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viernes, 29 de agosto de 2025

El Recrearse en el Pasado y el Arte de Olvidar

PUEDE CONVERTIRSE EN VÍCTIMA DE SÍ MISMO MEDIANTE SU PROCEDIMIENTO DE RECREARSE EN SU PROPIO PASADO

Mientras otras personas están decididamente dispuestas a utilizar las referencias al pasado para manipularle según les parezca o convenga, usted también puede llevar a cabo un trabajo importante en ese terreno. Tal vez, como muchos otros, vive usted hoy sobre la base de creencias anteriores que ya ni siquiera se aplican. Es posible que se sienta atrapado por el pretérito, pero sin deseos de liberarse de él y empezar de nuevo.

Joanne, una paciente que acudió a mí en busca de consejo porque siempre estaba nerviosa y predispuesta a la ansiedad, me confesó que le resultó imposible pasar un solo día sin sentirse tensa. Me reveló que siempre estaba reprochando a sus padres el hecho de que su infancia, la de Joanne, hubiera sido infeliz. «No me concedían el menor asomo de libertad. Controlaban mi conducta continuamente. Fueron los culpables de la tremenda tensión nerviosa que padezco hoy, de la ruina en que estoy convertida». Tales eran las lamentaciones de Joanne, incluso aunque ya tenía cincuenta y un años y sus padres habían fallecido. Continuaba aferrada a lo sucedido treinta y cinco años antes, de modo que ayudarla a liberarse de un pasado que ella no podía cambiar constituyó el objetivo principal de las sesiones de consulta. 

A base de analizar lo estéril que resultaba odiar a sus padres pero que hicieron lo que consideraban adecuado y de situar todas aquellas experiencias en el punto que les correspondía ―en el pasado―, Joanne no tardó en aprender a suprimir la contraproducente idea de culpar a sus difuntos padres. Comprobó que, en su adolescencia, había tomado decisiones que permitieron a sus superprotectores padres trastornarla y que, si hubiese sido más enérgica durante la juventud, no la habrían avasallado tanto. Empezó a creer en su propia capacidad de ELECCIÓN, a darse cuenta de que había estado optando siempre por su desdicha y de que continuar con esa costumbre era autodestructivo. Al eliminar esas conexiones con un pasado que ella nunca podría cambiar, Joanne se liberó literalmente de su inquietud.

Cuando valore la influencia que el pasado ha ejercido sobre su vida, asegúrese de que no cae en la tentación de creer que el prójimo es responsable de lo que usted siente, hace o incluso deja de hacer hoy.  Si usted es de los que se empeña en echar la culpa de sus problemas actuales a sus padres, a sus abuelos, a los tiempos difíciles o a lo que sea, grábese en el cerebro esta frase: «Si mi pasado tiene la culpa de lo que soy actualmente y es imposible cambiar el pasado, estoy sentenciado a permanecer tal como me encuentro ahora». El hoy es siempre una experiencia flamante y uno puede adoptar ahora mismo la decisión de tirar por la borda todas las cosas desagradables que recuerde de su pasado y hacer de este instante un momento agradable.

La sencilla verdad acerca de sus padres es:  Hicieron lo que sabían hacer. Punto. Si su padre era un alcohólico o le abandonó cuando usted era niño, si su madre era superprotectora o despreocupada, entonces es que no sabían hacer otra cosa en aquellas fechas. Sean cuales fueren las desgracias que le sucediesen en su juventud, es muy probable que usted se las presente como más traumáticas de lo que fueron en aquel momento. 

Por regla general, los chiquillos se adaptan a todo (a menos que sea espantosamente debilitador) y no se pasan los días protestando o lamentándose de que sus padres sean así o asá. Suelen aceptar a sus familiares, las actitudes de sus padres, etcétera, tal como son, lo mismo que las condiciones meteorológicas, y se avienen a ello. Las maravillas del universo llenan su cabeza y disfrutan creativamente incluso en condiciones que otros llamarían desventuradas. Pero, en nuestra cultura, los adultos analizan con reiteración su pasado y rememoran experiencias terriblemente abusivas, muchas de las cuales ni siquiera vivieron.

Cuando recibo clientes que se preocupan de profundizar en el pasado para descubrir por qué se comportan hoy como lo hacen, les ruego que seleccionen dos o tres explicaciones de una lista como la siguiente, que las utilicen, si lo consideran necesario, y continúen luego con nuevas opciones actuales. Éstas son algunas de las más corrientes razones del pasado que la gente suele emplear para explicarse por qué son hoy como son.

Después de emplear buenas cantidades de tiempo y dinero en terapia investigadora del pasado, la mayoría de las personas averiguan alguna de estas cosas:

Mis padres eran irresponsables.
Mis padres se inhibían mucho.
Mi madre era superprotectora.
Mi madre velaba por mí menos de lo imprescindible.
Mi padre me abandonó.
Mi padre era demasiado riguroso.
Todo el mundo hacía las cosas por mí.
Nadie hacía nada por mí.
Yo era hijo único.
Yo era el mayor de…
Yo era el menor de…
Soy un hijo mediano.
Los tiempos eran realmente duros.
Las cosas eran demasiado fáciles.
Vivía en el suburbio.
Vivía en una mansión (palacio, casa grande, hotelito, etc.).
Carecía de libertad.
Éramos demasiado devotos.
En mi casa no se practicaba la religión.
Nadie estaba dispuesto a escucharme.
No tenía intimidad alguna.
Mis hermanos y hermanas me odiaban.
Era hijo adoptivo.
Residíamos en una zona donde no había otros niños.
(Y así sucesivamente).

Cualesquiera que sean las razones que usted elija, tenga presente que es un mito que haya interpretaciones exactas del pasado de alguien. Lo más que cualquier terapeuta, masculino o femenino, puede proporcionarle son sus suposiciones, que promoverán la autocomprensión de usted si cree que son acertadas. A decir verdad, lo provechosamente correcto no son las suposiciones o teorías, sino la circunstancia de que usted se sienta satisfecho. Si bien puedo asegurarle que desarrollará usted su penetración interior, que se formará una idea de sí mismo, al examinar su pasado, lo cierto es que esa penetración no alterará el pasado ni el presente, y que culpar al pasado de lo que es usted hoy sólo servirá para que siga usted en su estancamiento.

La mayoría de los grandes pensadores olvidan el pasado, salvo en lo que se refiere a experiencia o historia susceptible de ayudarles, y viven totalmente en el presente, con un ojo puesto en la posibilidad de mejorar el futuro. Los innovadores no dicen nunca: «Siempre hemos hecho esto así y, por lo tanto, no podemos cambiarlo». Nunca. Aprenden del pasado, pero no viven en él.

En varias de sus obras, Shakespeare alude a la necedad de consumirse uno mismo con el pasado. En un punto advierte: «Lo que ya ha pasado y no sirve de ayuda, no debe servir de aflicción». Y en otro de sus versos nos recuerda que «las cosas que no tienen remedio, tampoco deben importarnos ya; lo hecho, hecho está».

El arte de olvidar puede ser esencial para el arte de vivir. Todos esos espantosos recuerdos que tan cuidadosamente ha ido usted almacenando en su cerebro distan mucho de merecer que los rememore. Como dueño y señor de lo que se alberga en su cabeza, no tiene por qué elegir conservarlos. Desembarácese de esos recuerdos automutiladores y, lo que es más importante, abandone todos los reproches y aborrecimientos que abrigue hacia personas que no estaban haciendo más que lo que sabían hacer. Si le trataron de manera realmente horrible, aprenda de ellos, prométase no tratar así a los demás y perdone en el fondo de su corazón a tales personas. Si no puede usted perdonarlas, será que elige seguir lastimándose, lo que sólo va a procurarle mayor tiranía. Es más, si no olvida y perdona, será usted la única persona, lo subrayo, la única persona que sufrirá con ello. Cuando lo enfoque desde ese punto de vista, ¿por qué va a continuar aferrándose a un pasado sojuzgador si la única víctima va a seguir siendo usted?

 

MANIOBRAS PARA DEJAR DE SER VÍCTIMA A TRAVÉS DE LAS REFERENCIAS AL PASADO

Su estrategia básica para evitar las trampas para víctima orientadas hacia el pasado consiste en estar alerta, «verlas venir», y dar un rodeo, al objeto de no asentar el pie en las arenas movedizas. Una vez haya analizado la situación, la conducta enérgica y valerosa le conducirá hasta el final feliz. A continuación, exponemos algunas pautas para hacer frente a las personas que traten de arrastrarle hacia el paralizador lodo de las referencias al pasado.

―Cada vez que alguien le diga que tal cosa siempre se ha hecho de determinada manera o le recuerde el modo en que otros se comportaron en el pasado, táctica empleada con vistas a avasallarle a usted en el presente, pruebe a preguntarle: «¿Te gustaría saber si me importa lo que me estás diciendo ahora» esto desarmará cualquier opresión potencial antes incluso de que empiece a desarrollarse. Si ese alguien dice: «Está bien, ¿te importa?», limítese a responder: «No, lo que me interesa es hablar acerca de lo que puede hacerse en este momento».

―Cuando personas con las que tenga que tratar directamente empleen los «debería usted haber…», «precisamente la semana pasada», etcétera, a fin de no tener que escuchar lo que usted está diciendo, pruebe a alejarse a cierta distancia: cree un pequeño «retiro».
Uno enseña a la gente mediante la conducta, no con las palabras, así que demuestre que está decidido a no hablar de cosas que pertenecen al pasado cuando alguien le salga con razones por las que usted debe convertirse en víctima ahora.

―Esfuércese en suprimir de su lenguaje coactivas referencias al pasado, de forma que no enseñe a los demás a utilizarlas con usted.  Ponga cuidado en evitar los «Debiste haber…», «¿Por qué no lo hiciste así?» y otras martingalas por el estilo, que sojuzgan a sus amistades y parientes. El ejemplo que dé usted indicará lo que solicita de los demás y, cuando, pida que le ahorren esa clase de avasallamiento, no se encontrará con una «Mira quien fue a hablar». 

―Cuando alguien empiece con «Debería usted haber…», procure decir a esa persona: «Si puede conseguirme un billete de vuelta al momento de marras, tendré mucho gusto en hacer lo que usted dice que debería haber hecho yo. Pero si no puede…». Su «adversario» captará el mensaje de que está usted al cabo de la calle respecto a la trampa, lo que representa más de la mitad del camino hacia el triunfo. Alternativamente, puede usted intentar: «Tiene razón, debí haber…». Una vez se ha mostrado usted de acuerdo con eso, le corresponderá a su «contrincante» la responsabilidad de tomar la iniciativa con usted en el presente.

—Si alguien le pregunta por qué hizo usted algo de determinada manera, dele la mejor respuesta breve de que disponga. Si la persona argumenta que las razones de usted estaban equivocadas, puede usted mostrarse o no de acuerdo con el momento, PERO manifieste que creía que lo que se le solicitaba era explicase su razonamiento y no que justificara lo que hizo. Y, si es necesario, puede añadir: «Si no le satisface mi explicación de por qué hice aquello, tal vez le gustaría decirme por qué cree usted que lo hice, y entonces podemos hablar de los puntos de vista de usted en lugar de debatir los míos».  Esta clase de enfoque directo, al grano, indicará a sus interlocutores que usted no va a sucumbir a las estratagemas sometedoras que suelen emplear.

—Cuando presienta que alguien está molesto con usted y utiliza típicos lazos de orientación hacia el pasado para manipularle, en vez de expresar lo que piensa de usted en ese momento, fuerce el asunto con: «Está decepcionado de veras conmigo en este instante, ¿no es cierto?», «Vaya, parece que está usted más enojado de lo que creí», «Tiene la impresión de que le he fallado y por eso está furioso». El foco de atención se desviará para proyectarse sobre el auténtico problema, que es la preocupación actual de su interlocutor. Esta estrategia de «señalar» los sentimientos presentes desceba también las oportunidades de los demás para sojuzgarle.

—Si comprende que en una situación que se está tratando obró usted equivocada o desconsideradamente, no tema reconocer: «Tiene usted razón. La próxima vez no lo haré así». Decir simplemente que ha aprendido la lección resulta mucho más eficaz que considerarse obligado a defenderse y revisar inacabablemente todo el pasado de uno.

—Cuando alguien próximo a usted ―un compañero, un amigo al que aprecia― empiece a sacar a relucir un incidente del pasado de usted que es doloroso para esa persona y del que ya se ha hablado y discutido más que suficiente, trate de que la atención se concentre sobre los sentimientos de dicha persona, antes que dejarse dominar por los acostumbrados:  «¿Cómo pudiste…?» o «¡No debiste…!» Si la persona insiste en sus repetidas andanadas de reproches, no responda usted con un torrente de palabras que sólo sirvan para intensificar la pesadumbre, es preferible que recurra a un gesto afectuoso ―un beso, una palmada en el hombro, una sonrisa cálida y cordial— y luego se retire momentáneamente. Mostrar afecto y luego marcharse puede indicar a los demás mediante la conducta, que usted está con ellos, pero que no va a permitir que se le coaccione por el sistema de darle cien vueltas más a un asunto del que ya se trató anteriormente y que sólo puede terminar por herir los sentimientos propios o ajenos.

―Prometa aprender del pasado, en vez de repetirlo o hablar del mismo indefinidamente, y comente su resolución con quienes le consta a usted son sus opresores más importantes. Deje bien sentadas las reglas básicas que le gustaría quedasen entendidas a partir de ahora.  «Vamos a dejar de machacarnos verbalmente el uno al otro con asuntos que ya pasaron a la historia y, cuando nos percatemos de que eso empieza a ocurrir, avisémonos el uno al otro». Con  su esposa o con alguien similarmente próximo a usted puede incluso convenir con una seña, sin palabras, como tirarse levemente de la oreja, por ejemplo, para emplearla cuando se dé cuenta de que la coactiva referencia al pasado amenaza con aparecer.

—Cuando alguien empiece a hablarle de los felices viejos tiempos, de cómo hacía las cosas en su juventud o de cosas por el estilo, usted puede responderle: «Claro, como estuviste más tiempo entregado a ello, contaste con más tiempo para practicar y fortalecer los métodos de hacer las cosas ineficazmente, así como con más tiempo para aprender por experiencia. De forma que el hecho de que siempre hiciste de determinada manera las cosas no demuestra que yo deba parecerme más a ti y hacerlas también de ese modo». Una sencilla observación como esta participará al avasallador potencial que usted está ojo avizor en cuanto al gambito y que no rige su vida conforme a las normas por las que otras personas regían la suya.

―No acumule en su memoria demasiados recuerdos de cosas a fin de poder acordarse de ellas. Procure disfrutar del presente tal como viene. Y luego, en vez de consumir sus momentos futuros dedicado a la reminiscencia, puede concentrarse en nuevas experiencias agradables. No es que los recuerdos sean algo neurótico, pero la verdad es que sustituyen a momentos presentes más amenos. Compruebe lo que Francis Duvarige escribió sobre el particular: «Nos enseñaron a recordar; ¿por qué no nos enseñaron a olvidar? No existe hombre vivo que, en algún momento de su existencia, no haya admitido que la memoria era tanto una maldición como una bendición».

―Esfuércese al máximo para eliminar sus propias lamentaciones acerca de cosas en las que nada puede usted hacer para que cambien… cuestiones como las que figuran en la lista relacionada anteriormente en este capítulo. Domínese cada vez que observe que estas quejas inútiles surgen en su cerebro o en su conversación, hasta que usted sea capaz de dejar la práctica de estas estratagemas autosojuzgadoras. Si lo considera necesario, anote diariamente sus éxitos en ese terreno, para tener constancia de los mismos. 

―Perdone silenciosamente a todo aquel que crea usted que le agravió en el pasado y prometa no sacrificarse a sí mismo en el futuro con ideas perversas o de «venganza particular» que no harán más que lastimarle.
A ser posible, escriba o telefonee a alguien con quien se negaba a hablar y reanude las relaciones. Guardar rencor sólo servirá para impedirle a usted disfrutar de muchas vivencias potencialmente provechosas, en su trato con los demás, porque en una o dos ocasiones ellos cometieron errores que le afectaron a usted. ¿Y quién no ha cometido errores de ese tipo? Y recuerde, si está usted molesto o perturbado por su conducta pasada entonces ellos todavía siguen controlándole. 

—Afánese activamente en lo que se refiere a correr riesgos ―conducta enérgica, disposición al enfrentamiento con lo que sea― con tantas personas como sea posible. Reserve tiempo para comunicar a sus interlocutores que es lo que opina ahora y explique, cuando lo considere necesario, que no va a continuar discutiendo cosas que ya no pueden cambiarse. Arriésguese con las personas o sea una víctima: a usted le corresponde elegir.


NOCIONES CONCISAS
 

Nuestros cerebros tienen capacidad para almacenar una increíble cantidad de datos. Aunque esto es una bendición, en muchos sentidos, también puede ser una maldición cuando nos encontramos llevando de un lado para otro recuerdos que sólo sirven para perjudicarnos.

Su mente es personal e intransferible; dispone usted de una tremenda aptitud para expulsar de ahí todos los recuerdos sojuzgadores. Y con determinación y vigilante cuidado, también tiene usted facultades para contribuir a que los demás dejen de avasallarle.

Dr. Wayne Dyer, Evite Ser Utilizado. Técnicas dinámicas para gozar de la vida sin ser manipulado, traducción de Manuel Bartolomé López, Ediciones Grijalbo, Barcelona, España, 1989, págs 99-109



Notas

El título sale del mismo contenido del libro de Dyer. 

Parar los pies.- Locución verbal. Detener o interrumpir su acción por considerarla inconveniente o descomedida.

Deudo.- Pariente, familiar, allegado,  consanguíneo

Coser y cantar.- Ser muy fácil.

Duro de pelar.- Dicho de persona: Difícil de convencer o derrotar. Dicho de cosa: Que tiene muchas dificultades.

Tirar por la borda.- Deshacerse inconsideradamente de alguien o de algo.

Inhibir.- tr. Impedir o reprimir el ejercicio de facultades o hábitos.
Sinónimos: impedir, reprimir, cohibir, contener, refrenar, represar, coartar, prohibir.
Prohibir, estorbar, impedir.
Abstenerse, dejar de actuar. Sinónimos: abstenerse, privarse, apartarse, retraerse, parar, reportarse.

Coaccionar.- Ejercer coacción sobre alguien.
Sinónimos: intimidar, conminar, presionar, amenazar, extorsionar, chantajear, violentar, imponer, compeler, boicotear, etc.

Sojuzgar.- Sujetar o dominar con violencia algo o a alguien. Sinónimos: avasallar, someter, dominar, subyugar, doblegar, oprimir, esclavizar, tiranizar, abusar, vencer. 

Coactiva.- Que ejerce coacción o resulta de ella. Sinónimos: apremiante, coercitivo, conminatorio, constrictivo, obligatorio1, extorsionador, extorsionista.

Martingala.-  Artificio o astucia para engañar a alguien, o para otro fin. Artimaña, argucia, treta, truco, marrullería. DLE RAE 

Estar al cabo de la calle o de algo.- Haberlo entendido bien y comprendido todas sus circunstancias.

Estratagema. Ardid de guerra. Astucia, fingimiento y engaño artificioso.
Sinónimos: artimaña, ardid, maña, artificio, treta, fingimiento, astucia, añagaza, truco, celada, engaño, trampa, trácala, jugarreta.

Descebar.- Quitar el cebo a las armas de fuego. Vaciar el interior de una bomba centrífuga.

Ojo avizor.- Alerta, en actitud vigilante.

Gambito.- En el juego de ajedrez, lance que consiste en sacrificar, al principio de la partida, algún peón u otra pieza, o ambos, para lograr una posición favorable.

Todos los significados fueron tomados del Diccionario de la Lengua Española RAE


jueves, 28 de agosto de 2025

La Familia como Avasallador Típico

Algunos Avasalladores Típicos


Una vez que haya acomodado sus perspectivas de forma que encajen con sus aptitudes reales, tendrá que aprestarse a tratar con los sojuzgadores dispuestos a impedir que cumpla usted sus objetivos. Aunque es posible que usted se deje avasallar virtualmente por cualquiera, en un estamento social determinado, algunos factores de nuestra cultura son fastidiosos de manera particular. Las seis categorías de dictadores que se reseñan a continuación figurarán reiteradamente en los ejemplos que se incluyen en el resto del libro, del mismo modo, poco más o menos, en que los problemas relacionados con ellos surgirán en su propia existencia cotidiana.

 

LA FAMILIA

En una reciente conferencia, pedí a las ochocientas personas que constituían el auditorio que relacionasen las cinco situaciones más corrientes en que se consideraban víctimas de atropello. Recibí cuatro mil ejemplos de situación típica de víctima.  El ochenta y tres por ciento estaban relacionados con la familia de las víctimas. Imagínese, algo así como el ochenta y tres por ciento de las arbitrariedades que sufre usted pueden deberse a la ineficacia en el trato con los miembros de su familia que acaban por dominarle o manipularle.
¡Y sin duda usted hace lo mismo con ellos!

Las típicas coacciones familiares que se citaban eran: verse obligado a visitar parientes, efectuar llamadas telefónicas, llevar en el coche a alguien, aguantar a padres molestos, hijos incordiantes, verse postergado por los demás, quedar convertido en prácticamente un criado, no ser respetado o apreciado por otros miembros de la familia, perder el tiempo con desagradecidos, carecer de intimidad por culpa de las expectativas familiares, etcétera, etcétera.

Aunque la célula de la familia es ciertamente la piedra angular del desarrollo social, la institución principal en la que se enseñan valores y actitudes, es también la institución donde se expresa y aprende la mayor hostilidad, tensión y depresión. Si visita usted un establecimiento mental y habla con los pacientes, comprobará que todos o casi todos ellos tienen dificultades en el trato con los miembros de sus respectivas familias. No fueron vecinos, patronos, profesores o amigos las personas que crearon problemas de relación a los perturbados, hasta el punto de que hubo que hospitalizarlos. Casi siempre fueron miembros de la familia.

He aquí un brillante pasaje del último libro de Sheldon B. Kopp, If You Meet The Buddha on The Road, Kill Him! The Pilgrimage of Psychoterapy Patients (Si encuentras a Buda en el camino, ¡mátalo! La peregrinación de los pacientes de la psicoterapia):

Desconcertó enormemente a los demás miembros de la familia de Don Quijote y de su comunidad enterarse de que el hombre había optado por creer en sí mismo. Se mostraron desdeñosos hacia su deseo de cumplir el sueño que albergaba. No relacionaron el principio de locura del caballero con el aburrimiento mortal de la monótona existencia en aquel ambiente de mojigatería beata. La remilgada sobrina, el ama conocedora de lo más conveniente para cada uno, el obtuso barbero y el ampuloso cura, todos sabían que la lectura de aquellos libros perniciosos que llenaron la debilitada cabeza de don Quijote, atiborrándola de ideas absurdas, fue la causa de su desequilibrio mental.

Kopp traza luego una analogía entre Don Quijote, entrado en años, y la influencia de las familias modernas sobre personas seriamente perturbadas.

Su hogar me recuerda el seno de las familias de donde a veces salen jóvenes esquizofrénicos. Tales familias ofrecen a menudo apariencia de estabilidad hipernormal y bondad moralista. En realidad, lo que ocurre es que han desarrollado un sistema elaboradamente sutil de indicaciones para advertir a cualquier miembro que inconscientemente esté a punto de hacer algo espontáneo, algo que pueda romper el precario equilibrio familiar y dejar al descubierto la hipocresía de su supercontrolada pseudo-estabilidad.

 

Su familia puede constituir una parte inmensamente provechosa de su vida, y lo será si usted obra en el momento idóneo. Pero la otra cara de la moneda puede resultar un desastre. Si permite que su familia (o familias) empuñen las riendas de usted, pueden tirar de ellas tan fuerte, a veces en distintas direcciones, que le destrozarán.

Eludir la condición de víctima le obligará a aplicar las directrices que propugna este libro, del modo más específico, a los miembros de su familia. Tiene usted que ponerse en su sitio, pararles los pies a los miembros de su familia que creen que usted les pertenece, a quienes usted se considera obligado a defender simplemente a causa de un parentesco sanguíneo o quienes se consideran con DERECHO a decirle cómo debe regir su vida, sólo porque son sus deudos.

No estoy alentando la insurrección dentro de la familia, sino apremiándole a que se esfuerce al máximo para aplicar normas de redimido, poniendo todo su empeño al tratar con las personas que serán las menos receptivas a su independencia, o sea, sus allegados: esposa, antigua esposa, hijos, padres, abuelos, parientes políticos y familiares d de todas clases, desde tíos y primos hasta miembros adoptivos de la familia. Este amplio grupo de deudos será el que ponga verdaderamente a prueba la postura ante la vida de ente liberado de la condición de víctima y si sale triunfante aquí, el resto será coser y cantar. Las familias resultan tan duras de pelar, porque en la mayoría de los casos sus miembros consideran que se pertenecen recíprocamente, como si hubiesen invertido los ahorros de su vida unos en otros, igual que si se tratara de otras tantas acciones o valores… lo que les permite emplear el veredicto de CULPABLE cuando llega el momento de ocuparse de miembros insubordinados que se convierten en «malas inversiones». Si permite que su familia le tiranice, ándese con cien ojos para comprobar si utilizan o no el concepto de culpabilidad a fin de que se mantenga dentro del orden y siga «el mismo camino que siguen los demás».

A lo largo de este libro se dan numerosos ejemplos de eficaz condición de antivíctima familiar. Debe armarse usted de la resolución de no permitir que los demás le posean, si va a enseñar a su familia la forma en que quiere que le traten. Créalo o no, al final captarán el mensaje, empezarán a dejarle en paz y, lo que es más sorprendente, le respetarán por su declaración de independencia. Pero antes, querido amigo, procure estar sobre aviso, porque le advierto que intentarán todos los trucos imaginables para conseguir que usted siga siendo víctima de ellos. (…)


Trampa de comparación corriente 

La comparación incesante con los hermanos produce mayor número de personas de vida adulta desasosegada que cualquier otro de los demás sistemas de parangón. 
Los niños no pueden desarrollar sentido de la individualidad y de la propia valía cuando se espera de ellos que sean igual que los otros miembros de la familia. Cada persona es un ente único y como tal hay que tratarla.


Dr. Wayne Dyer, Evite Ser Utilizado, traducción de Manuel Bartolomé López, Ediciones Grijalbo, 1989, págs 39-43, 129, 131


Notas

El título puesto sale en base de lo que dice el mismo texto citado.

Los otros avasalladores aparte de la familia que menciona Dyer en el mismo libro son: el trabajo, figuras con autoridad y profesionales, la burocracia, los empleados del mundo y uno mismo.

Más adelante pondré lo que dice el autor sobre la familia y el vivir aferrado al pasado. 

Algunas negritas y cursivas son mías.