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jueves, 5 de junio de 2025

Colección Círculo Azul

Editorial Bruguera

1962-1970

Algunos de los libros incluidos volvieron a ser puestos dentro de las colecciones como  Libro Amigo o Libro Blanco y también fueron publicados en Círculo de Lectores.



—Frederic Morton. Los Rothschild. Retrato de una familia

—Walter Lord. El Álamo (Estados Unidos, historia)

—Francis Mossiker. El Enigma del collar (Luis XVI, Francia, historia)

—Jacques Picard.  Profundidad 11,000 metros. La conquista de los abismos marinos

—Hans-Georg Merten, Rockefeller (John D. Rockefeller, 1839-1937)

—Carlo Maria Franzero. Teodora (sobre la emperatriz de Bizancio)

—Jean-Jacques Thierry. Vaticano secreto

—Dieter K. Kuzel. La Ruta del Espacio. Introducción de Wernher Von Braun

—Joel J. Heydecker y Johannes Leeb. El Proceso de Nuremberg

—Jacques Duchemin. Historia del FLN (Frente de Liberación Nacional, Argelia, historia)

—Barbara Tuchman. Los Cañones de Agosto (Primera Guerra Mundial)

—André Castelot. Grandes Amores de la Historia. Cincuenta pasiones… cincuenta aspectos del corazón humano

—Virginia Cowles. El Último Káiser (Guillermo II)

—Gerald Clark. América en llamas (historia)

—Cajus Bekker. La Luftwaffe. Historia del arma secreta alemana en la Segunda Guerra Mundial

—Françoise Gilot y Carlton Lake. Vida con Picasso

—Helmuth G. Dahms. La Segunda Guerra Mundial

—John Toland. Los Últimos 100 Días (S.G.M.)

—Ivar Lissner. Civilizaciones Enigmáticas (civilizaciones antiguas)

—Ladislas Farago. El Sello Roto (sobre el ataque japonés a Pearl Harbor en 1941)

—Helmut Heiber. Conversaciones militares de Hiter. Fragmentos de las actas de las conferencias militares de Hitler de 1942-1945

—Nerin E. Gun. Hitler y Eva Braun. Un amor maldito

—Gordon Rattray Taylor. La Revolución Biológica (biología, genética humana)

—Nerin E. Gun. Dachau. Testimonio de un superviviente

—Philip Knightley. La Vida Secreta de Lawrence de Arabia


lunes, 28 de abril de 2025

Un Día como Hoy en un Libro

1887

28 de abril

La discusión de la Ley Billingsley se celebró en el Senado el 28 de abril. Al principio todo transcurrió muy tranquilo. Algunos espectadores comenzaron a murmurar cuando los senadores criticaron la ley calificándola de de absurda, pero la primera tormenta estalló cuando Emery subió al estrado de los oradores.
Solicitó permiso del Senado para hacer una declaración personal. Leyó a continuación dos artículos publicados en la Prensa, que había ofrecido   su refinería de Filadelfia a la ʺStandardˮ. En voz no demasiado alta, pero amenazadora, leyó varias declaraciones juradas que negaban que hubiera una sola palabra de verdad en aquellos artículos.
Luego, mientras el Senado y los espectadores le escuchaban en solemne silencio, levantó la voz y gritó:
—No tengo necesidad de explicar ante el Senado quién ha puesto en circulación estos sucios embustes, ni el motivo. Ha sido la ʺStandard Oilˮ. Y ahora les voy a enseñar a ustedes quién es el hombre que se oculta tras estas infames mentiras.
Emery levantó el brazo y señaló hacia la tribuna pública.
—Por favor, apártense a un lado —gritó, y cuando los atónitos espectadores se hicieron a un lado, observaron allí un hombrecillo sonrojado clavado literalmente a su asiento por el dedo índice de Emery.
—¡Ese es! —tronó Emery—. ¡Se llama Scheide y es un agente de la ʺStandardˮ! Ese es el hombre que se ha atrevido a hacer circular esos infames embustes sobre mi persona. Cuánto me gustaría meterá ese hombre y a todos los de la ʺStandardˮ entre rejas.
—Es una verdadera lástima que el señor Emery haya malgastado su pólvora en salvas —comentó Archbold, cuando leyó el informe sobre el debate en el Senado—. ¡Una vez más ha apostado por el caballo perdedor!
 
En efecto, la peligrosa Ley Billingsley, a pesar de la fogosa intervención del señor Emery, había sido rechazada por el Senado por una mayoría de siete votos. No se sabe cuánto costaron los votos. Sin duda una suma muy considerable, pero sumas insignificantes en comparación con lo que le hubiese costado a la ʺStandardˮ si la ley hubiese sido promulgada. Estaban en juego muchos millones. 



Rockefeller, de Hans Georg Merten (traducción de Víctor Scholz)

Biografía del magnate empresarial estadounidense John D. Rockefeller Sr. (1839-1937).

martes, 4 de junio de 2024

Un Día como Hoy en un Libro

Biografías de Inventores

Joseph Montgolfier (1740-1810), industrial e inventor francés, nació en Annonay (Ardèche), inventor del globo aerostático, con su hermano Étienne (1745-1799), en el año 1783.
Los hermanos Montgolfier tenían una fábrica de papel y Joseph comenzó a pensar en la realización de un globo en  la década de 1770.
El brasileño Gusmão se había elevado con un aeróstato en Lisboa en 1709 y el napolitano Tiberio Cavallo (1749-1809), sostenía en Londres, en 1782, la teoría de los globos de hidrógeno. En ese mismo año de 1782 los hermanos Montgolfier construyen y ensayan un pequeño globo de papel y lo hacen elevar.
El 4 de junio de 1783, en la plaza de Annonay, realizan la primera demostración pública de un aeróstato, una montgolfiera, según el nombre popular que se le dio entonces, fabricado con tela revestida de papel e  hinchado con aire caliente; el globo se elevó a 500 m.
 
Almanaque Mundial 1973 
 
 
 
 
Buenos Aires, Montevideo, Río, Pernambuco, son otras tantas etapas triunfales en el camino de vuelta.
Después, la travesía del Atlántico, una escala en Guernesey, donde Charcot reencuentra a su mujer y a sus hijos y donde el Pourquoi pas? será limpiado y pintado.
El 4 de junio, el navío remonta el Sena hasta Rouen, escoltado por dos contratorpederas de la Marina nacional.
El comandante anota en sus recuerdos:
“Durante esta mañana, en mi soledad sobre la pasarela del Pourquoi pas? que acaba de recorrer el mundo en toda su longitud, yo he sentido, más que nunca, qué bella es Francia, cómo merece ser amada y servida, incluso al precio de los más duros sacrificios...”
Todos los pueblos está empavesados. Rouen está alegre.

Grandes Aventuras de los Tiempos Modernos. Del Polo a la Luna. Tomo 1. Amundsen/Scott/Charcot, de varios autores, Círculo de Amigos de la Historia
 
 
 
 
 
1942
Batalla naval de Midway que termina el 7 con la victoria de los norteamericanos (4 de junio).

Informatodo 1972

miércoles, 4 de agosto de 2021

Colección Libro Documento

Ediciones G.P., Editorial Plaza & Janés


1966-1972 

Rústica con sobrecubierta a colores.

He añadido algunos datos o detalles sobre el contenido de muchos libros, y una buena cantidad de ellos abarcan la época anterior y durante la Segunda Guerra Mundial (SGM).

Varias obras indicadas han sido publicadas antes y después por Plaza & Janés, Caralt, etc. o más recientemente por otras editoriales.


Existe otra colección llamada igual de Editorial Juventud.

 

1. Oleg Penkovsky. Los Documentos de Penkovsky. Servicios de Inteligencia, espionaje

2. David D. Lewis. La Batalla por el Mar. SGM

3. Ritchie Calder. La Herencia del Hombre

4. Richard  M. Nixon. Seis Crisis

5. Donald S. Zagoria. El Conflicto Chino-Soviético

6. Jacques Robichon. El Desembarco en Provenza. SGM

7. Marino Gómez-Santos. La Reina Victoria Eugenia de Cerca

8. Curzio Malaparte. El Volga nace en Europa. SGM

9. Stefan Zweig. La Lucha contra el demonio (Hölderlin - Kleist - Nietzche)

10. Dominuique Lapierre y Larry Collins. ¿Arde París?. SGM

11. Friderike Maria Zweig. Reflejos de una Vida

12. André Maurois. De Proust a Camus

13. Margerete Buber-Neumann. Milena, la Amiga de Kafka

14. Joseph Goebbels. Diario

15. Hans Werner Richter. Bismarck

16. Maurus Schellhorn OSB. San Pedro y sus sucesores

17. Indro Montanelli. Dante y su Siglo

18. Herman Wouk. Éste es mi Dios. Novela, SGM, Judíos, Genocidio

19. Margerete Buber-Neumann. Prisionera de Stalin y Hitler

20. Georges Blond. Desembarco en Normandía (El Día “D”). SGM

21. Curzio Malaparte. Picotazos

22. André Maurois. La Vida de Sir Alexander Fleming. Biografía

23. Sebastián Juan Arbó. Oscar Wilde. Biografía

24. Víctor Alexandrov. Los Misterios del Kremlin

25. Jean-François Steiner. Treblinka. Campo de exterminio,  SGM

26. Mariscal Erwin Rommel.  Memorias (Los Años de Victoria), vol. I. Relatos personales, Historia de las campañas, SGM

27. Mariscal Erwin Rommel. Memorias  (Los Años de Derrota), vol. II

28. Cornelius Ryan. El Día Más Largo. Desembarco en Normandía, SGM

29. Ricardo Galeazzi-Lisi. Bajo la luz y la sombra de Pío XII. Biografía

30. Anónimo. Los Espectros de Kronstadt. Guerra Civil Rusa ( 1917-1923)

31.André Maurois. En Busca de Marcel Proust. Biografía

32. Dino Alfieri.  Dos Dictadores Frente a Frente. Hitler y Mussolini

34. General Heinz Guderian. Recuerdos de un Soldado. SGM

35. André Senet. El Hombre a la Busca de sus Antepasados

36. Felix Kersten. Yo Fui Confidente de Himmler/Memorias

37. Gary Gordon. Esplendor y Caída del Imperio Japonés. Desde los sangrientos días de los samurais hasta el horror de Hiroshima

39. W. Somerset Maugham. Diez Novelas y sus Autores

40. L. Sprague de Camp y y Willy Ley. De la Atlántida a El Dorado

41. Jurgen Thorwald. Comenzó en  el Vístula, vol. I. SGM

42. Jurgen Thorwald. Y Terminó en el Elba, vol.II. SGM

43. Ana Frank. Diario

44. Jean Claude Baudot. La Vuelta al Mundo en un 2 CV

45. Giovanni Papini. Figuras Humanas/Retratos

46. John Steinbeck. Por el Mar de Cortés

47. Heinz Schröter. Stalingrado, hasta la última Bala. SGM

48. Will Berthold ¡Hundid el Bismarck! (Fiel hasta la Muerte). SGM

49. André Maurois. De Gide a Sartre

50. Pierre Accoce y Pierre Quet. La Guerra se ganó en Suiza. SGM, Servicios Secretos, Espionaje

51. Giuseppe Mayda. Nuremberg. Proceso de Nuremberg

52. Marcel Jullian. La Batalla de Inglaterra (Julio-Setiembre 1940)

53. C. Amort y I.M. Jedlicka. Le Llamaban A.54. Espionaje (1936-1942)

54. Jacques Suffel. André Maurois

55. Indro Montanelli y Roberto Gervaso. Historia de la Edad Media

56. Pierre de Latil y Jacques Bergier. Catorce Hombres, un Secreto

57. Robert F. Kennedy. El Enemigo en Casa (título original: The Enemy Within). Sindicatos, corrupción, Estados Unidos

58. Jean Paul Ollivier. ¿Cuándo Amanecerá, Tovarich? (7 Noviembre 1917). Rusia, Historia

59. Helmut Heiber. Hitler/H. von Kotze y H. Krausnick. Habla el Führer. Biografía y siete dicursos suyos

60. Fernando Díaz-Plaja. La Guerra de España en sus Documentos. Guerra Civil Española (1936-1939)

61. Jacques Robichon. Extraordinarias Historias Verídicas. Relatos de corte histórico, SGM

62. Pia Paoli. Átomos a la hora del Té

63. W. Somerset Maugham. Recapitulación (Sesenta Años de laVida de Maugham)

64. Emil G.Kraeling. Los Discípulos. Biografía, Vida de Cristo, Historia de la Religión

65. Frank G. Slaughter. La Punta del Bisturí

66. Colette. Paraíso Terrenal. Recopilación de textos por Robert Phelps. Biografía

67. Ilsa Barea. Viena. Leyenda y Realidad

68. Fernando Díaz-Plaja. La Preguerra Española en sus Documentos (1923-1936)

69. Vintila Horta. Diario de un Campesino del Danubio

70. H.F. Peters. Mi hermana, mi esposa (La vida de Lou Andreas-Salomé)

71. E.H. Cookridge. Philby, El Tercer Hombre. Servicio Secreto Inglés, Espionaje

72. L. Windisch-Graetz. Héroes y Bribones (Historia Universal Vivida, 1899-1964)

73. José María Gironella. El Japón y su duende. Viajes

74. José María Gironella. Personas, Ideas, Mares. Viaje a Egipto, Ceilán y la India

75. Ángel María de Lera. Con la Maleta al Hombro. Notas de una excursión por Alemania

76. Walter Lord. Increíble Victoria. La Batalla de Midway, SGM

77. André Maurois. De Alarcón a Montherlant y de Shakespeare a Churchill

78. Michel Bar-Zohar. Los Vengadores. SGM, Holocausto, judíos

79. Wilhelm Ritter von Schramm. Traición en la Segunda Guerra Mundial. La Lucha de los Servicios Secretos en Europa. Espionaje y Contraespionaje

80. Herman Zolling y Uwe Bahnsen. Invierno en Agosto (La Muralla de Berlín)

81. H.S. Hegner. Tres Asesinatos (Jaurès, Trotski, Gandhi)

82. H.S. Hegner. El Tercer Reich

83.Fernando Díaz-Plaja. Antecedentes de la Guerra Española en sus Documentos (1900-1923)

84.Indro Montanelli. Historia de los Griegos

85.Indro Montanelli. Historia de Roma

86. Joseph Kessel. Alcohólicos Anónimos

87. Willly Brandt. Mi Camino hacia Berlín

88. Curzio Malaparte. Diario de un Extranjero en París

89. Fernando Díaz-Plaja. La Sociedad Española (Desde 1500 Hasta Nuestros Días)

90. AlbertoMoravia. El Hombre como Fin y Otros Ensayos

91. Michel de Saint-Pierre. La Nueva Raza. Adolescencia, Psicología

92. Pierre Boulle. La Extraña Cruzada de Federico II

93. Michel de Saint-Pierre. La Escuela de la Violencia. Delicuencia juvenil, Francia

94. Jacques de Launay. Muertes Misteriosas de la Historia Contemporánea

95.Fernando Díaz-Plaja. La Historia de España en sus Documentos I. Desde los Orígenes hasta Felipe II

96.Fernando Díaz-Plaja. La Historia de España en sus Documentos II. De Felipe II al Desastre de 1898

97. Fernando Díaz-Plaja. La Historia de España en sus Documentos III. Del Desastre de 1898 al Príncipe Juan Carlos

98. Charles de Gaulle. Memorias de Guerra. El Llamamiento (1940-1942)

99. Charles de Gaulle. Memorias de Guerra. La Unidad (1942-1944)

100. Charles de Gaulle. Memorias de Guerra. La Salvación (1944-1946)

101. Jacques Robichon. Grandes “Dossiers” del III Reich

102. Alberto Cavallari. El Vaticano que cambia

103. Jacques Robichon. La Novela de las Obras Maestras, tomo I

104.Jacques Robichon. La Novela de las Obras Maestras, tomo II

105. Farid Shaker. El Agente de El Cairo. Servicio secreto egipcio, espionaje

106. Jean Lartéguy. Esas Voces que nos llegan del Mar. Cartas de soldados en la guerra

107. Carlos Rojas. Por qué perdimos la Guerra. Guerra Civil Española (1936-1939)

108. José Gonzáles. Helder Cámara, el “Arzobispo Rojo”

109. Hans Habe. Como Antaño David

110. Stefan Zweig. Balzac. Biografía

111. Antonio J. Onieva. Tolstoy a lo Vivo. Biografía


martes, 16 de marzo de 2021

Serás un Hombre, Hijo Mío

“Serás un Hombre, Hijo Mío”


Detrás del bello poema “Si…” se encuentra la historia de amor de un padre y del sacrificio de su  hijo.


Por Suzanne Chazin


El ajado paquete de papel de estraza iba dirigido a “Monsieur Kipling”. Rudyard Kipling, el célebre escritor británico, ganador del premio Nobel, lo abrió, acentuada su curiosidad por los laboriosos garabatos. Dentro había una caja roja que contenía un ejemplar de su novela Kim, con un hoyo de bala que había respetado sólo las últimas 20 páginas. De la perforación, sujeta con un hilo, pendía la Cruz de Malta de la Cruz de Guerra, la medalla que Francia otorga en reconocimiento al valor en guerra.


Le enviaba aquello un joven francés llamado Maurice Hamonneau. En la carta anexa explicaba que, de no haber llevado ese libro en el bolsillo durante cierta batalla, habría muerto. Y pedía Kipling que aceptara el libro y la medalla en prenda de gratitud.


Nunca un honor había conmovido tanto a Kipling como este. Dios se había valido de éste para salvar la vida del soldado. Ojalá hubiera salvado la de otra persona; la de alguien que significaba para él mucho más que todos los homenajes del mundo.

Veintiún años antes, en el verano de 1897, la esposa de Kipling, Carrie, le dio su tercer hijo. La pareja ya tenía dos hijas, Josephine y Elsie, a quienes Rudyard adoraba; pero él deseaba un varón. Siempre recordaría el momento en que llegó a sus oídos aquel chillido.


–Señor Kipling –anunció el médico–, tiene usted un hijo.


Poco después, el escritor contemplaba un pequeño envoltorio de cuatro kilos de peso. Tomó en sus brazos a aquella criaturita que no cesaba de bostezar, y sintió la ternura más profunda.
John Kipling, como llamaron al pequeño, resultó ser un niño inteligente, alegre y dócil. Su padre se sentía feliz. Sin embargo, en el invierno de 1899 la tragedia tocó a su puerta.


Durante un viaje a Estados Unidos, Kipling y su hija mayor, Josephine, contrajeron neumonía. En aquel tiempo, cuando todavía no existían los antibióticos, era poco lo que los médicos podían hacer. El 4 de marzo, Kipling consiguió salir del delirio, terriblemente débil. Josephine murió dos días después.


A partir de entonces, Kipling no soportaba ver los retratos de Josephine u oír mencionar su nombre. Sin  embargo, debía sobreponerse a su dolor por el bien de Elsie y de John quienes tenían tres y diecinueve meses, respectivamente.


De manera que adoptó la costumbre de llevar a pasear a sus hijos a la montuosa región de Sussex Downs. Les construyó una caja de arena y, cuando se trataba de jugar con ellos, ningún juego resultaba demasiado extravagante.


Los más entrañables recuerdos que de aquella época conservó el escritor correspondieron a los inviernos de 1900 a 1907, que la familia pasó cerca de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. En las tardes calurosas, Kipling se recostaba en una hamaca, a la sombra de un recio roble, mientras los niños jugaban a su alrededor. Una vez John le preguntó:


–Papá, ¿por qué tienen manchas los leopardos?


En los ojos de Kiplin gdebe de haber resplandecido una chispa.Imitando la voz de un anciano sabio, empezó a explicar que el leopardo había tenido mucho tiempo el color de la arena oscura, al igual que las jirafas y las cebras que cazaba en la sabana. Pero, entonces la cebra y la jirafa resolvieron ocultarse en la selva para frustrar los propósitos del leopardo.


“Después de haber permanecido un largo período la mitad del tiempo a la sombra y la otra mitad fuera”, continuó, “a la jirafa le salieron manchas, y a la cebra, rayas”. Para poder cazarlas en la espesura, el leopardo también debía cambiar, y por eso decidió cubrirse de manchas. “De vez en cuando escucharán a los adultos preguntar: ‘¿No podía el leopardo cambiar sus manchas?’” Kipling les guiñó el ojo a sus hijos y concluyó, negando con la cabeza: “Pues no. Así está muy contento”.
Kipling reunió sus historias fantásticas de la vida salvaje en un libro llamado Just So Stories For Little Children (“Cuentos al Gusto de los Niños”). La obra se publicó en 1902, y fue aclamada por los críticos. El escritor se estaba convirtiendo en uno de los favoritos de los niños de todo el mundo. Pocos sospechaban que aquel hombre, amante de la magia y el misterio de la infancia, había sido tan desdichado en la suya.

Rudyard Kipling, nacido en 1865 en Bombay, India, vislumbró el mundo por primera vez a través de la bulliciosa vida callejera de esa ciudad. Antes de que cumpliera seis años, él y su hermana menor, Trix, fueron enviados a Inglaterra para que asistieran a la escuela. Ahí, la mujer contratada para cuidarlos golpeaba y se burlaba del pequeño y frágil Rudyard, y censuraba las cartas que los niños enviaban a sus padres. Además, con frecuencia encerraba al niño durante horas enteras en un sótano frío y húmedo.
A pesar de ese maltrato, Rudyard se esforzó por ser alegre. Años más tarde escribiría que esa experiencia lo había “despojado para el resto de sus días de toda capacidad de sentir un verdadero odio personal”. Y también le imbuyó la determinación de darles a sus hijos la felicidad, el amor y la seguridad que le habían faltado a él.


A su regreso a la India, Kipling comenzó a trabajar como reportero, y dedicaba su tiempo libre a escribir relatos de ficción. Sus tramas versaban sobre el valor, el sacrificio y la disciplina que había observado en los militares británicos destacados en el país, y sobre el misterio y  el peligro reinantes en la India. Reunió esos relatos en pequeños volúmenes, con la esperanza de que fueran bien acogidos en Londres.


Pero los editores londinenses los ridiculizaron. Uno de ellos escribió: “Me atrevería a conjeturar que se trata  de un escritor muy joven, y que morirá loco antes de llegar a los 30 años”. Kipling cerró los oídos a esas críticas y siguió escribiendo. Al cabo de un tiempo, cuando sus libros cobraron fama y empezaron a buscarlo algunos literatos, académicos y políticos de renombre, mostró ante los elogios la misma indiferencia que antes había manifestado ante el rechazo.


En los primeros años del siglo XX, Kipling hizo muchas advertencias del peligro de una guerra con Alemania, e insistió en que debía instituirse el servicio militar obligatorio. La gente lo tachó de “imperialista” y “patriotero”. Y, a pesar de las crecientes burlas de los pensadores dela época, se mantuvo firme en sus opiniones sacando fuerza de su hogar y su familia.

Para ese entonces, John ya era un muchacho alto y bien parecido. Aunque no era un atleta consumado, le encantaba participar en las competencias deportivas que se organizaban en el internado. ¡Cómo disfrutaba Kipling viéndole correr por el campo de rugby, radiante de entusiasmo! ¡Cómo se enorgullecía!, pero no porque fuera un gran atleta, sino porque manifestaba ese tranquilo arrojo y ese buen humor que él admiraba. John felicitaba por igual a sus compañeros y a sus contrincantes por el esfuerzo que realizaban. Nunca alardeaba de una victoria ni gimoteaba ante una derrota. Si transgredía alguna norma escolar, aceptaba sin chistar el castigo correspondiente. Asumía la responsabilidad de sus actos. en otras palabras, se estaba convirtiendo en un hombre.


Para Kipling, la hombría implicaba afrontar la adversidad con entereza. Deseaba fomentar esa actitud en su hijo. ¡Si John fuera capaz de seguir los pasos de los grandes hombres que él había conocido!; ¡si pudiera regirse por esos valores! ¡si…!


Un día de invierno de 1910, Kipling empezó escribir esos pensamientos para su hijo, que entonces tenía 12 años. Tituló el poema “Si…”, y lo incluyó en un libro de cuentos para niños que se publicó ese mismo año.


Aunque los críticos no consideraron que era de lo mejor que había producido, a la vuelta de unos años el poema de cuatro estrofas, traducido en 27 idiomas, era ya un clásico en todo el mundo. Los escolares lo memorizaban Los jóvenes lo recitaban camino a la batalla. Millones de personas adoptaron sus sencillas normas de conducta para guiar su vida.

En 1915, la guerra que Kipling había predicho asolaba Europa. John ya era un joven de 17 años, alto, delgado y despierto. Tenía el pelo castaño, los ojos de color avellana y un bigote incipiente. Como era corto de vista, igual que su padre, no lo admitieron en el ejército ni en la armada. Kipling consiguió que entrara en la Guardia Irlandesa, cargo que su hijo aceptó con entusiasmo.


John viajó en barco a Irlanda, y en ese país demostró ser un oficial capaz. Mientras tanto, Kipling hizo campaña en su país para conseguir voluntarios, y también visitó Francia con el propósito de escribir sobre la guerra.

En mayo, la noticia de que se habían registrado numerosos bajas sacudió a Gran Bretaña. A medida que los reclutas marchaban en oleadas al extranjero, la partida de John era cada vez más inminente. John sólo tenía 17 años, y requería de la autorización paterna para acudir al frente. Pero, pasara lo que pasara, su padre no podía traicionar los valores que le había inculcado. Así pues, dio su consentimiento.
 

Al mediodía del 15 de agosto, John se despidió de su madre y de su hermana con una inclinación de su gorra de oficial. Carrie Kipling escribió después que se veía muy elegante y gallardo cuando les pidió que le transmitieran su afecto a su padre, quien se encontraba ya en territorio francés.

Apenas seis semanas después, el 2 de octubre, un mensajero se presentó en la residencia de los Kipling para entregar un telegrama del Ministerio de Guerra. John había desaparecido en el frente. Se le había visto por última vez en una batalla que tuvo lugar en Loos, Francia.
 

Kipling hizo hasta lo imposible por averiguar el paradero de John, mas nadie pudo informarle nada. Incapaz de quedarse con los brazos cruzados, recorrió uno tras otro los fangosos hospitales del frente, buscando heridos que pertenecieran al batallón de su hijo. Con la serenidad y la sencillez que lo caracterizaban, de inmediato establecía relación con los soldados a los que trataba. Pero nada podía restañar la profunda herida que crecía en su interior a medida que transcurrían los meses sin recibir noticias del muchacho.
 

A fines de 1917 apareció un soldado que había visto morir a John  dos años atrás, en la batallas de Loos. Sin embargo, esta triste noticia no le dio ningún consuelo a la familia, ya que el cuerpo nunca fue encontrado.
 

Durante el resto de su vida, que fueron 18 años más, Kipling se dedicó al cumplimiento de sus deberes como miembro de la Comisión Imperial de Sepulcros de Guerra: reinhumar y rendir honores a los caídos. Fue él quien propuso la leyenda que se inscribió en la Lápida del Sacrificio de cada cementerio: “Sus nombres vivirán por toda la eternidad”. También la frase: “Conocido sólo por Dios”, que se grabó en las lápidas de los soldados cuyos cuerpos nunca fueron identificados, como el de su hijo. 

Visitó  muchos lugares donde se desarrollaron hechos de guerra y participó en numerosos actos en representación de la comisión. No obstante, todo ese tiempo estuvo abrumado por el desencanto. Había sacrificado el más bello regalo que le había hecho la vida. Y, ¿para qué? En sus noches de insomnio, cuando los techos de madera de su casa de piedra crujían, Kipling pasaba largos ratos en la oscuridad, tratando de dar respuesta a esa pregunta. Por primera vez en su existencia, este hombre que se había ganado la vida por medio de la palabra, no encontraba palabras que aliviaran su pena.
 

En su viaje a Francia visitó a Maurice Hamonneau, el soldado que le envió su Cruz de Guerra al finalizar el conflicto. Se habían carteado durante algunos años, y entre ellos había florecido la amistad. 

Un día de 1929, Hamonneau le comunicaba al escritor que su esposa acababa de dar a luz y le pidió que fuera padrino del niño.
 

Kipling aceptó de buen grado, y agregó que le parecía oportuno darle al pequeño el ejemplar de Kim y la medalla de  Hamonneau
 

El escritor miró por la ventana de su estudio y recordó aquel feliz momento en el que tomó a su hijo en brazos por primera vez. Maurice Hamonneau conocía ya esa mágica sensación. A través de Kipling, Dios había salvado la vida del soldado francés, y de todo aquello había surgido algo milagroso.
Por fin, al cabo de muchos años, Kipling volvió a sentir esperanza. Esa era la razón de que John hubiera sacrificado su vida: los que aún no nacían. Mejor que cualquier monumento que él pudiera construir, aquella criatura tan llena de vida y promesas hacía justicia a la memoria de su valeroso hijo.
 

“Mi hijo se llamaba John. Por lo tanto, el tuyo debe llamarse Jean”, le escribió a Hamonneau. Así, el ahijado de Kipling fue bautizado con el nombre de su propio hijo en francés…, y otro padre conoció la esperanza y el gozo que Kipling había experimentado al ver a su hijo convertirse en hombre.

Si…

Si puedes llevar la cabeza sobre los hombros bien puesta
Cuando otros la pierden y de ello te culpan;
Si puedes confiar en ti cuando todos de ti dudan,
Pero tomas en cuenta sus dudas;
Si puedes esperar sin que te canse la espera,
O soportar calumnias sin pagar con la misma moneda,
O ser odiado sin dar cabida al odio,
Y no por eso parecer demasiado bueno o demasiado sabio;

Si puedes soñar sin que tus sueños te dominen;
Si puedes pensar sin que tus pensamientos sean tu meta,
Si puedes habértelas con Triunfo y con Desastre
Y tratar por igual a ambos farsantes;
Si puedes tolerar que los bribones
Tergiversen la verdad que has expresado,
Y la conviertan en trampa para necios,
O ver en ruinas la obra de tu vida
Y agacharte y reconstruirla con viejas herramientas;

Si puedes hacer un atadijo con todas tus ganancias
Y arrojarlas al capricho del azar,
Y perderlas, y volver a empezar desde el principio
Sin que salga de tus labios una queja;
Si puedes poner al servicio de tus fines
Corazón, entusiasmo y fortaleza, aun agotados,
Y resistir aunque no te quede ya nada,
Salvo la Voluntad, que les diga: “¡Adelante!”;

Si puedes dirigirte a las multitudes sin perder tu virtud,
Y codearte con reyes sin perder la sencillez
Si no pueden herirte amigos ni enemigos;
Si todos cuentan contigo, pero no en demasía;
Si puedes llenar el implacable minuto
Con sesenta segundos de esfuerzo denodado,
Tuya es la Tierra y cuanto en ella hay,
Y, más aún, ¡serás un hombre, hijo mío!


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CVI, Número 634, Año 53, Septiembre de 1993, págs 13-18, Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos


Nota: En 1992 se identificaron los restos personales de John Kipling, muerto en la batalla de Loos ocurrida entre el 25 y el 28 de septiembre de 1915, y su tumba  se encuentra ubicada en el cementerio Saint Mary's A.D.S. en Haisnes, región de Alta Francia o Altos de Francia, Francia.