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jueves, 21 de agosto de 2025

Como habérselas con gente grosera

Por Robert McGarvey


FALTABA POCO para que comenzara el partido cuando sonó el teléfono de la oficina de Lou Piniella, manager del equipo de beisbol de los Rojos de Cincinnati. Piniella tomó el auricular.
―!Ojalá que pierdan esta noche! ―rugió una voz que el hombre conocía muy bien.

No era uno de sus rivales, sino la dueña de los Rojos, Marge Schott.
Este tipo de llamadas se habían convertido en gajes del oficio para Lou Piniella. Pero el manager no era la única víctima de la señora Schott, quien trataba con la misma desconsideración a cuantos trabajaban en la organización de los Rojos. Siempre que quería tomar el ascensor, se ponía a dar manotazos y puntapiés contra la puerta para apresurar al ascensorista. Además, dejaba que su perro San Bernardo anduviera suelto por el campo de juego mientras el equipo hacía ejercicios de calentamiento antes de un partido. El animal solía hacer sus necesidades en el campo, y a veces en la caseta del equipo. La señora Schott desdeñaba olímpicamente las protestas de los jugadores. 
—Que se den por satisfechos de que no tengo un caballo —decía.

La rotación en los niveles ejecutivos era constante. Después de haber trabajado tres años para Marge Schott y los Rojos, Piniella rechazó un contrato que, según dijo, le habría redituado 1 millón de dólares, y dejó el equipo al terminar la temporada de 1992.
―Para mí fue una cuestión de amor propio ―le explicó Piniella a un reportero.

Pero llegó el día en que Marge Schott las pagó todas juntas. Después de que los medios de comunicación difundieran sus arbitrariedades (entre ellas, el uso de expresiones racistas), el Consejo Ejecutivo de las Ligas Mayores de Beisbol la suspendió por un año y le impuso una multa de 25,000 dólares. Además le prohibió llevar a su perro al campo de juego de los Rojos.
Las personas groseras (aquellas que ofenden a los demás con sus palabras o con sus actos) se encuentran en todas partes. Pueden ser jefes, compañeros de trabajo, dependientes de tiendas, vecinos y hasta familiares. Casi todos cometemos alguna falta de consideración cuando pasamos por momentos de estrés, pero la gente verdaderamente grosera es muy distinta. “Cuando se muestran insolentes, lo hacen con el ánimo de causar dolor”, afirma el psicoterapeuta Alan Loy McGinnis, autor de Bringing Out the Best in People (Como hacer que aflore lo mejor de los demás).

Si usted se topa con una persona que pretende intimidarlo no se cruce de brazos. “La pasividad no hace más que aumentar la saña del agresor”, advierte el asesor de negocios Rick Kirschner. “La gente hostil anda en busca de víctimas. Para meterla en cintura demuestre seguridad en sí mismo”.

“Lo cortés no quita lo valiente”, señala Judith Martin, columnista sobre temas de urbanidad. “Podemos evitar cortésmente que atropellen nuestros derechos; y en la mayoría de los casos, así es como debemos proceder”.
Sin embargo, pocas personas saben cómo hacerlo. He aquí cinco estrategias que le ayudarán a salir airoso de sus encuentros con gente grosera:

 
Aborde al agresor de frente
 
Woody Godbold, presidente de una empresa de cajas metálicas y equipo de refrigeración para aparatos electrónicos, tenía un cliente muy importante que era muy desconsiderado. Solía acosar a los empleados por teléfono para exigirles rebajas en precios que ya había aceptado, o para que hicieran caso omiso de los planes de producción con tal de surtir sus pedidos antes que los otros.
Si lo contrariaban, los insultaba y los amenazaba con hacer que los despidieran. En consecuencia, la moral del personal empezó a decaer.

Como Godbold no quería perder esa cuenta, buscó una solución. Designó a un vicepresidente para que fuera el único representante de la empresa ante el comprador; todas las llamadas telefónicas del cliente deberían transferirse sólo a él. Luego le dio instrucciones precisas: 
―Dígale que nos agrada tenerlo entre nuestros clientes, pero que no vamos a tolerar sus desplantes. Seguiremos ofreciéndole los mejores precios y el mejor servicio que podamos. Si eso no le basta, tendrá que buscarse otro proveedor.
La táctica dio resultado. Al combinar la deferencia (designando a un vicepresidente para atender al comprador) con la firmeza, Godbold hizo que el cliente se sintiera seguro de su importancia, y a la vez le señaló los límites de su conducta a los que debía atenerse.
Godbold recomienda que se asegure uno de que el comportamiento descortés es una costumbre y no un hecho aislado. Después hable francamente con el agresor: explíquele en qué falta ha incurrido, las consecuencias que sus actos le han acarreado a usted, y los cambios que espera de él.
Si estas medidas fallan, puede usted llevar el asunto más lejos. Casi todo el mundo tiene un jefe; si la persona grosera no corrige su actitud, acuda al superior.

 
Sea diplomático
 
La confrontación directa es un recurso valioso, pero existen estrategias más útiles. La esencia de la diplomacia consiste en brindar al adversario la oportunidad de transigir sin que se sienta humillado.
Judith Martin ofrece el siguiente ejemplo: “Supongamos que aguardo mi turno en la caja de un supermercado, y un cliente se mete delante de mí. Podría quedarme como si nada, pero eso me produciría resentimiento. Podría poner el grito en el cielo, pero la otra persona quizá reaccione de igual manera. Así pues, la mejor opción es decirle: ‛Disculpe: el final de la cola está allá atrás’”.
Esta amable reconvención indicará que usted está molesto y la vez dará pie para que el desconsiderado rectifique su actitud sin sentirse avergonzado. No obstante, si el individuo persiste en su conducta, más vale olvidar el asunto.
A veces la persona agresiva no pretende hacer daño, pero aun si tiene malas intenciones la diplomacia puede ser de utilidad, afirma el asesor psicológico Jay Carter, autor de Nasty People (Gente Desagradable). Dice Carter: “Por ejemplo, si me entero de que un compañero de trabajo ha hecho algún comentario desfavorable con respecto a mí, me dirijo a él de inmediato y le pregunto: ‛¿Hice algo que te molestara , o es sólo que hoy estás de mal humor?’
Mi objetivo es darle la oportunidad de recapacitar sobre las consecuencias de su actitud”.

 
Tenga sentido del humor
 
Si se usa con delicadeza, el humor puede desarmar incluso a la gente más malévola. En cierta ocasión, Gilda Carle, especialista en técnicas de comunicación, se puso a discutir con un hombre por un espacio de estacionamiento. Cuando este comenzó a proferir palabras soeces, ella lo interrumpió preguntándole: 
―¿Sabe su madre qué tipo de lenguaje usa usted?
El hombre, de unos 60 años de edad, se quedó callado, y la riña terminó. “Hasta esbozó una sonrisa”, añade Gilda, quien se quedó con el lugar de estacionamiento.
El sarcasmo siempre es contraproducente (no hace más que acalorar los ánimos), pero un comentario gracioso a propósito de la situación puede dar magníficos resultados.

 
Desista
 
Cuando Lynne Farris obtuvo un empleo en el departamento de mercadotecnia de una empresa de productos para automóvil, se dio cuenta de que en cada junta el presidente escogía a uno de los agentes como blanco de sus ataques.
—¡Es usted un cretino! Esto no es lo que yo quería. ¿Ni siquiera se acuerda de lo que le pedí? ―le decía.
La víctima era distinta en cada ocasión pero siempre había una.
Finalmente le llegó el turno a Lynne. Al enviar un fax, borró por accidente una lista de los números a los que se había llamado ese día.
Cuando el presidente se dio cuenta, perdió los estribos y empezó a lanzarle una diatriba a la mujer. Entonces Lynne dio media vuelta y se metió en su despacho. Después de respirar profundamente, comprendió lo que tenía que hacer. Volvió a donde estaba su jefe y le dijo: 
—No me agrada que me hablen de ese modo…
—¡Pues si no le gusta, puede irse! —la interrumpió él.
—Muy bien, renuncio.
Aunque Lynne tardó seis meses en conseguir otro empleo, no se arrepintió de su decisión. “Mi jefe no habría cambiado jamás”, dice.
“Para conservar mi dignidad, no me quedaba más que marcharme”.
“Si todos los recursos le han fallado, sálgase de la situación”, aconseja el psicólogo Robert Bramson. Renunciar a un empleo (o salirse de una tienda sin haber comprado lo que se deseaba) es una medida extrema, pero no hay que descartarla.

 
Sea indulgente

En ciertos casos la mejor alternativa consiste en sobrellevar la situación con paciencia. 
Al rabino Harold Kushner, autor de When Bad Things Happen To Good People (Cuando a la gente buena le pasan cosas malas), las parejas que van a casarse le preguntan si deben invitar a la boda a hermanos o padres desconsiderados. “Yo les digo que en alguien tiene que caber la bondad, y que les abran la puerta.
Los otros podrán optar por cerrarla o trasponer el umbral. A veces lo único que necesitan es que se les tienda un puente”.

ES ALENTADOR saber que la gente grosera con frecuencia recibe su merecido. En el mundo de los negocios, generalmente sucede que las personas acometedoras prosperan, mientras que los jefes arbitrarios caen en desgracia tarde o temprano.
Armado de paciencia y de una estrategia, usted triunfará sobre sus adversarios insolentes, dondequiera que los encuentre.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Julio de 1994, Tomo CVIII, N° 644, págs. 117-120, Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos


Notas

La multa no fue de 25,000 como dice el texto sino de 250,000 dólares en 1993 (aproximadamente unos 558 mil dólares en 2025).

Meter a alguien en cintura.- Someterlo a unas normas de conducta acordes con lo que se considera correcto. DLE RAE

Diatriba.- Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo. Sinónimos: invectiva, filípica, libelo, sátira, ataque, brulote. DLE RAE

Más adelante pondré otro artículo sobre qué hacer con los vecinos problemáticos.
 
 
Comentario
 
En unos casos se puede hablar, en otros hay que desistir.
 
Como dijo Wayne Dyer en Evite ser  Utilizado: en ciertos momentos hay que renunciar a la lógica, olvidarse de discutir, usar alguna estrategia y seguir adelante.
 
Eso de querer siempre ganar una discusión es buenísimo escrito en el papel pero pésimo para los nervios... y el bolsillo.
 
Cuando las personas groseras son tan irrazonables discutir con ellas es perder el tiempo y debemos darnos cuenta de que no se discute con la pared
 
La necesidad es importante pero en un sitio horrible e insoportable no se puede trabajar bien, altera los nervios, te deprime, agota, produces menos, cometes errores, los jefes critican y gritan hasta por insignificancias (hasta cuando estás ayudando), etc., lo que provoca que quien trabaja se sienta frustrado, aburrido, amargado, sin apoyo, sin ganas de ir a trabajar y demás hierbas (amargas), entonces a uno no queda otra que renunciar e irse. 
Ya habrá otro trabajo en algún lado.
 
Cuando veía esa conducta de los jefes me preguntaba: ¿Cómo serán con sus parientes?
Era tan obvia la respuesta cuando ocurría algo y miraba como maltrataban  terriblemente a sus hijos y a otros parientes frente a los demás y no les importaba en lo más mínimo hacer esa escena tan vergonzosa.
  
 
Si hacen problemas en una tienda u otro negocio lo mejor es salirse de ahí.
 
A X lo trataron mal en una librería y en un restaurante a los que no volvió a ir nunca más y transcurrido un tiempo esos locales cerraron.
 
Con vecinos o parientes tan problemáticos lo más recomendable sería establecer estrategias, plantear límites y si es necesario el pedir ayuda a otros como asesoría, y en algunos casos extremos hay que considerar el mantener la distancia. 

 
 
 

jueves, 3 de noviembre de 2016

El Arte de Ser Prudente

Algunos consejos mejoran con el paso del tiempo

Condensado de Oráculo Manual  y Arte de Prudencia

Por Baltasar Gracián

“Pensar por anticipado”. ”No ser fácil en creer ni en querer”. ”No empeñarse con quien no tiene qué perder”. “No obrar apasionadamente”… Cualquiera juraría que estos consejos fueron tomados de un libro moderno de superación personal. Pero no, Son creación de un jesuita español del siglo XVII.
El ambiente cortesano en que le tocó vivir a Baltasar Gracián -capellán militar, predicador prestigiado y confesor de gente poderosa-, hacía falta mucho ingenio para triunfar. Observador agudísimo y realista implacable, se convenció de que no llega a la meta quien no ve bien dónde  pone cada pie. A esto llama “vivir a lo práctico”.

Con la intención de instruir a sus contemporáneos en ese arte, escribió Oráculo Manual y Arte de Prudencia, libro que resume una rica experiencia y un gran conocimiento de la vida y de los hombres.

De este libro hemos tomado algunas máximas, tan útiles hoy como hace tres siglos. Para facilitar su lectura, simplificamos y adaptamos al español actual algunas palabras o expresiones que, por haber sido escritas en un estilo tan complejo como era el conceptista, tal vez resulten oscuras para el lector de hoy.


No Descubrirse por Completo. El jugar a juego descubierto ni es de utilidad, ni de gusto. El no declararse al punto da lugar a la expectación. Es el recatado silencio refugio de la cordura. Las resoluciones, una vezmanifestadas, quedan expuestas a la crítica; y si no tuvieran éxito, usted será dos veces infeliz.

Conocer su mejor Cualidad. Cultive con especial esmero su principal talento y fomente los demás.
Cualquiera podría triunfar en algo si supiera en qué descuella.

Nunca Exagerar. Los superlativos ofenden la verdad y dan indicio de la cortedad del conocimiento. Anda el cuerdo con pies de plomo, y quiere más pecar de corto que de largo. La exageración es hermana de la mentira y menoscaba su reputación de buen gusto.

Actuar con Moderación. No se ha de emplear en las cosas más esfuerzo delo que es menester. No ande ostentando, que dejará de sorprender a los demás. Siempre ha de haber novedad con qué lucirse: que quien cada día revela más de sí mismo, mantiene siempre la expectación y nunca llegan a descubrirle los límites de su caudal.

Tratar con Gente de la que se pueda Aprender. Haga de los amigos maestros y combine la utilidad del aprendizaje con el gusto de conversar.  Disfrute de lo que usted diga, se le recompensará con aplausos; por lo que oiga con aprendizaje.

No Cansar. La brevedad es agradable y lisonjera. Lo bueno si breve, dos veces bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo.

Prepararse para la Fortuna Adversa en la Próspera. Es de sabios hacer en el estío* provisión para el invierno, y resulta más fácil; son baratos entonces los favores y hay abundancia de amistades. Rodéese de amigos y de agradecidos, que algún día apreciará lo que ahora no parece importante.

*Estío:  Verano

Nunca Hablar de Sí, porque o se ha de alabar, que es vanidad, o se ha de criticar, que es poquedad* de espíritu. Quien habla de sí revela falta de cordura e incomoda a los que oyen.

*Poquedad: Timidez, pusilanimidad. Cortedad, escasez, miseria. Cosa de poco valor.

Haga al Principio el Cuerdo  lo que el necio hace al fin. Sólo hay un método de caer en la cuenta: a tiempo. El necio hace por fuerza lo que pudiera haber hecho de buen grado; en cambio, el discreto pronto ve lo que ha de hacer tarde o temprano, y ejecútalo con gusto, y con ello mejora su reputación.

Nunca Quejarse.  La queja siempre trae descrédito. En vez de compasión, suscita insolencia e induce a los otros a imitar la conducta de aquellos de quienes hay querella. Mejor política es celebrar los favores de unos para ganarse los de otros.

Hacer, y Hacer Parecer. Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Valer y saberlo  mostrar es saber dos veces. Un buen exterior es el mejor medio para mostrar la perfección interior.

No Ser de Vidrio. Algunos se quiebran con gran facilidad, descubriendo con ello su poca consistencia.
Llénanse a sí mismos de resentimiento, y a los demás de enfado. Muestran tener la condición más niña que la de los ojos. Están llenos de sí y son esclavos de su gusto.

No Vivir Aprisa. Conocer el momento adecuado de las cosas es saberlas gozar. Muchos querrían devorar en un día lo que apenas podrán digerir en toda la vida. Aun en el querer saber ha de haber cuidado para no saber las cosas mal sabidas. En el gozar, despacio; en el obrar, aprisa.

Retirarse cuando se lleva Ventaja,  es de tahúres de reputación. Tanto importa una bella retirada como una bizarra acometida. Cánsase la fortuna de llevar a uno a cuestas durante largo tiempo.

Al acabar las cosas, es preciso poner cuidado en la felicidad de la salida que en el aplauso de la entrada. Lo primordial no es que le aplaudan cuando llegue, sino que se entristezcan cuando salga.


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CV, N° 628, Año 53, Marzo de 1993, págs.  101-102, Selecciones del Reader’s Digest  Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos


Las notas en asterisco y algunas negritas son mías (B.A.)