viernes, 28 de febrero de 2025

Colección Grandes Aventuras – Forum

Ediciones Forum

1984-1986

La ponemos como Colección Grandes Aventuras - Forum para diferenciarla de otras colecciones que se llaman igual  o parecido.



1. Julio Verne. Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino
2. Robert Louis Stevenson. La Isla del Tesoro
3. Alejandro Dumas padre. Los Tres Mosqueteros I
4. Alejandro Dumas padre. Los Tres Mosqueteros II
5. Emilio Salgari. El Corsario Negro
6. H.R. Haggard. Las Minas del Rey Salomón
7. Julio Verne. Viaje al Centro de la Tierra
8. Jack London. La Llamada de la Selva (La Llamada de lo Salvaje)
9. James Fenimore Cooper. El Último de los Mohicanos
10. Mark Twain. Un Yanqui en la Corte del Rey Arturo
11. Joseph Conrad. Lord Jim
12. Walter Scott. Ivanhoe
13. Emilio Salgari. Sandokán. Los Tigres de Mompracem
14. Jonathan Swift. Los Viajes de Gulliver
15. Anthony Hope. El Prisionero de Zenda
16. Julio Verne. De la Tierra a la Luna
17. Nicolai Gogol. Taras Bulba
18. Alphonse Daudet. Tartarín de Tarascón
19. James Fenimore Cooper. El Pirata Rojo
20. Emilio Salgari. Sandokán. Los Estranguladores
21. Julio Verne. Miguel Strogoff
22. Mark Twain. Príncipe y Mendigo
23. Jack London. Colmillo Blanco
24. Bruno Tavern. El Tesoro de la Sierra Madre
25. Robert Louis Stevenson. En los Mares del Sur
26. Julio Verne. Alrededor de la Luna
27. Walter Scott. El Pirata
28. W. M. Thackeray. Aventuras de Barry Lyndon
29. Julio Verne. El Castillo de los Cárpatos
30.  Emilio Salgari. Sandokán. Los Dos Rivales
31. Mark Twain. Las Aventuras de Tom Sawyer
32. Julio Verne. La Vuelta al Mundo en Ochenta Días
33. Robert Louis Stevenson. Aventuras de David Balfour (Secuestrado)
34. Walter Scott. El Talismán
35. Johann R. Wyss. El Robinson Suizo
36. Jack London. La Quimera de Oro
37. Edward Bulwer-Lytton. Los Últimos Días de Pompeya
38. Alejandro Dumas padre. Veinte Años Después
39. Alejandro Dumas padre. Veinte Años Después II
40. Emilio Salgari. Sandokán. El Rey del Mar
41. Julio Verne. El Faro del Fin del Mundo
42.  Robert Louis Stevenson. La Flecha Negra
43. Walter Scott. Quintin Durward I
44. Walter Scott. Quintin Durward II
45. Emilio Salgari. El León de Damasco
46. P.C. Wren. Beau Gete
47. Gottfried A. Bürger. Las Aventuras del Barón de Munchhausen
48. R.M. Ballantyne. La Isla de Coral
49. Robert Louis Stevenson. Aventuras de un Cadáver
50. Alejandro Dumas padre. El Tulipán negro
51. Julio Verne. Un Capitán de Quince Años
52. H. Rider Haggard. Aventuras de Allan Quatermain
53. Charles Dickens. David Copperfield I
54. Charles Dickens. David Copperfield II
55. T.E. Lawrence. Rebelión en el Desierto
56. James O. Curwood. Kazán, perro lobo
57. Robert Louis Stevenson. Los Traficantes de Naufragios
58. Jack London. Martin Eden
59. Julio Verne. Los Hijos del Capitán Grant I
60. Julio Verne Los Hijos del Capitán Grant II
61. Walter Scott. Robin Hood
62. Emilio Salgari. Los Misterios de la Jungla Negra
63. Julio Verne. Los Piratas del “Halifax״
64. Julio Verne. Cinco Semanas en Globo
65. William F. Cody. Buffalo Bill
66. Charles Nordhoff y James N. Hall. Rebelión a Bordo (Motín a Bordo)
67. Charles Dickens. Oliver Twist I
68. Charles Dickens. Oliver Twist II
69. T. Mayne Reid. Los Cazadores de cabelleras
70. Capitán Marryat. El Buque fantasma
71. H. Rider Haggard. La Hija de Moctezuma
72. Baronesa D'Orczy. La Pimpinela Escarlata
73. Jack London. Aventura
74. Walter Scott. Rob Roy
75. Julio Verne. La Esfinge de los Hielos
76. Henryk Sienkiewicz. Quo Vadis? I
77. Henryk Sienkiewicz. Quo Vadis? II
78. Zane Grey. Al Oeste del Pecos
79. Emilio Salgari. La Capitana del «Yucatán»
80. Julio Verne. Escuela de Robinsones




jueves, 27 de febrero de 2025

Colección Libro Picus

Ediciones G.P., Plaza & Janés
1959-1960


1. Axel Munthe. Lo que no conté en la Historia de San Michele
2. Curzio Malaparte. Sangre
3. Thomas Mann. Tristán/Mario y el mago
4.
5. Hermann Sudermann. El Viaje a Tilsit
6. Patrick Hamilton. Luz de Gas
7. Rosamond Lehmann. Invitación al Vals
8. J.B. Priestley. Tres hombres vuelven del frente
9. Aldous Huxley. Dos o Tres Gracias
10. Georges Duhamel. Diario de Salavin
11. Dino Buzzati. Los Siete Mensajeros
12. William Saroyan. Otro verano
13. Ben Hecht. Café Siniestro
14. Dino Buzzati. Pánico en La Scala
15. Charles Morgan. La Historia del Juez
16. Georges Duhamel. El Notario de El Havre
17.Giovanni Mosca. Jardín de añoranzas
18. Ernst Wiechert. El cisne no canta al morir
19. Jean Giradoux. Bella
20. Georges Duhamel. El Jardín de las fieras
21. William Saroyan. Chiquillos
22. Raymond Radiguet. El Baile del Conde de Orgel
23. Henri Lavedan. Su Majestad
24. Georges Duhamel. A la vista de la Tierra Prometida
25. William Saroyan. Mi nombre es Aram (o Me llamo Aram)
26. Dino Buzzati. El secreto del bosque viejo
27. Georges Duhamel. La Noche de San Juan
28. Ernst Wiechert. La Moza de Jürgen Doskocil
29. Thomas Mann. Tonio Kröger
30. Georges Duhamel. El Desierto de Bièvres

 

 

 

 



domingo, 23 de febrero de 2025

¡Aunque usted no lo crea!: Robert Ripley, el hombre que creó un imperio multimillonario coleccionando hechos sorprendentes

 

Ripley comenzó su carrera como caricaturista deportivo pero cuando se topó con el mundo de las rarezas no dio vuelta atrás

 

Por BBC News Mundo
Redacción

 

¿Cuál fue la carta más corta jamás enviada?

La misiva de un solo carácter que le mandó el escritor francés Victor Hugo a sus editores, preguntando por su manuscrito de "Los miserables".

Solamente tenía el carácter: "?"... aunque, para ser precisos, la respuesta fue igual de breve: "!".

Esta es una de la avalancha de pequeñas historias curiosas que el caricaturista, empresario y antropólogo aficionado estadounidense Robert Ripley recopiló e ilustró para el deleite de su público.

Y ese público era multitudinario.

Sus caricaturas aparecieron en más de 300 periódicos de todo el mundo, en docenas de idiomas, y fueron leídas por muchos millones de personas.

Sus libros, programas de radio y televisión, charlas y museos eran igual de populares.

La receta de su éxito era, aunque laboriosa, sencilla: compartir hechos extraños de todo el mundo.

Pero, ¿cómo llegó Ripley, quien no terminó la escuela secundaria y aprendió a dibujar por sí mismo, a ser globalmente famoso y multimillonario?

 

Campeones y tontos

Todo comenzó con un problema un día de diciembre de 1918.

Trabajaba como periodista deportivo en el diario New York Globe y no sabía con qué llenar el espacio que tenía asignado.

"La temporada de béisbol había terminado, no había noticias de fútbol americano, o de hockey ni de básquetbol", le contó a BBC Witness History John Corcoran, director de exhibiciones de Ripley Entertainment.

Para salir de apuros, recurrió a un concepto con el que había experimentado en el invierno de 1916.

Improvisó una caricatura con nueve pequeños bocetos de hombres realizando hazañas deportivas únicas, como la de un hombre que había permanecido bajo el agua durante 6,5 minutos y otro que había cruzado norteamérica caminado hacia atrás.

Tituló la caricatura Champs and Chumps (Campeones y tontos), y la publicaron.

""Fue bien recibida, el editor recibió muy buenos comentarios y le dijeron: 'Oye, ¿por qué no sigues haciendo formatos así?".

Lo hizo. Siguió recopilando curiosidades y un año después creó una caricatura similar, pero esta vez con otro título: Believe It or Not (Créalo o no, literalmente; titulado en español: ¡Aunque usted no lo crea!). Una tercera caricatura le siguió en 1920.

Al tiempo, fue desarrollando una gran pasión por los viajes que, tras el primero que hizo alrededor del mundo, quedó plasmada en una serie de ensayos y dibujos.

Ripley con bailarinas de "Hula Hula" en el barco en el que llegó Ripley a Hawái. El caricaturista viajó alrededor del mundo tantas veces que se decía que recorrió la distancia de un viaje de ida y vuelta a la Luna. 

 

Año tras año, su creación siguió entreteniendo, aunque también provocando, a sus cada vez más seguidores.

En 1926, cuando sus caricaturas iban a empezar a publicarse en el Evening Post, Ripley le escribió a sus nuevos lectores, prometiendo que sus Believe It or Not eran "todos ciertos".

"La verdad, ya saben, es realmente más extraña que la ficción", afirmó.

"He viajado por todo el mundo buscando cosas extrañas e increíbles. He visto hombres negros blancos, hombres blancos purpúreos, y conozco a un hombre que fue ahorcado pero aún vive.

"Créanme cuando les hablo del hombre que murió de viejo antes de cumplir seis años; del río en África que fluye al revés; de las ostras que crecen en los árboles; de las flores que comen ratones; de los peces que caminan y de las serpientes que vuelan".

En general, le creían. Solo que a veces...

 

¿Se pasó de la raya?

En 1927, Charles Lindbergh emprendió su peligroso viaje en solitario a través del Atlántico, volando sin escalas en su avión monomotor Spirit of St. Louis desde Nueva York hasta París, como recuerda Neal Thompson en su libro "Un Curioso Hombre: La Vida Extraña y Brillante de Robert 'Aunque Usted No lo Crea' Ripley".

Se convirtió en un héroe instantáneo por lograr una hazaña que se creía imposible: cruzar un océano en un día y medio, viajando a 60 millas por hora durante más de 3.000 millas, volando solo durante la noche, en medio de tormentas, sin dormir.

Meses después, Ripley lo representó en su popular caricatura pero, en lugar de colmar de elogios al aviador, declaró que Lindbergh no era el primero, sino el 67.º hombre en realizar un vuelo sin escalas a través del Atlántico.

Cuenta Thompson que miles de lectores furiosos enviaron cartas y telegramas incrédulos, reprendiendo a Ripley por insultar a un icono estadounidense, llamándolo mentiroso (y otras cosas).

    "El hombre más interesante del mundo", dice este póster de 1949.

 La verdad era que...

  • dos aviadores llamados Alcock y Brown habían volado juntos desde Terranova hasta Irlanda en 1919;
  • ese mismo año, un dirigible con 31 hombres a bordo había cruzado desde Escocia hasta Estados Unidos;
  • cinco años después, otro dirigible había viajado desde Alemania hasta Lakehurst, Nueva Jersey, con 33 personas a bordo.

Efectivamente, 66 personas habían cruzado el Atlántico sin escalas antes de Lindbergh, lo que no le restaba mérito al héroe, pero sí precisaba, instruía y entretenía.

No fue la única vez que, a pesar de la garantía de certeza ofrecida por Ripley, muchos se negaban a creerle, y se lo hacían saber escribiéndole cartas, a veces miles cada día.

Eso le daba la oportunidad de hacer algo que le encantaba: demostrar la veracidad de afirmaciones impactantes.

Para hacerlo, Ripley dependía en gran medida de un socio silencioso, Norbert Pearlroth, un exbanquero y consumado lingüista con una memoria casi fotográfica, al que había contratado en 1923.

 

El apogeo

Para 1929, Ripley ya era una celebridad, pero su popularidad estaba a punto de estallar.

Cuando el magnate de la prensa y los medios estadounidenses William Randolph Hearst leyó su recién publicado libro "Believe It or Not", le envió un telegrama a uno de sus editores en Nueva York.

Contenía dos palabras: "Hire Ripley" ("Contrata a Ripley")

De la noche a la mañana apareció en cientos y cientos de periódicos, y entró en las grandes ligas.

"Fue interesante porque ciertamente era una persona muy tímida", comentó Corcoran.

"No era especialmente guapo, tenía los dientes salidos y era regordete. Pero realmente se sumergió en la vida social: le encantaba pasar el rato con las celebridades y organizar fiestas".

En el apogeo de su popularidad en la década de 1930, su columna sindicada le reportaba U$7.000 a la semana y era leída por más de 60 millones de personas al día.

Su salario anual rivalizaba con el de las estrellas de Hollywood James Cagney y Gary Cooper.

Es más: los ingresos por su columna, sus libros y sus conferencias alcanzaron el medio millón de dólares, todo esto en medio de la Gran Depresión

Estrellas del teatro, el cine y la radio ensayando para un espectáculo en apoyo a la industria periodística por su rol en la preservación de la libertad de las artes en 1942. Ripley está a la izq. adelante, al lado de Carmen Miranda y Ray Bolger.

 

Además de un apartamento lujoso con vistas al Central Park de Manhattan y una hacienda en Florida, compró una pequeña isla que llamó BIOM, que es un acrónimo de Believe It or Not.

Ahí tenía una mansión repleta de curiosidades coleccionadas de todo el mundo, con un ejército de sirvientes y un puñado de novias que lo adoraban.

Además era un trotamundos

A pesar de que le tenía miedo a volar, fue una de las personas que más viajó en su época, visitando 201 de los 235 países reconocidos en su momento.

Por ello, por su afición por recolectar historias de maravillas (y por idea de los publicistas de Hearst), se le comparaba con el explorador del siglo XIII Marco Polo.

Y expandió su imperio a la radio con programas en varios formatos en NBC, CBS y MBS.

"A Ripley se le ocurrían estas ideas locas, como transmitir debajo del agua o desde un paracaídas. Pero contaba con un productor de radio llamado Doug Storer, que era un verdadero emprendedor", señaló Corcoran.

Una de las hazañas fue transmitir en 1934 un programa de radio en vivo para "todo el mundo".

Para lograrlo, reunió a 10 traductores en los estudios WINS de Nueva York para traducir su programa a varios idiomas. Las diferentes traducciones se conectaron simultáneamente a redes y transmisores de todo el mundo.

                                 Ripley en su casa en 1940, con parte de su colección de rarezas. 

 

Su popularidad se vio reflejada en unas encuestas realizadas en EE.UU. en 1936 en la que le preguntaron a los niños quiénes querían ser cuando grandes.

Ripley obtuvo la mayoría de votos, superando al presidente Franklin Roosevelt, al boxeador Jack Dempsey y al magnate del automóvil Henry Ford.

En 1949, incursionó en el único medio de comunicación que aún no había conquistado: la televisión.

El programa, basado en su caricatura, fue un éxito inmediato.

Pero solo logró hacer 12 episodios.

El 24 de mayo, Ripley estaba en el estudio para grabar el decimotercero y, en medio del programa, se desplomó sobre su escritorio, inconsciente.

Murió a los pocos días.

Su legado sigue vivo hoy en día en forma de museos en varios lugares del mundo y un libro con historias e imágenes inusuales publicado anualmente.

"Creo que a todos nos gusta saber lo que es posible o lo que es imposible. Algunas cosas parecen tan inverosímiles que te preguntas: ¿podría suceder eso realmente? Y esa fue la base de Believe it or not", opina Corcoran.

"Aunque todo es real, no hay absolutamente nada falso, Ripley se acercó tanto los límites de lo factible que te costaba creer que fuera real".

 

 

 

 


miércoles, 12 de febrero de 2025

El Instrumento de la Victoria

Todos sabían que la gigantesca computadora había sido su arma principal. ¿Cómo habrían ganado la guerra sin ella?

Cuento



Por Isaac Asimov

LA ALEGRE celebración duraría mucho tiempo aún, e impregnaba el ambiente hasta en las silenciosas profundidades de las cámaras subterráneas de la Multivac. Por primera vez en un decenio, los técnicos no se afanaban en torno de las partes vitales de la gigantesca computadora, y las suaves luces no parpadeaban sus caprichosas configuraciones: el flujo de información se había detenido.

Aquel era el único rincón apacible de una metrópoli enloquecida. Tres hombres lo habían buscado como por instinto.

Lamar Swift, director ejecutivo de la Fundación Solar, se quitó la gorra militar y se sentó, cansado, en una de las sillas giratorias. El uniforme, en el que nunca se había sentido cómodo, lucía pesado, arrugado.
ꟷ Echaré de menos todo esto, pero no con agrado ꟷanuncióꟷ. Es difícil recordar los días en que no estábamos en guerra con Deneb y, ahora, parece contrario a la naturaleza estar en paz y ver las estrellas sin sentir angustia.

Los otros dos hombres eran más jóvenes que Swift. Ninguno de ellos estaba tan canoso ni parecía tan extenuado como él.
A John Henderson que tenía labios delgados, le resultaba difícil disimular el alivio que sentía por el triunfo.
ꟷ¡Todavía no puedo creerlo! ꟷexclamóꟷ. Hablamos tanto, durante tantos años, de la amenaza que pendía sobre la Tierra y todos sus mundos; sobre todos los seres humanos… ¡Y ahora estamos vivos y son los denebianos quienes han sido destruidos!
ꟷTodo gracias a la Multivac ꟷcompletó Swift al mismo tiempo que echaba una mirada al imperturbable Max Jablonsky, que durante toda la guerra había sido el Intérprete Principal del enorme oráculoꟷ. ¿No es así, Max?
Jablonsky se encogió de hombros.
ꟷ¡Bueno! Eso es lo que dicen ellos ꟷdijo, y su grueso pulgar se movió en dirección a su hombro derecho, apuntando hacia arriba.
ꟷ¿Estás celoso, Max?
ꟷ¿Por qué aclaman a la Multivac? ꟷreplicó el aludido, mientras su áspero rostro adoptaba un aire de desprecioꟷ. ¿Qué me importa eso? Que sea la Multivac la máquina que ganó la guerra, si eso les complace.

Con el rabillo de los ojos, Henderson miró a los otros dos, consciente tan sólo del peso de su culpa. Súbitamente, como si ese peso fuera demasiado grande para seguirlo soportando, protestó:
ꟷLa Multivac no tuvo nada que ver con la victoria. Es sólo una máquina, y no es mejor que los datos que se le suministran ꟷse detuvo, repentinamente acobardado por lo que decía.
Jablonsky lo miró.
ꟷTú debes saberlo ꟷadvirtióꟷ, porque tú le suministraste los datos.
¿O estás adjudicándote el mérito?
ꟷ¿No! ꟷse indignó Hendersonꟷ. No hay mérito en esto.
¿Qué saben ustedes delos datos que la Multivac tenía que usar, predigeridos en un centenar de computadoras subsidiarias aquí en la Tierra, en la Luna, en Marte y hasta en Titán? Hace ocho año, cuando pasé a ser el Programador Principal, la guerra apenas empezaba; era una aventura sin peligro real. No habíamos llegado al punto en que las naves tripuladas tuvieran que hacerse cargo de la situación, y las curvaturas interestelares podían tragarse un planeta. En ese momento empezaron las verdaderas dificultades. Ustedes no saben nada de esto.
ꟷCuéntanoslo ꟷpidió Swift.
ꟷ¡Está bien! Los datos perdieron valor, literalmente… ¡Ustedes dos no estaban allá, en lo más reñido de los combates! Tú, Max, no te separabas nunca de la Multivac, y tú, Señor Director, jamás salía de la Mansión como no fuera las visitas oficiales, en las que sólo veías lo que ellos deseaban que vieras.
ꟷYo estaba más enterado de lo que supones ꟷse defendió Swift.
ꟷ¿Saben ustedes ꟷprosiguió Hendersonꟷ hasta qué punto se volvieron inciertos los datos concernientes a nuestra capacidad de producción, nuestro potencial de recursos, nuestro personal capacitado, y todo lo que resultaba importante para el esfuerzo bélico, en la segunda mitad de la guerra? Los jefes de grupo, civiles y militares, se preocupaban por proteger su propia imagen y, por eso, disimulaban lo malo y exageraban lo bueno.
Jablonski reflexionó, y comentó:
ꟷNunca dijiste que fueran inciertas, John.
ꟷ¿Cómo iba a decirlo? ꟷreclamó Hendersonꟷ. Todo nuestro esfuerzo se vinculaba a la Multivac. Esta era la única gran arma que teníamos de nuestro lado, ya que los denebianos no poseían nada comparable.
¿Qué otra cosa mantenía en alto la moral de la población, ante la perspectiva de destrucción total, sino la seguridad de que la Multivac prediría y evitaría siempre cualquier ataque denebiano? Si yo te hubiera dicho que los datos no eran fidedignos, ¿qué habrías hecho, aparte de despedirme y de negarte a creerme? Yo no podía permitirlo.
ꟷ¿Qué hiciste entonces? ꟷpreguntó Max Jablonski.
ꟷCorregí los datos.
ꟷ¿Cómo? ꟷindagó Swift.
ꟷ¡Por intuición! Al principio hice algunas modificaciones aquí y allá para corregir ciertos datos que a todas luces eran imposibles. Cuando vi que todo el mundo se nos venía encima, me envalentoné. Ya al final, casi no me preocupaba. Simplemente anotaba los datos necesarios conforme se requerían. Hasta hice que el Anexo de la Multivac me preparara datos según el modelo privado de programación que diseñé.

Para sorpresa de Henderson, Jablonski sonrió, y sus ojos oscuros lanzaron destellos tras las arrugas de los párpados inferiores.
ꟷEn tres ocasiones se me informó del uso no autorizado del Anexo ꟷdijoꟷ, y en cada una de ellas hice la vista gorda. Si el asunto hubiera sido importante, lo habría investigado y te habría descubierto, John. Pero, por supuesto, nada relacionado con la Multivac importaba en esos días y, por lo tanto, te saliste con la tuya.
ꟷ¿No importaba nada? ꟷpreguntó Henderson con cierto recelo.
ꟷNo. ¿Qué te hizo pensar que la Multivac funcionaba bien? ¿Dónde estuvieron mis técnicos en los últimos años de la guerra? Habían salido a alimentar a las computadoras de mil artefactos espaciales distintos. ¡No estaban! Así que tuve que trabajar con los muchachos en los que no podía confiar, y con veteranos que no estaban actualizados. A mí no me importaba que fueran fidedignos, o no, los datos que se suministraban a la Multivac. Los resultados no lo eran. Eso sí lo sabía.
ꟷ¿Y qué hiciste? ꟷle preguntó Henderson.
ꟷLo mismo que tú, John. Me dejé guiar por la intuición… y fue así como la máquina ganó la guerra.

Swift se arrellanó en su silla y estiró las piernas.
ꟷ¡Qué revelaciones! ꟷcomentó Lamarꟷ. ¡Entonces, resulta que el material que se me entregó para orientarme en la toma de decisiones era la interpretación humana de datos recabados por hombres! Tuve razón al no confiar mucho en él.
ꟷ¿No confiaste en el material? ꟷpreguntó Jablonski. A pesa r de loque acababa de confesar, logró aparentar que se sentía herido en su dignidad profesional.
ꟷTemo que no. La Multivac parecía indicar: “Ataquen aquí, y no allá; hagan esto, y no aquello״, pero nunca tuve la certeza de que realmente quería decir lo que parecía decir.
ꟷ¡Pero el informe final de la máquina era siempre muy claro, señor! ꟷprotestó Jablonski.
ꟷTalvez, para quienes no debían tomar decisiones; pero, para mí, no.
¡Era insoportable la responsabilidad de tales decisiones

Dejándose llevar por aquella atmósfera de confesiones mutuas, Jablonski se olvidó de los títulos:
ꟷ¿Qué hiciste entonces, Lamar?
Después de todo tomaste decisiones… ¿Cómo fue?

Swift metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda que databa de los años previos a la escasez de metal que originó el sistema de crédito controlado por computadora, y la sostuvo entre los dedos, contemplándola.
ꟷLa Multivac no es la primera computadora, ni la más conocida, ni la más eficiente para descargar de los hombros del ejecutivo el peso de las decisiones ꟷseñalóꟷ. Ahora bien, sí fue un artefacto de cómputo el que ganó la guerra; uno muy sencillo, mucho más antiguo que la Multivac. Y lo usé cada vez que tuve que tomar una decisión particularmente difícil.

Con una leve sonrisa nostálgica, Swift arrojó al aire la moneda, que destelló al girar en lo alto y cayó en su mano derecha. Luego cerró la mano sobre la moneda y la depositó sobre el dorso de su mano izquierda.
ꟷ¿Cara o cruz, caballeros?

 

Condensado de “The Machine That Won The War״, © 1961 por Mercury Press, Inc. del libro “Nightfalls and Other Stories״ © 1967 por Isaac asimov, publicado por Doubleday, de Nueva York, Nueva York.

Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo CII, Número 609, Año 51, Agosto de 1991, págs 3-6, Reader’s Digest Latinoamérica, Coral Gables, Florida, Estados Unidos