Por Luisa M.Cabanelas
Redactora Madrid
El coronel José Manuel Fernández López, uno de los mayores expertos en el género, desgrana en el libro «Con las botas puestas. La historia del soldado a través del cine» un sinfín de anécdotas surgidas en la recreación de estas guerras.
El
Cid de Charlton Heston hizo frente a las intrigas del conde García
Ordóñez, al desafío del rey Ramiro de Aragón y a una épica rivalidad con
Alfonso VI, pero los extras españoles que le ayudaron en su gesta en
1961 apenas cobraron cien pesetas y un bocadillo de chorizo. Al Máximo
Décimo de Russell Crowe le costó unos cuantos puntos de sutura en la
mejilla enfrentarse a los germanos de «Gladiator», en una escena de
batalla que asustó a su caballo y empotró al actor contra las ramas de
un árbol. Pero peor lo tuvo Elizabeth Taylor, que casi pierde la vida de una neumonía al convertirse en Reina del Nilo... muy lejos de Egipto.
Carros de combate, ametralladoras y hasta bombas nucleares han desfilado a través del celuloide retratando el horror de miles de batallas en los 129 años que lleva de vida el cine,
casi tantos como anécdotas y errores surgidos en la recreación de estos
conflictos bélicos que ahora disecciona el coronel José Manuel
Fernández López en el libro «Con las botas puestas. La historia del soldado a través del cine»
(Edaf, 2020), el primer análisis de la historia del combatiente desde
el punto de vista cinematográfico. Grandes dosis de sangre, sudor e
incluso bajas. Porque nadie dijo que rodar una guerra, o tantas, fuera
fácil.
En
el currículum del cine bélico, abundan los tópicos, artificios
imposibles y licencias creativas. La munición de los cargadores es
infinita, a no ser que el protagonista se encuentre en peligro, en cuyo
caso, para mayor tensión dramática, se le acaban los cartuchos
o se le encasquilla el arma. Mochilas que parecen ligeras pero que en
realidad son muy pesadas, abrir el seguro de las granadas con los
dientes... Y basta una fotografía de un ser querido para sentenciar a
muerte a un soldado. «"El desafío de las águilas" recrea una operación
en la que van a salvar a un coronel a un castillo y nunca se les acaban
los cargadores, uno de los grandes tópicos: uno dispara y nunca se agota la munición.
Todos sabemos que cuando pegas dos rafagazos el cargador suena el click
que avisa de que está vacío», desgrana el escritor, uno de los mayores
experto en el género a nivel nacional.
Entre los errores más absurdos, los de «La batalla de las Árdenas»
(1965) se llevan la palma. Protagonizada por Henry Fonda, la película,
una de las peores del cine bélico para Fernández López, es un
despropósito tal que, a pesar de tratarse de una ofensiva alemana
realizada en diciembre en una zona nevada, el director Ken Annakin
recrea el ataque germano en una zona desértica, con un sol radiante y
sin nada de nieve. «El propio general Eisenhower dijo que era una
vergüenza cómo habían hecho esa película», cuenta en una entrevista con
ABC el también escritor.
Maniqueísmo
Como
la mayoría de los filmes del género, cae en el maniqueísmo, reduciendo
la realidad del conflicto a una oposición radical entre los buenos, casi
siempre los aliados, y los malos, las potencias del eje. Ni siquiera
Sam Mendes y su reciente «1917» se libran de estas banalidades, más bien
todo lo contrario. «Es imposible que cuando el piloto germano aterriza
apuñale al que le ayuda, porque los aviadores, tanto alemanes como
británicos y franceses, tenían unos códigos de honor por ser caballeros
del aire que les impedían ensañarse con alguien. Es muy difícil pensar
que un piloto alemán hubiese obrado así porque eran gente que venía de
cierta estirpe, de cierta "realeza". Es la visión maniquea que nos han
vuelto a meter: los alemanes son los malos, los feos y los tontos y los
ingleses, los buenos, listos y guapos. En el caso de la Primera Guerra
Mundial ser piloto no era algo mundano, plebeyo, era algo aristócrata», explica el autor de «Con las botas puestas».
«El
cine bélico está jalonado de errores y faltas de rigor», proclama el
escritor. Licencias creativas para vender entradas que, en algunos
casos, se entregan a exageraciones o juicios que nada tuvieron que ver
con la realidad de los acontecimientos. Y ni el genio de Billy Wilder se
libra de ello. «En "Cinco tumbas al Cairo" aparece un mariscal Rommel que es como un hombre déspota,
casi sádico, cuando la realidad es que era tan impresionante que hasta
los propios británicos le hicieron una película a él antes que a
Montgomery ["Rommel, el zorro del desierto"]», aclara el autor de este
análisis sobre el estamento militar desde el punto de vista del cine
bélico, con 400 páginas y más de 400 fotografías reales, fotogramas y
carteles.
No sale mejor parada «Dunkerque», de Christopher Nolan, que más allá de su impecable ficha técnica comete grandes fallos, como recrear en color las octavillas que uno de los soldados «se guarda para limpiarse el trasero,
básicamente porque se imprimía en blanco y negro». Y aunque el cine
internacional no tiene mucho interés por la Historia de España –«Me
gustaría que alguien tuviera las narices de coger la hebra de lo que
fueron los Tercios españoles, que no fueron cuatro con una espada por
Bélgica asustando a niños»–, los escasos capítulos patrios que se han
adaptado lo han hecho descuidando algunos aspectos. «En "Los últimos de
Filipinas" ponen a un capitán más o menos amanerado, con un perrito de
lana. En la realidad, el capitán mandaba el fuerte de Baler y le tenían
tanto respeto que cuando este murió no mataron al perro aunque se morían
de hambre, hasta que fue inevitable. Lo mismo con el cura que se fuma
porros... lo hacía para usos medicinales. Son licencias para vender
más», afirma contundente el coronel, al que le disgusta especialmente
cuando en un descuido del doblaje nombran a un comandante como mayor,
rango militar que no existe.
No todo son errores
Puestos
a ser puntillosos, rara es la película, bélica o de cualquier género,
que no cometa algún desliz en su metraje. Objetos modernos en decorados
antiguos, fallos de raccord y heridas mortales que se curan solas. Sin
embargo, conviene alabar cuidadas producciones como «Salvar al soldado
Ryan» o la serie «Hermanos de sangre», por su esfuerzo a la hora de
plasmar ese agónico error de los combatientes con cierto rigor e interés
histórico. «Una escena que me parece fantástica en "Objetivo: Birmania" cuando aparece Errol Flynn como el Capitán Nelson
y en menos de un minuto dice lo que es la misión, lo que sería en un
momento militar una operación, pero él sale ante sus hombres y dice
textualmente: "El radar tiene que ser destruido. Nos han elegido a
nosotros. Y lo vamos a hacer". Eso es puro cine bélico (la información,
la elección y la decisión)», recrea José Manuel Fernández López,
admirador también de la nobleza del sargento York de Gary Cooper al
rechazar el dinero («Muchos hicieron lo mismo que yo y no han vuelto
para contarlo»). «Me gustan más este tipo de escenas que las de tiro y
metralletas», concluye José Manuel Fernández López.
Fuente:
https://www.abc.es/play/cine/noticias/abci-errores-historicos-imperdonables-cine-belico-verguenza-eisenhower-1917-202004060042_noticia.html#vca=rot-ed-10&vmc=r17-msuizo-play-abc&vso=noticia-historia&vli=1-los-errores-historicos-imperdonables-del-cine-belico-de-la-verguenza-de-eisenhower-a-1917