jueves, 14 de agosto de 2025

La Inseguridad Intelectual (no le gustaba leer)

(…) cuando Betty Madden, una mujer de treinta y tres años, y muy hermosa, vino a verme, me dijo: «Estoy trístisima. No tengo más que el título de la escuela superior y mi marido es un intelectual. Todos nuestros amigos son universitarios. No puedo hablar de todo lo que ellos hablan. Me siento inferior». Esta inseguridad intelectual la había convertido en una esposa insegura y en una madre posesiva en exceso (se sentía «segura» con sus tres hijos pequeños, así que prefería su compañía a la de los adultos).
Al principio de nuestras sesiones comprendí que los problemas de Betty surgían del hecho de que ahora no leía; además, aunque en otro tiempo había tocado bien el violín, ahora carecía de intereses culturales, de intereses que le elevaran la mente. Trabajando juntos fijamos un programa con estas metas: convertirse en una persona «informada» mediante (a) la lectura y (b) la capitalización de los intereses artísticos que poseía pero jamás había desarrollado.

(a) Betty se matriculó en un curso no oficial de lengua inglesa en el que daba suma importancia a la construcción del vocabulario y que se impartía en una escuela cercana.
Su falta de comprensión de las palabras clave era una de las razones principales de que no le gustara leer. Como corolario del curso yo le asigné estas dos tareas diarias.
Leer dos columnas del periódico, buscar en el diccionario las palabras que no entendiera y escribir las definiciones. Había de leer cada columna dos veces, y si era necesario una tercera, hasta que comprendiera por completo el contenido.
Tomar una grabadora y, con sus propias palabras, resumir el significado de cada columna. Después debía repetirlo empezando con la frase: «Estoy de acuerdo» o «No estoy de acuerdo», y explicar por qué. Terminado todo, debía escucharse a sí misma y comprobar qué tal le parecía.

(b) Empezó a tocar el violín de nuevo. Pero en esto fracasó. «Es demasiado difícil, con la casa y los niños», me dijo sinceramente, así que lo sustituimos por un ejercicio de discos. Cada mañana, mientras limpiaba la casa, ponía un disco de música clásica, el mismo durante cinco mañanas consecutivas. A la semana siguiente se pasaba a un nuevo disco. Mientras llevaba a cabo esta campaña para mejorarse en temas musicales, Betty estudiaba con atención los anuncios de prensa para ver en qué conciertos interpretaban la música que había escuchado. Además, asistió a un curso de arte, de trece semanas, organizado por una escuela superior de la localidad.

Todo ese estudio le rindió beneficios. Empezó a leer por su cuenta las revistas Time y Newsweek. Me informó que había empezado a leer libros. Cuando tropezaba con uno que le resultaba demasiado difícil, lo confesaba y se pasaba a otro. 
A los seis meses de tratamiento, con esa meta de autoeducación, Betty era una persona mucho más satisfecha que empezaba a comprender gran variedad de temas. Un día me dijo: «Durante este fin de semana estuvimos hablando de política con algunos amigos que no presentaban unos hechos demasiado claros. Así que les mostré con discreción en qué se equivocaban y los cuatro, incluido mi marido, acabaron por decirme que yo tenía razón. ¡Imagínese! ¡Corregir yo a todos esos graduados de la universidad!» 

Herbert Fensterheim y Jean Baer, No diga Sí cuando quiera decir NO, Colección Edibolsillo Paperback n° 89, traducción de Amparo García Burgos, Ediciones Grijalbo, Barcelona, España, 1979, págs. 81-83

 

Comentario.-

El título sale del propio contenido del libro. 

La negrita en el texto es mía. 

Si tenemos discos de música podemos hacer como dice el libro y también ahora por ejemplo, se pueden ver conciertos o escuchar música clásica en Youtube (no todos podemos ir a conciertos). Claro, debemos escuchar a un volumen aceptable y sin que los vecinos tengan que enterarse.

Lo de escuchar continuamente se refiere a desarrollar más el gusto musical (artístico) y aprender a reconocer a los compositores y sus obras.

Podemos ir a exposiciones de arte y además visitar los museos y los lugares de interés histórico.

A la autoeducación también se le llama autodidactismo: aprender de forma autónoma sin necesidad de tener un profesor o asistir a una instititución educativa.

Aunque uno tenga trabajo, hijos y otras responsabilidades no debe dejar de tener aficiones físicas (deportes) e intelectuales  Aburrirse constantemente por no tener aficiones útiles no es una opción y las excusas son muy pobres como esa de nunca tengo tiempo. 

Quienes piensan que no tienen tiempo para hacer ejercicio, tarde o temprano tendrán que hallar tiempo para enfermarse. —Edward Stanley. Político inglés (1799-1869).

La Lectura es más que una afición, es parte de la necesidad llamada Educación. 

Hace años en una feria de libros un conocido que era estudiante universitario me comentó que había empezado con el gusto por la lectura muy tarde como a a los 22 años de edad y que se sentía mal por ello, y lo miré, pensé un momento y le recomendé: Olvídate de que comenzaste tarde y sigue leyendo

 



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

No ponga datos personales porque Internet no es tan confiable y por seguridad tendremos que borrarlos. No conteste en temas muy viejos salvo en los de las colecciones y en los más recientes. No se preocupe: Algunos títulos no faltan sólo que por razones X no estarán en los listados.