering descubrió que las nuevas tierras no estaban conectadas con el continente ruso. Pero debido a la densa niebla, la expedición fracasó.

En 1741, otra expedición, también liderada por Bering, sí tuvo éxito y se enviaron hombres a esas tierras.

Posteriormente se realizaron varias expediciones comerciales, y cuando llevaron pieles de nutria marina a Rusia se abrió la puerta a un lucrativo comercio de pieles entre Europa, Asia y la costa del Pacífico de Norteamérica.

Sin embargo, en el siglo XIX, los comerciantes de pieles británicos y estadounidenses se convirtieron en feroces competidores de los rusos.

Si bien la amarga rivalidad se resolvió en 1824, cuando Rusia firmó tratados separados con EE.UU. y Gran Bretaña, la casi extinción de las nutrias marinas y las consecuencias políticas de la Guerra de Crimea (1853-1856) hicieron que Rusia estuviera dispuesta a vender Alaska a EE.UU.

 

Una "locura"

William Seward, el entonces secretario de Estado de EE.UU., lideró las negociaciones para la compra de tierras y logró un tratado con el zar ruso Alexander II.

Tras una gran oposición, el Congreso de EE.UU. aprobó la oferta formal de Seward de US$7,2 millones, y el 18 de octubre de 1867 se izó la bandera estadounidense en Sitka, la entonces capital de Alaska.

Inicialmente, la compra de Alaska fue calificada como la "locura de Seward" por los críticos, convencidos de que el territorio era una inmensidad desolada que no tenía mayor utilidad económica.

Ajustados a la inflación, los US$7,2 millones pagados por EE.UU. equivaldrían a poco más de US$150 millones actuales, un precio notablemente bajo para el que hoy es el estado más grande de EE.UU.

La compra de Alaska añadió más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados al país, o cerca de 151 millones de hectáreas de tierra.

Pero por supuesto, Alaska es mucho más que simple tierra. Es también un enorme depósito de recursos naturales. No habían pasado dos décadas de la compra de Alaska por Washington cuando estalló una fiebre del oro.

Y a mediados del siglo XX, las petroleras encontraron enormes yacimientos en el norte del estado, que desde entonces han venido siendo explotados de manera intensiva. Es tal la riqueza petrolera de Alaska que el gobierno regala todos los años a los habitantes del estado, por el solo hecho de vivir allí, una bonificación que puede llegar a miles de dólares.

La iniciativa de Seward resultó gratificante y, en 1959, Alaska se convirtió oficialmente en el 49.º estado de EE.UU.

Alaska es hoy una poderosa economía con casi 750.000 habitantes y un PIB de US$70.000 millones anuales. Dicho de otra manera, cada año produce más de 400 veces lo que Rusia obtuvo en total al vender el territorio en el siglo XIX.

 
Alaska es fuente de petróleo y gas natural.
 
 
Poder militar

Detrás de la venta de Rusia hubo un interés estratégico y militar.

Se dice que una de las razones por las que el zar vendió Alaska es que temía que Gran Bretaña, en ese entonces la gran superpotencia mundial y la nación que controlaba el oeste de Canadá, pudiese tener designios expansionistas sobre Rusia que harían de Alaska una presa atractiva.

No podía saber el zar entonces que casi un siglo más tarde, en 1945, al comenzar la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Alaska se convertiría en un invaluable puesto de avanzada militar que pondría a las tropas, radares y aviones estadounidenses a las puertas del territorio ruso.

Por lo que la venta de Alaska por Rusia en 1867 parece ser, vista con los lentes de la modernidad, un error comercial y estratégico calamitoso de parte del zar.

Alaska, una fuente importante de recursos ambientales, cuenta hoy con más de 12.000 ríos y una gran cantidad de lagos.

Su capital, Juneau, es la única capital estadounidense a la que solo se puede llegar en barco o avión. El lago Hood, en Anchorage, es una de las bases de hidroaviones más concurridas del mundo, con unos 200 vuelos diarios.

Trump y Putin se reunirán en la base conjunta Elmendorf-Richardson, la mayor instalación militar del estado. Con 25.900 hectáreas, es un punto clave de preparación militar en el Ártico para EE.UU.

Esta no es la primera vez que Alaska protagoniza un evento diplomático estadounidense. En marzo de 2021, el nuevo equipo diplomático y de seguridad nacional de Joe Biden se reunió con sus homólogos chinos en Anchorage.

No se han revelado detalles oficiales de la cumbre, pero la Casa Blanca afirmó que las conversaciones en Alaska serían un "ejercicio de escucha" para Trump y le darían al presidente estadounidense "la mejor indicación sobre cómo poner fin a esta guerra".

 

Fuente: Compra de Alaska a Rusia por parte de Estados Unidos 

sábado, 10 de mayo de 2025

5 inventores que murieron por sus propias creaciones

 

Así como Dédalo que perdió a su hijo Ícaro en la mitología griega, varios han sido víctimas de sus propios inventos.

 

BBC News Mundo
Redacción

 

No todos los inventores corren con la misma suerte.

Algunos se hacen famosos por sus creaciones y hay hasta quienes pasan a la historia como un nombre que todo el mundo asocia a su producto.

Desde el código Morse de Samuel Morse y la pasteurización de Louis Pasteur, hasta el jacuzzi de Candido Jacuzzi y el cubo de Rubik de Ernő Rubik, pasando por cosas más macabras como el fusil Kaláshnikov AK-47 de Mijail Kaláshnikov, más melodiosas como el saxofón de Adolphe Sax y más sabrosas como el sandwich del IV conde de Sandwich...

La lista es larga.

Pero también larga es la de innovadores cuyos nombres pocos recuerdan, aunque sus inventos se usen cotidianamente, como Robert Yates, a quien le debemos el abrelatas, Margaret Knight, que creó la bolsa de papel con fondo plano, o Garrett Augustus Morgan Sr., el afroamericano que inventó el semáforo.

 Y luego están aquellos cuya muerte estuvo estrechamente vinculada con sus propias creaciones.

He aquí 5 de ellos. 

 

Caídos del cielo

Lograr volar como los pájaros ha sido un antiguo sueño compartido.

E imaginado: en la mitología griega, Dédalo lo hizo para escapar de su propia creación, el laberinto de Creta, con unas alas de plumas y cera de fabricación propia que ajustó a su espalda y la de su hijo Ícaro.

Pero así como Ícaro, otros a lo largo de la historia cayeron de las alturas, aunque no precisamente por "volar demasiado cerca del Sol".

Incluso cuando ya había en qué volar y lo que se quería era más bien flotar para amortiguar las caídas del cielo, la fuerza de la gravedad siguió cobrando víctimas.

Una de ellas fue el acuarelista británico Robert Cocking, recordado no por sus obras de arte, sino por morir en el primer accidente de paracaídismo de la historia.

Estas dos litografías en color muestran el ascenso del globo y el fatal descenso en paracaídas de Robert Cocking (1776–1837).

En 1785, el célebre inventor francés Jean-Pierre Blanchard había realizado el primer salto en paracaídas moderno.

Medio siglo, y otros paracaídas, después, Cocking pensó que podía mejorar el diseño de esos artilugios, y pasó años desarrollando uno hasta que llegó la hora de mostrarlo.

El 24 de julio de 1834, despegó a bordo de su creación y se elevó hacia el cielo londinense colgado del famoso globo Royal Nassau.

Al llegar a la zona de aterrizaje en Greenwich, había ascendido unos 1.500 metros, y el Sol ya se estaba poniendo: tenía que soltarse del globo. Era ahora o nunca.

Lo hizo y por un momento todo parecía bien, aunque iba demasiado rápido. Pero de repente, la tela del paracaídas se volteó, empezó a romperse y luego se separó por completo de la cesta.

Cocking murió en el impacto. Había olvidado tener en cuenta el peso del paracaídas en sus cálculos.

Unos 80 años más tarde, un sastre francés corrió con la misma suerte.

Franz Reichelt mostrando el paracaídas que diseñó.

La caída de Franz Reichelt fue igual de espectacular, solo que en su caso la ilustraron no solo por dibujantes sino también fotógrafos y todo un equipo de filmación.

El sastre quería diseñar un traje para pilotos que se expandiera en un paracaídas en caso de que necesitaran eyectarse del avión.

Sus primeros diseños con alas plegables hechas de seda resultaron prometedores en pruebas con maniquíes lanzados desde su edifició en París.

Pero no eran fácilmente portátiles así que modificó el diseño y, cuando estuvo listo, buscó un lugar de lanzamiento más alto, para que los maniquíes ganarán suficiente velocidad y así su paracaídas se desplegara correctamente y frenara la caída.

El primer piso de la Torre Eiffel, que estaba a 57 metros del suelo, era ideal.

Obtuvo permiso para una prueba, y convocó a la prensa para el 4 de febrero de 1912.

Ese día hizo un anuncio sorpresa: no tiraría un maniquí, se lanzaría él mismo.

A pesar de que la policía le advirtió que no tenía permiso para un salto en vivo, y de que sus amigos intentaron disuadirlo, se subió a la torre y, con el traje parcialmente desplegado, saltó.

El paracaídas nunca se abrió por completo y Reichelt murió frente a una multitud de espectadores.

 

Contra viento y marea

Una silla de aspecto cómodo que, cuando alguien se sentaba en ella, cerraba sus brazos alrededor del ocupante. Un carrito de té con golosinas que flotaba mágicamente desde el techo...

Dos de las muchas atracciones que sorprendían a los visitantes en la residencia de Henry y Jane Winstanley, conocida como la Casa de las Maravillas de Essex, Inglaterra.

Eran obra del pintor y grabador Winstanley, a quien le fascinaban los artilugios mecánicos e hidráulicos.

En la década de 1690, abrió un teatro acuático matemático en Londres, repleto de atracciones extravagantes e ingeniosas de confección propia.

Su popularidad le permitió invertir en barcos.

 
La primera versión del faro de Winstanley, que era, como la segunda, colorido y adornado.
 
Cuando dos de ellos naufragaron en las rocas de Eddystone frente a la costa sudoeste de Inglaterra, Henry Winstanley se enteró de que esa zona era famosa por causar naufragios y costarle la vida a muchos marineros durante siglos.

Tenía que hacer algo.

Diseñó planes para construir un faro en las rocas y los llevó al Almirantazgo, pero le costó convencer a las autoridades: nunca se había construído un faro en alta mar y menos sobre unas rocas que el agua cubría en marea alta.

Las obras comenzaron en 1696, pero Winstanley fue secuestrado por piratas franceses. Volvió a su labor apenas lo liberaron, y en 1698 prendió las 60 velas de la torre de 27 metros.

Cuando observó que crujía con vientos fuertes y no se veía si las olas eran muy grandes, rediseñó la estructura, reforzó las paredes y aumentó su altura a 40 metros.

Satisfecho con la seguridad de su invento, el primer faro en alta mar de la historia, Winstanley declaró que pasaría feliz una noche allí durante la "mayor tormenta que jamás haya habido".

Dicho y hecho.

Más alto y fuerte, para advertirle a los barcos del peligro. 

En 1703 se desató la tormenta más feroz jamás registrada en las Islas Británicas, con vientos que alcanzaron los 190 kilómetros por hora, matando tanto en el mar como en tierra a unas 15.000 personas.

Winstanley esperó con impaciencia la oportunidad de ir a ver si su faro había superado tal prueba, y el 27 de noviembre los vientos amainaron lo suficiente como para hacerlo.

Encantado de encontrarlo en pie, les dijo a sus acompañantes que pasaría la noche ahí y que volverían a buscarlo por la mañana. Nunca más lo vieron.

Esa noche, los vientos soplaron aún más fuerte, llevándose todo rastro del faro y su creador, como relata The ministry of history.

Pero su obra no había sido en vano.

Durante los 5 años que funcionó, no se registraron naufragios en la zona, una hazaña fenomenal en un lugar tan peligroso.

Es por eso que hasta el día de hoy hay un faro en las rocas de Eddystone.

 

Rayos y centellas

En la década de 1740, los fenómenos eléctricos despertaron el interés de muchos los científicos, especialmente tras la invención accidental de la botella de Leyden en 1745.

El físico ruso de origen alemán del Báltico Georg Wilhelm Richmann, quien realizó trabajos pioneros sobre electricidad, fue uno de esos entusiastas.

Cuando en 1752, Benjamin Franklin afirmó que el rayo era un fenómeno eléctrico, y que un experimento podría demostrarlo, Richmann quiso hacerlo, para poder medir la fuerza de la electricidad atmosférica con un electrómetro que había inventado.

Instaló una varilla de hierro en su casa conectada a un cable en el techo, con su electrómetro montado en la varilla, explica un artículo de Linda Hall Library

Ilustración de De Les Merveilles de la Science, publicado en 1870, de la muerte de Richmann.

El 6 de agosto de 1753, se desató una tormenta y Richmann se apresuró a regresar a casa desde la Academia Rusa de Ciencias, llevándose consigo al grabador de la Academia, quien fue testigo de lo que ocurrió.

Richmann tenía la vista puesta en su electrómetro cuando el grabador vio una pequeña bola de relámpago saltar de la barra a la frente de Richmann, enviándolo al suelo.

Luego, hubo una explosión y las llamas se empezaron a esparcir.

Richmann fue la primera víctima fatal de una investigación eléctrica.

"No todo electricista puede morir de manera tan gloriosa como el justamente envidiado Richmann", escribiría en 1767 el científico británico Joseph Priestley.

 

A patadas

El siglo XIX vio el principio de una era de enormes imperios editoriales, y para suplir la demanda hubo que superar las limitaciones de las rotativas eléctricas existentes.

Y, en la década de 1860, el estadounidense William Bullock ayudó a revolucionar la industria de la impresión. Inventó la imprenta rotativa de bobina, que resolvió varios de los problemas técnicos más importantes.

Su prensa permitió que grandes rollos de papel continuos fueran alimentados automáticamente a través de rodillos, eliminando así el laborioso sistema de alimentación manual de las prensas que habían anteriormente.

Además la prensa se ajustaba automáticamente, imprimía por ambos lados, doblaba el papel y las hojas eran cortadas, precisa y velozmente.

Pero en abril de 1867, cuando estaba haciendo ajustes a una de sus nuevas prensas que se estaban instalando para el periódico Philadelphia Public Ledger, una correa de transmisión se salió de la polea.

En vez de apagar la rotativa, William Bullock hizo honor a esa consagrada tradición de pegarle una patada a una máquina para que funcione.

Su pierna se enredó en el mecanismo y, aunque lograron atenderlo, desarrolló gangrena y murió durante una operación para amputarle la pierna.

En 1964 fue honrado con una placa que dice: "Su invención de la prensa rotativa (1863) hizo posible el periódico moderno".

 

 Fuente: 5 Inventores

 

 

sábado, 22 de junio de 2024

Un Día como Hoy en un Libro

1940

Francia
El período de la posguerra contempló una sucesión incesante de gobiernos, complicidades y corrupciones políticas, depresión económica y una profunda inquietud social. En este ambiente lleno de interrogantes sobrevino la II Guerra Mundial que encontró a Francia diezmada por la falta de natalidad.
Iniciado el conflicto en 1939 Francia se vio obligada a capitular en junio de 1940 ante las poderosas fuerzas germánicas, que entraron en París el 14 de dicho mes. Dos días más tarde el mariscal Pétain formó un nuevo gobierno y el 17 de junio pidió el armisticio. El gobierno francés se instaló en Vichy, y los alemanes ocuparon la mitad norte de Francia.  (…)

Firma del armisticio entre Francia y Alemania en Rethondes (22 de junio).

Informatodo 1972
Informatodo 1973


En junio de 1990 se cumplen:
50 años de la ocupación de París por los alemanes durante la II Guerra Mundial
―De la firma del armisticio entre Francia y Alemania, en Compiègne, en el mismo vagón de ferrocarril donde los alemanes había firmado la paz en 1918 (día 22).

Almanaque Mundial 1990

Nota.- En la comuna de Rethondes (departamento de Oise, región de Alta Francia) se encuentra el bosque de Compiègne en donde el 11 de noviembre de 1918 se firmó el armisticio entre Francia y Alemania que puso fin a la Primera Guerra Mundial.



1941

Operaciones secretas de la II Guerra Mundial

Barbarroja
Plan para la invasión de Rusia preparado por el estado mayor alemán en base a directivas de Hitler, en diciembre, 1940.
Iniciado en junio, 22, 1941, con 180 divisiones (20 acorazadas).
En los primeros 20 días los alemanes avanzaron 400 km. hacia Moscú, pero detuvieron su avance hacia la capital por orden de Hitler para ocupar Kiev.
En octubre, cuando se reinició el ataque, el invierno impidió el movimiento de las divisiones motorizadas y la campaña concluyó en el desastre alemán de 1945.

Almanaque Mundial 1972

sábado, 22 de agosto de 2015

Robert Conquest, el hombre que le reveló al mundo los horrores de Stalin

Por Stephen Evans

Para quien creció en un país comunista, los libros de Robert Conquest fueron, sin duda, una gran revelación.

En mi caso, dos de mis abuelos eran miembros del Partido, tal y como se le conocía entonces, sin tener siquiera que especificar cuál.

El padre de mi padre se unió poco después de la Revolución Rusa de 1917 y permaneció fiel –es la palabra más adecuada– durante las invasiones de Hungría y Checoslovaquia, impertérrito ante cada revelación y contrarrevolución.

En las cenas familiares en casa de mi abuelo en Bedlinog, Gales, los debates sobre el tema eran intensos e inútiles al mismo tiempo. Era como discutir con el creyente más devoto: cualquier argumento proveniente del Soviet Weekly o del Morning Star era palabra del Evangelio.

 Mi abuelo tenía las obras completas de Stalin en su estantería, no muy desgastadas por la lectura, obviamente. Cuando mi abuela opinaba en la mesa que, seguramente, cometieron algún crimen durante la Unión Soviética, su marido le decía que dejara de decir "esas malditas mentiras".

Mi padre recordaba el alivio que sintió cuando, siendo todavía un joven residente de su pueblo minero, Hitler traicionó a su antiguo aliado e invadió la Unión Soviética en 1941.

En ese entonces su familia temía terminar presa por sus ideas. Pero el Ejército Rojo terminó convirtiéndose en aliado de Gran Bretaña y los comunistas pasaron a ser los mayores defensores de la causa.

De acuerdo con su hijo, mi abuelo, un concejal comunista, recibió raciones adicionales de petróleo para recorrer los valles de Gales en busca de apoyo para la guerra.

Y esta "atmosfera religiosa" continuó también durante la Guerra Fría. Cualquier información poniendo en duda los logros de la Unión Soviética era automáticamente rechazada como "propaganda de la Guerra Fría".

Cuando un disidente importante era encerrado en un hospital mental, la visión al respecto era que debía de estar loco si se le había ocurrido poner en entredicho los méritos del socialismo soviético.

Así que, para aquellos de nosotros que dudábamos de estas afirmaciones, la obra de Robert Conquest, "El Gran Terror: las purgas de Stalin de los años 30", fue un trabajo extraordinario.

Este libro cambió la forma de pensar de algunos y disipó las dudas de otros (las mías incluidas) cuando fue publicado en 1968, año de la invasión soviética de Checoslovaquia, en respuesta a la Primavera de Praga.

En su obra, Conquest exponía los hechos sin adorno, de manera que éstos hablaban por sí solos, explicando con un lenguaje claro todos los detalles sobre las purgas y las ejecuciones.

Algunos soviéticos se burlaron de estos datos –y muchos todavía lo hacen– pero no pudieron encontrar ningún error; Conquest fue muy meticuloso en su investigación.


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José Stalin

-Iosif (José) Vissarionovich Dzhugashvili adoptó el nombre de Stalin, que significa "el hombre de acero".

-Estudió para ser sacerdote, pero abandonó el seminario y no se presentó a los exámenes finales.

-Tras la muerte de Lenin, se promocionó a sí mismo intensamente para convertirse en líder de la Unión Soviética. 

-Durante el Gran Terror o la Gran Purga de Stalin, alrededor de 750.000 personas fueron ejecutadas sumariamente.Stalin jugó un papel decisivo en laderrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.


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Cuando, finalmente, los archivos soviéticos salieron a la luz, las descripciones de Robert Conquest se mantuvieron intactas. Podía haber un debate en torno a las cifras –el número preciso de víctimas de Stalin– pero no sobre los hechos presentados.

Conquest explicó cómo cientos de miles de personas habían sido asesinadas por la policía secreta soviética en cuestión de meses, entre 1937 y 1938.

Supimos cómo las purgas de oficiales, llevadas a cabo por un paranoico Stalin, eran tan feroces que ponían en peligro al propio Ejército Rojo.

En su libro, Conquest describió cómo, en un sólo día, el 12 de diciembre de 1937, Stalin y su secuaz, Molotov, aprobaron personalmente las sentencias de muerte de 3.167 personas. Y después se fueron al cine.


Los detalles eran irrefutables.

Y entonces, Conquest volvió a hacerlo, con "La Cosecha del dolor: la colectivización soviética y la hambruna de terror", un libro sobre la escasez en Ucrania entre 1932 y 1933, causada por una política agrícola estúpida y vengativa, llevada a cabo por Stalin con un fin absolutamente destructivo.

Conquest documentó lo que pasó en los pueblos. Describió el canibalismo y la inanición.

Durante la preguerra, el periodista galés Gareth Jones viajó por Ucrania y constató la verdad de la hambruna. Publicó varios artículos sobre ello en 1933.

Pero había voces en contra que tenían más poder que él, como la del corresponsal en Moscú del New York Times,Walter Duranty, quien se dedicó a divulgar propaganda a favor de Stalin.

"Las condiciones son malas, pero no hay hambruna", escribió Duranty. Y, en cuanto a la política de Stalin, dijo que "no se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos".

Cuando los libros de Robert Conquest vieron la luz, se hizo evidente que Duranty estaba equivocado y Jones tenía razón.

Había un elemento de fe en torno a la Guerra Fría. Los comunistas desilusionados hablaban de un dios muerto y no hay duda de que los ultra fieles negarían la evidencia incluso aunque la tuvieran delante de sus propios ojos.

Cuando Stalin fue denunciado por Nikita Khrushchev en 1956, mi abuelo sufrió un shock nervioso.
Las obras completas de Stalin fueron escondidas detrás del televisor.

Mi abuelo murió justo cuando la Unión Soviética colapsó. Estaba demasiado confuso en su vejez para darse cuenta de que su dios había muerto. Nunca leyó los libros de Conquest. Los habría juzgado como la más despreciable propaganda de Guerra Fría.

Dicen que el escritor mexicano Octavio Paz opinó que los libros de Conquest "cerraron el debate" en torno al estalinismo. Esto no es cierto. La nostalgia por el monstruo continúa, quizás incluso en la Rusia de hoy en día.

Sin embargo, los libros de Conquest abrieron los ojos de aquellos que tenían la mente abierta. Yo lo sé. Lo recuerdo.

Fuente: