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lunes, 30 de agosto de 2021

Qué es el "youngism" y cómo afecta a los jóvenes en el mercado laboral

Por Redacción

BBC News Mundo

 

La discriminación laboral por edad no solo afecta a las personas mayores.

Cuando tenía 22 años, Priscilla Bonzi terminó su pasantía en una embajada en Washington D.C, Estados Unidos. Postuló a un trabajo y no lo consiguió, algo que podría parecer completamente normal.

Sin embargo, cuando preguntó por qué no la escogieron, la respuesta la descolocó: "Me dijeron que era demasiado joven para el empleo".

"No esperaba que mi edad fuera la causa de la decisión", le dice Bonzi a la BBC.

Ahora trabaja en Nueva York como asesora en una firma internacional de asuntos legales y esa mala experiencia quedó en el pasado. Sin embargo, muchos jóvenes experimentan situaciones similares.

 Así le pasó a la estudiante universitaria de 19 años Nadirah Hussein en su trabajo en Londres.

"Cuando conversaba con mis colegas quedaban impactados cuando les decía mi edad y a veces le restaban importancia a las cosas que he logrado o me trataban como si tuviera menos años, pese a que soy una persona adulta".

"Sentía que me trataban como a una niña pequeña. Era difícil que me tomaran en serio", explica.

Esta práctica discriminatoria conocida como youngism (una palabra en inglés que se refiere a la discriminación laboral por ser joven) pareciera estar más extendida ahora que en el pasado, al menos en los países desarrollados.

 

El Desafío de Detectar que Realmente Existe Discriminación 

Aunque es difícil tener la certeza de que no te han dado el trabajo porque te consideran demasiado joven, es posible inferirlo cuando no hay razones sólidas para sustentar el rechazo.

Elizabeth Houghton, consultora en desarrollo laboral, especializada en asesor a personas menores de 35 años en distintas partes del mundo, cuenta que muchos de sus clientes suelen poner el tema sobre la mesa.

"Si tienes todas las capacidades requeridas por el trabajo y puedes demostrar que las has puesto en práctica, y aún así te dicen que no tienes suficiente experiencia, yo diría que esa una decisión basada en tu edad y no en lo que realmente puedes hacer, salvo que te den razones y ejemplos concretos para argumentar que no eres la persona adecuada".

Al tema de la edad se suma otro elemento: la discriminación de género. "Yo diría que afecta más a las mujeres que a los hombres", dice Houghton.

Desde su perspectiva, una de las cosas que juegan en contra de la contratación de mujeres jóvenes, es que es probable en algún momento tengan hijos.

Esa posibilidad, argumenta, opera como un sesgo inconsciente en los empleadores.

 

Una Práctica "Más Aceptada"

Aunque la discriminación por edad ha afectado tradicionalmente a las personas mayores, la tendencia contraria que afecta a los más jóvenes suele ser una práctica más aceptada, señala Lauren Rikleen, consultora que trabaja con empresas para crear ambientes laborales más inclusivos.

"Es un tema del que no hablamos lo suficiente", dice Rikleen. Y como pareciera ser un problema que no existe, se hace aún más difícil combatirlo.

Aunque siempre ha existido un cierto nivel de sesgo contra los más jóvenes en distintas generaciones, la experta cree que esta práctica es más común ahora que antes.

Una de las razones que pueden explicar el fenómeno es que las nuevas generaciones han sido criadas de un modo muy diferente a cómo se hacía décadas atrás.

Por ejemplo, las generaciones más jóvenes tienen más espacio para participar en las decisiones familiares o las decisiones que toman sobre sus propias vidas.

A eso se suma el efecto de las tecnologías, o la manera en que la infancia transcurre de una manera mucho más estructurada en la escuela y fuera de ella.

Uno de los mayores cambios históricos que se ha producido a partir de esta nueva crianza, sostiene Rikleen, es que hay un mayor foco en la integración entre el trabajo y otras esferas de la vida.

 

"Que No Afecte Tu Autoconfianza"

"La gente siempre habla de conseguir un equilibrio entre el trabajo y la vida personal de una manera más holística y saludable de la visión que tenían generaciones anteriores".

En ese sentido, agrega, "la mayor contribución que han hecho los jóvenes al lugar de trabajo es un cambio fundamental en las prioridades".

Pero frente a los ojos de algunos empleadores, el hecho de que los más jóvenes no estén dispuestos a "sacrificarlo todo" por el trabajo, es una actitud poco bienvenida.

Una reciente investigación realizada a partir de encuestas hechas a 6.000 personas en Estados Unidos y Reino Unido sostiene que la discriminación por edad afecta más a los jóvenes que a los mayores en la actualidad.

"La gente ve a los adultos jóvenes de hoy de una manera positiva y negativa al mismo tiempo", explica Michael North, profesor de Administración en la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York y uno de los autores de la investigación.

En el lado positivo, consideran que la nueva generación tiene más habilidades para resolver desafíos. Los ven más ambiciosos, más inteligentes, más cool, más tecnológicos.

Pero la otra cara de la moneda es que los perciben como desagradecidos, irrespetuosos o más ingenuamente radicales.

Por otro lado, agrega, la gente tiene una actitud "más fría" con los adultos jóvenes de hoy.

"La gente de todas las edades tiene una visión más negativa sobre los jóvenes de hoy respecto a los jóvenes de generaciones previas", apunta North.

Expertos sugieren a los postulantes jóvenes a un empleo que sean muy claros en enfatizar lo que han hecho, moviendo la entrevista hacia un lugar donde puedan destacar esa experiencia.

Y lo más importante, dice Elizabeth Houghton: "si tienes experiencia, no permitas que la discriminación afecte tu autoconfianza".

(Esta nota es una adaptación de un capítulo del programa de radio de la BBC Business Daily).

 

Fuente:

Youngism: Discriminación Labroal por Edad

 

domingo, 1 de agosto de 2021

Sobreviviendo a la Adversidad

Guía Práctica para Superar los Inevitables Reveses de la Vida

 

Por Colin Perry

 

HACE UNOS AÑOS llevaba yo una vida envidiable: era dueño de una próspera compañía constructora, una casa cómoda, dos coches último modelo y un velero. Además estaba felizmente casado. Lo tenía todo.

Entonces la bolsa dio un bajón, y ya no hubo  compradores para las casas que yo había construido. Después de varios meses de pagar intereses criminales, me quedé sin ahorros. Agobiado por los apuros, pasaba las noches en vela, bañado en sudor frío. Cuando creí que ya no me podía ir peor, mi mujer me pidió el divorcio. 

Sin saber qué hacer, decidí literalmente “navegar hacia la puesta del sol” en mi velero. Primero puse rumbo a Florida siguiendo la costa de Connecticut, pero más adelante me desvié al este, derecho hacia alta mar. Después de varias horas de ir en esa dirección, subí a la borda de popa y me quedé mirando  la estela del barco en las oscuras aguas del Atlántico. ¡Qué fácil sería entregarme al mar para que me tragara!, pensé.

En eso el barco cabeceó bruscamente entre dos olas y me arrojó por la borda. Apenas tuve tiempo de agarrarme a la barandilla, y allí me quedé colgado, arrastrando los pies en el agua helada. Luego, con muchos trabajos, volví a subir a la cubierta. ¿Qué estoy haciendo?, me dije, conmocionado. Yo no quiero morir. En ese momento supe que debía enfocar las cosas desde otro punto de vista. Mi antigua vida se había esfumado, y tendría que forjarme otra como pudiera.

Tarde o temprano todos sufrimos alguna pérdida: un ser querido, la salud, el trabajo. “Es ‘la experiencia del desierto’; una época en que uno se siente privado de toda posiblidad de elección, de toda esperanza”, explica el psicólogo Patrick Del Zoppo. “ Lo importante es no quedarse estancado en el desierto”.

Entonces, ¿es posible sobreponerse a las desgracias? Yo aprendí que sí, que uno mismo puede encargarse de su curación. He aquí cómo: 

Permítase llorar

LOS CONSEJEROS coinciden en que un período de duelo después de la pérdida es esencial.  “No hay nada vergonzoso en llorar”, señala Del Zoppo. “Las lágrimas no indican únicamente que uno se tenga lástima; son expresiones de una profunda tristeza que debe desahogarse”.

No importa si la aflicción tarda un tiempo en manifestarse, siempre y cuando acabe por hacerlo. Tomemos el caso de Donna Kelb, de Nueva York.  Un día de primavera, sus hijos Cliff,  de 16 años, y Jimmy, de 15, se pusieron a lijar su lancha de preparación para la temporada de deportes acuáticos. De repente Donna oyó un grito. Salió corriendo de la casa y encontró a los dos muchachos tendidos en el suelo, junto a la lancha.

Jimmy había ido a nadar y había vuelto mojado. Cuando cogió la lijadora, murió electrocutado en el acto. Cliff también recibió una descarga, aunque no mortal, al tratar de quitarle la máquina a su hermano.

Donna quedó tan aturdida por la tragedia, que no pudo llorar ni en el entierro de su hijo ni durante varias semanas. Por fin un día, ya de vuelta en el trabajo se sintió mareada. “Después de un rato regresé a casa, me encerré en mi cuarto y lloré como una Magdalena”, cuenta. “Sentí que se me quitaba un gran peso de encima”.

Lo que Donna experimentó inmediatamente después de tan trágica pérdida fue lo que Del Zoppo llama “la primera línea de defensa, que protege la conciencia de una realidad sumamente dolorosa”. Donna no pudo iniciar su proceso de curación hasta que la naturaleza le dio suficiente tiempo para asimilar su tragedia.


Encauce su Enojo

CUANDO SE SUFRE una pérdida, “la cólera es un sentimiento natural”, dice el doctor Del Zoppo, “y es posible aprovecharla en beneficio propio”. Bien encauzada, puede contribuir a la recuperación.

El futuro de Candace Bracken era muy prometedor. A sus 25 años, esta coordinadora de servicios de aerolínea, radicada en Miami, tenía una hija recién nacida y acababa de cambiar de empleo. Sin embargo, un día empezó a sufrir hemorragias incontrolables. Le diagnosticaron leucemia aguda y le dijeron que sólo le quedaban dos semanas de vida. Pasada la conmoción inicial, se enfureció. “Siempre me había cuidado y había llevado una vida recta y sobria”, cuenta. “Era inconcebible que esto le pasara a alguien como yo”.

Intimidada por la idea de pronto iba a morir, abandonó toda resistencia. “Me di por vencida”, reconoce. Luego, un médico le aconsejó que hiciera arreglos para que alguien se quedara a cargo de la recién nacida. 

—¡Cómo se le ocurre pedirme que deje a mi hija en manos de otra persona! —replicó ella.

En ese momento comprendió que tenía poderosas razones para vivir. La ira, que hasta entonces la había paralizado, encendió su espíritu de lucha y le dio el coraje que necesitaba para someterse a un trasplante de médula ósea, operación horripilante que, sin embargo, le salvó la vida. 


Afronte la Realidad

LA NEGACIÓN es otro obstáculo en el camino de la salud cuando se ha sufrido una desgracia. En vez de encarar lo que les ha ocurrido, muchas personas “tratan de llenar con alguna forma de evasión el vacío que sienten”, dice el psiquiatra Michael Aronoff. El hombre que rara vez bebía un trago se vuelve esclavo de la botella. La mujer que guardaba la línea empieza a comer de más. Otros, como yo, intentan escapar en el sentido estricto de la palabra.

Así le ocurrió a John Jankowski, de Staten Island, Nueva York. Aunque toda su vida había trabajado a las órdenes de algún jefe, soñaba con abrir su propio negocio: una agencia de bolsa. Un día consiguió el dinero para echarla a andar, y al principio le fue bien. Más tarde, sin embargo, el negocio entró en recesión, y al poco tiempo Jankowski estaba en serios apuros de dinero.

“Fue como si me hubiera estrellado contra un muro  y toda mi vida se hubiera hecho pedazos”, cuenta. Ante la falta de dinero y la presión de una familia que mantener, sus pensamientos se centraron en huir.

Una mañana, mientras se ejercitaba corriendo, cedió al impulso de seguir corriendo sin parar, y así lo hizo por espacio de dos horas. Sin embargo, al cabo de este tiempo dio media vuelta y regresó tambaleante a su casa. “Entendí por fin que no podía escapar de mis problemas. Lo único sensato era coger el toro por los cuernos”, dice.  “Aceptar el fracaso fue lo más difícil, pero tuve que hacerlo para poder empezar de nuevo”.


 Manténgase Ocupado 

“A QUIENES están recuperándose de alguna pérdida yo les insisto en que, pasadas unas semanas reanuden sus actividades habituales o emprendan nuevas”, dice el psiquiatra Bessel van der Kolk. “Es importante que uno se obligue a concentrarse en algo que no sea su dolor”.  Tenga en cuenta las siguientes actividades:

Lea. Cuando pueda usted concentrarse, después del choque inicial, la lectura, sobre todo de libros de superación, puede resultarle inspiradora y relajante.

Lleve un Diario. Muchos encuentran el consuelo que necesitan poniendo por escrito sus experiencias con regularidad. Llevar un diario es, en algunos casos, una terapia eficaz.

Haga Planes. El hecho de tener cosas que hacer en el futuro próximo fortalece la sensación de que uno está comenzando de nuevo. Haga por fin ese viaje que ha venido posponiendo.

Aprenda Algo. Inscríbase en un curso o emprenda algún pasatiempo o deporte. Tiene usted una vida por delante,  y cualquier conocimiento o destreza adicional la enriquecerá. 

Gratifíquese. En épocas de mucha presión, hasta las tareas diarias más sencillas —levantarse de la cama, darse una ducha, preparar algo de comer— parecen imponentes. Considere cada logro, por pequeño que sea, una victoria que debe recompensarse.

Haga Ejercicio. Una actividad física puede resultar especialmente balsámica. Therese Gump, de Chicago, se sentía confundida y a la deriva después del suicidio de su hijo de 21 años. Una amiga la convenció de inscribirse en una clase de baile. “ Sólo se trataba de estirarse y brincar como una quisiera al ritmo de la música”, cuenta Therese,  “pero eso me hizo sentir mejor físicamente y repercutió en mi bienestar emocional”. 

“El ejercicio lo distrae a uno de sí mismo y de sus problemas”, explica Aronoff, “permitiéndole experimentar su cuerpo con los pies bien plantados en el suelo”.

“CON EL TIEMPO, muchas personas que sobreviven a situaciones traumáticas sienten la necesidad de hacer cosas que las trasciendan”, dice van der Kolk. “Pueden fundar agrupaciones, escribir libros o trabajar por el despertar de la conciencia, y al hacerlo descubren que ayudar a los demás es una poderosa manera de ayudarse a sí mismo”.   

No hace falta convertirse en organizador de la noche a la mañana. Irene Roberts, secretaria médica neoyorquina de 68 años, enfermó de cáncer de ovario y de mama,  y tuvo que someterse a una extenuante quimioterapia. En el curso del tratamiento pudo conservar su optimismo  y su buen humor gracias al cariño de su familia y sus amigos, y a la oración.

Su optimismo cautivó al personal hospitalario que terminó confiándole sus problemas. “Yo les escuchaba acostada en mi cama, sin decirles nunca que ellos estaban ayudándome más a mí que yo a ellos”, cuenta guiñando un ojo. “Lo cierto es que pensar en los demás, en vez de pasar  demasiado tiempo pensando en mí, fue lo que más influyó en mi total restablecimiento”.


  Téngase Paciencia 

Las víctimas de pérdidas graves a menudo preguntan: “¿Cuándo dejaré de sentir este horrible dolor” Los especialistas prefieren no señalar plazos rígidos, pero Aronoff dice:  “En término generales, deben transcurrir cuando menos seis meses para empezar a sentir mejoría. En ciertos casos hay que esperar un año y hasta dos. Mucho depende de la disposición de ánimo, la ayuda que se reciba y el esfuerzo que se ponga en ayudarse uno mismo”. 

Así pues, tómelo con calma. Acepte que necesitará tiempo, y que su ritmo de recuperación quizá sea distinto del de otras personas. Además, felicítese por cada paso que dé en el camino a la salud. Dígase: “¡Sigo vivo! ¡He llegado hasta aquí”

 

NAVEGAR es una tarea que lleva tiempo. Yo tardé cinco semanas en llegar a Florida. Lo que empezó como una escapada resultó ser una larga travesía que me dio estructura, la oportunidad de hacer ejercicio intenso al aire libre, y mucho tiempo. Cuando finalmente anclé en Miami seguía dolido, pero estaba listo para volver a probar suerte. En qué, aún no lo sabía.

—¿Por qué no vuelves a escribir, que es para lo que estudiaste? —me propuso mi padre por teléfono.

Tenía razón, y aquí estoy ahora, escribiéndoles a ustedes. ¡Qué gusto haber vuelto!

 

Fuente:
Revista Selecciones del Reader’s Digest, Abril de 1997, tomo CXIII, N° 677, págs. 81-85, Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos