martes, 28 de abril de 2020

Colección Libro Clásico Bruguera

Editorial Bruguera

1967-1985

Los libros de algunas colecciones de Bruguera se distinguen con una Letra como Libro Amigo con la A, Libro Clásico con la C y Libro Práctico con la P.

Un grupo de catedráticos y especialistas fueron los que redactaron los estudios preliminares, las notas y bibliografías que venían junto con el texto de las obras como bien menciona el blog Hasta el Borde

Bruguera para muchas obras reutilizó varias veces las traducciones que tenía disponibles para un montón de sus colecciones.

Lamentablemente en muchos casos en los sitios de librerías han puesto o pusieron como si fuera de colección Libro Amigo lo que era de otras colecciones así que tuve que revisar bastante y por si acaso preguntarle a medio mundo.

En la década de los 80 cambió el color de la cubierta -frontal, lomo y contraportada- de los libros publicados en esta colección de tapa blanda, y la numeración siguió siendo la misma en todas las ediciones salvo que el catálogo lo dice al revés en los números 103 y 104.

Ahora indicamos las obras de Colección Libro Clásco pero sin señalar a todos los catedráticos encargados de la edición de cada obra a excepción de algunos casos o dando información adicional como los títulos en otras traducciones.

La editorial sacó entre 1983 y 1985 una pequeña colección o serie llamada Colección Libro Clásico Serie Mayor la que pondré al final de ésta como información adicional.


1.Fernando de Rojas. La Celestina, Tragicomedia de Calixto y Melibea
2. Homero. La Ilíada
3. Laurence Sterne. Viaje Sentimental (o Viaje Sentimental por Francia e Italia)
4. Ramón de Mesonero Romanos. Escenas Matritenses
5. Armando Palacio Valdés. La Hermana San Sulpicio
6. Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas
7. José Hernández. Martín Fierro.
8. León Tolstoi. La Sonata a Kreutzer
9. Varias autoras. Poesía Femenina Española. 1939-1950. Antología de Carmen Conde
10. Azorín. Antonio Azorín
11. Homero. La Odisea
12. Leandro Fernández de Moratín. Teatro Completo
13. José Cadalso. Cartas Marruecas
14. Emilia Pardo Bazán. Los Pazos de Ulloa
16. Estanislao del Campo. Fausto y Otros Poemas
17. Anónimo. Poema del Mio Cid
18. Lope de Rueda . Teatro Completo
19. Voltaire. Cuentos Escogidos
20. Thomas Carlyle. Los Héroes
21. Garci Rodríguez de Montalvo. Amadís de Gaula
22. Gustavo Adolfo Bécquer. Leyendas.
23. Armando Palacio Valdés. Marta y María
25. Cayo Julio César. La Guerra de las Galias
26. Charles Dickens. Tiempos Difíciles
27. Diego de Torres Villarroel. Vida
28. Azorín. Parlamentarismo Español
29. Ramón Gómez de la Serna. Gollerías
30. Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios Reales: El Origen de los Incas
31. Jorge Isaacs. María
32. Armando Palacio Valdés. La Alegría del Capitán Ribot
33. Eurípides. Tragedias I: Medea/Bacantes/Ifigenia en Áulide
34. Pedro Calderón de la Barca. Teatro: El Alcalde de Zalamea/LaVida es Sueño/El Gran Teatro del Mundo
35. Vicente Espinel. Vida del Escudero Marcos De Obregón
36. Johann Wolfgang von Goethe. Las Desventuras del Joven Werther (o Werther o Las Penas o las Cuitas de...)
37. Arcipreste de Hita. Libro del Buen Amor
38. Dante Aligheri. La Divina Comedia
39. Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber). La Gaviota
41. Varios autores.  Teatro Romántico: Martínez de la Rosa. La Conjuración de Venecia/Duque de Rivas. Don Álvaro o La Fuerza del Sino/ Mariano José de Larra. Macías/Hartzenbusch. Los Amantes de Teruel/García Gutiérrez. El Trovador/Juan Zorrilla. Traidor, Inconfeso y Mártir (o Don Juan Tenorio en 1979 y 1984)
42. Plauto. Comedias: Aulularia/Rudens (o La Cuerda, El Cable, El Cabo o La Maroma)/Anfitrión
43. Gertrudis Gómez de Avellaneda. Poesías Selectas
44. René Descartes. Discurso del Método
45. Ramón Gómez de la Serna. La Quinta de Palmira/El Chalet de las Rosas
46. Giovanni Bocaccio. El Decamerón
47. José de Espronceda. Poesías Completas
48. François-René de Chateaubriand. Atala/René/Los Natchez
49. Sor Juana Inés de la Cruz. Obras Escogidas
50. Johann Christoph Friedrich von Schiller. Guillermo Tell/Los Bandidos/Intriga y Amor/Wallenstein/Don Carlos
51. Varios autores. Antología General de Poesía Chilena: Siglos XVI al XX. Edición a cargo de los profesores doña Lelia Cisternas de Mínguez y don José Miguel Mínguez Sender
52. Publio Virgilio Marón. Eneida
53. George Sand (Amantine Lucile Aurore Dupin). La Charca del Diablo
54. Miguel de Cervantes Saavedra. Novelas Ejemplares
55. Nicolás Maquiavelo. El Príncipe
56. François Rabelais. Gargantúa y Pantagruel
58. Erasmo de Rotterdam. Elogio de la Locura
59. Johann Wolfgang von Goethe. Fausto
60. Azorín. Teatro
61. Aristófanes. Comedias: Las Nubes/Las Ranas/Pluto o la Riqueza
62. Varios autores. Antología General de la Poesía Argentina. Desde el siglo XV hasta nuestros días. Edición a cargo del catedrático Agustín del Saz
63. Geoffrey Chaucer. Los Cuentos de Canterbury
64. Juan Ruiz de Alarcón. Obras Escogidas: La Verdad Sospechosa/Las Paredes Oyen/No hay Mal que por Bien no Venga
65. Molière. Las Mujeres Sabias/El Avaro/El Burgués Gentilhombre/El Enfermo Imaginario/Las Preciosas Ridículas/Tartufo/El Médico a Palos

66. Varios autores. Historiadores de Indias: Antillas y Tierra Firme. Edición a cargo de doña Ángeles Masiá, doctora en Historia
67. Johann Wolfgang von Goethe. Hermann y Dorotea/Reineke el Zorro
68. Tirso de Molina. Don Gil de las Calzas Verdes/El Condenado por Desconfiado/La Prudencia en la Mujer
69. Fedor Dostoievski. El Jugador
70. Faustino Sarmiento. Vida de Juan Facundo Quiroga
71. Jenofonte. Anábasis
72. Varios autores. Historiadores de Indias: América del Sur. Edición a cargo de doña Ángeles Masiá, doctora en Historia
73. Baltasar de Castiglione. El Cortesano
74. Lope de Vega. Teatro: Fuenteovejuna/El Caballero de Olmedo/Peribáñez y el Comendador de Ocaña/La Dama Boba
75. Anton Chejov. Los Campesinos/Mi Vida/La Sala Número Seis
76. Honoré de Balzac. Eugenia Grandet/César Birotteau/La Casa de Nucingen
77. Sonetos del Siglo XX. Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jimenéz, Gerardo Diego. Edición a cargo del catedrático don José Onrubia de Mendoza
78. Paul Verlaine. Antología Poética
79. Alexandr Pushkin. Eugenio Oneguin/El Desafío/La Hidalga Campesina/Azar en el juego
80. Gustavo Adolfo Bécquer. Obras Completas. Edición Especial del Centenario -de su muerte, en 1970- a cargo de los catedráticos doña Ángeles Cardona de Gibert y don Juan Alcina Franch
81.Oscar Wilde. Teatro Completo
82. Suetonio. Vida de los Doce Césares
83. Varias autoras. Poesía Femenina Española. 1950-1960. Antología de Carmen Conde
84. Daniel Defoe. Robinson Crusoe
85. Nicolai Gogol. Almas Muertas
86. Lope de Vega. Poesía Lírica
87. Alain-René Lesage. Gil Blas de Santillana
88. Johann Wolfgang von Goethe. Teatro. Goetz, El Caballero de la Mano de Hierro/Stella/Clavijo
89. Emilia Pardo Bazán. La Sirena Negra/Insolación
90. Oliver Goldsmith. El Vicario de Wakefield
91. Apuleyo. El Asno de Oro
92. Varios autores. Antología del Cuento Chileno. Edición a cargo de don José Miguel Mínguez Sender, doctor en Filología Moderna
93. James Fenimore Cooper. El Último Mohicano
94. Anónimo. Lazarillo de Tormes
95. Nicolai Gogol. Cuentos Completos
96. Miguel de Cervantes Saavedra. Don Quijote de la Mancha, 2 tomos
97. Carlo Goldoni. La Posadera/El Regañon Benéfico/La Familia del Anticuario
98. Varios autores. Trece Autos Sacramentales. Edición a cargo de José Onrubia de Mendoza, doctor en Filología  Románica
99.  Jean Jacques o Juan Jacobo Rousseau. Emilio o la Educación (Emilio o de la Educación)
100. Rosalía de Castro. Obra Poética
101. Publio Ovidio Nasón. Las Metamorfosis
102. Teatro Español del Siglo XVIII. Antología. Edición a cargo del doctor Jerry Ly Johnson, catedrático de la Universidad de Virginia, Estados Unidos
103. Juan de Valdés. Diálogo de la Lengua
104. José Maria Eça de Queirós. Los Maias
105. Varios autores. Don Juan, Evolución Dramática del Mito. Tirso de Molina. El Burlador de Sevilla/Antonio Zamora. No hay Plazo que no se Cumpla/José Zorrilla. Don Juan Tenorio/Miguel de Unamuno. El Hermano Juan/Salvador de Madariaga. La Don-Juanía
106. Oscar Wilde. Cuentos Completos
107. Mariano José de Larra. Artículos de Costumbres
108.
109. Víctor Hugo. Teatro Escogido: Oliver Cromwell/Hernani/El Rey se divierte
110. Varios autores. Antología General de la Poesía Mexicana (Siglos XVI-XX). Edición a cargo del catedrático don Agustín del Saz
111. Petronio. El Satiricón
112. Don Juan Manuel. El Conde Lucanor y otros Cuentos Medievales
113. Gerhart Hauptmann. Teatro: Los Tejedores/La Asunción de Hanele/Las Ratas/Antes de Anochecer
114. Charles Baudelaire. Las Flores del Mal/Los Paraísos Artificiales/El “Spleen” de París
115. Carlos León. Novelas Cortas
116. Tomás Moro. Utopía
117. María de Zayas y Sotomayor. Novelas Completas
118. Pierre Augustin Caron de Beaumarchais. Teatro de Beaumarchais: El Barbero de Sevilla/Las Bodas de Fígaro/La Madre Culpable
119. Charles Dickens. Los Papeles Póstumos del Club Pickwick
120. José Martí. Páginas Escogidas
121. Sófocles. Teatro Completo
122. Varios autores. Antología General de la Poesía Panameña (Siglos XIX-XX). Edición a cargo del catedrático don Agustín del Saz
123. Pierre Corneille. Teatro: Melita/El Cid/Horacio/Nicomedes
124. Platón. Diálogos: Apología de Sócrates/Critón/Laques/Fedón
125. Varios autores. Epístola Moral a Fabio y Otras Poesías del Barroco Sevillano
126. Joseph von Eichedorff. Vida de un Vagabundo Aventurero/Presentimiento y Presente
127. Aristóteles. La Política
129.
130. Horacio. Poesías Escogidas
131. Poetas Cortesanos del Siglo XV. Lope de Stúñiga/Marqués de Santillana/Jorge Manrique/Juan de Mena y otros. Edición a cargo del catedrático don José Onrubia de Mendoza, doctor en Filología  Románica
132. Víctor Hugo. Han de Islandia
133. Cicerón.  Discursos: Catilinarias/Pro Roscio Amerino
134. Anónimo. Nibelungos. Con un estudio preliminar, notas y bibliografía seleccionada a cargo de don José Miguel Mínguez Sender.
135. Fray Luis de León. De los Nombres de Cristo
136. Charles Dickens. Nicholas Nickleby
137. Hesíodo. Teogonía/Trabajos y Días
138. Jean Racine. Teatro Selecto:Andrómaca/Británico/Berenice/Bayaceto/Mitrídates/Fedra/Ester/Atalía
139. Gerhart Hauptmann. Emanuel Quint, el Loco en Cristo
140. Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas
141. Esquilo. Teatro Completo
142.
143.
144. San Juan de la Cruz. Poesías Completas
145. William Shakespeare. Romeo y Julieta/Julio César
146. William Shakespeare. Hamlet/Otelo
147. William Shakespeare. Macbeth/El Rey Lear
149. Varios autores. Las Mejores Poesías de Amor Sudamericanas. Recopilación de Jorge Montagut. En 1970
149. Francisco de Quevedo. El Buscón. En 1980
150. José de Espronceda. Poesías
151. Molière. Comedias I: Las Preciosas Ridículas/Don Juan/El Avaro. En 1981
152. Molière. Comedias II: Tartufo/El Burgués Gentilhombre/El Enfermo Imaginario
153. Jorge Manrique. Coplas y Cancionero a la muerte de su Padre
154. Lope de Vega. Poesías
155. Alonso de Contreras. Discurso de mi Vida
156. Francisco de Quevedo. Antología Poética
157. Sor Juana Inés de la Cruz. Lírica
159. San Agustín. Confesiones
160. Eurípides. Tragedias II: Las Suplicantes/Electra/Orestes
161. Varios autores. Romancero. Selección, introducción y notas de Manuel Alvar
162. Garcilaso de la Vega. Cancionero (Poesías Castellanas Completas)
163. Mateo Alemán. Guzmán de Alfarache. Primera Parte. Tomo I
164. Mateo Alemán. Guzmán de Alfarache. Segunda Parte. Tomo II



Continuará


Libro Clásico Serie Mayor
1983-1985

1. Bocaccio. Decamerón
2. Francesco Petrarca. Cancionero
3. Plutarco. Vidas Paralelas: Alejandro-César/Pericles-Fabio Máximo/Alcibíades-Coriolano
4. Johann Wolfgang von Goethe. Fausto
5. Quinto Horacio Flaco. Odas/Épodos/Arte Poética






sábado, 25 de abril de 2020

Colección Caballo Blanco Oeste

Editorial Bruguera
1965-1966


Como hay sitios que confunden los títulos y las colecciones Caballo Negro Crimen y Caballo Negro Espionaje que están en este blog, como una ayuda adicional pongo esta otra colección de Bruguera con obras sobre el Oeste estadounidense para aclarar las dudas.

Los autores pues escribían y escriben todo tipo de novela como policial, espionaje, histórica, aventuras, ciencia ficción, fantástica, psicológica, etc. y aquí probaron con el viejo Oeste aunque hubo muchos que se especializaron en el género.

Presumo por los datos que esta colección como tantas otras debe haber sido pequeña con unos 20-25  títulos y no más o tal vez menos.


2. Zane Grey. El Rancho Majestad
3. Homer Hatten. Jinetes del Infierno
4. Gordon D. Shirreffs. Clarines Lejanos
5. Zane Grey. Los Caballeros de la Llanura
7. Zane Grey. El Valle del Trigo
11. Louis L'Amour. La Caza del Hombre
12. Clayton Fox. Barreras de muerte 
 
-Harry Whittington. Cuando suena la hora
-Theodore Sturgeon. Una Dama entre vaqueros
-Charles Heckelmann. Proscrito
-Robert W. Krepps. Hacia los Grandes Horizontes

Continuará

miércoles, 22 de abril de 2020

Búsquedas en el blog

-La colección Colección Misterio Cenit no está en el blog porque en una época no la conocía sino recientemente y nunca encontré ejemplares de ella en ninguna librería de aquí.

Me interesan las colecciones con autores conocidos pero no sería raro que en Cenit como en tantas otras los nombres de los autores sean seudónimos para un trabajo que era de lo más alimenticio, y cuando uno quiere mantenerse y pagar sus deudas no le hace asco a nada que sea trabajo honrado y pueda hacerlo como el de escribir novelas. Hay autores que hasta escribieron novela rosa

Ejemplares  de esta colección se pueden hallar en Iberlibro y en Todocolección


-Cuando investigaba sobre la colección Selecciones de Biblioteca Oro de Molino o la col. Búho de Plaza me topaba frecuentemente con la col. Búho de Planeta que tiene autores conocidos como Hammett o Gardner pero como no había tantos datos y todo está tan mezclado la tuve que dejar de lado.

De la Col. Búho de Planeta se pueden ubicar libros en Iberlibro y en Todocolección.

-De col. Biblioteca Oro de Molino ya no me ocupé porque me interesaban otras coleciones y por tiempo,  y además otros ya habían investigado sobre ella como se puede ver  aquí

En el 2004 RBA compró editorial Molino y en el 2007 publicó una selección de obras de esta colección y para evitar la fatiga usó/usa continuamente las mismas traduciones de Molino que es lo mismo que también hizo Orbis y hacen otras editoriales.

Los ejemplares de esta colección pueden encontrarse en los sitios antes mencionados.

Muchas colecciones repetían o repiten demasiado los mismos libros y hasta con las mismas traducciones como pasa, por ejemplo, con Agatha Christie, Simenon o Gardner cuyas obras pueden hallarse publicadas por Molino, Planeta, RBA, Círculo de Lectores, Orbis, Rayuela, Booket, Espasa Calpe, Akal, Vicens Vives, etc., etc., y aburre hallarlo e investigarlo -o no lo hago o sólo parcialmente para saber ubicarme bibliográficamente con lo que existe editado- por lo que prefiero buscar información sobre otras colecciones que sean distintas y variadas en cuanto a autores y títulos y  si se repiten algunos títulos conocidos que sea con otras traducciones.


Tal vez me ocupé de esas 3 colecciones en un futuro cercano pero con esta situación no estoy seguro o ya veré como lo hago.




martes, 21 de abril de 2020

Colección Grandes Aventuras - Oveja Negra

La editorial colombiana Oveja Negra publicó esta colección entre 1984 y 1986.

Oveja Negra al igual que hizo en la colección Bestsellers en ésta, en gran parte, también usó muchas de las traducciones de la editorial española Bruguera y de otras como Iberia, etc.

Por lo visto existen otras colecciones con el mismo nombre o parecido: una de Bruguera, otra de Forum y una tercera de Orbis.
Se nota que Oveja Negra usó varias de las mismas portadas de Forum como se ve aquí.

De los 100 títulos publicados y que se hallen la distribución fue muy caótica en esos años aunque como he visto hasta el nº 91 probablemente la respuesta sea positiva para poder hallarlos casi todos. Claro, obviando los títulos repetidos con distinta numeración.

La numeración indicada es como se puede ver en las portadas y en los lomos de los libros.

La única explicación o hipótesis que se me ocurre con esta confusión con respecto a los títulos finales y su numeración es que la editorial no pudo editar todos los títulos planeados, y decidió publicar varios de los títulos anteriores con diferente numeración y así cerrar la colección, y lo que da sustento a esto es que los títulos finales coinciden con la época del cierre de Bruguera en 1986, por lo que la colombiana Oveja Negra ya no pudo seguir usando las traducciones de la editorial española o tal vez  además hayan otras causas tan comunes en esos años y tuvo que arreglar el asunto de sus colecciones como le fue posible.
 
 
Si algún número u otro es dudoso ya no verificaremos más y así se quedará, porque importa el libro y no el numerito que haya o no tenido.
 


1. Julio Verne. Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino
2. Robert Louis Stevenson. La Isla del Tesoro
3. Alejandro Dumas. Los Tres Mosqueteros
4. Julio Verne. Miguel Strogoff
5. Ian Fleming. Desde Rusia con Amor
6. Joseph Conrad. Lord Jim
7. Henry Rider Haggard. Las Minas del Rey Salomón
8. Mark Twain. Príncipe y Mendigo
9. Arthur Conan Doyle. Aventuras de Sherlock Holmes
10. Alejandro Dumas. El Conde de Montecristo I
11. Alejandro Dumas. El Conde de Montecristo II
12. Julio Verne. Viaje al Centro de la Tierra
13. Emilio Salgari. El Corsario Negro
14. Edgar Rice Buroughs. Tarzán de los Monos
15. James Fenimore Cooper. El Último de los Mohicanos
16. Charles Dickens. Historia de Dos Ciudades
17. Jack London. La Llamada de la Selva (o La Llamada de lo Salvaje)
18. Víctor Hugo. El Jorobado de Nuestra Señora (o Nuestra Señora de París)
19. Julio Verne. Los Hijos del Capitán Grant (13)
20. Emilio Salgari. Sandokán I
21. Emilio Salgari. Sandokán II
22. Walter Scott. Ivanhoe
23. Mark Twain. Un Yanqui en la Corte del Rey Arturo
24. Julio Verne. De la Tierra a la Luna
25. Harriet Beecher Stowe. La Cabaña del tío Tom
26. Nicolai Gogol. Taras Bulba
27. Julio Verne. Un Capitán de Quince Años
28. William M. Thackeray. Las Aventuras de Barry Lyndon
29. Charles Dickens. David Copperfield I
30. Charles Dickens. David Copperfield II
31. Anthony Hope. El Prisionero de Zenda
32. Robert Louis Stevenson. Los Mares del Sur
33. Walter Scott. El Pirata
34. Jonathan Swift. Los Viajes de Gulliver
35. Ian Fleming. El Hombre de la Pistola de Oro
36. Mark Twain. Las Aventuras de Tom Sawyer
37. Julio Verne. Alrededor de la Luna (continuación de la obra De la Tierra a la Luna)
38. Charles Dickens. Oliver Twist
39. Emilio Salgari. El León de Damasco
40. Walter Scott. El Talismán
41. Alphonse Daudet. Tartarín de Tarascón
42. Henryk Sienkiewicz. Quo Vadis?
43. Walter Scott. Robin Hood
44. Robert Louis Stevenson. Aventuras de David Balfour (o Secuestrado)
45. Julio Verne. El Castillo de los Cárpatos
46. Johann David Wyss. El Robinson Suizo
47. Edgar Rice Burroughs. Tarzán y los Pigmeos
48. Jack London. La Quimera de Oro
49. Alejandro Dumas. Veinte Años Después I
50. Alejandro Dumas. Veinte Años Después II
51. Hector Malot. Sin Familia
52. Robert M. Ballantine. La Isla de Coral
53. Julio Verne. Los Piratas de Halifax
54. Emilio Salgari. Los Misterios de la Jungla Negra
55. Walter Scott. Rob Roy
56. Edward Bullwer Lytton. Los Últimos Días de Pompeya
57. Ian Fleming. Goldfinger
58. Julio Verne. Cinco Semanas en Globo
59. Mark Twain. Las Aventuras de Huckleberry Finn
60. Robert Louis Stevenson. La Flecha Negra
61. Thomas Mayne Reid. Los Cazadores de Cabelleras
61. Paul Féval. Enrique de Lagardére
62. Emilio Salgari. La Reina de los Caribes (continuación de El Corsario Negro)
62. Walter Scott. Quintin Durward
63. Charles Dickens. Cuento de Navidad (o Canción de Navidad)
63. William Harrison Ainsworth. Aventuras de Dick Turpin
64. Rafael Sabatini. Scaramouche (99)
64. W.F. Cody. Aventuras de Buffalo Bill
64. Rafael Sabatini. El Capitán Blood                                                                65. Emilio Salgari. Los Cazadores de Cabezas
66. Julio Verne. La Isla Misteriosa (98)
66. Julio Verne. El Faro del Fin del Mundo
67. Jack London. Martin Eden
68. Henry Rider Haggard. Aventuras de Allan Quatermain
69. Robert Louis Stevenson. Traficantes de Naufragios (92)
69. Alejandro Dumas. El Tulipán Negro (*)
70. P.C. Wren. Beau Geste
71. Ian Fleming. Vive y deja Morir
72. T.E. Lawrence. Lawrence de Arabia
73. R.E. Raspe. Las Aventuras del Barón de Munchausen
74. James Oliver Curwood. Kazán, perro lobo
75. Charles Nordhoff y James N. Hall. Motín a Bordo
75. Julio Verne. Dos Años de Vacaciones
76. Baronesa de Orczy. La Pimpinela Escarlata
77. Capitán Frederick Marryat. El Buque Fantasma
78. Julio Verne. Aventuras del Capitán Hatteras
79. Fenimore Cooper. El Pirata Rojo
80. Charles Dickens. Grandes Esperanzas
81. Emilio Salgari. La Capitana del Yucatán
82. Julio Verne. Escuela de Robinsones
83. Rafael Sabatini. El Cisne Negro
84. Jack London. Aventura
85. Henry Rider Haggard. La Hija de Moctezuma
86. Edgar Rice Burroughs. Tarzán El Gran Jeque
87. Ian Fleming. Dr. No
88. Julio Verne. La Esfinge de los Hielos
89. Zane Grey. Al Oeste del Pecos
90. Henryk Sienkiewicz. A Través de la Selva y del Desierto (o A Través del Desierto y de la Selva)
91. Robert M. Ballantine. Los Mercaderes de Pieles
92. Robert Louis Stevenson. Traficantes de Naufragios (69)
93.Thomas Mayne Reid. Los Cazadores de Cabelleras (61)
94. Emilio Salgari. La Reina de los Caribes (62)
95. Charles Dickens. Cuento de Navidad (63)
96. W.F. Cody. Aventuras de Buffalo Bill (64)
97. Charles Nordhoff y James N. Hall. Motín a Bordo (75)
98. Julio Verne. La Isla Misteriosa (66)**
99. Rafael Sabatini. Scaramouche (64)***
100. Marco Polo. Los Viajes de Marco Polo (68)



-Recuerdo algo del poster: en el nº 18 se anunció El Tesoro de Sierra Madre de B. Traven pero al final sólo salió a la venta con ese número la novela de Víctor Hugo, El Jorobado de París (puedo equivocarme).
 
¿Se editó en Colombia o es un libro fantasma del que no hay ni la sombra?. Al buscar y no haber nada me inclino por lo segundo.
Puede encontrarse editado, por ejemplo, en Planeta o en Forum en sus colecciones de libros de aventuras.

Lo que se halla con cualquiera de los dos títulos -Nuestra Señora o El Jorobado- u otros es de Sarpe, Bruguera, Alianza, El Acantilado, Nauta, Edaf, etc.


*Figura en un listado pero está comprobado que sí existe la novela en la edición de Oveja Negra.

**La portada no se corresponde con el libro sino que pertenece a la película basada en el libro de Johann David Wyss. El Robinson Suizo, nro 46. Julio Verne escribió una continuación de la obra de Wyss llamada Segunda Patria.
 
***Esta novela -número 64 o 99- fue publicada con una letra tan pequeña que la hace casi imposible de leer.




viernes, 17 de abril de 2020

Colección Serie Club

Editorial Bruguera, 1968

Por el momento son los datos disponibles de esta colección con los títulos que habían sido y serían publicados una y otra vez en diversas colecciones de Bruguera.

1.
2.
3.
4.
5.
6. Abate Prevost. Manon Lescaut
7. Stefan Amberg. Los Años Locos
8. Leon Tolstoi. Resurrección
9.
10. Nicolai Gogol. Taras Bulba
11. Augusto Gotti Lega. Martas Cibelinas
12.

Sin numeración conocida:
-Anton Chejov. Los Campesinos/Mi Vida
-Francis Clifford. Atrapado 
-Harry Kemmemal. El Rabino tuvo hambre el sábado
 -Emily Bronte. Cumbres Borrascosas
-Charlotte Bronte. Jane Eyre 

Continuará

miércoles, 15 de abril de 2020

Los errores históricos imperdonables del cine bélico: de la «vergüenza» de Eisenhower a «1917»

Por Luisa M.Cabanelas
Redactora Madrid

El coronel José Manuel Fernández López, uno de los mayores expertos en el género, desgrana en el libro «Con las botas puestas. La historia del soldado a través del cine» un sinfín de anécdotas surgidas en la recreación de estas guerras.


El Cid de Charlton Heston hizo frente a las intrigas del conde García Ordóñez, al desafío del rey Ramiro de Aragón y a una épica rivalidad con Alfonso VI, pero los extras españoles que le ayudaron en su gesta en 1961 apenas cobraron cien pesetas y un bocadillo de chorizo. Al Máximo Décimo de Russell Crowe le costó unos cuantos puntos de sutura en la mejilla enfrentarse a los germanos de «Gladiator», en una escena de batalla que asustó a su caballo y empotró al actor contra las ramas de un árbol. Pero peor lo tuvo Elizabeth Taylor, que casi pierde la vida de una neumonía al convertirse en Reina del Nilo... muy lejos de Egipto. 

Carros de combate, ametralladoras y hasta bombas nucleares han desfilado a través del celuloide retratando el horror de miles de batallas en los 129 años que lleva de vida el cine, casi tantos como anécdotas y errores surgidos en la recreación de estos conflictos bélicos que ahora disecciona el coronel José Manuel Fernández López en el libro «Con las botas puestas. La historia del soldado a través del cine» (Edaf, 2020), el primer análisis de la historia del combatiente desde el punto de vista cinematográfico. Grandes dosis de sangre, sudor e incluso bajas. Porque nadie dijo que rodar una guerra, o tantas, fuera fácil. 

En el currículum del cine bélico, abundan los tópicos, artificios imposibles y licencias creativas. La munición de los cargadores es infinita, a no ser que el protagonista se encuentre en peligro, en cuyo caso, para mayor tensión dramática, se le acaban los cartuchos o se le encasquilla el arma. Mochilas que parecen ligeras pero que en realidad son muy pesadas, abrir el seguro de las granadas con los dientes... Y basta una fotografía de un ser querido para sentenciar a muerte a un soldado. «"El desafío de las águilas" recrea una operación en la que van a salvar a un coronel a un castillo y nunca se les acaban los cargadores, uno de los grandes tópicos: uno dispara y nunca se agota la munición. Todos sabemos que cuando pegas dos rafagazos el cargador suena el click que avisa de que está vacío», desgrana el escritor, uno de los mayores experto en el género a nivel nacional.

Entre los errores más absurdos, los de «La batalla de las Árdenas» (1965) se llevan la palma. Protagonizada por Henry Fonda, la película, una de las peores del cine bélico para Fernández López, es un despropósito tal que, a pesar de tratarse de una ofensiva alemana realizada en diciembre en una zona nevada, el director Ken Annakin recrea el ataque germano en una zona desértica, con un sol radiante y sin nada de nieve. «El propio general Eisenhower dijo que era una vergüenza cómo habían hecho esa película», cuenta en una entrevista con ABC el también escritor. 

Maniqueísmo 

Como la mayoría de los filmes del género, cae en el maniqueísmo, reduciendo la realidad del conflicto a una oposición radical entre los buenos, casi siempre los aliados, y los malos, las potencias del eje. Ni siquiera Sam Mendes y su reciente «1917» se libran de estas banalidades, más bien todo lo contrario. «Es imposible que cuando el piloto germano aterriza apuñale al que le ayuda, porque los aviadores, tanto alemanes como británicos y franceses, tenían unos códigos de honor por ser caballeros del aire que les impedían ensañarse con alguien. Es muy difícil pensar que un piloto alemán hubiese obrado así porque eran gente que venía de cierta estirpe, de cierta "realeza". Es la visión maniquea que nos han vuelto a meter: los alemanes son los malos, los feos y los tontos y los ingleses, los buenos, listos y guapos. En el caso de la Primera Guerra Mundial ser piloto no era algo mundano, plebeyo, era algo aristócrata», explica el autor de «Con las botas puestas».  

«El cine bélico está jalonado de errores y faltas de rigor», proclama el escritor. Licencias creativas para vender entradas que, en algunos casos, se entregan a exageraciones o juicios que nada tuvieron que ver con la realidad de los acontecimientos. Y ni el genio de Billy Wilder se libra de ello. «En "Cinco tumbas al Cairo" aparece un mariscal Rommel que es como un hombre déspota, casi sádico, cuando la realidad es que era tan impresionante que hasta los propios británicos le hicieron una película a él antes que a Montgomery ["Rommel, el zorro del desierto"]», aclara el autor de este análisis sobre el estamento militar desde el punto de vista del cine bélico, con 400 páginas y más de 400 fotografías reales, fotogramas y carteles.

 No sale mejor parada «Dunkerque», de Christopher Nolan, que más allá de su impecable ficha técnica comete grandes fallos, como recrear en color las octavillas que uno de los soldados «se guarda para limpiarse el trasero, básicamente porque se imprimía en blanco y negro». Y aunque el cine internacional no tiene mucho interés por la Historia de España –«Me gustaría que alguien tuviera las narices de coger la hebra de lo que fueron los Tercios españoles, que no fueron cuatro con una espada por Bélgica asustando a niños»–, los escasos capítulos patrios que se han adaptado lo han hecho descuidando algunos aspectos. «En "Los últimos de Filipinas" ponen a un capitán más o menos amanerado, con un perrito de lana. En la realidad, el capitán mandaba el fuerte de Baler y le tenían tanto respeto que cuando este murió no mataron al perro aunque se morían de hambre, hasta que fue inevitable. Lo mismo con el cura que se fuma porros... lo hacía para usos medicinales. Son licencias para vender más», afirma contundente el coronel, al que le disgusta especialmente cuando en un descuido del doblaje nombran a un comandante como mayor, rango militar que no existe.

No todo son errores 

Puestos a ser puntillosos, rara es la película, bélica o de cualquier género, que no cometa algún desliz en su metraje. Objetos modernos en decorados antiguos, fallos de raccord y heridas mortales que se curan solas. Sin embargo, conviene alabar cuidadas producciones como «Salvar al soldado Ryan» o la serie «Hermanos de sangre», por su esfuerzo a la hora de plasmar ese agónico error de los combatientes con cierto rigor e interés histórico. «Una escena que me parece fantástica en "Objetivo: Birmania" cuando aparece Errol Flynn como el Capitán Nelson y en menos de un minuto dice lo que es la misión, lo que sería en un momento militar una operación, pero él sale ante sus hombres y dice textualmente: "El radar tiene que ser destruido. Nos han elegido a nosotros. Y lo vamos a hacer". Eso es puro cine bélico (la información, la elección y la decisión)», recrea José Manuel Fernández López, admirador también de la nobleza del sargento York de Gary Cooper al rechazar el dinero («Muchos hicieron lo mismo que yo y no han vuelto para contarlo»). «Me gustan más este tipo de escenas que las de tiro y metralletas», concluye José Manuel Fernández López. 

Fuente:

https://www.abc.es/play/cine/noticias/abci-errores-historicos-imperdonables-cine-belico-verguenza-eisenhower-1917-202004060042_noticia.html#vca=rot-ed-10&vmc=r17-msuizo-play-abc&vso=noticia-historia&vli=1-los-errores-historicos-imperdonables-del-cine-belico-de-la-verguenza-de-eisenhower-a-1917

Titanic, el legendario barco que se hundió en su viaje inaugural

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Es la trágica historia de la que todo el mundo conoce el final: el Titanic se hunde. Sus últimas horas se han convertido en material para crear un mito, alimentado por las distintas versiones de las películas sobre la historia.

Hace 106 años, el colosal barco chocó contra un iceberg a toda velocidad. Dos horas y medio más tarde, se hundió en el fondo del Atlántico y por ello murieron más de 1.500 hombres, mujeres y niños.

La tragedia ha inspirado una serie de películas, documentales y teorías conspiratorias.
La película "Titanic" dirigida por el estadounidense James Cameron, original de 1997 y reeditada en 3D en 2012, nos recuerda que lo que mucha gente sabe de los acontecimientos de 14 de abril 1912 no proviene de un hecho histórico, sino de la pantalla grande.

¿Insumergible?

 En la cinta, la madre de la protagonista mira hacia el barco desde el muelle de Southampton, una ciudad del sur de Inglaterra, y señala: "Así que este es el barco que dicen que es imposible de hundir".

 Pero este es quizás el más grande mito que rodea al Titanic, dice Richard Howells, profesor de sociología cultural del King's College London, una universidad con sede en la capital británica.
"No es cierto que todo el mundo pensaba eso. Es un mito retrospectivo y genera una mejor historia".
Contrario a la interpretación popular, su propietaria, la naviera White Star Line, nunca hizo una declaración contundente de que el Titanic fuera insumergible.

Y, en realidad, nadie habló de que el barco era imposible de hundir hasta después del evento, sostiene Howells.

Aunque el hundimiento apareció mucho en los noticieros del cine mudo de la época, había muy poco material de archivo de la propia nave.
Esto porque el Titanic no fue una gran noticia antes de hundirse.

Su buque gemelo, el Olympic, le robó protagonismo en su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York en 1911. Tenía el mismo capitán que el Titanic, recorrió el mismo camino, tenían las mismas instalaciones de seguridad y el mismo número de botes salvavidas, o los mismos faltantes.

"La historia se convirtió en mito en cuestión de horas y, obviamente, a días del hundimiento", asegura el profesor del King's College.

 La Última Canción de la Banda

Una de las más bellas imágenes que ofrecen en muchas de las películas sobre el Titanic es de la banda tocando mientras el barco se hunde.

La leyenda dice que los músicos permanecieron en cubierta en un intento de mantener en alto la moral de los pasajeros, y que la última melodía que tocaron fue el himno "Más cerca, mi Dios, a ti". También que ninguno de ellos sobrevivió y se convirtieron en héroes.

Simon McCallum, curador del archivo del British Film Institute, dice que los testimonios relatan que la banda tocó en la cubierta, pero hay un debate acerca de cuál fue la canción final.

"El pasajero que recordó ese himno en particular fue lo suficientemente afortunado para salir mucho tiempo antes de que el trasatlántico se hundiera. En realidad nunca sabremos si los siete músicos murieron, pero es una licencia poética", dice McCallum.

Paul Louden-Brown, miembro de la Sociedad Histórica del Titanic que trabajó como consultor en la película de Cameron, dice que la escena de los músicos en la película de 1958 A Night To Remember era tan maravillosa que el director decidió repetirla.

La muerte del capitán Smith

Poco se sabe sobre las últimas horas del capitán Edward J. Smith, pero se le recuerda como el héroe, a pesar de aparentemente no haber atendido las advertencias y no frenar la nave cuando se le informó que había hielo en su camino.

 "Él sabía cuántos pasajeros había en el barco y el número de espacios en los botes salvavidas y permitió que salieran parcialmente llenos", dice Louden-Brown, a quien no le gustan las representaciones excesivamente benévolas del capitán en el cine.

Se dice que el primer bote salvavidas, con una capacidad de 65 personas, contenía tan sólo 27 personas. Muchos de estos barcos salvavidas se fueron medio vacíos y no regresaron a recoger a los sobrevivientes.

"Smith es el responsable último de todas las fallas de la estructura de mando a bordo. Nadie más puede tener la culpa", añade Louden-Brown.

El capitán Smith no emitió una orden general de "abandonar el barco", lo que significa que muchos pasajeros no se dieron cuenta de que el Titanic estaba en peligro inminente. No había ningún plan para una evacuación ordenada, ni se hicieron simulacros de emergencia con antelación.

John Graves, del Museo Nacional Marítimo de Londres, está de acuerdo en que en esa fatídica noche "Smith parece haberse desvanecido en el éter". Él piensa que el capitán puede haberse traumatizado cuando se dio cuenta que no había botes salvavidas suficientes.

El empresario malvado 

Las historias que rodean a J. Bruce Ismay, el presidente de la compañía que construyó el Titanic, son muchas pero casi todas se centran en las denuncias acerca de su supuesta cobardía al escapar del barco que se hundía, mientras que los demás pasajeros, especialmente mujeres y niños, fueron abandonados a su suerte.

 Todos los guiones retratan a Ismay como un cobarde que intimidó al capitán para que condujera más rápido el barco y después salvó su propio pellejo al saltar al primer lugar disponible en un bote salvavidas.

"Cada cineasta ha encontrado que la traición es demasiado deliciosa para no incorporarla en su película", dice Paul Louden-Brown.

"Si nos remontamos adonde comenzó todo, llegamos hasta William Randolp Hearst, el magnate de los diarios en Estados Unidos. Él e Ismay habían roto relaciones cuando el segundo no cooperó con la prensa en relación a un accidente en otro barco de la White Star Line".

Ismay fue casi universalmente condenado en EE.UU. y Hearst orquestó una campaña contra él, tildándolo de "el bruto". Publicaron la lista de todos aquellos que murieron y en la columna de los sobrevivientes se leía un sólo nombre: Ismay.

Algunos sobrevivientes dijeron que subió al primer bote salvavidas, otros que pidió a su propia tripulación que se lo llevaran y el barbero del barco contó fue el propio oficial jefe el que lo puso en un barco.

Sin embargo, Lord Mersey, quien dirigió la investigación británica sobre el hundimiento en 1912, llegó a la conclusión de que Ismay había ayudado a muchos otros pasajeros antes de encontrar un lugar para sí mismo en el último bote salvavidas que salió de estribo

"Si no hubiera saltado en él simplemente se hubiera añadido una vida más a las que se perdieron", dijo.

Louden-Brown cree que retratar a Ismay como el villano es injusto y así lo planteó cuando trabajaba como asesor de Cameron.

"Una cosa que me dijeron fue 'esto es lo que el público espera ver'", asegura.
Ismay nunca superó la vergüenza de saltar a un bote salvavidas y se retiró de la White Star Line en 1913.

Frances Wilson, autor de "Cómo sobrevivir al Titanic: El hundimiento del J. Bruce Ismay", dice que siente simpatía por él y lo ve como "un hombre común atrapado en circunstancias extraordinarias".

"Su desconcertante comportamiento en el Titanic se debió a la confusión en torno a su condición: ¿era un pasajero normal, como afirmaba, o como las investigaciones sugieren un "súper capitán"? Las personas a bordo actúan de acuerdo con su rango e Ismay no tenía ni idea de cual era el suyo".

 Los pasajeros de tercera

Una de las escenas más emotivas de la película de Cameron retrata a los pasajeros de tercera clase retenidos bajo cubierta contra su voluntad, sin que se les permitiese llegar a los botes salvavidas. 

Richard Howells argumenta que no existe ninguna evidencia histórica para apoyar esto.

Existían rejas que separaban a los pasajeros de tercera clase de los demás. Pero esto no era en previsión de un naufragio, sino en cumplimiento de las leyes de inmigración de Estados Unidos y la temida propagación de enfermedades infecciosas.

Los pasajeros de tercera clase incluían armenios, chinos, holandeses, italianos, rusos, escandinavos, sirios y británicos, quienes embarcaron en busca de una nueva vida en EE.UU. 

"En virtud de la legislación estadounidense vigente, los inmigrantes tenían que ser mantenidos por separado. De manera que, antes de que atracara en Manhattan, el Titanic habría tenido que detenerse en la isla de Ellis, para que estos fueran sometidos a controles sanitarios y a los controles de inmigración", dice Howell.

Cada clase tenía acceso a su propia cubierta y a botes salvavidas asignados. 

Aunque el factor crucial es que en la sección misma de tercera clase del barco no fueron almacenados botes salvavidas.

Los pasajeros de tercera clase tenían que encontrar su camino a través de un laberinto de pasillos y escaleras para llegar a la cubierta del barco. Los pasajeros de primera y segunda clase tenían más probabilidades de llegar a los botes salvavidas situados en la cubierta del barco.

El informe que se elaboró tras la investigación británica reveló que el Titanic estaba en conformidad con la ley de inmigración estadounidense en vigor en el momento y que las acusaciones de que los pasajeros de tercera clase fueron encerrados bajo cubierta eran falsas.

Mersey señaló que muchos pasajeros de tercera clase fueron "reacios" a abandonar el barco y a "desprenderse de su equipaje" y que tuvieron dificultades para llegar a los botes salvavidas.

Ninguna de las pruebas presentadas señaló alguna mala intención de obstruir a los pasajeros de tercera clase, sino más bien un descuido provocado por la obediencia ciega a las normas, aunque los resultados siguen siendo fatales.

Cuando los botes salvavidas finalmente se bajaron, los oficiales dieron la orden de que "las mujeres y los niños" debían ir primero. Así, se registró que 115 hombres de primera clase y 147 de segunda dieron un paso atrás para hacer espacio y como resultado murieron.

Ningún pasajero de tercera clase ofreció testimonio en la investigación británica, pero estuvieron representados por un abogado, W. D. Harbinson.

Éste llegó a la conclusión de que "no se dio ninguna evidencia en el curso de este caso para fundamentar una acusación de que se realizara algún intento para contener a los pasajeros de tercera clase".

Sin embargo, la clase hizo una diferencia: menos de un tercio de los pasajeros de tercera sobrevivieron.

Aunque las mujeres y los niños lo hicieron en mayor número en todas las clases, ya que se les dio prioridad en los botes salvavidas.

Titanic en la pantalla grande
  • Saved from the Titanic (EE.UU., 1912). Protagonizada por la sobreviviente Dorothy Gibson, supuestamente con el mismo vestido con el que había sido rescatada.
  • Atlantic (Reino Unido, 1929). La primera película sonora realizada sobre el desastre. No se refiere explícitamente al Titanic. La White Star Line lo prohibió.
  • Titanic(Alemania, 1943). El conocido como el "Titanic nazi", fue encargado por Joseph Goebbels, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945. En la película se asegura que el trasatlántico trató de establecer un récord de velocidad para manipular el precio de las acciones de la White Star Line. Se ignora la advertencia de un oficial alemán.
  • Titanic(EE.UU., 1953). Fue la primera historia de Hollywood sobre el barco. Su trama se centra en una pareja en el viaje inaugural del Titanic.
  • A Night To Remember (Reino Unido, 1958). Este docudrama fue durante mucho tiempo considerada la más exacta de las películas sobre el tema.
  • Raise the Titanic (EE.UU., 1980). Durante la Guerra Fría, un grupo de estadounidenses con experiencia en reflotar barcos hundidos es contratado por el gobierno estadounidense para sacar el famoso transatlántico del fondo del Atlántico, ya que un mineral raro en la cubierta podría ser utilizado para evitar la entrada de misiles en el espacio aéreo de EE.UU.
  • Titanic(EE.UU., 1997). Esta epopeya romántica se convirtió en uno de los filmes más caros de la historia. Los amantes Jack y Rose, interpretados por el estadounidense Leonardo DiCaprio y la británica Kate Winslet, son ficticios, pero otros están basados en personajes históricos.
*Este artículo fue publicado originalmente en 2012, a propósito de los 100 años del hundimiento del Titanic.

 Fuente:

 https://www.bbc.com/mundo/deportes-43733511

martes, 14 de abril de 2020

Cadena Perpetua de Tom Runyon

Si busca datos sobre Cadena Perpetua de Tom Runyon esto es lo que dice Iberlibro:

 Tom Runyon. Cadena Perpetua
Guillermo KRAFT limitada, Sociedad Anónima de impresiones generales, Buenos Aires, 1954. Encuadernación de tapa blanda. Portada de H. Cohen Ilustrador. 1ª Edición. Esta obra se publica por primera vez en idioma castellano en esta colección. Atractiva y antigua obra en la colección PETREL (es el número 10, extraordinaria autobiografía del nº 17602, condenado a cadena perpetua en la penitenciaría de Iowa) publicada a mediados del S. XX por la editorial argentina Guillermo Kraft. Desde 1954 hasta 1957, se publicaron mensualmente los denominados libros de bolsillo Kraft, promocionados como una jerarquía en ediciones populares, como la colección Petrel, se diseñaban tapas con ilustraciones muy llamativas con una estética que, en muchos de los casos, se acercaba a las revistas pulp, al comic o los afiches de cine, y durante la década del 50 se produjo un incremento en las colecciones dedicadas al género policial. Anales de la Novela Negra. Del ilustre Thomas Runyon (1920-2009) escritor y actor ocasional, tuvo roles en varias películas de verdadera antología. Sugerente y muy atractiva portada a colores de la época.

https://www.iberlibro.com/buscar-libro/titulo/cadena-perpetua/autor/tom-runyon/


Google da más datos sobre este escritor y actor:

https://www.google.com/search?channel=trow2&client=firefox-b-d&q=tom+Runyon


Cambio de tema: Voy a ver si pongo más colecciones, cuentos o artículos de otros temas pero no pienso citar a otros ni hablar más de la pandemia porque ahora ya estamos bien jodidos como para seguir machacando con lo mismo al igual que casi en todas partes.

domingo, 12 de abril de 2020

Comedia de Equivocaciones

Comedia de Equivocaciones

Por Henrik Sienkiewicz


Un día se descubrieron en Mariposa unos yacimientos de petróleo. Las enormes ganancias que habían producido empresas similares en Nevada y en otros Estados de la Unión, impulsaron a algunos capitalistas a fundar una Sociedad para la explotación de los pozos recién descubiertos.

Se trajeron máquinas, bombas, escaleras, barricas y toneles, se construyeron casas para los trabajadores, el lugar fue llamado Struck Oil (1) y a poco en aquel distrito desierto se instalaba una colonia de unas cuantas casas, habitadas por algunos centenares de trabajadores.

Dos años después, Struck Oil  se llamaba ya Struck Oil City, y en verdad que merecía tal nombre. Allí vivían: un zapatero, un sastre, un carpintero, un cerrajero y un doctor, un francés que en sus buenos tiempos en su patria rapaba y afeitaba, pero, que, por otra parte, era culto e inofensivo, lo cual no es poco decir, tratándose de un médico americano.

Como suele acontecer en las pequeñas ciudades, el médico regentaba al propio tiempo la farmacia y el correo: triple parroquia. Como boticario era igualmente inofensivo que como médico: toda vez que en su farmacia no se encontraban más que dos productos: jarabe de azúcar y Leroá. El pacífico y amable viejecito no se olvidaba nunca de repetir a los pacientes:

-No tengáis aprensión alguna por el medicamento. Cuando receto algo a un enfermo, tengo la costumbre de tomar una dosis igual y razono que si no me hace daño alguno a mí, que me encuentro bien, tampoco se lo puede hacer al enfermo.
-Tiene razón – respondían los ciudadanos, tranquilizados ya, aunque es evidente que no se les ocurría la idea de que un médico no solamente no debe hacer ningún daño a los enfermos, sino que ha de proporcionarles alguna mejoría.

El señor Dasouville, así se llamaba el médico, tenía fe especial en el maravilloso poder curativo del Leroá.  En los «meetings» (1)  se quitaba el sombrero y decía, volviéndose hacia el público:
-¡Damas y caballeros! Sed vosotros testigos de la eficacia del Leroá: tengo setenta años y, ya lo veis, sin una cana en la cabeza.

(1) Meeting: Reunión en inglés.



Las damas y caballeros podían atestiguar tanto más fácilmente que el doctor no tenía ni un solo cabello en toda la cabeza, porque era más pelado que un claro de luna. Pero todos omitían observaciones de esta índole sobre el ciudadano más viejo de Struck Oil City, porque no podía contribuir a aumentar el crédito de la ciudad.

(1) En inglés, literalmente: «petróleo descubierto».

Entretanto, Struck Oil City crecía de manera inaudita. Al cabo de otros dos años, se hizo pasar por allí un ferrocarril secundario. La ciudad obtuvo el privilegio de elegir a sus funcionarios. El médico, a quien todos apreciaban, fue elevado a la dignidad de juez, como representante de la inteligencia; el zapatero, un judío polaco que se llamaba míster Davis, fue nombrado sheriff que quiere decir Jefe Superior de Policía – policía que se concretaba al sheriff única y exclusivamente. Se construyó una escuela para cuya dirección fue nombrada una School Ma’am, una vetusta señora que siempre padecía de flujos. Finalmente, se inauguró el primer hotel con el título United States Hotel.
El business (1) crecía también a simple vista. La exportación de petróleo producía ganancias considerables. Míster Davis hizo colocar en la parte delantera de su tienda un escaparate con cristales relucientes que tenían alguna semejanza con los que adornan las zapaterías de San Francisco. En el «meeting» siguiente, los ciudadanos le dieron un voto de gracias por aquel ornamento de la ciudad. Míster Davis contestó con discreción de gran ciudadano:
 - ¡Thanks You! ¡Thanks you!

(1) Negocio
(2) ¡Gracias! ¡Gracias!

En donde hay un sheriff y un juez tienen que surgir desavenencias. Estos requieren naturalmente objetos de escritorio y papel; pronto se estableció en la esquina de Lujones Street una Stationery, esto es, una papelería, en donde también podían adquirirse diarios y caricaturas políticas. Estos representaban al presidente Grant bajo el aspecto de un mozo que ordeña una vaca: la vaca era el símbolo de los Estado Unidos. El sheriff no se creía obligado a prohibir la circulación de aquellos pinchazos satíricos porque no era de la incumbencia de la policía.

Las cosas no quedaron ahí. Una ciudad americana no puede vivir sin periódico: un año después fue fundado un semanario con el título: Saturday Weekly Review (1). La revista tenía tantos subscriptores como la ciudad habitantes. El redactor era, al mismo tiempo, editor, impresor, administrador y repartidor, reunido todo en una sola persona. El ejercicio de la función últimamente nombrada le era fácil, porque independiente de todo esto, poseía una vaca y todas las mañanas se ocupaba de repartir la leche. Sin embargo, esto no era obstáculo para que la editorial de cada semana comenzara con  la frase: « Si el desacreditado Presidente de los Estados Unidos hubiera seguido el consejo que le dábamos en el último número de fondo…»

(1) Revista  Semanal del Sábado.

Ya no faltaba nada a la venturosa Struck Oil City. Además, como los mineros que trabajaban en los pozos no eran violentos ni toscos, como sus colegas de las minas de oro, reinaba una paz general en la diminuta ciudad. Los habitantes no se pegaban nunca y de Lynch no se conocía más que el nombre. La vida se deslizaba sosegadamente, un día igual a otro, como dos gotas de agua. Por la mañana, muy temprano, los vecinos iban a su business; por la noche, siguiendo la costumbre americana, quemaban la basura en la calle; si no había ninguna reunión, se iban a dormir con la seguridad tranquilizadora de que al día siguiente volverían a quemar la basura en la calle.

Lo único que le robaba el sueño al sheriff era que sus conciudadanos no querían perder la mala costumbre de disparar las escopetas sobre las enormes bandadas de patos silvestres que volaban sobre Struck Oil City. Las ordenanzas de la ciudad prohibían disparar en las calles.
-Si esto ocurriese en una ciudad pequeña, podría tolerarse –decía el sheriff-, pero en una ciudad como Struck Oil City, no se puede consentir este continuo tiroteo en las calles.
Los vecinos  escuchaban, movían la cabeza y contestaban:
-¡Oh, yes!

Pero, en cuanto en el cielo enrojecido aparecían las largas bandadas blancas y grises, cada uno cogía la escopeta y comenzaba el consabido tiroteo con mayor intensidad.

Míster Davis podía perfectamente conducir a los culpables ante el juez y el juez podía imponerles una multa, pero conviene recordar que los presuntos infractores de la ley, en caso de enfermedad, habían de ser pacientes del juez y que, cuando les faltaban zapatos, habían de ser parroquianos del sheriff. Así, pues, si es verdad que una mano lava a la otra, también es cierto que una mano no debe hacer daño a la otra.

La paz reinaba en Struck Oil City como en el cielo. Pronto, sin embargo habían de pasar aquellos días inefables.

El único grocero ardió en odio mortal contra la única grocera y la única grocera contra el único grocero.
Aquí hablemos de explicar ahora lo que en América representa una grocery (1). Es un comercio en el que se encuentra de todo. Se encuentran harina y sombreros, cigarros y escobas, y además botones, arroz, sardinas, camisas, tocino, semillas, blusas, pantalones, tubos para quinqué, hachas, galletas, platos, cuellos de papel, pescado seco, en una palabra, todo cuanto el hombre necesita. Al principio, no había en Struck Oil City más que la grocery de un alemán que se llamaba Hans Kasche. Era un prusiano flemático, de unos treinta y cinco años de edad, robusto pero no gordo, que iba siempre en mangas de camisa y que nunca se quitaba la pipa de la boca. Entendía sólo el inglés estrictamente necesario para el negocio; ni una palabra más; pero el negocio se desenvolvía admirablemente y en la ciudad se afirmaba que el grocero «valía» sus dos mil dólares.

 (1)Grocery: Tienda de comestibles

Entre tanto, se abrió otra grocery. Entre los dos rivales se declaró la guerra, que tuvo principio en el «lunch» inaugural, en el que la dueña de la grocery nueva, una señorita alemana, Laura Neumann, que deseaba pasar por inglesa y que se hacía llamar Niumen, sirvió unas pastas que  a los convidados les pareció que sabían a sosa y a alumbre. La señorita Neumann se hubiera desacreditado si no hubiese podido demostrar que, a la hora de confeccionar las pastas, su harina aún no había sido desembalada y que, por lo tanto, tuvo que comprar la harina al señor Kasche. Todos convinieron en que el señor Kasche, por un sentimiento ruin de envidia había querido arruinar desde un principio a su rival. Por otra parte, era fácil prever que ambas tiendas se harían la competencia, pero nadie podía imaginarse que ésta se convirtiese en odio mortal. El odio adquirió tales caracteres que Hans no quemaba la basura más que cuando el viento impelía hacia la tienda de su rival, y ésta no designaba a Hans con otra palabra que Dutchman (1), vocablo que en los labios de su anglicanizante compatriota le sonaba despectivamente. Al principio los vecinos se reían de ambos. Sobre todo porque ninguno de ellos conocía el inglés. Pero, con el tiempo, a consecuencia de las relaciones de los habitantes de la ciudad con los establecimientos, se fueron formando dos partidos, el de los Hansistas y el de los Neumannistas, que comenzaron a mirarse de reojo. Así quedaron amenazados la paz y el sosiego de Struck Oil City y podían surgir complicaciones desagradables. Míster Davis, que era un político de visión lejana, quiso ahogar el mal en su origen y decidió reconciliar a los adversarios. De cuando en cuando les decía en su propio idioma:

-¿A qué vienen estas reyertas, amigos míos? ¿Acaso no compráis los zapatos al mismo zapatero? Tengo unos zapatos que no los hay mejores en San Francisco.
-Es inútil que haga usted el artículo de los zapatos a quien pronto irá descalzo – interrumpía venenosamente la señorita Neumann.
-No consigo mi crédito con los pies -replicaba Herr Hans, flemáticamente.

(1) Dutchman significa, en inglés, holandés. En los Estados Unidos se designaba familiar y despectivamente, con esta palabra a los alemanes.

Hay que hacer constar que la «Fräulein» (2) Neumann tenía unos piececitos muy monos: observaciones tan malévolas habían de llenar de odio mortal su corazón.

 (2) Fräulein: Señorita en alemán

 Los dos partidos comenzaron ya a tocar en las reuniones el asunto de Hans Kasche con la señorita Neumann; pero como en América nadie puede esperar justicia contra una mujer, la mayoría se declaraba a favor de la señorita Neumann.

Pronto observó Hans que el negocio no le producía ningún beneficio. Pero tampoco la señorita Neumann hacía ningún negocio brillante, porque todas las mujeres estaban de parte de Kasche: habían observado que los maridos hacían compras con demasiada frecuencia en la tienda de la señorita Neumann y cada vez pasaban más tiempo en ella.

(1) Dutchman significa, en inglés, holandés. En los Estados Unidos se designaba familiar y despectivamente, con esta palabra a los alemanes.


Cuando los adversarios no tenían parroquianos, se plantaban en la puerta, uno frente a otro, y se lanzaban miradas llenas de odio. La señorita Neumann tarareaba, con la música de Mi Hermano Agustín:
« ¡Dutchman, Dutchman, Dutch…
     Dutchman, Dutchman… man! »

Hans la miraba a los pies, después a la cara, le hacía una mueca como si viera una bestia que hubiese muerto un mes antes, y estallando en una carcajada infernal, exclamaba:
By God! (1)

(1) ¡Por Dios!

En aquel hombre flemático, el odio había alcanzado un punto tal que, cuando por la mañana temprano salía a la puerta y no encontraba enfrente a la odiada adversaria, volvía a entrar nervioso, como si le faltase algo.

Hace tiempo que hubieran pasado a mayores, si Hans no hubiese estado seguro que ante el tribunal llevaba él todas las de perder, tanto más cuanto que la «Fräulein» Neumann tenía de su parte al redactor de la Saturday Weekly Review. Pudo comprobarlo Hans un día que se atrevió a lanzar la especie de que las formas de su adversaria no eran naturales. Esto era verosímilmente creíble, porque en América es costumbre generalizada. En el número siguiente de la Saturday Weekly Review apareció un artículo furioso contra los Dutchman en general y, asegurando la autenticidad de la información, afirmaba que las formas de cierta lady calumniada eran auténticas.

Desde entonces Hans no tomó más que café puro porque no quiso comprar leche al redactor. Fräulein Neumann, por el contrario, le encargó doble ración. Además el sastre le hizo un traje, cuyo corpiño persuadió plenamente a todos que el señor Hans era un miserable calumniador.

Hans estaba absolutamente perplejo ante estas maquinaciones femeninas. Su adversaria, entre tanto se plantaba todas las mañanas ante la puerta y le hacía burla.

« ¿Qué podría hacer – pensaba Hans -. Tengo trigo envenenado para las ratas, podría envenenarle las gallinas, pero esto no debe ser: le causaría un daño real y no sería honorable. ¡Ah! ¡Ya lo tengo!»
Al atardecer, la señorita Neumann vio asombrada que Hans transportaba un gran manojo de girasoles y los disponía en dos hileras ante la reja de la ventana del granero.

«Siento curiosidad por saber qué saldrá de esto – pensó ella -. Seguramente todo va dirigido contra mí.»

Entretanto, iba obscureciendo. Hans dispuso los girasoles de modo que entre las dos hileras quedase un pasillo estrecho que conducía a la ventana del granero. Entonces trajo un objeto grande, envuelto en tela y, volviéndose de espaldas a la señorita Neumann, colocó debajo de los girasoles el objeto que había traído envuelto. Finalmente, se acercó a la pared y se puso a escribir algo.

La señorita Neumann se moría de curiosidad.

«Seguramente escribe algo contra mí – pensaba -, pero cuando todos duerman, he de ir a verlo, aunque me cueste la vida.»

Acabado el trabajo, Hans desapareció en el primer piso y a poco apagó la luz.

La señorita Neumann no esperó más. Se echó encima apresuradamente la bata, y, metiendo los pies desnudos en las zapatillas, cruzó la calle.

Al llegar a los girasoles siguió hacia la reja para leer lo escrito. De repente, los ojos se le desorbitaron, echó convulsivamente hacia atrás la parte superior del cuerpo y surgieron de su boca unos dolorosos: « ¡Ay! ¡Ay! », y después: « ¡Socorro! ¡Socorro! »

La ventana del piso superior se abrió.
-¿Qué pasa? -preguntó la voz flemática de Kasche-. ¿Qué pasa?
-¡Maldito Dutchman! – exclamó la doncella -. ¡Me has asesinado! ¡Me has exterminado! ¡Mañana bailarás  en la horca! ¡Socorro! ¡Socorro!
-Ya bajo – añadió Hans, pacíficamente.

A poco apareció con una vela encendida en la mano. Miró a la señorita Neumann que estaba como clavada en el suelo, se apretó las costillas con las manos y estalló en una maligna carcajada.

-¿Qué veo? ¡La señorita Neumann!  ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Buenas noches, señorita. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Pongo un cepo para las alimañas y atrapó a una señorita. ¿Qué necesidad tenía de venir a espiar el granero? Precisamente había puesto un aviso en la pared para que nadie se acercase demasiado. Ahora grite cuanto le plazca ¡Ojalá se enteren todos de que viene por las noches a husmear en mi granero! ¡Oh, Dios mío! Grite, pero estése aquí hasta mañana por la mañana. Buenas noches, señorita, que usted descanse.

La situación de la prisionera era desesperada. ¿Gritar? Acudiría la gente y el ridículo sería enorme. ¿Pasar la noche allí y a la mañana siguiente convertirse en el espectáculo de todos? Entretanto, el pie comienza a hacerle daño, la cabeza le da vueltas como un molino, confunde las estrellas unas con otras, la luna la contempla con aquella cara maligna de Hans: la señorita Neumann se desmaya.

« ¡Dios mío! –razona Hans en su fuero interno -. Si se muriera, me lincharían, sin que me valiese excusa alguna.»

Y el miedo le hizo erizar los cabellos.

No había remedio: lo más apresuradamente que le fue posible, encontró la llave y quiso abrir los hierros de la trampa. La cosa no era fácil porque estorbaba, y no poco, la bata de la señorita Neumann. Hubo que levantarla un poco y a pesar del odio mortal que se pudría en el alma de Hans, sintió la tentación de echar una rápida ojeada a los piececitos de su enemiga, maravillosos como si estuvieran cincelados en mármol, que en aquel momento bañaba la luna con su claridad sonrosada.

Un espectador hubiera podido creer que en aquel odio se mezclaba algo de compasión. Hans abrió rápidamente los hierros y, como la señorita Neumann no se moría aún, la cogió en brazos y la condujo sin vacilar a la casa de ella. Por el camino volvió a experimentar un sentimiento parecido a la compasión y se fue inmediatamente a su casa. Por la noche no pudo pegar un ojo.

A la mañana del día siguiente, la señorita Neumann no apareció a la puerta de la tienda para canturrear el: « ¡Dutchman! ¡Dutchman! » Acaso sentía vergüenza, acaso meditaba alguna venganza.

Pronto pudo verse que efectivamente forjaba planes de venganza. Al atardecer del mismo día, el redactor de la Saturday Weeekly Review desafió al señor Hans a un combate de boxeo y para empezar le puso un ojo a la vinagreta, pero en seguida el alemán comenzó a descargar golpes con tal furia que el redactor después de breve e inútil resistencia, cayó al suelo, exclamando:
-« ¡Enough, enough! » (1)

(1) ¡Basta! ¡Basta!

De manera incomprensible, la aventura de la señorita Neumann se esparció por toda la ciudad. Pero no fue Hans el traidor. Después de la pelea con el redactor, desapareció de su espíritu la compasión, no quedando más que el odio.

Suponía Hans que el bando enemigo preparaba un golpe, y no tuvo que esperar mucho tiempo. Los propietarios de las grocery suelen colgar a la puerta de la tienda, carteles que con el título de Notice anuncian géneros y precios. Además, conviene advertir que en los tales establecimientos se vende hielo para los bares, sin el cual ningún americano bebería el whisky o la cerveza. Un día observó Hans que habían dejado de comprarle hielo. Las barras grandes, traídas por el tren, permanecían en el granero y se iban fundiendo, poco a poco. El perjuicio representaba muchos dólares. ¿Qué era aquello? Hans veía que incluso sus partidarios compraban el hielo en casa de la señorita Neumann.

No comprendiendo lo que pudiera pasar se decidió a tener la explicación.
-¿Por qué no compra usted el hielo en mi casa? - preguntó, en un inglés de pacotilla al fondista Peters que pasaba de largo por delante de la grocery.
-Porque usted  no lo vende.
-¿Cómo, que no lo vendo?
-¿Qué sé yo?
-Pues le aseguro que vendo hielo.
-Entonces, ¿qué quiere decir esto? -exclamó el fondista, señalando el cartel con el dedo.

Miró Hans y la ira le puso negro. En el cartel alguien había raspado la « t » de Notice, y Notice se había convertido en No ice, que en inglés significa: «No hay hielo.»
Donner wetter! (1)- vociferó, lanzándose ciego de ira en dirección a la tienda de la señorita Neumann.

(1)  ¡Rayos y Truenos!

-¡Esto es una infamia!-gritó como loco -. ¿Por qué ha raspado la letra de en medio?
-¿Qué dice que le he raspado del medio? - preguntó la señorita Neumann, ingenuamente sorprendida.
-¡Una letra! ¡Le digo que una letra! ¡Una « t »! ¡Le digo que una « t »! Una  « t » que me ha raspado de en medio. Pero ¡Goddam! (2). Esta no se la perdono. Me  pagará  el  hielo. ¡Goddam! ¡Goddam!

(2) Imprecación alemana: ¡Maldita sea!

Había perdido la sangre fría habitual y resoplaba como un poseso. La señorita Neumann comenzó, por su parte, a gritar y la gente, a acudir.

-¡Socorro! -gritaba la señorita Neumann-. El Dutchman se ha vuelto loco. Dice que le he raspado no sé qué de en medio y yo no le he raspado nada. ¿Qué había de rasparle? Le rasparía los ojos de la cabeza. Pero nada más. ¡Ah! Soy una pobre joven soltera, sola y abandonada, y este hombre me matará, me asesinará.

Gritando así, se deshacía en lágrimas. Los americanos no comprendían de lo que se trataba, pero los americanos no se resisten a las lágrimas de una mujer, así que lo cogieron por el cuello y lo lanzaron por la puerta. Quiso oponer resistencia, pero inútilmente. Voló como una flecha desde la puerta hasta la acera de enfrente y cayó cuán largo era dentro de su propia tienda.

Una semana después colgó ante la puerta de su establecimiento un gran rótulo en que se veía pintado un mono que llevaba un traje rayado y un largo delantal blanco sujeto con tirantes, como la señorita Neumann. Debajo, había escrito: «Grocery del Mono».

Todos fueron a curiosear la novedad. Estruendosas carcajadas hicieron que la señorita Neumann saliera a la puerta.

Al verlo palideció; pero, sin perder el aplomo, dijo:
- ¿Grocery del mono? Es claro, del señor Hans.
Pero el golpe le entró muy adentro, en el corazón. A mediodía, comprobó que los niños que salían del colegio, al pasar delante de la tienda, se detenían ante el rótulo y exclamaban:
-¡Or tha’s miss Neumann! ¡Good evening, miss Neumann! (1)

(1) -¡Oh, sí es la señorita Neumann!  ¡Buenas tardes, señorita Neumann!

Aquello era demasiado. Cuando por la noche, el redactor pasó por delante de la tienda, ella le dijo:
-Ese mono me ridiculiza y no se lo perdono. ¡Tendrá que quitar el rótulo y borrarlo con la lengua en mi presencia!
-¿Qué quiere hacer?
-Ir a casa del juez
-¿Cuándo?
-Mañana

Al día siguiente por la mañana, salió a la calle y llegándose a casa del señor Hans, le dijo:
-Oiga, señor Dutchman, el mono me ridiculiza. Venga, pues, conmigo al juzgado y verá cómo se defiende.
-El juez dirá que soy muy dueño de pintar en el rótulo de mi tienda lo que quiera.
-Ya lo veremos.
La señorita Neumann respiraba penosamente.
-¿De dónde saca usted que el mono la ridiculiza?
-El corazón me lo dice. Venga conmigo al juzgado o si no, el sheriff le llevará arrastrándolo con una cadena.

Cerraron las tiendas y se fueron, sin cesar de pelearse por el camino. Ante la puerta del juzgado reflexionaron que no sabían bastante el inglés para poderle explicar al juez lo suedido. ¿Qué hacer? únicamente el sheriff entendía el alemán tan bien como el inglés.

Fueron a casa del sheriff.

Este estaba en un carruaje, a punto de partir.

-¡Id al demonio! Toda la ciudad se revuelve por culpa vuestra. Siempre lleváis el mismo calzado ¡Id al diablo! ¡Good bye! (1)

(1) ¡Adiós!

Hans se apretó las costillas.
-Tendrá que esperar hasta mañana - dijo flemáticamente.
-¿Esperarme? Antes me muero. A no ser quiera usted quitar el mono.
-¿Quitar el mono? - respondió Hans, esponjándose -. ¡No!
-Te fastidiarás. Te fastidiarás, Dutchman. Para nada necesitamos la intervención del sheriff. Sin necesidad de él, el juez sabrá de lo que se trata.
-Pues vamos sin el sheriff.

La señorita Neumann se equivocaba. El juez era el único en la ciudad que no sabía nada de sus peleas. El viejecito hacía sus pociones y no se preocupaba de nada más en el mundo.

Los recibió con su cortesía y bondad acostumbradas.

-Enseñadme la lengua, hijos míos, os recetaré algo.

Ambos comenzaron a agitar los brazos negativamente, indicando que no necesitaban ningún medicamento. La señorita Neumann repetía:
-No venimos a esto. No venimos a esto.
-¿Por qué venís, entonces?

Comenzaron a trabarse de palabras. Por cada una que decía el señor Hans, su adversaria le replicaba con dos. Finalmente, a la señorita se le ocurrió señalarse el corazón, diciéndole que el señor Hans se lo había traspasado con siete espadas.
-¡Ahora lo entiendo! Muy bien – dijo el doctor.
Entonces, abriendo un libro enorme, comenzó a escribir. Preguntó a Hans la edad:
-Treinta años.
Hizo la misma pregunta a la señorita pero ella no se acordaba fijamente:
-Ahora tendré unos veinticinco o veintiséis años.
-¡All right! ¿Cómo os llamáis?
-Hans.
-Laura.
-¡All right! ¿Profesión?
-Groceristas
-¡All right!
Entonces hizo una pregunta que ninguno de los dos entendió, a pesar de lo cual respondieron:
-¡Yes! (1)

(1) Sí

El juez hizo un movimiento de cabeza: había acabado. Cuando hubo escrito se levantó, y con gran asombro de Laura, la abrazó y la besó en la mejilla.
A ella le pareció de buen agüero y llena de esperanzas, regresó a su casa.
-¡Ya  le enseñaré a vivir! -gritó a Hans por el camino.
-Le enseñará usted a otro -replicó Hans sosegadamente.
Al día siguiente, el sheriff se presentó ante las groceries.

Los dos enemigos estaban a la puerta. Hans atascaba la pipa y Laura tarareaba:
¡Dutchman, Dutchman, Dutch…
Dutchman, Dutchman… man!

-¿Queréis ir a casa del juez?- preguntó míster Davis.
-Ya estuvimos.
-¿Y qué hizo?
-Señor sheriif, querido señor sheriff – imploró la señorita-. Haga el favor de enterarse y venga a decírmelo. Necesito un par de zapatos. Hable en mi favor. Ya  lo ve… soy una pobre muchacha… sola.

Fue el sheriff y al cabo de un cuarto de hora estaba ya de regreso, seguido por un gentío.

-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? -se pusieron a preguntar los dos.
-¡Todo va bien! ¡Sí! – dijo el sheriff.
-¿Qué ha hecho el juez?
-¿Qué había de hacer? Nada  malo. Os ha casado.
-¿¿¡¡Casado!!??
-Sí, casado. ¿Es que no se casa la gente en el mundo?

Si hubiera caído un rayo de repente, Hans y Laura no se hubieran asustado más. Hans abrió la boca y los ojos y miraba a la señorita Neumann como si estuviera ausente, y la señorita Neumann abrió la boca y los ojos y contemplaba al señor Hans. En seguida, comenzaron  a vociferar:
-¿Y yo he de ser su mujer?
-¿Y yo he de ser su marido?
-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Jamás! ¡El divorcio en el acto! ¡Jamás!
-¡No! ¡No quiero!
-Prefiero la muerte. ¡El divorcio en el acto! ¡Pues no faltaba más!
-Amigos míos -dijo el sheriff tranquilamente-. En esta ocasión, los gritos no sirven para nada. El juez efectúa los casamientos, pero no toma parte en los divorcios. ¿Por qué gritáis? ¿Sois acaso unos millonarios de San Francisco para entablar una demanda de divorcio? ¿No sabéis lo que cuesta? ¿A qué viene tanto alboroto? Tengo unos zapatitos para niño que encantan, muy baratos. ¡Good bye!

Dijo esto y desapareció. La gente se fue, riendo. Los novios quedaron solos.

-¡Este francés -exclamó Laura- nos ha fastidiado porque somos alemanes!
-¡Ya lo creo!
-Pero entablaremos el divorcio.
-Tengo el derecho preferente porque usted me raspó una « t ».
-Yo soy la que tiene el derecho preferente. Usted me cogió en un cepo.
-¡No la puedo ver!
-¡No lo puedo sufrir!

Se separaron cerrando las tiendas. Quedaron sumidos en un mar de pensamientos. Llegó la noche que trae el reposo. Pero ninguno de los dos pensaba en dormir. Se acostaron, pero el sueño huía de sus ojos.
Él pensaba:
«Allí duerme mi mujer.»
Y ella pensaba:
«Allí duerme mi marido.»

Y singulares sensaciones se despertaron en su corazón. Eran de odio y de ira, mezcladas con un sentimiento de soledad. Además el señor Hans pensó en el mono del rótulo: ¿Cómo podía dejarlo ahora, que era la caricatura de su mujer? Se le ocurrió que no estuvo bien hacer pintar aquel mono. Pero ¡aquella señorita Neumann! La odiaba porque le había hecho que se fundiese el  hielo. Es verdad que él la hizo caer una noche en el cepo. Entonces se le presentaron a la imaginación las formas entrevistas en el claro de luna.

« Hay que concederle - pensó – que es una mujer bien formada. Pero hay que confesar que no me puede sufrir ni yo a ella. ¿Qué le hemos de hacer? Pero esta es una situación fatal. ¡Casado! ¿Y con quién? ¡Con la señorita Neumann! ¡Y el divorcio cuesta tanto dinero! La grocery no bastaría.»

«Soy la mujer del Dutchman – se decía la señorita Neumann -. Ya no soy señorita. Esto quiere decir que me he casado. ¿Y con quién? Con este Hans Kasche que me cazó en una trampa. La verdad es que después me cogió en brazos y me trajo a casa. ¡Qué fuerza tiene! Me levantó como si fuese una pluma… ¿Qué es esto? Siento ruido…»

No se oía ruido alguno, pero la señorita Neumann, que  nunca  tuvo miedo, ahora lo sentía.

«Sin embargo, si se atreviera, ahora… Dios mío…- y después añadió con voz en la que se notaba el desaliento -: ¡No se atreverá! Él…»

Su miedo aumentaba.

«Ahora se ve lo malo que es estar sola – continuó pensando-. Si hubiera aquí un hombre, me defendería. He oído hablar de asesinatos cometidos cerca de aquí. (La señorita Neumann no había oído hablar de ningún asesinato.) Estoy segura de que me han de asesinar aquí. ¡Ah! ¡Este Hans! ¡Este Hans! Me ha cerrado el camino. Pero pediré el divorcio».

Pensado así, todo se le convertía en dar vueltas en el amplio lecho americano, y en realidad se daba cuenta de que estaba muy sola. De repente, sintió un sobresalto. Esta vez, el miedo tenía un fundamento real. Rompiendo el silencio nocturno, sintió unos martillazos.

-¡Jesús! – exclamó la doncella -. ¡Un escalo en la tienda!

Saltó de la cama y fue corriendo a la ventana; pero, al mirar, pudo tranquilizarse. A la claridad de la luna vio enfrente una escalera y en lo alto las formas redondas, musculosas, blancas, del señor Hans, que arrancaba de la pared  los clavos que sujetaban el rótulo.

La señorita Neumann abrió la ventana.
«¡Quita el mono!- pensó -. Menos mal que es galante.»
Sintió que el corazón se le ablandaba.

Hans arrancó los clavos, uno a uno. La hoja de lata cayó estrepitosamente al suelo. Entonces, quitando el marco y enrollando la hoja de lata con sus manos nervudas, comenzó a quitar la escalera.

Laura le seguía con la vista. La noche era suave y callada.
-¡Señor Hans! – murmuró ella.
-¿No duerme?- contestó él, también en un murmullo.
-No. Buenas noches.
-Buenas noches, señorita.
-¿Qué hace aquí?
-He quitado el mono.
-Gracias, señor Hans.

Callaron un momento.

-Señor Hans -volvió a murmurar la voz de la señorita.
-¿Qué manda usted, señorita Laura?
-Hemos de hablar del divorcio.
-Sí, tiene razón, señorita Laura.
-¿Así, mañana?
-¡Mañana!
La luna resplandecía suavemente.
-¡Señor Hans!
-¡Señorita Laura!
-Ya lo ve usted; quisiera obtener el divorcio lo más pronto posible.
La voz de la señorita sonaba melancólicamente.
-También yo, señorita Laura.
La voz de Hans sonaba tristemente.
-Procure, señor, no retrasarlo…
-Sí, lo mejor es no retrasarlo.
-Cuanto antes hablemos, mejor.
-Mejor, señorita Laura.
-Así, pues, entre…
-Voy a vestirme.
-No gaste cumplidos.

Al abrirse la puerta, el señor Hans desapareció en la oscuridad y al cabo de un rato se encontró en la habitación de la señorita Laura. Lo envolvió la atmósfera reconfortante de aquella estancia limpia, íntima, virginal. Laura llevaba una bata blanca y estaba singularmente encantadora a la vista.

-Estoy a su disposición, señorita -dijo Hans, con voz débil.
-Vea, señor Hans… quisiera entablar el divorcio, pero… tengo miedo que nos puedan ver desde la calle…
-¡Son tan oscuras las ventanas!
-¡Oh! ¡Sí! – replicó la señorita.
Entonces, comenzó la conversación sobre el proceso de divorcio, que ya no le incumbe a esta narración.

La paz volvió a reinar en Struck Oil City.


Varios autores, Antología Literaria de Premios Nobel, Colección Económica Libros de Bolsillo, Editorial Nacional Edinal S.R.L., México, 1965, págs 205-227

Por el contenido del libro es la misma antología que fue publicada antes en Barcelona, España, por Editorial Apolo en 1953.

La mayoría de notas salvo algunas mías pertenecen a la edición original