Por los detalles indicados la acción de la novela transcurriría durante los años de la década de los 50.
El joven Armando Muñoa es llevado por su padre a un lugar llamado Calafusta, para que se pudiera recuperar de los problemas respiratorios relacionados con la tuberculosis.
El padre al despedirse deja encargada la alimentación de su hijo Armando a la dueña de la fonda o pensión Can Barral del pueblo.
Progresivamente Armando va conociendo a los residentes de la fonda o pensión y a los habitantes de Calafusta. Los del pueblo sabían muy bien que mucha gente iba ahí por sus problemas de salud pero se guardaban sus opiniones para no fastidiar el negocio de la fonda ni hacerse problemas con los demás. A los enfermos de tuberculosis los llamaban los averiados.
Armando conoce a Manolo, un tipo hablador pero también grosero y demasiado confianzudo con las jóvenes mujeres que alquilaban habitaciones en la pensión.
Hay momentos en que el tal Manolo hablaba de su situación y callaba detalles de su vida laboral con lo que nos parece que el hombre era un mitómano.
Algunos de los huéspedes eran hipocondríacos, unos monomaníacos que vivían pendientes de cada síntoma de su enfermedad. Se entiende si aplicamos lo de la espada de Damocles o a lo hitchcockiano, por así decirlo, de estar con la muerte en los talones a causa de la tuberculosis que les complicaba la vida, pero con un suspense insoportable de no poder saber si un día u otro se iban a morir por la enfermedad que envió a la tumba a Chéjov, Kafka, Bécquer, Thomas Wolfe y a tantos otros (se especula que R.L. Stevenson y Chopin padecían no de tuberculosis sino de otras enfermedades de las vías respiratorias).
Candel habla de los padecimientos de los personajes pero no nos atosiga con tanto dato porque de lo contrario la novela sería insufrible, y así entendemos lo que nos cuenta de ellos.
En las novelas hechas por escritores que fueron médicos como A.J. Cronin, Frank G. Slaughter y otros, hay un equilibrio con la información que se da al lector de tal forma que hasta hace que se olvide o no piense tanto de que se mencionan detalles como hospitales, tratamientos, síntomas, medicamentos, operaciones y el resto y sólo se sigue leyendo.
Entre los residentes de la fonda había gente soltera, casada y separada.
Al estar en un pueblo la colonia de “averiados” trataba de distraerse yendo a paseos ―uno de ida y vuelta que llamaban el 29—, visitando otros pueblos cercanos, leyendo y haciendo lo más básico: conversando sobre sus problemas de su salud, de los sentimentales, sobre literatura (entre los que eran lectores), de otros temas, bailaban, recitaban poemas, etc., en fin, de lo que fuera ameno para irla pasando y no aburrirse en Calafusta.
Aunque el libro se llame Temperamentales no hay tantas explosiones emocionales ni tan impulsivas salvo cuando la paciencia de alguien se agotaba o alguno se desesperaba por no recibir la atención de alguien de quien se hubiera enamorado inútilmente. Se podría decir más pero ya sería hacer una monografía de psicología y nuestro comentario no va por ahí.
Sucedían situaciones de los más vergonzosas que provocaban líos entre los huéspedes y como consecuencia muchas de las mujeres concluían en que todos los hombres son unos granujas.
Hay escarceos entre los residentes pero el puritanismo de la época hace fallar cualquier tentativa que planearan y experimentan fiascos entre ellos, y también vemos sus contradicciones y defectos, como la hipocresía de algunos de ellos con respecto al adulterio: Hago lo que quiero pero cuido que no me vean y que la mujer no se entere. Sí, claro, pensaban que ninguna se daba cuenta y ellas ya sabían desde hace tiempo de las andanzas del marido.
En una de esas Manolo se burla de una pareja que estaba en la fonda hasta que el marido no aguanta más y lo agarra a puñetazos, derribándolo y llamándolo tuberculoso indecente.
Con el chasco en público Manolo se va de la pensión y se pone a residir en un pueblo cercano. Un día invita a comer a Armando y a otros pero luego los invitados tuvieron que pagar su comida y el vino.
Así era él hasta que se va del pueblo sin despedirse.
Al regresar a su casa Armando ve que la amistad con algunos era de lo más frágil y pierde el contacto hasta ya no verse más.
Alerta de destripe
Más adelante al regresar a la ciudad, y al quedarse solo en casa durante un mes Armando, por dárselas de don Juan Tenorio o Casanova, se mete en un tremendo problema con una chica murciana que trabajaba de criada en su casa. El joven se entera por boca de la sirvienta de lo que pasaba y siente como que se le abre un abismo frente a él.
La conciencia le remuerde hasta que no soporta más y le revela lo sucedido a su padre, pero esto daña la relación entre ambos y además evitan que la sensible madre de Armando no se entere de nada. El padre arregló el asunto con la chica a base de dinero y el novio de la criada terminó pagando el pato al ser engañado y no digo más.
En adelante su padre lo trata de manera fría y distante y no volvieron a contratar a ninguna empleada doméstica que fuera joven.
Al siguiente verano Armando regresó a Calafusta.
En la fonda siguió con la rutina junto con los demás que seguían frecuentándola.
Hay cierto paralelismo entre esta novela y La Montaña Mágica de Thomas Mann, en donde los personajes discuten de filosofía y otros temas. En Calafusta, en cambio, los temperamentales prefirieron no ponerse tan filosóficos y a no darle tantas vueltas al asunto que les mortificaba, a no pensar tanto en la muerte y sus rollos y a seguir disfrutando de su estancia como bien pudieran, y sin caer en alguna estupidez espiritista que, como bien se dijo, equivale a ponerse a jugar con dinamita.
Todo iba tranquilo hasta que llegó un fabricante de licores junto a su mujer y sus dos hijos.
El fabricante era un fanático del juego de las damas y al discutir sobre ello con Armando y demás residentes, pues los más cultos se daban cuenta de que el industrial no pasaba de tener un nivel cultureta (persona pretendidamente culta) que únicamente repetía lo más básico que leyó por ahí sobre Poe y otros temas.
A sugerencia del fabricante se organiza un torneo de juego de damas y toda la rutina se altera.
Salvo alguno todos los demás residentes juegan a las damas hasta que aburridos llegan al hartazgo con el jueguito, y sólo siguieron Armando y el fabricante.
Pasan los días y siguen jugando y el resto se burla del fabricante y de esa obsesión con el juego: cómo podía seguir con la tontería de las damas teniendo una mujer tan estupenda.
Entonces pasa algo inesperado que conmociona a la fonda. Aunque la situación es muy perturbadora en el lugar Armando no aprende del pasado y otra vez se deja llevar por las hormonas.
La fonda de Calafusta se convierte en parte de la vida del protagonista y al final suponemos que seguirá yendo año tras año cuando quiera y pueda.
El libro de Candel se deja leer desde el inicio y acompañamos al autor hasta el final tan imprevisto.
A algunos no les gustó que pareciera hablara tanto de la tuberculosis en el libro o ese final inesperado, pero así es en la literatura en donde cada autor decide cómo empezar, cómo se desarrolla y termina su obra sea que la conclusión elegida nos guste o no.
Francisco Candel. Temperamentales, Colección Libro Amigo N° 114, Editorial Bruguera, Barcelona, 1969, 334 págs.
Nota.- La foto es mía.
Esto no es un resumen de la novela.