Mostrando las entradas con la etiqueta Habilidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Habilidad. Mostrar todas las entradas

lunes, 28 de julio de 2025

Un Huerto en Casa

Estas páginas bucólicas —escritas hace más de cien años— conservan aún su inimitable aroma.

 

Condensado de «My Summer in a Garden»

Por Charles Dudley Warner


NO SÉ de cosa alguna que pueda hacerle a uno sentirse más complacido en estos días veraniegos que consumir las hortalizas del propio huerto. ¡Y qué efecto produce en el vendedor de verduras! Es como una declaración de independencia. El hombre me muestra sus guisantes, sus remolachas, sus tomates… «No, muchas gracias —le digo en tono indiferente—. Este año cultivo mis propias hortalizas».

¿Vale la pena cultivar un huerto? Es difícil lo que se entiende por valer la pena. Existe la creencia de que si una cosa no vale la pena lo mejor es dejarla. Desde mi punto de vista, aquella pregunta equivale a otra: ¿Vale la pena contemplar una puesta de sol?

¿Voy a poner precio al tierno espárrago o la rizada lechuga que convierten en realidad tangible la alegre primavera?
¿Voy a considerar como mercancía la roja fresa, el guisante verde pálido, la frambuesa agridulce, la apoplética remolacha y el maíz que es como un estuche de delicias?
¿Voy a calcular en números la lozanía a diario renovada, la salud y la delicia que me rinde el huerto, sin contar el gozo anticipado de las grandes cosechas imaginarias que recojo apenas las semillas empiezan a brotar de la tierra?  Apelo al testimonio de cualquiera que haya hecho la experiencia para que me diga si la mayor recompensa de sus afanes hortícolas no son las intangibles cosechas de la esperanza.

OBSERVACIÓN FILOSÓFICA. Nada como la prosperidad y la fruta madura para enseñarle a uno quiénes son sus amigos. Tenía yo en el campo un excelente amigo a quien rara vez visitaba salvo en la temporada de las cerezas. Por tus frutas los conocerás.

Creo que el problema de cultivar frutales es muy sencillo si se le compara con el de cosechar la fruta una vez madura.  El poder de un muchacho es, en mi opinión, algo verdaderamente temible. Uno compra y planta un peral selecto; abona la tierra para que lo nutra; luego lo poda, lo libra de plagas y se recrea viéndolo crecer poco a poco. Al fin produce dos o tres peras que uno corta en varios trozos y reparte entre la familia.
Al año siguiente el arbolito florece que es una bendición; y ya en otoño sus ramas esbeltas y colgantes ceden al peso de casi una arroba de peras que día a día maduran deliciosamente al sol. Pero una noche invade al huerto un pilluelo, que no tiene muchos más años que el peral, y en cinco minutos se lleva hasta la última pera y desaparece en las tinieblas. El muchacho sin conciencia se aprovecha en cinco minutos de todo el trabajo de varios años. Sin embargo, uno aprende a su tiempo que es mejor haber tenido peras y haberlas perdido que no haber tenido peras. 
Se entera de que lo menos importante en eso de cultivar frutales es comerse la fruta.

HE ESTADO haciendo mi cosecha de patatas y lo digo por si  a alguien le interesa saberlo. Sacarlas de la tierra es una ocupación agradable y sedante pero no poética. Es buena para el espíritu, salvo que las patatas sean demasiado pequeñas, como son muchas de las mías. ¡Qué patatas tan pequeñas somos todos nosotros comparados con lo que podríamos ser!
Es que no aramos a fondo. El año que viene voy a hincar el arado a conciencia para que los tubérculos tengan bastante espacio. ¡Qué gran placer éste de sacarlos al sol y verlos relucir en pardo montón sobre la tierra cálida! Existen pocos momentos tan buenos en la vida. Pero luego hay que recogerlos; y la recogida en este mundo es lo peor de todo.

ME SIENTO realmente avergonzado cuando llevo amigos a mi huerto y observan que no tengo cebollas. Es cosa que salta a la vista. En la cebolla palpita la fuerza, y el huerto que carece de ellas carece de sazón. La cebolla es, con sus sedeñas envolturas, uno de los ejemplares más bellos del mundo vegetal. Casi puede decirse que tiene alma. Le va uno quitando capa tras capa y la cebolla aún está ahí. ¿Quién osaría afirmar, después de quitarle la última capa, que la cebolla no existe ya, si aún está llorando por su espíritu en fuga? Feliz la familia cuyos miembros pueden comer cebollas en amor y compañía.
Mientras las comen, están apartados del mundo y unidos en grata armonía. En esto hay una insinuación para los reformadores. La esperanza de la fraternidad universal está en la cebolla. Si todos los hombres pudieran comer cebollas a todas horas, acabaría por lograrse la armonía universal.

PARA MÍ lo más humillante de mi huerto es la lección que me da sobre la inferioridad del hombre. La naturaleza es pronta, decidida, inagotable. Eleva al cielo las plantas con vigor y libertad, y cuanto más inútil es la planta, tanto más rápida y espléndidamente crece. «La horticultura eterna es el precio de la libertad» sería un lema que pondría en la verja de mi huerto, si tuviera verja. Sin embargo, no existe libertad en la horticultura. El hombre que cultiva un huerto sufre esclavitud sin tregua. Ha plantado una semilla que lo tendrá inquieto y ansioso a todas horas, robará descanso a sus huesos y sueño a su almohada. Casi no ha acabado de plantar su huerto cuando tiene que empezar a escardarlo. Las malas hierbas han surgido de la noche a la mañana.

¿POR QUÉ respetamos algunas plantas mientras que otras nos inspiran desdén? El frijol es una trepadora graciosa, segura, atractiva, pero nunca se podrán mencionar los frijoles en poesía. El maíz, en cambio, es el niño mimado de la canción. Ondula a impulsos del céfiro en todas las literaturas. Pero mézclelo usted con los frijoles y al instante perderá su galanura. Y ahí está el fresco pepino que, como muchísimas personas, no sirve para nada cuando alcanza la madurez y ha perdido su selvática gracia juvenil, viene a ser una especie de actor cómico en una compañía donde el melón es el galán.

La lechuga es como la conversación; tiene que ser fresca, consistente y tan sabrosa que no se le note el amargor. Es la lechuga, sin embargo, tan propensa a languidecer como la conversación de algunas personas. 
Alabadas sean aquellas lechugas que forman una cabeza compacta y así se conservan como unos pocos individuos que yo conozco: cada día más consistentes a la vez que más satisfechos y tiernos, más blancos en el centro y más sólidos cuanto más maduros. La lechuga requiere, como la conversación, bastante aceite para evitar rozamientos y suavizar asperezas, una pulgarada de sal; un poquito de pimienta; cierta cantidad de mostaza y vinagre, desde luego, pero mezclados de manera que no se noten los contrastes violentos; y un poquito de azúcar. En la ensalada como en la conversación, uno puede poner de todo, y cuantas más cosas ponga mejor será; pero el éxito depende de la habilidad con que se mezclen. Por mi parte, me siento en la mejor sociedad cuando estoy ante una lechuga. 



Revista Selecciones del Reader’s Digest, Febrero de 1955, Tomo XXIX, N° 171, págs. 114-118, Selecciones del Reader’s Digest, S.A., La Habana, Cuba.



Charles Dudley Wagner.- Escritor y ensayista estadounidense (1829-1900). Junto a Mark Twain escribió la novela The Gilded Age: A Tale of Today (1873).


 

Notas

Los significados están tomados del diccionario de la RAE.

Bucólica.- Que evoca de modo idealizado el campo o la vida en el campo. Dicho de un género de poesía o de una composición poética, por lo común dialogada: Que trata de modo idealizado la vida pastoril. 
Obra del poeta romano Virgilio (Bucólicas). 

Remolacha: Hortaliza (raíz) también llamada betarraga, betabel, beterraga, beterava, acelga, etc. 

Fresa: frutilla, fresón, fresbaya, fresera, madroncillo, amarrubia, mayuela, etc.

Lozanía.- Cualidad de lozano. frescura, vigor, salud, juventud, verdor, frondosidad, gallardía, vitalidad.
 
Hortícola.- Perteneciente o relativo a la horticultura (Cultivo de los huertos y de las huerta. Conjunto de técnicas y conocimientos relativos al cultivo de los huertos y de las huertas. Cultivo, agricultura, labranza. 

Intangible.- Que no debe o no puede tocarse. Incorpóreo, inmaterial, invisible, etéreo, sutil, espiritual, etc.

Por tus frutas los conocerás.- Referencia a Mateo 7:16.- Por sus frutos los conoceréis. (Versión Reina-Valera).

Arroba.- Peso equivalente a 11,502 kilogramo(s).

Patatas: papas

Sedeña.- De seda o semejante a ella.

Pronta(o).- Veloz, acelerado, ligero.

Verja.- Enrejado que sirve de puerta, ventana o, especialmente, cerca. Valla, enrejado, empalizada, estacada, vallado, etc.

Escardar.- Arrancar y sacar los cardos y las malas hierbas de los sembrados. Desbrozar, deshierbar.

Céfiro.- Poniente (viento). Viento suave y apacible. Personaje de la mitología griega que era el dios del viento del oeste.

 
Pulgarada.- Cantidad que puede tomarse con dos dedos.