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sábado, 10 de mayo de 2025

5 inventores que murieron por sus propias creaciones

 

Así como Dédalo que perdió a su hijo Ícaro en la mitología griega, varios han sido víctimas de sus propios inventos.

 

BBC News Mundo
Redacción

 

No todos los inventores corren con la misma suerte.

Algunos se hacen famosos por sus creaciones y hay hasta quienes pasan a la historia como un nombre que todo el mundo asocia a su producto.

Desde el código Morse de Samuel Morse y la pasteurización de Louis Pasteur, hasta el jacuzzi de Candido Jacuzzi y el cubo de Rubik de Ernő Rubik, pasando por cosas más macabras como el fusil Kaláshnikov AK-47 de Mijail Kaláshnikov, más melodiosas como el saxofón de Adolphe Sax y más sabrosas como el sandwich del IV conde de Sandwich...

La lista es larga.

Pero también larga es la de innovadores cuyos nombres pocos recuerdan, aunque sus inventos se usen cotidianamente, como Robert Yates, a quien le debemos el abrelatas, Margaret Knight, que creó la bolsa de papel con fondo plano, o Garrett Augustus Morgan Sr., el afroamericano que inventó el semáforo.

 Y luego están aquellos cuya muerte estuvo estrechamente vinculada con sus propias creaciones.

He aquí 5 de ellos. 

 

Caídos del cielo

Lograr volar como los pájaros ha sido un antiguo sueño compartido.

E imaginado: en la mitología griega, Dédalo lo hizo para escapar de su propia creación, el laberinto de Creta, con unas alas de plumas y cera de fabricación propia que ajustó a su espalda y la de su hijo Ícaro.

Pero así como Ícaro, otros a lo largo de la historia cayeron de las alturas, aunque no precisamente por "volar demasiado cerca del Sol".

Incluso cuando ya había en qué volar y lo que se quería era más bien flotar para amortiguar las caídas del cielo, la fuerza de la gravedad siguió cobrando víctimas.

Una de ellas fue el acuarelista británico Robert Cocking, recordado no por sus obras de arte, sino por morir en el primer accidente de paracaídismo de la historia.

Estas dos litografías en color muestran el ascenso del globo y el fatal descenso en paracaídas de Robert Cocking (1776–1837).

En 1785, el célebre inventor francés Jean-Pierre Blanchard había realizado el primer salto en paracaídas moderno.

Medio siglo, y otros paracaídas, después, Cocking pensó que podía mejorar el diseño de esos artilugios, y pasó años desarrollando uno hasta que llegó la hora de mostrarlo.

El 24 de julio de 1834, despegó a bordo de su creación y se elevó hacia el cielo londinense colgado del famoso globo Royal Nassau.

Al llegar a la zona de aterrizaje en Greenwich, había ascendido unos 1.500 metros, y el Sol ya se estaba poniendo: tenía que soltarse del globo. Era ahora o nunca.

Lo hizo y por un momento todo parecía bien, aunque iba demasiado rápido. Pero de repente, la tela del paracaídas se volteó, empezó a romperse y luego se separó por completo de la cesta.

Cocking murió en el impacto. Había olvidado tener en cuenta el peso del paracaídas en sus cálculos.

Unos 80 años más tarde, un sastre francés corrió con la misma suerte.

Franz Reichelt mostrando el paracaídas que diseñó.

La caída de Franz Reichelt fue igual de espectacular, solo que en su caso la ilustraron no solo por dibujantes sino también fotógrafos y todo un equipo de filmación.

El sastre quería diseñar un traje para pilotos que se expandiera en un paracaídas en caso de que necesitaran eyectarse del avión.

Sus primeros diseños con alas plegables hechas de seda resultaron prometedores en pruebas con maniquíes lanzados desde su edifició en París.

Pero no eran fácilmente portátiles así que modificó el diseño y, cuando estuvo listo, buscó un lugar de lanzamiento más alto, para que los maniquíes ganarán suficiente velocidad y así su paracaídas se desplegara correctamente y frenara la caída.

El primer piso de la Torre Eiffel, que estaba a 57 metros del suelo, era ideal.

Obtuvo permiso para una prueba, y convocó a la prensa para el 4 de febrero de 1912.

Ese día hizo un anuncio sorpresa: no tiraría un maniquí, se lanzaría él mismo.

A pesar de que la policía le advirtió que no tenía permiso para un salto en vivo, y de que sus amigos intentaron disuadirlo, se subió a la torre y, con el traje parcialmente desplegado, saltó.

El paracaídas nunca se abrió por completo y Reichelt murió frente a una multitud de espectadores.

 

Contra viento y marea

Una silla de aspecto cómodo que, cuando alguien se sentaba en ella, cerraba sus brazos alrededor del ocupante. Un carrito de té con golosinas que flotaba mágicamente desde el techo...

Dos de las muchas atracciones que sorprendían a los visitantes en la residencia de Henry y Jane Winstanley, conocida como la Casa de las Maravillas de Essex, Inglaterra.

Eran obra del pintor y grabador Winstanley, a quien le fascinaban los artilugios mecánicos e hidráulicos.

En la década de 1690, abrió un teatro acuático matemático en Londres, repleto de atracciones extravagantes e ingeniosas de confección propia.

Su popularidad le permitió invertir en barcos.

 
La primera versión del faro de Winstanley, que era, como la segunda, colorido y adornado.
 
Cuando dos de ellos naufragaron en las rocas de Eddystone frente a la costa sudoeste de Inglaterra, Henry Winstanley se enteró de que esa zona era famosa por causar naufragios y costarle la vida a muchos marineros durante siglos.

Tenía que hacer algo.

Diseñó planes para construir un faro en las rocas y los llevó al Almirantazgo, pero le costó convencer a las autoridades: nunca se había construído un faro en alta mar y menos sobre unas rocas que el agua cubría en marea alta.

Las obras comenzaron en 1696, pero Winstanley fue secuestrado por piratas franceses. Volvió a su labor apenas lo liberaron, y en 1698 prendió las 60 velas de la torre de 27 metros.

Cuando observó que crujía con vientos fuertes y no se veía si las olas eran muy grandes, rediseñó la estructura, reforzó las paredes y aumentó su altura a 40 metros.

Satisfecho con la seguridad de su invento, el primer faro en alta mar de la historia, Winstanley declaró que pasaría feliz una noche allí durante la "mayor tormenta que jamás haya habido".

Dicho y hecho.

Más alto y fuerte, para advertirle a los barcos del peligro. 

En 1703 se desató la tormenta más feroz jamás registrada en las Islas Británicas, con vientos que alcanzaron los 190 kilómetros por hora, matando tanto en el mar como en tierra a unas 15.000 personas.

Winstanley esperó con impaciencia la oportunidad de ir a ver si su faro había superado tal prueba, y el 27 de noviembre los vientos amainaron lo suficiente como para hacerlo.

Encantado de encontrarlo en pie, les dijo a sus acompañantes que pasaría la noche ahí y que volverían a buscarlo por la mañana. Nunca más lo vieron.

Esa noche, los vientos soplaron aún más fuerte, llevándose todo rastro del faro y su creador, como relata The ministry of history.

Pero su obra no había sido en vano.

Durante los 5 años que funcionó, no se registraron naufragios en la zona, una hazaña fenomenal en un lugar tan peligroso.

Es por eso que hasta el día de hoy hay un faro en las rocas de Eddystone.

 

Rayos y centellas

En la década de 1740, los fenómenos eléctricos despertaron el interés de muchos los científicos, especialmente tras la invención accidental de la botella de Leyden en 1745.

El físico ruso de origen alemán del Báltico Georg Wilhelm Richmann, quien realizó trabajos pioneros sobre electricidad, fue uno de esos entusiastas.

Cuando en 1752, Benjamin Franklin afirmó que el rayo era un fenómeno eléctrico, y que un experimento podría demostrarlo, Richmann quiso hacerlo, para poder medir la fuerza de la electricidad atmosférica con un electrómetro que había inventado.

Instaló una varilla de hierro en su casa conectada a un cable en el techo, con su electrómetro montado en la varilla, explica un artículo de Linda Hall Library

Ilustración de De Les Merveilles de la Science, publicado en 1870, de la muerte de Richmann.

El 6 de agosto de 1753, se desató una tormenta y Richmann se apresuró a regresar a casa desde la Academia Rusa de Ciencias, llevándose consigo al grabador de la Academia, quien fue testigo de lo que ocurrió.

Richmann tenía la vista puesta en su electrómetro cuando el grabador vio una pequeña bola de relámpago saltar de la barra a la frente de Richmann, enviándolo al suelo.

Luego, hubo una explosión y las llamas se empezaron a esparcir.

Richmann fue la primera víctima fatal de una investigación eléctrica.

"No todo electricista puede morir de manera tan gloriosa como el justamente envidiado Richmann", escribiría en 1767 el científico británico Joseph Priestley.

 

A patadas

El siglo XIX vio el principio de una era de enormes imperios editoriales, y para suplir la demanda hubo que superar las limitaciones de las rotativas eléctricas existentes.

Y, en la década de 1860, el estadounidense William Bullock ayudó a revolucionar la industria de la impresión. Inventó la imprenta rotativa de bobina, que resolvió varios de los problemas técnicos más importantes.

Su prensa permitió que grandes rollos de papel continuos fueran alimentados automáticamente a través de rodillos, eliminando así el laborioso sistema de alimentación manual de las prensas que habían anteriormente.

Además la prensa se ajustaba automáticamente, imprimía por ambos lados, doblaba el papel y las hojas eran cortadas, precisa y velozmente.

Pero en abril de 1867, cuando estaba haciendo ajustes a una de sus nuevas prensas que se estaban instalando para el periódico Philadelphia Public Ledger, una correa de transmisión se salió de la polea.

En vez de apagar la rotativa, William Bullock hizo honor a esa consagrada tradición de pegarle una patada a una máquina para que funcione.

Su pierna se enredó en el mecanismo y, aunque lograron atenderlo, desarrolló gangrena y murió durante una operación para amputarle la pierna.

En 1964 fue honrado con una placa que dice: "Su invención de la prensa rotativa (1863) hizo posible el periódico moderno".

 

 Fuente: 5 Inventores

 

 

martes, 8 de octubre de 2024

Sacrilegio en el Reino del Buen Comer

Para mí, era la realización de un sueño; para los gastrónomos franceses, algo inconcebible.

Por Tom Higgins

 

ANTIGUA CAPITAL de la Galia, centro cultural en el medievo, foco de ciencia, erudición y medicina… La ciudad de Lyon es famosa por muchas razones; pero, ¿la recordamos por sus logros científicos, artísticos o literarios?
No, la recordamos por su cocina y sus restaurantes. Todos los franceses la consideran un paraíso gastrónomico. “¿Va usted a Lyon? Vous allez très bien manguer״, dicen.

*Vouz allez très bien manguer: Comerás muy bien

Y es verdad. Lyon se precia de ser la capital gastronómica de Francia y, por ende, del mundo. En la ciudad hay cientos de restaurantes. Es difícil encontrar una calle sin cafés, tabernas, mesones y otros establecimientos para comer; en algunos barrios casi ocupan manzanas enteras.

Todos los lioneses, criados en ese feudo de gourmets, saben muy bien cómo tiene que ser un restaurante, lo cual quizá debí tener en cuenta antes de profanar su santuario sibarítico.
¿Qué podía aportar un inglés al universo culinario de Lyon? ¿Qué podía enseñar a los franceses sobre cómo administrar un restaurante? ¿Tenían la más mínima necesidad de sus servicios? Pero no me hice estas preguntas cuando decidí abrir un restaurante en Lyon, pues para mí era la realización de un sueño, y los sueños no suelen afincarse en la razón.

Para ser francos, si algo no necesita Lyon es otro restaurante. En ningún sitio hay tantos chefs dispuestos a sacrificarse por su arte, pues aunque les fascina comer, no les gusta pagar mucho por una comida, y sus restaurantes son de los más baratos de Francia. Ser dueño de uno allí es un apostolado que exige absoluta devoción; pero convertir esta misión espiritual en un negocio rentable no es nada fácil; casi todos los días quiebra algún restaurante nuevo.

En vista de esto, ¿era sensato abrir un restaurante en Lyon? ¿Ponerle el nombre de Mister Higgins y ofender los refinados paladares franceses con platos de una cocina que detestan? No, no lo era, pero la cordura era algo que nos faltaba un poco a mí y a mi esposa, Sue.

Mi amigo Alain Ville nos hizo ver lo disparatado de nuestro propósito.
Un día, cuando le comenté que sus demás amigos estaban locos de remate y que nosotros éramos los únicos cuerdos, dijo con sarcasmo:
ꟷ¡Ajá, y pretenden abrir un restaurante inglés en Lyon!

¿Qué nos movía a Sue y a mí para acometer una empresa tan irracional?

Yo había trabajado un tiempo como traductor en Ginebra, mientras ella concluía sus estudios de medicina en Inglaterra. Aunque me las arreglaba para ir a verla con regularidad, no estábamos cumpliendo con un precepto del matrimonio, que es vivir juntos.
Necesitábamos hallar una ciudad que estuviera cerca de Ginebra (para no viajar yo tan lejos) y dentro de la Comunidad Europea, para que Sue pudiera ejercer su profesión, lo que no era posible en Suiza. Así pues, cuando Alain nos ofreció su casa en Lyon, nos pareció el sitio ideal.

Cierta noche, ya mudados allí, invitamos a cenar a unos amigos. Cuando probaron nuestro delicioso pastel de carne, dijeron entusiasmados:
ꟷDeberían abrir un restaurante y servir platos como éste.
ꟷSí, claro ꟷrepusimos, riendoꟷ. Podríamos abrir uno cualquier día.

Manos a la obra
A partir de entonces cambió el destino del pastel de carne… y el nuestro. Aunque teníamos poca experiencia en el ramo, ambos éramos buenos en la cocina. Yo había trabajado en varios restaurantes como camarero y cocinero, de modo que sabía comprar y preparar alimentos en cantidades grandes. Incluso traté de abrir un restaurante, pero no fue posible por falta de fondos.

Me obsesioné con la idea. La casa que habitábamos alguna vez había sido panadería, y me pareció que nos imploraba que la convirtiéramos en restaurante. Pues bien, al poco tiempo fui a ver a monsieur Faure, de la Cámara de Comercio de Lyon. Él me proporcionó los detalles de los trámites de rigor: a quién había que acudir, cuánto tendría que pagar, qué documentos debía presentar. A los cinco minutos de hablar con él me sentí exhausto. Cuando salí de su oficina, luego de media hora de conversación, ya me sentía propietario de restaurante, si bien uno muy cansado.

Lo primero que monsieur Faure me aconsejó fue comprar un libro titulado Créer et gérer son restaurant (“Cómo abrir y administrar un restaurant propio״). En la cubierta venía un dibujo de un cocinero con gorro y tres pares de manos que se movían con tal rapidez, que no parecían estar unidas al cuerpo. Tanto me desanimó ver la ilustración, que ya no me atreví a leer el libro. Hasta el día de hoy ignoro de qué se trata.

Después fui al Banco Popular de Lyon. Monsieur Dufour, el gerente, parecía una persona muy razonable.
Por ejemplo, no le dio un ataque de risa cuando le dije que quería abrir un restaurante inglés a la vuelta de la esquina. El banco, me dijo, estudiaría con interés mi solicitud de préstamo, si bien dejó en claro que tendríamos que presentar una breve descripción del proyecto, un cálculo de gastos para un periodo de tres años realizado por un contador, un estudio de mercado, varios documentos legales y presupuestos de reforma de la construcción. Por cierto, ¿había comprado ya un ejemplar de Créer et gérer son restaurant?
Le dije que lo tenía en mi cabecera.

El trámite más engorroso de todos era inscribir el proyecto en el Registro de Comercio, para lo cual debía tomar por asalto los bastiones de los aguerridos burócratas franceses, quienes al igual que los ingleses, se niegan a dar respuestas inteligibles por teléfono y exigen un “máximum de documentación״. Pero por más documentos que yo llevaba, siempre faltaba algo.

Al final monsieur Faure arregló todo. Se cumplieron las formalidades administrativas y mi expediente quedó listo. Aprendí dos cosas sobre la presentación de documentos: primera, que se trata en realidad de una prueba de fuego para ver si el solicitante tiene la fuerza de voluntad para no desistir; y segunda, que el aspecto del expediente es esencial. Pasé tanto tiempo buscando el material adecuado en las papelerías, que al final el legajo se veía tan bonito que ya no quería presentarlo al banco, sino quedarme con él para admirarlo.

Los preparativos
La primera vez que fui al banco fue en junio, y a fines de septiembre recibieron allí una copia de mi expediente. Monsieur Dufour me entregó el dinero y cierta mañana de noviembre, armados de taladros, mazos, sierras y palancas, mi amigo Jean Lextrait y yo hicimos pedazos la planta baja de la casa. Al vernos sacar carretadas de cascajo, los transeúntes se detenían a preguntarnos qué estábamos construyendo.

“Un restaurant anglais?, repetían.
“C'est pas possible!״ En la taberna de enfrente, el Café du Commerce, los parroquianos cruzaban apuestas sobre cuánto tiempo duraríamos, si es que llegábamos a abrir.

*Un restaurant anglais… c'est pas possible: Un restaurante inglés... no es posible.

La reforma de la casa duró dos meses y medio. Gran parte de ese tiempo estuve trabajando en Ginebra, mientras la pobre de Sue la pasó en una covacha sucia y llena de obreros. Uno de los primeros que se presentaron fue el electricista, monsieur Reymond, al que elegimos porque su taller estaba en la misma calle y porque parecía una persona seria y responsable.

Colgó festones de cables en las paredes y el techo y dijo algo incomprensible acerca de lo que él llamaba monophasé y triphasé. Yo no tenía la menor idea de a qué se refería, pero, siguiendo su consejo, opté por lo segundo, pues creí entender que significaba más potencia. Al parecer, la comisión de electricidad de Francia era muy celosa de sus amperios (que al fin y al cabo son un invento francés) y no los suministraba sino a regañadientes.
Y como el local iba a tener un montón de bombillas de halógeno, calefacción eléctrica y aire acondicionado, sin duda necesitaríamos mucha energía.

Como no sabíamos cuándo estaría listo el restaurante, seguí trabajando en Ginebra para poder costear las obras. Incluso una vez terminadas, la cautela me aconsejó quedarme allí un poco más. Luego, unas semanas antes de la inauguración, me senté a tratar de encontrar un nombre apropiado para el establecimiento. El que elegimos, Higgins, quizá hoy parezca obvio, pero no se nos ocurrió hasta que descartamos muchos otros.
Es breve, fácil de recordar y sólo tiene una letra ꟷla hacheꟷ que a los franceses les cuesta trabajo pronunciar. Y lo más importante, dado que servimos comida británica, es que se trata de un nombre francamente anglosajón, aunque respeta la tradición francesa de poner a los restaurantes los nombres de sus dueños: Paul Bocuse, Pic, Troisgros… ¡y desde ese día, Higgins!

Inicio incierto
A la fiesta de inauguración invitamos a mucha gente. Amigos, británicos que residían en la ciudad, albañiles. De hecho, invité a cuanta persona pasó por la calle los días previos. El local estaba tan atestado de gente feliz de poder beber vino gratis, que era casi imposible moverse. Fue una lástima verlos partir, pues nos recordó que en adelante tendríamos que atraerlos de otra manera.

Al fin llegó el primer día. Luego de una semana tranquila, el viernes y el sábado Higgins se llenó de gente que había asistido a la inauguración. Estábamos muy contentos. Al principio nos sentimos cansados, pero luego nos acostumbramos al trabajo o, mejor dicho, a estar rendidos.

El primer año estuvo lleno de sucesos curiosos. Cierto día en que no abrimos el local, un grupo de transeúntes se dio cuenta de que era un restaurante inglés. Cuando uno dijo: “No hay muchos clientes; es más, no hay ni uno״, otro comentó que eso se debía a “l’horreur du pudding anglais״, y se alejaron muertos de risa.
En otra ocasión en que tuvimos que hacer esperar a una pareja porque no había lugar, la mujer, enfurecida, protestó: “Un restaurante inglés, y ¿hay que hacer reservaciones? ¡Esto es el colmo!״

*L’horreur du pudding anglais: El horror del pudín inglés.

Hacia el final de ese año empezó a hacer un frío terrible y yo comencé a premiar con una bebida, por su estoicismo, a los pocos clientes que teníamos. Mientras esperábamos muy  nerviosos que el contador dictaminara si podíamos seguir en el negocio, miré el medidor de electricidad que giraba desenfrenadamente, y maldije nuestro costoso y deficiente sistema  de calefacción.
Le résultat ꟷanunció por fin el contadorꟷ n’est pas magnifique.

*Le résultat n’est pas magnifique: El resultado no es magnífico.

En todo el año habíamos ganado 1539 francos, lo cual significaba que nuestro salario semanal había sido de unas dos libras (o tres dólares) cada uno. ¿Cómo habíamos podido vivir con tan poco dinero? La verdad es que vivíamos de lo que yo había ganado con una de mis traducciones. Reconozco que no fue un comienzo muy promisorio, pero el negocio iba mejorando y pensé que no debíamos perder el optimismo.

Bon appétit!
Desde el principio y hasta el presente nuestro restaurante fue una curiosidad y, dicho sea en reconocimiento de los lioneses, nuestros clientes tuvieron la osadía de probar una cocina que desde niños aprenden a despreciar y, tras su primera visita a Mister Higgins, de admitir que quizá sí tiene algo que ofrecer. Después de todo, Lyon es una “gastrocracia״, y nuestro meatloaf en croûte, en particular, pasó a formar parte de la mitología del restaurante. Los clientes que traen a sus amigos por primera vez les hablan de este plato asombroso: “Le meatloaf ꟷvraiment délicieuxꟷ très fin…״, sin percatarse de que calificar de refinado el pastel de carne es hasta cierto punto una contradicción.

*Meatloaf en croûte: Pastel de carne en corteza o costra.

Le meatloaf ꟷvraiment délicieuxꟷ très fin: El pastel de carne ꟷrealmente deliciosoꟷ muy fino.

En todos estos años hemos disfrutado del inmenso placer de ofrecer un servicio que la gente aprecia. Muchos de nuestros clientes de la primera semana ya son para nosotros como los firmantes de la Declaración de Independencia. “Somos de los primeros clientes asiduos״, dicen con orgullo.  
Hoy en día, los clientes ya no se muestran reacios a hacer reservaciones, e incluso reconocen que la comida que servimos es buena, si bien algunos no pueden creer que sea británica. “Très bon״, dicen, “mais pas très anglais״.
He aquí la lógica de su razonamiento: la comida inglesa es mala; esto no es malo:  por lo tanto, no puede ser comida inglesa. Viniendo de los lioneses es casi un cumplido.

*Très bon… mais pas très anglais:  Muy buena, pero no muy inglesa.


Condensado de Plat Du Jour:  An English Restaurant in Lyons. ©1994 por Tom Higgins, publicado por Aurum Press, Ltd., de Londres. Reimpreso mediante convenio con Jennifer Kavanagh Literary Agency, de Londres.

Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CXIII, Número 679, Junio de 1997, págs 29-33, Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral Gables, Florida, Estados Unidos

Las palabras en cursiva son del autor.

Las notas con asterisco son un añadido de mi parte.

sábado, 22 de junio de 2024

Un Día como Hoy en un Libro

1940

Francia
El período de la posguerra contempló una sucesión incesante de gobiernos, complicidades y corrupciones políticas, depresión económica y una profunda inquietud social. En este ambiente lleno de interrogantes sobrevino la II Guerra Mundial que encontró a Francia diezmada por la falta de natalidad.
Iniciado el conflicto en 1939 Francia se vio obligada a capitular en junio de 1940 ante las poderosas fuerzas germánicas, que entraron en París el 14 de dicho mes. Dos días más tarde el mariscal Pétain formó un nuevo gobierno y el 17 de junio pidió el armisticio. El gobierno francés se instaló en Vichy, y los alemanes ocuparon la mitad norte de Francia.  (…)

Firma del armisticio entre Francia y Alemania en Rethondes (22 de junio).

Informatodo 1972
Informatodo 1973


En junio de 1990 se cumplen:
50 años de la ocupación de París por los alemanes durante la II Guerra Mundial
―De la firma del armisticio entre Francia y Alemania, en Compiègne, en el mismo vagón de ferrocarril donde los alemanes había firmado la paz en 1918 (día 22).

Almanaque Mundial 1990

Nota.- En la comuna de Rethondes (departamento de Oise, región de Alta Francia) se encuentra el bosque de Compiègne en donde el 11 de noviembre de 1918 se firmó el armisticio entre Francia y Alemania que puso fin a la Primera Guerra Mundial.



1941

Operaciones secretas de la II Guerra Mundial

Barbarroja
Plan para la invasión de Rusia preparado por el estado mayor alemán en base a directivas de Hitler, en diciembre, 1940.
Iniciado en junio, 22, 1941, con 180 divisiones (20 acorazadas).
En los primeros 20 días los alemanes avanzaron 400 km. hacia Moscú, pero detuvieron su avance hacia la capital por orden de Hitler para ocupar Kiev.
En octubre, cuando se reinició el ataque, el invierno impidió el movimiento de las divisiones motorizadas y la campaña concluyó en el desastre alemán de 1945.

Almanaque Mundial 1972

sábado, 21 de enero de 2023

La historia secreta del Palacio de Versalles que pocos visitantes conocen

Por Lily Radziemski

BBC Travel

 

 

El palacio parecía un espejismo de sí mismo.

El agua del canal brillaba bajo el sol, atrayendo mi mirada hacia ella.

El opulento edificio dominaba el paisaje, y el paisaje parecía hecho para él.

Me subí a mi bicicleta. Haces de luz estroboscópica atravesaban las estrechas grietas entre los árboles y mis neumáticos aplastaron la grava.

Mientras pedaleaba por un camino oculto, las hojas carmesí de los árboles cubrían mi cabeza y los campos abiertos se extendían en la distancia. 

No había nadie a la vista. Pero a poca distancia, dentro de los opulentos salones de baile del Palacio de Versalles, miles de personas pululaban.

Estaba en el Parque de Versalles, el patio de recreo de 800 hectáreas para los reyes, reinas y líderes políticos que conformaron la clase dominante de Francia hasta fines del siglo XVIII.

Versalles fue el centro del poder y la encarnación material de la monarquía absoluta que reinó en Francia hasta la Revolución de 1788-1799.

El palacio fue testigo de matrimonios estratégicos y visitas de Estado.

Pero toda la propiedad se construyó realmente por otras razones: el ocio, con el amplio parque y los cuidados jardines más pequeños utilizados para el placer y el libertinaje.

En los siglos transcurridos desde que se construyó, Versalles se ha convertido en uno de los palacios más famosos y visitados del mundo, un sitio que recibe a 27.000 visitantes a diario.

Pero fuera del palacio hay otra historia, una que se extiende por kilómetros y es casi imposible de recorrer a pie en un día.

Es ahí donde, en medio del aire fresco y la soledad, se puede ver otra faceta de la gran visión del magnífico lugar.

"Cuando vas a los jardines, conoces más de la historia de Luis XIV, XV y XVI", me dijo la guía turística Mara Alfaro Prias.

"Versalles es más que las pinturas o los candelabros".

 

Distintas ideas

Todo comenzó en 1623 cuando Luis XIII construyó un pabellón de caza en la campiña que rodeaba la pequeña ciudad de Versalles, unos 20 km al suroeste del centro de París.

Pero su hijo, Luis XIV, tenía planes más grandes para los terrenos.

"Luis XIV era un poco arquitecto", explicó Mathieu da Vinha, director científico del Centro de Investigación del Palacio de Versalles.

"En París no pudo realmente agrandar los palacios porque el tejido urbano era demasiado denso... en Versalles fue todo lo contrario".

 El rey no solo quería más espacio.

"Luis XIV necesitaba lo que hoy llamaríamos un 'apartamento de soltero', es decir, una pequeña casa de placeres... para fiestas divertidas con algunos amigos", dijo Michel Vergé-Franceschi, coautor del libro Une Histoire Érotique de Versalles.

"Entonces, creó Versalles en parte para su placer, para su sexualidad, con jardines asombrosos".

Cerca de la parte superior del Gran Canal del parque, escondido entre cafeterías y restaurantes, hay un puesto donde los visitantes pueden alquilar bicicletas.

Camino a él, el pasado otoño, pasé junto a la Fuente Latona, recogí hojas anaranjadas caídas de los árboles esculpidos y quise saber más sobre los jardines rebosantes de flores y las arboledas románticas.

Fueron obra de André Le Nôtre, el jardinero del rey.

"Es un jardín donde nada se deja al azar", me dijo Hélène Dalifard, directora de comunicaciones del palacio.

"La mirada siempre es dirigida hacia un efecto particular... la idea es imaginar el jardín como un museo en el que el visitante cree que está dando un paseo sin rumbo, mientras que en realidad está completamente guiado por los efectos de la perspectiva".

  

Cálculo minucioso

Las dimensiones de Versalles y su parque se calcularon minuciosamente para reflejar el Louvre; el Etoile Royale (el mirador en el otro extremo del canal) y la Fuente de Apolo están exactamente a la misma distancia que la Place de l'Êtoile y la Place de la Concorde en París.

Y la distancia entre la Fuente de Apolo y el Palacio de Versalles es la misma que la distancia entre la Plaza de la Concordia y el Louvre.

Hay ilusiones ópticas, arboledas ocultas y sutiles mensajes alusivos al Sol por todo el parque, el símbolo personal elegido por Luis XIV a quien se le conoce como el Rey Sol.

Para reforzar esa conexión, la imagen de Apolo, el dios griego del Sol, aparece en fuentes, arboledas y estatuas del lugar. Simbólicamente, Versalles giraría a su alrededor y los jardines serían su escenario.

"Versalles era el teatro del rey", dijo Vergé-Franceschi, y agregó que Luis XIV incluso escribió un libro sobre la forma correcta de visitar los jardines.

La ruta, que comienza en los escalones superiores del jardín, se lee casi como un manual de instrucciones, con indicaciones precisas sobre dónde caminar, detenerse y qué admirar en el camino.

En 1661, cuando Luis XIV estaba casado con María Teresa de Austria, conoció a Luisa de La Vallière, la mujer que se convertiría en su primera amante oficial.

"Ella montaba a caballo por el parque... podía pararse en un caballo sujetando las riendas del animal con cuerdas de seda, y matar un jabalí en el bosque de Versalles con estacas", dijo Vergé-Franceschi.

Se encontraban en privado, en el pabellón de caza de Luis XIII en el parque.

"Dado que el castillo era demasiado pequeño antes de que Luis XIV lo ampliara, la mayoría de las fiestas tenían lugar en los jardines", dijo da Vinha.

La primera gran festividad ofrecida en Versalles fue la legendaria Fiesta de las Delicias de la Isla Encantada.

Fueron seis días de celebraciones espectaculares, con carruseles, fuegos artificiales y obras del reconocido dramaturgo francés Molière, ofrecidas oficialmente en honor a la madre y esposa de Luis XIV, pero, extraoficialmente, dedicadas a la duquesa de La Vallière. 

 

Un lugar abierto 

El parque tiene un aire de exceso y exclusividad, pero sorprendentemente, los terrenos nunca estuvieron cerrados al público.

Todo el complejo permaneció abierto, desde el dormitorio del rey (siempre que no estuviera allí) hasta los jardines y el parque.

Hoy en día, Versalles sigue estando siempre abierto al público, y el acceso a los jardines y al parque es gratuito, excepto durante unos días determinados.

"La tradición de la monarquía francesa es que el rey debe ser accesible para sus súbditos, por lo que uno podía ingresar al castillo con mucha libertad bajo la condición de estar bien vestido", explicó da Vinha.

La falta de privacidad podría haber sido un factor que contribuyó a la expansión de los terrenos.

En Versalles, un palacio no era suficiente.

Queriendo tener un lugar al cual escapar, Luis XIV encargó el Gran Trianón en el extremo norte del Gran Canal en 1670.

Aquí fue donde pasó un tiempo con Madame de Montespan, la amante que reemplazó a Louise de La Vallière.

Es una caminata de 30 minutos desde el palacio hasta el sitio, pero está a 5 minutos en bicicleta desde el puesto de alquiler.

El Gran Trianón se asienta en un terreno elevado, sus paredes de mármol rosa salmón se doblan en arcos abiertos al paisaje. Es ventoso y bonito, como un pequeño joyero nacido de la nada.

A poca distancia del Gran Trianón se encuentra el Petit Trianon, un palacio que Luis XV encargó para la condesa de Barry en 1758, su amante en ese momento (se suponía que era para Madame de Pompadour, pero murió antes de su finalización).

Finalmente se le ofrecería a María Antonieta como regalo de Luis XVI en 1774. Pasó la mayor parte de su tiempo allí. 

El aislamiento de la monarquía en Versalles jugó un papel en la Revolución; allí vivían en la opulencia mientras la población francesa se moría de hambre, y cientos de ciudadanos finalmente asaltaron el lugar en 1789.

"Versalles contribuyó a que [Luis XVI y María Antonieta] se desconectaran de la realidad", dijo Vergé-Franceschi.

Pocos años después de la Revolución, el palacio y sus jardines fueron absorbidos por la República, para ser conservados para el público.

 

Fuente:

Palacio de Versalles 

 

 

domingo, 20 de agosto de 2017

Qué es “la trampa de Tucídides” por la que se teme que estalle una guerra entre EE.UU. y China

BBC Mundo


Quienes no conocen el pasado están condenados a repetirlo, advirtió el filósofo estadounidense nacido en España, George Santayana.
Por ello historiadores, políticos, diplomáticos, especialistas en relaciones internacionales y periodistas expertos citan cada vez con más frecuencia la llamada "Trampa de Tucídides".
Se refieren a la tensión estructural letal que se produce cuando una potencia nueva reta a otra establecida, que crea las condiciones para que estalle una guerra.
El primero en describir este fenómeno fue el padre de la "historiografía científica" y de la escuela del realismo político, el ateniense Tucídedes en su narración de la Guerra del Peloponeso (siglo V a.C.).
En nuestros tiempos, el temor es que China se convierta en esa Atenas ante una Esparta en la forma de Estados Unidos.

Ajustes necesarios

"La cuestión definitoria del orden mundial para esta generación es si China y Estados Unidos pueden evitar caer en la Trampa de Tucídides", señala Graham Allison, director del Centro Belfer de Ciencias y Asuntos Internacionales en la Kennedy School de Harvard y autor del libro "Con destino a la guerra: ¿es posible que EE.UU. y China escapen de la trampa de Tucídides?".
En el pasado, subraya, "cuando las partes evitaron la guerra, se requirió de ajustes enormes y dolorosos en las actitudes y acciones no sólo del retador sino también del retado".
Tucídides se enfocó en la inexorable tensión causada por el rápido cambio en el balance del poder entre dos potencias rivales.
Y en ese sentido, nunca antes hubo un cambio tan veloz y trascendental como el ascenso de China.

Si Estados Unidos fuera una empresa...

  • Después de la Segunda Guerra Mundial facturaba 50% del mercado económico mundial
  • En 1980 bajó al 22%
  • 3 décadas de crecimiento de China redujeron al 16% la cuota de EE.UU.
  • China pasó de representar el2% de la economía mundial en 1980 al 18% en 2016
Patrón fatal de eventos
A lo largo de la historia, los roles de Atenas y Esparta han sido interpretados por poderes emergentes, como en el caso de la Casa de Habsburgo, que desafió la preeminencia francesa en Europa en la primera mitad del siglo XVI y que luego, en los siglos XVI y XVII, pasó a ser el poder dominante retado por el Imperio Otomano.
En esas ocasiones, la rivalidad entre el poderoso y el recién llegado culminó en conflictos bélicos.
La dinámica que produce ese duelo por el poder puede explicar, dicen esos expertos, situaciones aparentemente absurdas como que el asesinato de un archiduque fuera la chispa de la catastrófica Primera Guerra Mundial.
En esa ocasión, Reino Unido, apoyado por Francia y Rusia, era Atenas y Alemania era Esparta.
Y, como Atenas y Esparta hace casi 2.500 años, después de una Segunda Guerra Mundial, todos quedaron debilitados.

Más que alarma, lección

A pesar de que en esas situaciones de alta tensión una conflagración es altamente probable, no es inevitable.
Quizás hasta aquí no lo parece, pero tener presente la trampa de Tucídides no es fatalista: lo bueno de la historia es que sirve para aprender.
Y, gracias a un proyecto de historia aplicada realizado en la Universidad de Harvard, las lecciones de 16 casos de los últimos 500 años en los que el ascenso de una nación perturbó la posición del país dominante, están más a la mano.
El final de 12 de esos casos fue la guerra, avalando el pronóstico de la trampa de Tucídides.
Pero las otras cuatro excepciones demuestran que el destino no está trazado.
¿Cuáles son?

1. Portugal vs. España, finales del siglo XV

Durante la mayor parte del siglo XV, Portugal eclipsó a su tradicional rival y vecino, la Corona Española de Castilla, liderando el mundo en la exploración y el comercio internacional.
En la década de 1490, una España unida y rejuvenecida comenzó a desafiar el dominio de Portugal y reclamar la supremacía colonial en el Nuevo Mundo, poniendo a las dos potencias ibéricas al borde de la guerra.
Una intervención del Papa y el Tratado de Tordesillas de 1494 evitaron un conflicto devastador.

2. Reino Unido vs. Estados Unidos, principios del siglo XX

En las últimas décadas del siglo XIX, el poder económico estadounidense superó el del imperio más importante del mundo, Reino Unido.
La creciente flota estadounidense era un rival potencialmente preocupante para la Real Fuerza Naval del imperio británico.
Cuando EE.UU. comenzó a afirmar la supremacía en su propio hemisferio, Reino Unido lidiaba con otros retos de amenazas más cercanas que ponían en riesgo su imperio colonial, así que se acomodó al ascenso de su antigua colonia en América.
Las concesiones de Reino Unido evitaron enfrentamientos con EE.UU., que se aseguró el dominio en el hemisferio occidental.
Este gran acercamiento sentó las bases para las alianzas entre Estados Unidos y Reino Unido en dos guerras mundiales y la permanente "relación especial" que ambas naciones siguen dando por sentado.

3. Estados Unidos vs. Unión Soviética, 1940s-1980s

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como la superpotencia indiscutible del mundo.
Controlaba la mitad del PIB mundial, tenía formidables fuerzas militares convencionales y un monopolio del arma más destructiva que la humanidad había producido jamás: la bomba nuclear.
La hegemonía estadounidense, sin embargo, pronto fue desafiada por su aliada de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética.
Aunque a menudo tensa, la Guerra Fría fue uno de los mayores éxitos de la historia en términos de escapar de la trampa de Tucídides.
Mediante el desarrollo de formas de competencia fuera del conflicto armado, las dos potencias manejaron pacíficamente la pugna por poderío de más alto riesgo de la historia.

4. Reino Unido y Francia vs. Alemania, 1990s-presente

Al concluir la Guerra Fría, muchos temieron que una Alemania reunificada volviera a sus viejas ambiciones hegemónicas, amenazando a Francia y Reino Unido.
Si bien tenían razón en que Alemania estaba destinada retornar al poder político y económico en Europa, su ascenso ha sido en gran medida benigno.
Conscientes de haber caído en la trampa de Tucídides en el pasado, los líderes alemanes encontraron una nueva forma de ejercer poder e influencia: liderando un orden económico integrado en vez de aspirar al dominio militar.

Fuente:
http://www.bbc.com/mundo/noticias-40974871