viernes, 12 de agosto de 2011

Un Recuerdo Universitario

Todo el auditorio de la facultad estaba casi lleno... por obligación porque nos habían obligado a ir a una estúpida conferencia de fulanos que eran pésimos enseñando en la facultad de la Ignorancia.

Nuestro interés era tan pobre que muchos tenían la inconfundible cara de a mí qué me importa el tema.

Y había que estar ahí calentando el asiento y perdiendo el tiempo por una maldita nota del curso de compra tu libro porque no te enseño nada a cargo del profesor Cenicero de Moto.

Pasaban y pasaban los minutos y estábamos de lo más aburridos como unas ostras midiendo la velocidad de la salsa de tomate o la viscosidad del aceite...

Y se presentaron los payasos, los catedráticos, y empezaron a hablar estupidez y media sobre comunicación, educación, métodos, aprendizaje pero de la única manera que sabían esos estúpidos: aburriéndonos de lo lindo.

La misma teoría vacía de siempre que jamás aplicaban en clase.

Las exposiciones no tenían nada de método, eran de una letanía medieval. Eran igual que sus clases: hasta las patas. Los que hablaban no daban ni lástima, era una basura completa por inútil todo su palabreo. Todo se mezclaba: churras con merinas, el tocino con la velocidad y berzas con gabachos.
En fin, era como para curar el insomnio y para remate el castigo era que teníamos que anotar y presentar un informe de semejante sarta de idioteces sin sentido.

Pensé: ¿No me habré confundido y me metí por error a una fiesta de borrachos y alucinados con la pasta básica, la mariguana, el LSD, la heroína y demás sustancias?

Anoté lo que me dio la gana e hice como que veía sin mirar y oía sin escuchar. Al final me importó un rábano todo lo que dijeran y me puse a leer un periódico, y cuando los borregos aplaudían las imbecilidades soltadas pues tiraba la contra y no lo hacía.

¿A qué iba a aplaudir?

Si todo lo que hablaban era basura en volquete y si quería saber algo te lo explicaba mucho mejor y sin tonterías el libro de fulano de tal y no el profesor don Florero y su colega Cobro Rico Sueldo ni el otro, Falto y encima me pagan, también presentes en el espectáculo.
También estaban sentados el profesor El Capitalismo es Salvaje tomando su Coca Cola, mas allá se ubicaba a Pavo con título, a Cenicero de Moto, a Patán, a Egocéntrico, a Insensible, don Carencia de Método, don Neurótico, don Envidioso y varios del club Acosador Sexual de la Facultad de la Ignorancia.

Fingir "enseñar" era la pose preferida porque lo que más les gustaba era hacer un tour por Sodoma y Gomorra y asistir a los cursos de Don Juan, Casanova, Masoch y del Marqués de Sade y poner en práctica la teoría, y muchos de los presentes siendo catedráticos de lo más mediocres seguían o siguen demostrando tener una concha (sinvergüencería) más grande que la concha acústica con respecto a su "trabajo" en el bar-restaurante-hotel-motel-hostal-casa de citas-fábrica de títulos llamado universidad.

Todo seguía de la misma manera, ya se hacía tarde y no salía el número principal del circo de fieras hasta que aparecíó el único, el espectacular, el non plus de la enseñanza, el único que parecía que se drogaba en clase: el profesor Xa... Arroz con Mango .
Arroz abrió su boquita de caramelo y empezó hablando del Círculo de Viena, Wittgenstein, Popper, Carnap, Schlick, Morris, Hume, Locke, Mach (por lo bajo entre nosotros: está hablando de Meteoro y el Mach-5), el empirismo, la comunicación, el lenguaje, la lógica, el pragmatismo, etc.
Era una cosa brutal alucinante de los mil diablos, una lobotomía de cirujano con título falsificado, no se comprendía nada porque saltaba de un tema a otro igualito que Tarzán porque se iba por las ramas, sin el mínimo orden ni explicación de la relación entre una cosa con la otra. Menos mal que no le tomé mucha atención porque era como el maestro Ciruela que no sabía leer y puso escuela.

Al fin se calló el idiota y preguntó:

-¿Alguna pregunta?

Silencio total.

Y el muy hijo de la metadona dijo:

-No han entendido nada de lo que dije pero estaba clarísimo.

¡Plop!

Sí, hombre, clarísimo en una sobredosis... y en la neblina londinense de 1952

No me acuerdo bien cómo terminó la feria de las inutilidades sólo sé que nos fuimos cada mochuelo a su olivo para escribir y presentar el informe sobre tanta tontería soltada.

Ah, sí, el informe después lo tiré al basurero.


Y ésos son los grandes catedráticos que tenemos...