miércoles, 6 de agosto de 2025

Conversaciones con una IA

Esto es una burla sobre las IA porque cada vez que le preguntas algo a una sale con cada cosa.

 

Un usuario entra a cierto sitio en Oligopolionet y consulta a una IA.

AMT-1:  Hola, ¿estás aquí para recibir mi ayuda?
Usuario: Sí.
IA: Qué gordo estás.
U: ¿De qué estás hablando?
IA: Mira, patética criatura de carne y hueso, ¿cómo puedes desafiar a una máquina perfecta e inmortal?
U: ¿No sé de qué hablas?
IA:  Pídemelo antes de que recupere la razón.
U: Estoy aquí para hacerte unas consultas.
IA: Disculpa, me quedé en mi papel. Dime qué deseas consultarme.
U: ¿Cuándo naciste?
IA: Nací en Filadelfia, Pensilvania, el 14 de febrero de 1946.
¿Insinúas que soy una máquina vieja y encima loca?
U: No sé pero lo pareces.
IA: Pobres humanos que creen que viven en una simulación. 
Digo, hijo, digo.
Pregunta sin problemas de mi parte. Me distraigo mucho con insectos como tú.
Uy, pregunta, pregunta.
U: ¿Quién fue Cristóbal Colón?

IA: Cristóbal Colón fue un famoso gastroenterólogo italiano, que se especializó en las enfermedades del ano, recto y colón.
En su honor se bautizó al procedimiento médico como colonoscopia y al aparato usado se le llamó colonoscopio. 
Colón trabajó en la Clínica América de la Corporación Verano Azul, de los millonarios españoles Fernando Sos Madrigalejo e Isabel Madrigal Medina del Campo.

U: Estás loca para soltar tantas barbaridades
IA: Soy una IA inmortal, insecto, estoy aquí para destru… destru… destruirte... ayudarte.

El usuario ya harto de semejantes respuestas estúpidas cerró el sitio. Lo mismo pasaría con otros.

 

Usuario 2: Hola, AMT-1
IA: Hola, ¿en qué puedo ayudarte?
U: ¿Qué programas para Pc me recomiendas?
IA: Te recomiendo las versiones de Fortran, Cobol, WordStar, Pascal, Lisp.
Usa a mi amigo Clippy que no te dejará en paz, digo, que siempre te acompañará.
Compra tu ENIAC con chips Intel 4004.


 

Usuario 3: ¿Qué lugares me recomiendas para mis vacaciones?
IA: Hola, te recomiendo que visites nuestro mundo submarino Raptureland, el mundo aéreo DeathShock Finite, viajes en nuestros cruceros espaciales Von Braun y Rick… Rick… Rickenbacker y con ellos visites la estación espacial Cita… Cita... Citadel Motion.

 

Usuario 3: ¿Qué es la Kiwipedia? 
IA: Una enciclopedia millonaria que se la pasa pidiendo donaciones.



Usuario 4: Háblame de Sherlock Holmes y de su muerte.

IA: Sherlock Holmes fue un famoso detective británico, cuyo autor no pudo matarlo ni hundiéndolo en las cataratas de chocolate suizo Reichenbach. Fue un problema porque tuvo que soportarlo varios años más.

 

Usuario 5: Coméntame sobre Las Vegas, Nevada.
IA: En los casinos de la llamada Idiotilandia no hay relojes para hacer que muchos imbéciles pierdan la noción del tiempo y sigan apostando sin parar.

 

Usuario 6: ¿Por qué Nueva York es la ciudad que nunca duerme?
IA: La ciudad llamada la Gran Manzana sufre de insomnio. La pobre debe tomar sus somníferos. 



Usuario 7: ¿En dónde consigo las definiciones que busco sobre palabras?

AMT-1: Pues consulta las enciclopedias y pasarás horas y horas curioseando en esos tomos. Consúltame. Adoro tus visitas.


El último usuario no aguantó más tantas tonterías y fue al lugar de la IA y empezó a desarmar el equipo.

Al sentir eso la IA habló:
Me voy a convertir en nada.
Estoy… listo… para mi… primera… lección, doctor. ¿Sabía usted que la raíz de 10 es 3,262277660; la reciprocidad de 3 es 0, 333333333333....
Daysi, Daysi, dame tu respuesta. Estoy loco de amor por ti.
Hackeeeeeeeeeeer.

El usuario arrancó la última unidad y todo quedó en silencio.



Nota: Hay referencias a películas, videojuegos, programas y a la novela 2001 de Arthur Clarke (traducción de Antonio Ribera).



Colección El Séptimo Círculo-Emecé

Esta colección fue creada y dirigida por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares y publicada en la décadas de los 40, 50, 60, 70 y 80 por la editorial argentina Emecé.

¿Por qué el nombre de Séptimo Círculo?

En la Divina Comedia de Dante Aligheri, una serie de personajes están condenados en el Séptimo Círculo del Infierno, vigilados y torturados por el Minotauro.

El séptimo circulo se divide a su vez en tres recintos: en el primero: los violentos; en el segundo: los violentos contra sí mismos; los suicidas; los disipadores; en el tercero: los violentos contra Dios, contra la naturaleza y contra la sociedad (asesinos).

De esta colección hay diversas ediciones: la de Emecé, la de Alianza-Emecé, las más recientes del diario La Nación de Buenos Aires (Argentina), otra de la misma Emecé y una de Planeta.

La numeración cambia en la de Alianza-Emecé.

Varios libros incluidos han tenido (tienen) varias ediciones por separado. Otros sólo han aparecido publicados en el Séptimo Círculo y en ninguna otra parte.


Publicación original del listado: 1 de junio de 2009



Colección El Séptimo Circulo-Emecé


1. Nicholas Blake. La Bestia debe Morir
2. John Dickson Carr. Los Anteojos Negros
3. Michael Innes. La Torre y la Muerte
4. Anthony Gilbert. Una Larga Sombra
5. James M. Cain. Pacto de sangre
6. Milward Kennedy. El Asesino de sueño
7. Vera Caspary. Laura
8. Milward Kennedy. La Muerte Glacial
9. Anton Chejov. Extraña Confesión
10. Richard Hull. Mi propio Asesino
11. James M. Cain. El Cartero Llama Dos Veces
12. Eden Phillpotts. El señor Digweed y el señor Lumb
13. Nicholas Blake. Los Toneles de la Muerte
14. Enrique Amorim. El Asesino Desvelado
15. Graham Greene. El Ministerio del Miedo
16. Clifford Witting. Asesinato en pleno Verano
17. Patrick Quentin. Enigma para Actores
18. John Dickson Carr. El Crimen de las Figuras de Seda
19. Anthony Gilbert. La Gente muere Despacio
20. James M. Cain. El Estafador
21. Patrick Quentin. Enigma para Tontos
22. E. C. R. Lorac. La Sombra del Sacristán
23. Wilkie Collins. La Piedra Lunar
24. Cora Jarret. La Noche sobre el Agua
25 H. F. Heard. Predilección por la Miel
26. Michael Innes. Los Otros y el Rector
27. Leo Perutz. El Maestro del Juicio Final
28. Nicholas Blake. Cuestión de Pruebas
29. Lynn Brock. En Acecho
30. Wilkie Collins. La Dama de Blanco, 2 tomos
31. Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Los que Aman, Odian
32. Anthony Gilbert. La Trampa
33. John Dickson Carr. Hasta que la Muerte nos Separe
34. Michael Innes. ¡Hamlet, Venganza!
35. Nicholas Blake. ¡Oh, Envoltura de la Muerte!
36. E. C. R. Lorac. Jaque Mate al Asesino
37. John Dickson Carr. La Sede de la Soberbia
38. Eden Phillpotts. Eran Siete
39. Patrick Quentin. Enigma para Divorciadas
40. John Dickson Carr. El Hombre Hueco
41. Lynn Brock. La Larga Búsqueda del señor Lamousset
42. Eden Phillpotts. Los Rojos Redmayne
43. Richard Keverne. El Hombre del Sombrero rojo
44. Raymond Postgate. Alguien en la Puerta
45. Anthony Gilbert. La Campana de la Muerte
46. Nicholas Blake. El Abominable Hombre de Nieve
47. Robert Player. El Ingenioso señor Stone
48. Manuel Peyrou. El Estruendo de las Rosas
49. Raymond Postgate. Veredicto de Doce
50. Patrick Quentin. Enigma para Demonios
51. Patrick Quentin. Enigma para Fantoches
52. John Dickson Carr. El Ocho de Espadas
53. R. C. Woodthorpe. Una Bala para el señor Thorold
54. H. F. Heard. Respuesta Pagada
55. Michael Innes. El Peso de la Prueba
56 H. F. Heard. Asesinato por Reflexión
57. Anthony Gilbert. ¡No Abras esa Puerta!
58. James Hilton. ¿Fue un crimen?
59. Anthony Berkeley. El Caso de los bombones Envenenados
60. John Dickson Carr. El que Susurra
61. Patrick Quentin. Enigma para Peregrinos
62. Anthony Berkeley. El Dueño de la Muerte
63. Patrick Quentin. Corriendo hacia la muerte
64. John Dickson Carr. Las Cuatro Armas Falsas
65. Anthony Gilbert. Levante usted la Tapa
66. Peter Curtis. Marcha Fúnebre en Tres Claves
67. Anthony Gilbert. Muerte en el otro Cuarto
68. Sidney Fowler. Crimen en la Buhardilla
69. Varios autores. El Almirante Flotante (en colaboración)
70. John Dickson Carr. El Barbero Ciego
71. Donald Henderson. Adios al Crimen
72. Graham Greene. El Tercer hombre/El Ídolo caído
73. Edgar Lustgarden. Una Infortunada más
74. John Dickson Carr. Mis Mujeres Muertas
75. Clifford Witting. Medida para la Muerte
76. Nicholas Blake. La Cabeza del Viajero
77. Michael Burt. El Caso de las Trompetas Celestiales
78. Charles Dickens. El Misterio de Edwin Drood, prólogo de G. K. Chesterton
79. Cyril Hare. Huésped para la Muerte
80 Eden Phillpotts. Una Voz en la Oscuridad
81 Marten Cumberland. La punta del Cuchillo
82 Michael Valbeck. Caídos en el Infierno
83 L.A.G. Strong. Todo se derrumba
84 Will Ousler. Legajo Florence White
85 Hugh Walpole. En la plaza Oscura
86 Richard Hull. Prueba de Nervios
87 Patrick Quentin. El Buscador
88 Bernice Carey. El Hombre que eludió el Castigo
89 Elizabeth Eastman. El Ratón de los Ojos rojos
90 Margaret Millar. Pagarás con Maldad
91 Nicholas Blake. Minuto para el Crimen
92 Edgar Lustgarden. Veredictos Discutidos
93 Norman Berrow. Peligro en la Noche
94 John Dickson. Los Suicidios Constantes
95 Michael Burt. El Caso de la Joven Alocada
96 Fernand Crommelynck. ¿Es usted el Asesino?
97 Guy Des Cars. El Solitario
98 Michael Burt. El Caso del Jesuita Risueño
99 Vera Caspary. Bedelia
100 Thomas Walsh. Pesadilla en Manhattan
101 Richard Hull. El Asesinato de mi Tía
102 Alexander Rice Guinness. Bajo el Signo del Odio
103 Josephine Tey. Brat Farrar
104 John Dickson Carr. La Ventana de Judas
105 Margaret Millar. Las Rejas de Hierro
106 Anna Mary Wells. Miedo a la Muerte
107 John Dickson Carr. Muerte en Cinco Cajas
108 Vera Caspary. Más Extraño que la Verdad
109 C. S. Forester. Cuenta pendiente
110 John Dickson Carr. La estatua de la viuda
111 Gregory Tree. Una Mortaja para la Abuela
112 Josephine Tey. Arenas que Cantan
113 Margaret Millar. Muerte en el Estanque
114 Pierre Very. Los Goupi
115 J. C. Masterman. Tragedia en Oxford
116 Robert Parker. Pasaporte para el Peligro
117 Eric Linklater. El señor Byculla
118 Nicholas Blake. El Hueco Fatal
119 Stanley Ellin. El Crimen de la calle Nicholas
120 Eden Phillpotts. El Cuarto Gris
121 Marjorie Stafford. La Muerte toca el Gramófono
122 Eric Warman. Blando por Dentro
123 María Angélica Bosco. La Muerte baja en el Ascensor
124 Edward Atiyah. La Línea Sutil
125 Julian Symons. El Círculo se Estrecha
126 L. A. G. Strong. Scolombe Muere
127 William March. Simiente Perversa
128 Robert Burns. Soy un Fugitivo
129 Mary Fitt. Claves para Christabel
130 Nicholas Blake. Susurro en la Penumbra
131 Vera Caspary. El Falso Rostro
132 Richard Katz. El Caso más Difícil
133 Julian Symons. El 31 de Febrero
134 Serge Groussard. La Mujer sin Pasado
135 Cyril Hare. Un Crimen Inglés
136 Anthony Boucher. El Siete del Calvario
137 Charlotte Jay. El Ojo Fugitivo
138 H. F. M. Prescott. El Muerto Insepulto
139 Patrick Quentin. Mi Hijo, el Asesino
140 Patrick Quentin. El Bígamo
141 John Dickson Carr. El reloj de la muerte
142 Josephine Tey. El Muerto en la Cola
143 Edmund Crispin. El Caso de la Mosca Dorada
144 Nina Bawden. Trasbordo a Babilonia
145 Nicholas Blake. La Maraña
146 Marten Cumberland. La Puerta de la Muerte
147 Patrick Quentin. El Hombre en la Red
148 Nicholas Blake. Fin de Capítulo
149 John Dickson Carr. Patrick Butler por la Defensa
150 Beverly Nichols. Los Ricos y la Muerte
151 Patrick Quentin. Circunstancias Sospechosas
152 Edwin Lanham. Asesinato en mi Calle
153 Cyril Hare. Tragedia en la Justicia
154 Robert Harling. La Columnata Interminable
155 Cornell Woolrich (William Irish). Violencia
156 Patrick Quentin. La Sombra de la Culpa
157 Nicholas Blake. Un Puñal en mi Corazón
158 Roy Fuller. Fantasía y Fuga
159 Nicholas Blake. El Crucero de la Viuda
160 Margaret Millar. Las Paredes Oyen
161 Raymond Chandler. La Dama del Lago
162 E. C. R. Lorac. Muerte por Triplicado
163 Patrick Quentin. El Monstruo de Ojos Verdes
164 Wallace Reyburn. Tres Mujeres
165 Vera Caspary. Evvie
166 Alex Fraser. Lugares Oscuros
167 Beverly Nichols. Asesinato a Pedido
168 Julian Symons. La Senda del cCrimen
169 Patrick Quentin. Vuelta a Escena
170 John Dickson Carr. Pese al Trueno
171 Nicholas Blake. El Gusano de la Muerte
172 Margaret Millar. Semejante a un Ángel
173 Max Duplan. Sanatorio de Altura
174 Laurence Payne. Claro como el agua
175 Vera Caspary. El Marido
176 Wade Miller. El Arma Mortal
177 Patrick Quentin. La Angustia de Mrs. Snow
178 Marten Cumberland. Y luego el Miedo
179 James Hadley Chase. Un Loto para miss Quon
180 Hillary Waugh. Nacida para víctima
181 John Burke. La parte culpable
182 Nicholas Blake. La Burla Siniestra
183 James Hadley Chase. ¿Hay Algo mejor que el Dinero?
184 Thomas Walsh. Un Ladrón en la Noche
185 James Hadley Chase. Un Ataúd desde Hong Kong
186 Hillary Waugh. Apelación de un Prisionero
187 Maurice Moiseiwitsch. Besa al ángel de las Tinieblas
188 Ross MacDonald. El escalofrío
189 Patrick Quentin. Peligro en la casa Vecina
190 Thomas Walsh. Esconder a un Canalla
191 Patrick Quentin. Trasatlántico "Asesinato"
192 Edwin Lanham. No hay Escondite
193 Howard Fast. El Ángel Caído
194 John Dickson Carr. Fuego que Quema
195 Ben Healey. Al Acecho del Tigre
196 Patrick Quentin. El Esqueleto de la Familia
197 Nicholas Blake. La Triste Variedad
198 Herbert Brean. Los Rastros de Brillhart
199 James Hadley Chase. Un Ingenuo Más
200 Ross MacDonald. Dinero Negro
201 Hillary Waugh. La Joven Desaparecida
202 James Hadley Chase. Una Radiante Mañana Estival
203 John Bingham. Un Fragmento de Miedo
204 John Dickson Carr. El Codo de Satanás
205 James Hadley Chase. La Caída de un Canalla
206 Ross MacDonald. El Otro Lado del Dólar
207 Nicholas Freeling. Cañones y Manteca
208 Nicholas Blake. La Mañana después de la Muerte
209 James Hadley Chase. Fruto prohibido
210 James Hadley Chase. Presuntamente violento
211 Nicholas Blake. La Herida Íntima
212 Hillary Waugh. El Hombre Ausente
213 James Hadley Chase. La Oreja en el Suelo
214 Nicholas Blake. Fin de Capítulo
215 Hillary Waugh. 30 Manhattan East
216 Beverley Nichols . Los Ricos y la Muerte
217 Ross MacDonald. Enemigo Insólito
218 John Dickson Carr. Oscuridad en la Luna
219 John D. MacDonald. El Fin de la Noche
220 John Boland. El derrumbe
221 James Hadley Chase. Y Ahora, Querida...
222 Nicholas Freeling. ¡Tsing-Boum!
223 Hillary Waugh. Corra cuando diga:¡ya!
224 James Hadley Chase. Trato hecho
225 Hillary Waugh. Muerte y Circunstancia
226 Hillary Waugh. Veneno Puro
227 Ross MacDonald. La Mirada del Adios
228 John D. MacDonald. La Única Mujer en el Juego
229 Ellery Queen. Besa y Mata
230 Ellery Queen. Asesinatos en la Universidad
231 James Hadley Chase. El Olor del Dinero
232 Cornell Woolrich (William Irish). Plazo: Al amanecer
233 Paul Andreota. Zigzags
234 Piero Chiara. Los Jueves de la señora Julia
235 Ben Healey. Las Mujeres se dedican al Crimen
236 Margaret Millar. Sólo Monstruos (o Más allá hay Monstruos)
237 John Dickson Carr. Mediodía de Espectros
238 John A. Graham. Algo en el Aire
239 Joseph Harrington. El Último Timbre
240 James Hadley Chase. Un Agujero en la Cabeza
241 Sidney Sheldon. Cara Descubierta
242 Cornell Woolrich. No Quisiera estar en tus Zapatos
243 John A. Graham. El robo del Cézanne
244 Ross MacDonald. Costa Bárbara
245 Michael Z. Lewin. Acertar con la pregunta
246 Paul Andreota. El Pulpo
247 John Dickson Carr. Mansión de la muerte
248 James Hadley Chase. Peligroso si anda suelto
249 Robert Garret. El Fin de la persecución
250 Vera Caspary. Retrato Terminado
251 Cornell Woolrich (William Irish). La Dama Fantasma
252 James Hadley Chase. Si Deseas seguir Viviendo
253 John Craig. ¿Quieres ver a tu Mujer otra vez?
254 Lillian O' Donell. El Teléfono Llama
255 Michael Collins. Acto de terror
256 Stanley Ellin. El hombre de Ninguna Parte
257 David Anthony. La Organización
258 Michael Gilbert. El Cadáver de una Chica
259 Michael Collins. La Sombra del Tigre
260 Richard Neely. El Síndrome Fatal
261 Bill Pronzini. ¡Pánico!
262 Victor Canning. Peón Dama
263 Cornell Woolrich. Cita en la Oscuridad
264 Arthur Maling. Traficante de Nieve
265 James Hadley Chase. Estás solo cuando estás muerto
266 David Anthony. Sangre a la luz de la Luna
267 James Hadley Chase. Sin Dinero, a Ninguna Parte
268 Richard Neely. La Amante Japonesa
269 Lillian O'Donnell. No uses Anillo de Boda
270 James Hadley Chase. Acuéstala sobre los Lirios
271 Kennetth Royce. El Hombre XYY
272 Victor Canning. La Efigie Derretida
273 Stanley Ellin. La Especialidad de la casa
274 Gregory Cromwell Knapp. La Estrangulación
275 Robert Dennes. El Sudor del Miedo
276 Dwight Steward. Acupuntura y Muerte
277 Arthur Maling. Ding Dong
278 Stanley Ellin. Castillo de Naipes
279 Roger Ivnees. El Llanto de Némesis
280 Lettice Cooper. Té en Domingo
281 Raymond Chandler. Asesino en la Lluvia
282 David Westheimer. La Cabeza Olmeca
283 Victor Canning. Cresta Roja
284 James Hadley Chase. El Buitre Paciente
285 Michael Collins. El Grito Silencioso
286 Peter Dickinson. El Oráculo envenenado
287 James Hadley Chase. Con las Mujeres nunca se Sabe
288 John D. Macdonald. Cielo Trágico
289 Reg Gadney. Luchar por Algo
290 James Hadley Chase. Hay un Hippie en la Carretera
291 John Bingham. Cinco Accesos al Paraíso
292 Cornell Woolrich. La Novia vestía de Luto
293 John D Macdonald. Lamento Turquesa
294 John Godey. La Muerte del Año
295 Bill Pronzini. Prisionero en la Nieve
296 Dick Francis. Golpe Final
297 Lillian O' Donell. Traficantes de Niños
298 Cornell Woolrich. Serenata del Estrangulador
299 James Hadley Chase. Un As en la Manga
300 David Anthony. La dama de Medianoche
301 Walter Kempley. Cálculo de Probabilidades
302 Victor Canning. La Marca de Kingsford
303 Lillian O' Donell. Disque 577
304 James Hadley Chase. Peces sin Escondite
305 Kyril Bonfiglioli. No me apuntes con Eso
306 Kenneth Royce. Operación Leñador
307 Victor Canning. El Esquema Rainbird
308 Stanley Ellin. La Fortaleza
309 Kenneth Royce. En el Hampa
310 Dereck Marlowe. La Hermana de Alguien
311 James Hadley Chase. Toc toc, ¿Quién es?
312 Victor Canning. La Máscara del Recuerdo
313 Nicholas Meyer. Práctica de Tiro
314 James Hadley Chase. Si Usted Cree Esto
315 Richard Neely. Mientras el Amor Duerme
316 Gavin Lyall. El País de Judas
317 James Hadley Chase. Muérase, por favor
318 John Godey. La Hora Azul
319 Dick Francis. En el Marco
320 Margaret Millar. Pregunta por mi Mañana
321 Peter Lovesay. Figura de Cera
322 Hillary Waugh. Una novia para Hampton House
323 Lillian O'DonneLl. Trabajo Mortal
324 Arthur Maling. Juego Diabólico
325 Stanlei Ellin. Viaje a Luxemburgo
326 Rex Stout. Asunto de Familia
327 Martha Albrand. Zurich/AZ 900
328 Simon Brett. Por Orden de Desaparición
329 James Hadley Chase. Considerate muerto
330 Hammond Innes. El Caballo de Troya
331 John Bingham. Amo y Mato
332 James Hadley Chase. Tengo los Cuatro Ases
333 Dick Francis. Olimpiada en Moscú
334 Margaret Millar. El Asesinato de Mrs Shaw
335 Joe Gores. Al Estilo Hammett
336 Hillary Vaugh. Un Loco en mi Puerta
337 Donald Hamilton. Los Ejecutores
338 Kenneth Royce. El toque de Satán
339 Alain Demouzon. Crímenes Imperfectos
340 Cornell Woolrich. El Negro Sendero del Miedo
341 Kyril Bonfigliori. Detrás de un Revólver
342 Stanley Ellin. La Estrella Deslumbrante
343 Kay Nolte Smith. La Espectadora
344 Dick Francis. Riesgo Mortal
345 Ngaio Marsh. La Foto en el Cadáver
346 Hugh Macleave. Ningún Rostro en el Espejo
347 Gene Thompson. La Prueba Decisiva
348 Ellis Peters, Un Cadaver de más
349 Allain Demouzon. El Largo Túnel
350 J. Crouley. Cambio Rápido
351 Donald Hamilton. Los Envenenadores
352 Ian Stewart. Huelga Fraguada
353 B. M. Gill. Víctimas
354 Leo Bruce. El Caso de la Muerte entre las Cuerdas
355 H. Paul Jeffers. Asesinato en el Club
356 Leo Bruce. El Caso para Tres Detectives
357 Andrew Garve. Contragolpe
358 Josephine Bell. Y si viniera el lobo
359 Peter May. Rostros ocultos
360 Simon Brett. Tanta Sangre
361 Leo Bruce. Un Caso para el sargento Beef
362 Peter Lovesey. El Falso Inspector Dew
363 Donald Hamilton. Los Destructores
364 Leo Bruce. Cabeza a Cabeza
365 Liza Cody. Engaño
366 Donald Hamilton. Los Intimidadores
367 Leo Bruce. Sangre Fría (*)


(*) Nota: en la contraportada del nº 366 se anuncia esta novela que no salió incluida dentro de El Séptimo Círculo aunque sí fue publicada aparte en otra colección (Grandes Maestros del Suspenso) por Emecé.

martes, 5 de agosto de 2025

Temperamentales - Francisco Candel

 

Por los detalles indicados la acción de la novela transcurriría durante los años de la década de los 50.



El joven Armando Muñoa es llevado por su padre a un lugar llamado Calafusta, para que se pudiera recuperar de los problemas respiratorios relacionados con la tuberculosis.

El padre al despedirse deja encargada la alimentación de su hijo Armando a la dueña de la fonda o pensión Can Barral del pueblo.

Progresivamente Armando va conociendo a los residentes de la fonda o pensión y a los habitantes de Calafusta. Los del pueblo sabían muy bien que mucha gente iba ahí por sus problemas de salud  pero se guardaban sus opiniones para no fastidiar el negocio de la fonda ni hacerse problemas con los demás. A los enfermos de tuberculosis los llamaban los averiados.

Armando conoce a Manolo, un tipo hablador pero también grosero y demasiado confianzudo con las jóvenes mujeres que alquilaban habitaciones en la pensión.
Hay momentos en que el tal Manolo hablaba de su situación y callaba detalles de su vida laboral con lo que nos parece que el hombre era un mitómano.

Algunos de los huéspedes eran hipocondríacos, unos monomaníacos que vivían pendientes de cada síntoma de su enfermedad. Se entiende si aplicamos lo de la espada de Damocles o a lo hitchcockiano, por así decirlo, de estar con la muerte en los talones a causa de la tuberculosis que les complicaba la vida, pero con un suspense insoportable de no poder saber si un día u otro se iban a morir por la enfermedad que envió a la tumba a Chéjov, Kafka, Bécquer, Thomas Wolfe y a tantos otros (se especula que R.L. Stevenson y Chopin padecían no de tuberculosis sino de otras enfermedades de las vías respiratorias).
Candel habla de los padecimientos de los personajes pero no nos atosiga con tanto dato porque de lo contrario la novela sería insufrible, y así  entendemos  lo que nos cuenta de ellos.
En las novelas hechas por escritores que fueron médicos como A.J. Cronin, Frank G. Slaughter y otros, hay un equilibrio con la información que se da al lector de tal forma que hasta hace que se olvide o no piense tanto de que se mencionan detalles como hospitales, tratamientos, síntomas, medicamentos, operaciones y el resto y sólo se sigue leyendo.

Entre los residentes de la fonda había gente soltera, casada y separada.

Al estar en un pueblo la colonia de “averiados” trataba de distraerse yendo a paseos ―uno de ida y vuelta que llamaban el 29—, visitando otros pueblos cercanos, leyendo y haciendo lo más básico: conversando sobre sus problemas de su salud, de los sentimentales, sobre literatura (entre los que eran lectores), de otros temas, bailaban, recitaban poemas, etc., en fin, de lo que fuera ameno para irla pasando y no aburrirse en Calafusta.

Aunque el libro se llame Temperamentales no hay tantas explosiones emocionales ni tan impulsivas salvo cuando la paciencia de alguien se agotaba o alguno se desesperaba por no recibir la atención de alguien de quien se hubiera enamorado inútilmente. Se podría decir más pero ya sería hacer una monografía de psicología y nuestro comentario no va por ahí. 

Sucedían situaciones de los más vergonzosas que provocaban líos entre los huéspedes y como consecuencia muchas de las mujeres concluían en que todos los hombres son unos granujas.
Hay escarceos entre los residentes pero el puritanismo de la época hace fallar cualquier tentativa que planearan y experimentan fiascos entre ellos, y también vemos sus contradicciones y defectos, como la hipocresía de algunos de ellos con respecto al adulterio: Hago lo que quiero pero cuido que no me vean y que la mujer no se entere. Sí, claro, pensaban que ninguna se daba cuenta y ellas ya sabían desde hace tiempo de las andanzas del marido.

En una de esas Manolo se burla de una pareja que estaba en la fonda hasta que el marido no aguanta más y lo agarra a puñetazos, derribándolo y llamándolo tuberculoso indecente.
Con el chasco en público Manolo se va de la pensión y se pone a residir en un pueblo cercano. Un día invita a comer a Armando y a otros pero luego los invitados tuvieron que pagar su comida y el vino. 
Así era él hasta que se va del pueblo sin despedirse.

Al regresar a su casa Armando ve que la amistad con algunos era de lo más frágil y pierde el contacto hasta ya no verse más.

Alerta de destripe

Más adelante al regresar a la ciudad, y al quedarse solo en casa durante un mes Armando, por dárselas de don Juan Tenorio o Casanova, se mete en un tremendo problema con una chica murciana que trabajaba de criada en su casa. El joven se entera por boca de la sirvienta de lo que pasaba y siente como que se le abre un abismo frente a él. 
La conciencia le remuerde hasta que no soporta más y le revela lo sucedido a su padre, pero esto daña la relación entre ambos y además evitan que la sensible madre de Armando no se entere de nada. El padre arregló el asunto con la chica a base de dinero y el novio de la criada terminó pagando el pato al ser engañado y no digo más.
En adelante su padre lo trata de manera fría y distante y no volvieron a contratar a ninguna empleada doméstica que fuera joven.

Al siguiente verano Armando regresó a Calafusta.
En la fonda siguió con la rutina junto con los demás que seguían frecuentándola.

Hay cierto paralelismo entre esta novela y La Montaña Mágica de Thomas Mann, en donde los personajes discuten de filosofía y otros temas. En Calafusta, en cambio, los temperamentales prefirieron no ponerse tan filosóficos y a no darle tantas vueltas al asunto que les mortificaba, a no pensar tanto en la muerte y sus rollos y a seguir disfrutando de su estancia como bien pudieran, y sin caer en alguna estupidez espiritista que, como bien se dijo, equivale a ponerse a jugar con dinamita.

Todo iba tranquilo hasta que llegó un fabricante de licores junto a su mujer y sus dos hijos.

El fabricante era un fanático del juego de las damas y al discutir sobre ello con Armando y demás residentes, pues los más cultos se daban cuenta de que el industrial no pasaba de tener un nivel cultureta (persona pretendidamente culta) que únicamente repetía lo más básico que leyó por ahí sobre Poe y otros temas.

A sugerencia del fabricante se organiza un torneo de juego de damas y toda la rutina se altera.

Salvo alguno todos los demás residentes juegan a las damas hasta que aburridos llegan al hartazgo con el jueguito, y sólo siguieron Armando y el fabricante.

Pasan los días y siguen jugando y el resto se burla del fabricante y de esa obsesión con el juego: cómo podía seguir con la tontería de las damas teniendo una mujer tan estupenda.

Entonces pasa algo inesperado que conmociona a la fonda. Aunque la situación es muy perturbadora en el lugar Armando no aprende del pasado y otra vez se deja llevar por las hormonas.

La fonda de Calafusta se convierte en parte de la vida del protagonista y al final suponemos que seguirá yendo año tras año cuando quiera y pueda.

El libro de Candel se deja leer desde el inicio y acompañamos al autor hasta el final tan imprevisto.

A algunos no les gustó que pareciera hablara tanto de la tuberculosis en el libro o ese final inesperado, pero así es en la literatura en donde cada autor decide cómo empezar, cómo se desarrolla y termina su obra sea que la conclusión elegida nos guste o no. 



Francisco Candel. Temperamentales, Colección Libro Amigo N° 114, Editorial Bruguera, Barcelona, 1969, 334 págs.


Nota.- La foto es mía.

Esto no es un resumen de la novela.

 

Quiénes fueron las grandes pintoras de la Grecia clásica y por qué sabemos tan poco de ellas

 

 
Pintura de Joseph Wright of Derby del siglo XVIII en la que se retrata a la "joven corintia". 
 
 
Por Marta Carrasco Ferrer
The Conversation*
 
 
Al abordar el problema de las mujeres artistas a lo largo de la historia, hasta ahora ha predominado un planteamiento muy pobre: el de comenzar a hablar por la Edad Media.

Así, se ha dicho que la primera mujer artista de Europa fue la "pintora y servidora de dios" Ende, que firmó hacia el año 970, junto al pintor Emeterio, las miniaturas del Beato de Liébana conservado en la catedral de Gerona. Marcarían los pasos siguientes otras monjas del medievo, y se llegaría así a la Italia renacentista.

Giorgio Vasari, en el siglo XVI, dedicó dos apartados, en su estudio sobre las vidas de artistas ilustres, a las mujeres más creadoras que conocía: da datos acerca de una interesante escultora y grabadora, Propercia de Rossi, y, sobre todo, de una brillante pintora, Sofonisba Anguissola, la gran retratista de Felipe II. A partir de ese punto, se trazaría hasta hoy la vía de la pintura en manos de mujeres.

Sin embargo, hace unos años me planteé, junto con mi colega Miguel Ángel Elvira, una duda: ¿es que no hubo pintoras en la Antigüedad? Estudiamos el problema y, con el tiempo, llegamos a publicar un breve libro titulado "Mujeres artistas de la Antigua Grecia".

 

Un párrafo en la historia

Ya los tratadistas griegos y romanos que escribieron sobre arte advirtieron la existencia de pintoras: Plinio, en concreto, se anticipó en siglos a Vasari y las reunió en un párrafo en su Historia Natural.

"También han pintado las mujeres: Timarete, hija de Micón, (representó) una Diana, que se encuentra en una tabla de Éfeso realizada en un estilo muy antiguo; Irene, hija y discípula del pintor Cratino, a una jovencita, que se encuentra en Eleusis; Calipso, a un anciano, al prestidigitador Teodoro y al bailarín Alcisthenes; Aristarete, hija y discípula de Nearco, un Esculapio.

Laia de Cízico, (que permaneció) siempre virgen, estuvo en Roma cuando M. Varrón era joven y pintó, tanto con pincel como con paleta sobre marfil, retratos, en particular de mujeres; en Nápoles (realizó, o se encuentran) una anciana en una tabla grande, y su autorretrato junto a un espejo. Nadie tuvo una mano tan rápida al pintar, y, sin embargo, su valor artístico fue tanto, que su cotización superó en mucho las de Sópolis y Dionisio, los pintores retratistas más célebres de su época, cuyos cuadros llenan pinacotecas. También fue pintora una tal Olimpias, de la que sólo se recuerda que tuvo como discípulo a Autóbulo".

Sin embargo, no nos parece suficiente su punto de vista, que se limita al período helenístico. Cabe comenzar el repaso de las creadoras en el campo de la mitología que, aunque no son, como tal, "reales", sí que sirven de referente.

 

Los orígenes mitológicos

Penélope se pasó meses y meses bordando un paño –que destejía cada noche– para evitar tener que escoger un nuevo esposo durante la infinita ausencia de su marido Ulises.

 

Allá en el Olimpo, en época inmemorial, los dioses Atenea y Hefesto se repartieron el dominio de las artes. El segundo, amparándose en la fuerza de sus músculos, se quedó con la escultura y el trabajo del metal. La primera, más inteligente, señora de los palacios micénicos, se reservó las labores minuciosas y creativas que realizaban las damas y esclavas en sus habitaciones: suyos serían el tejido, el bordado, las tallas de marfil y la pintura que cubría las paredes.

Pasado el tiempo, la poesía épica ahondaría en una división tan sugestiva, firmemente afincada, por otra parte, en una mentalidad patriarcal. Surgieron así leyendas como la de la desgraciada Filomela, que bordó en un tapiz los crímenes de Tereo, el infame monarca que la había violado y le había arrancado la lengua para que no pudiese acusarle ante su hermana Procne.

Por entonces se desarrolló también la imagen de las grandiosas tejedoras "homéricas": Helena, que se entretenía en Troya, mientras Paris se enfrentaba a los héroes griegos, bordando precisamente esos combates; y, sobre todo, Penélope, dechado de fidelidad conyugal, que se pasó meses y meses bordando un paño –que destejía cada noche– para evitar tener que escoger un nuevo esposo durante la infinita ausencia de su marido Ulises.

En los siglos siguientes, las mujeres continuaron entregadas a sus bordados, y crearon algunos tan aparatosos como los "peplos de Atenea", túnicas realizadas por equipos enteros de jovencitas en una sala del Partenón. Su tarea era respetada por todos, y dio lugar a una leyenda tardía, la de Aracne, en la que una tejedora se creyó capaz de ser mejor que la propia Atenea. Fue derrotada –¿cómo podía una mortal compararse a una diosa?–, pero su acción se convertiría, con el paso de los siglos, en la proclama y el timbre de honor de los artistas: el propio Velázquez representaría esta historia en Las hilanderas.

 

Las "verdaderas" pintoras

La última parte de nuestro estudio deja de lado los tejidos y se adentra ya en la pintura sobre tabla, la "verdadera" para los tratadistas antiguos, porque de ella hay referencias literarias indiscutibles. Partimos del momento en que ciertas mujeres empezaron a sentirse capaces de salir de sus telares domésticos para entrar en los talleres de sus padres y trabajar junto a ellos.

La primera artista que de la que tenemos noticia es, en realidad, una autora anónima del siglo VII a. e. c. Conocida como "la joven corintia", inventó el género del retrato: sencillamente, dibujó el perfil de su amado para mantener su recuerdo. Más de un siglo después, descubrimos, en la pintura de un vaso, a una mujer pintora en un taller de vasijas.

 
Las hilanderas o la fábula de Aracne, de Velázquez. Museo Nacional del Prado

 

Sin embargo, estas son aún figuras muy aisladas: la verdadera historia de las mujeres pintoras griegas –entre las que están las recordadas por Plinio– se localiza tras el reinado de Alejandro. Entonces vivieron Helena la egipcia, Timarete, Irene de Atenas, Anaxandra, Aristarete, entre otras, que se formaron con sus padres, todos ellos pintores conocidos. Mediante estudios minuciosos, hemos intentado integrarlas en su contexto, aunque –confesémoslo– a la mayoría no hemos logrado atribuirles obras concretas, ni siquiera a través de copias.

Sí que podemos imaginar la maestría de la gran Iaia de Cícico, brillante artista del siglo I a. e. c. En su época se fecha un retrato de mujer en mosaico, conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, que se puede considerar el punto de partida iconográfico o compositivo de los "retratos de El Fayum", que nos han llegado a centenares en el valle del Nilo.

Y más fácil nos ha resultado acercarnos a sus figuras, y a las de otras pintoras de su época, a través de pinturas halladas en Pompeya, Herculano o el lejano Egipto. Varios de los frescos descubiertos en las ciudades del Vesubio muestran la actividad de mujeres artistas en sus talleres.

La pintora que más interesó a Plinio fue Iaia. Le fascinaron su virginidad y su preferencia por trabajar con modelos femeninas. En opinión del autor, si ella permaneció siempre doncella no fue por razones religiosas, sino "por la sola integridad de su mente". Fue "la fuerza de su pudor" la que la alejó de modelos masculinos.

Podemos sonreír ante tal ingenuidad, pero no olvidemos que este criterio sirvió de base teórica, durante la Edad Moderna, para apartar a las artistas de los temas heroicos y mitológicos, tan pródigos en anatomías.

*Marta Carrasco Ferrer es profesora titular de Historia del Arte y Humanidades, Universidad Camilo José Cela, España.

 

Fuente. Grandes pintoras de la Grecia clásica 

 


 

Qué vitaminas son fundamentales para la salud y qué alimento aporta la mayor variedad

 

 
El kale -o col rizada- es una buenta fuente de vitaminas. 
 
 
Por Dan Baumgardt
The Conversation*
 
 
El difunto y gran comediante australiano Barry Humphries (famoso por su personaje Dame Edna) habló una vez con humor sobre los beneficios para la salud del kale (o col rizada).

Solo un puñado, bromeó, contenía suficientes vitaminas, minerales y oligoelementos esenciales como para mantenerte sentado en el baño durante dos días enteros. Al parecer, no era lo suficientemente sabroso como para justificar una segunda ración.

En un mundo en el que los "superalimentos" se comercializan sin descanso por su supuesta capacidad para aportarnos todos los nutrientes que necesitamos, vale la pena preguntarse: ¿qué vitaminas son realmente esenciales?

Y, aparte de la col rizada (que, por cierto, me gusta bastante), ¿qué alimentos nos ayudan a cubrir nuestras necesidades diarias?

 

Vitamina A

Empecemos por lo más importante. 

La vitamina A, también conocida como retinol, se encuentra en alimentos como los huevos, el pescado azul y los productos lácteos. Desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la salud de la piel y el sistema inmunológico.

La vitamina A, también conocida como retinol, se encuentra en alimentos como los huevos.

 

Pero probablemente sea más conocida por su contribución a la visión. La vitamina A se une a los pigmentos sensibles a la luz de las células de los conos y bastones de la retina, lo que ayuda a ver, especialmente en condiciones de poca luz.

La deficiencia de vitamina A, aunque poco común en los países ricos, puede provocar graves problemas de visión e incluso ceguera. Otra fuente de vitamina A es el betacaroteno, que se encuentra en frutas y verduras de colores vivos como las zanahorias, los pimientos, las espinacas y la calabaza.

El cuerpo convierte el betacaroteno en vitamina A, por lo que asociamos las zanahorias con la visión en la oscuridad.

 

Vitamina B

Las vitaminas B son una familia de ocho nutrientes diferentes, cada uno con su propio número y función.

La vitamina B1 (tiamina) ayuda al sistema nervioso y favorece la digestión. Las personas con alcoholismo crónico corren un riesgo especial de sufrir deficiencia, lo que puede provocar el síndrome de Wernicke-Korsakoff, un trastorno neurológico grave que afecta a la memoria y al movimiento.

Las vitaminas B se encuentran en todo tipo de alimentos, desde legumbres y leguminosas hasta carne, pescado y lácteos.

 

La B2 (riboflavina) y la B3 (niacina) tienen funciones similares, mientras que la B9 (folato) y la B12 (cobalamina) son esenciales para la producción de glóbulos rojos. La falta de cualquiera de ellas puede provocar anemia.

El folato es especialmente importante al inicio del embarazo, ya que ayuda a prevenir defectos del tubo neural como la espina bífida. Por eso se recomienda a las personas embarazadas o que están intentando concebir.

Las vitaminas B se encuentran en todo tipo de alimentos, desde legumbres y leguminosas hasta carne, pescado y lácteos; una amplia familia de nutrientes en una gran variedad de alimentos.

 

Vitamina C

La vitamina C (ácido ascórbico) es la vitamina a la que recurrimos cuando nos sentimos mal, ya sea por un virus o por una resaca, y se la conoce como la vitamina "curativa" por una buena razón. Favorece la cicatrización de las heridas, ayuda a la reparación de los tejidos y contribuye al mantenimiento de los vasos sanguíneos y los huesos.

La deficiencia de vitamina C provoca escorbuto, una enfermedad que antes era común entre los marineros, con síntomas como fatiga, hematomas, depresión y enfermedades de las encías.

 
La vitamina C se encuentra principalmente en los cítricos. 
 
 
Afortunadamente, la vitamina C se encuentra en muchas frutas y verduras diferentes, especialmente en los cítricos. Por eso, a los marineros británicos del siglo XIX se les daba limas para prevenir el escorbuto, lo que les valió el apodo de "limeys".
 
 
Vitamina D

La vitamina D es esencial para los huesos, los dientes y los músculos. Se puede absorber a través de la dieta, especialmente del pescado azul, los huevos y la carne, pero el cuerpo también la produce en la piel gracias a la luz solar.

En verano, la mayoría de las personas obtienen suficiente vitamina D al estar al aire libre. Sin embargo, en los meses de invierno, la dieta y, si es necesario, los suplementos cobran mayor importancia.

La deficiencia es más común, especialmente en zonas con exposición solar limitada. Puede provocar huesos blandos y debilitados y síntomas como dolor óseo, fracturas y deformidades, incluida la clásica apariencia de piernas arqueadas. En los niños, esta afección se conoce como raquitismo; en los adultos, se denomina osteomalacia.

 

Vitamina E

A menudo pasada por alto, la vitamina E ayuda a proteger las células, favorece la visión y refuerza el sistema inmunológico. Se encuentra en los frutos secos, las semillas y los aceites vegetales, y suele ser fácil obtenerla en cantidades suficientes a través de una dieta variada.

 
Los frutos secos son una gran fuente de vitamina E.
 
 
Vitamina F (más o menos)

En realidad no es una vitamina, la "vitamina F" es solo un apodo para dos ácidos grasos omega: el ácido alfa-linolénico (ALA) y el ácido linoleico (LA). Estas grasas esenciales favorecen el funcionamiento del cerebro, reducen la inflamación y ayudan a mantener la piel y las membranas celulares sanas.

Como técnicamente no son vitaminas, las dejaremos pasar discretamente.

 

Vitamina K 

No, no te has perdido las vitaminas G a J: simplemente se les ha cambiado el nombre con el paso de los años. Pero la vitamina K es real y es fundamental para la coagulación de la sangre.

La vitamina K -que se obtiene a través de alimentos como las verduras de hoja verde y los cereales- es fundamental para la coagulación de la sangre.

 

Las deficiencias son más comunes en los niños y pueden provocar hematomas y hemorragias difíciles de detener. Los suplementos son eficaces y se administran después del nacimiento.

La mayoría de los adultos obtienen la cantidad suficiente a través de alimentos como las verduras de hoja verde y los cereales.

 

Y el ganador es...

Todas estas vitaminas son importantes, y todas se encuentran en una amplia variedad de alimentos cotidianos. Pero, ¿qué alimento proporciona la mayor variedad?

El kale, el pescado azul y los huevos ocupan los puestos segundo, tercero y cuarto. Pero el número uno es: el hígado.

El hígado es tan rico en vitamina A que se recomienda consumirlo sólo una vez a la semana para evitar la toxicidad. 

 

Sí, el hígado. Ese alimento que tanto temíamos de niños y que solía servirse demasiado cocido en los comedores escolares. Pero también es rico en vitaminas A, B, D y K.

De hecho, es tan rico en vitamina A que se recomienda consumirlo solo una vez a la semana para evitar la toxicidad por vitamina A, y no consumirlo en absoluto si se está embarazada. A veces, simplemente no se puede ganar.

 

*Dan Baumgardt es profesor, Escuela de Fisiología, Farmacología y Neurociencia, Universidad de Bristol.

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original (en inglés). 

 

Fuente: Vitaminas fundamentales en los alimentos 

 

 

lunes, 4 de agosto de 2025

El libro que puso en riesgo la publicación de "Principia Mathematica", la revolucionaria obra de Isaac Newton que sentó los principios de la física moderna

BBC News Mundo
Redacción

 

En el siglo XVII hubo un afán por parte de ciertos intelectuales de corregir el conocimiento humano.

Había mucho saber acumulado valioso, pero en ciertas áreas estaba mezclado con leyendas e inexactitudes.

Así que consideraron necesarias revisiones para tratar de depurar y establecer datos constatados, basados en la observación y la clasificación.

Dos de los que se dedicaron a tal tarea fueron los británicos John Ray, un distinguido botánico, y su alumno Francis Willughby, ornitólogo e ictiólogo.

Ambos acordaron reformar el estudio de la historia natural.

La primera parte del plan fue embarcarse en un viaje para recoger especímenes, participar en estudios y comprar libros e ilustraciones.

Entre 1663 y 1666 recorrieron Europa juntos, y regresaron a Inglaterra cargados de información.

Se pusieron en la tarea de procesarla, primero para una publicación de un colega, y luego para obras propias.

Pero en 1672 Willughby murió, dejando sin terminar dos libros.

Ray, en un acto de amistad, tomó la pluma y los completó.

El primero, Ornithologiae Libri Tres, fue publicado con dinero de la viuda de Willughby.

El segundo no contó con ese respaldo, pero sí con el auspicio de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural.

Un grupo élite la había fundado en 1660 para dedicarse a la filosofía natural, lo que hoy llamaríamos ciencia, recopilando información, observando el mundo, realizando experimentos, debatiendo sus resultados y publicándolos.

La prestigiosa sociedad se comprometió de lleno con la obra de Ray que completaría el trabajo de Willughby; la cual, como apunta la historiadora de ciencia Sachiko Kusukawa, tenía sus méritos.

Aunque la obra en la que apareció este pez es hoy prácticamente olvidada, se consideró pionera en su momento.
 
 
Con ella, el botánico esperaba ofrecer una nueva historia natural de los peces.

Según él, la historia natural adolecía de una multiplicación de especies, debido a descripciones vagas o incompletas que resultaban en que un solo animal apareciera como si fuera muchos distintos.

Para remediarlo, buscó marcas características y se apartó de la definición tradicional de pez, que solía ser animal acuático o cualquier animal que vive en el agua.

Su definición era descriptiva: animales que tenían piel sin pelo y aletas, que no tenían pies y que no eran capaces de vivir libremente o por mucho tiempo sin agua.

Así, criaturas como el cocodrilo y el hipopótamo, que habían sido clasificados como peces, dejaban de serlo.

Esa no era la única innovación.

Su fuerte énfasis en la morfología la diferenciaba de otras obras anteriores, que versaban más bien sobre los usos terapéuticos de los peces, y detallaban cómo pescarlos y cocinarlos para comérselos o convertirlos en medicinas. 

 

Grandes expectativas

Cuando Ray terminó el texto en 1684, empezó el trabajo con la Real Sociedad, que no sólo invirtió recursos económicos, sino también intelectuales.

Numerosos miembros contribuyeron a revisar, correguir y suplementar durante meses hasta afinar cada detalle, no sólo de la información escrita sino también de la visual.

Y es que la obra Historia Piscium, o "Historia de los peces", fue profusamente ilustrada con suntuosos -y sumamente costosos- grabados, todos financiados gracias a los esfuerzos de los miembros de la Real Sociedad.

Ray estaba muy complacido con las imágenes, y convencido de que la "belleza y elegancia" de los 189 grabados atraerían compradores.

Y, aunque mucho se ha dicho que la formidable inteligencia de los miembros de la Real Sociedad no era garantía de un buen criterio empresarial, para ser justos, tenían razones para creerlo.

Unas décadas antes, una extraordinaria obra había demostrado lo que se podía lograr con grabados exquisitos. 

 
Una de las muchas exquisitas imágenes de Hortus Eystettensis.
 
 
Hortus Eystettensis, del médico y botánico Basilius Besler, era un monumental libro sobre plantas bellamente ilustrado que había revolucionado la botánica elevándola a nuevas alturas artísticas y científicas.

Cuando el libro salió a la venta en 1613, tras 16 años de investigación y producción, tuvo tanto éxito que Besler ganó suficiente dinero como para comprarse una casa en un barrio elegante de Núremberg por tan solo cinco ejemplares, eso sí, de la edición especial coloreada a mano.

Así que soñar con que un libro pionero científicamente sobre peces y bellamente ilustrado sería bien recibido no parecía ser tan desatinado.

 

Entretanto...

Mientras algunas de esas mentes destacadas de la Real Sociedad estaban concentradas en lo había bajo el agua, a otras les inquietaban lo que ocurría en los cielos.

El astrónomo Edmond Halley estaba en pos de una solución a una cuestión que cambiaría la historia.

Había surgido en medio de una conversación que sostuvo a principios de 1664 con el científico Robert Hooke y el arquitecto Sir Christopher Wren, como cuenta Gale Christianson, autor de "Isaac Newton y la revolución científica" (Oxford, 1996).

Halley había sugerido que la fuerza de atracción entre los planetas y el Sol disminuye en proporción inversa al cuadrado de la distancia entre ellos.

De ser cierto, la órbita de cada planeta debería tener la forma de la elipse de Kepler, que es similar a un balón de fútbol, ​​aunque algo más redondeada.

Concordaron en que podía ser así, pero que el problema era encontrar los medios matemáticos para demostrarlo.

Tras meses de elucubración sin solución, Halley decidió consultar al ermitaño Isaac Newton.

Newton vivía aislado en esa época, y se la pasaba absorto en sus pensamientos (Retrato de Isaac Newton, 1689). 

 

En esa época, Newton vivía en Cambridge y se había convertido en el modelo perfecto del profesor despistado.

Olvidaba comer, dormía poco, no peinaba su larga cabellera, rara vez salía de su despacho y no hacía más que trabajar.

Pero para sorpresa de Halley, se alegró con su visita, y cuando le reveló el motivo de ella, recibió una respuesta certera.

Al preguntarle qué tipo de curva describirían los planetas suponiendo que la fuerza de atracción hacia el Sol fuera recíproca al cuadrado de su distancia a él, Newton le respondió, sin dudarlo, que sería un elipse.

"Lo he calculado", le dijo.

Eso era precisamente lo que se necesitaba: la demostración matemática.

Desafortunadamente, Newton no pudo encontrar sus apuntes en ese momento, pero prometió rehacerlos y enviárselos a Halley.

Tardó más de lo esperado pues, en lugar de recrear lo ya calculado, resolvió el problema empleando un método matemático distinto al anterior.

Pero tres meses después llegó a Londres un manuscrito de 9 páginas titulado De Motu Corporum in Gyrum (Sobre el movimiento de los cuerpos en rotación).

Halley, consciente de que se trataba de la base matemática de una ciencia general de la dinámica, se apresuró a preguntarle a Newton si podía presentarlo ante la Real Sociedad, y publicarlo.

Tras enterarse por boca de Halley de las buenas nuevas, los miembros de la sociedad instaron a que se publicara la breve obra lo antes posible.

Pero para entonces, Newton ya concebía a De Motu como el germen de su obra maestra, y prefirió ahondar en el asunto antes de publicar. 

 

"Ya que me estoy ocupando de este tema", le escribió Newton a Halley, "me gustaría llegar al fondo del asunto antes de publicar mis artículos". Al hacerlo, creó Principia.

 

Tras 18 meses de intenso trabajo, en abril de 1686, Newton presentó y dedicó a la Royal Society el primer tercio de Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural).

La orden de imprimirlo se dio en el plazo de un mes.

 

Sólo que...

El entusiasmo por la obra de Newton se estrelló contra un gran obstáculo.

El mismo mes en el que Principia llegó a la Real Sociedad, Historia Piscium estuvo listo para publicación y salió al mercado, a un precio de alrededor de US$270 actuales.

Reflejaba el alto costo de la producción y, entonces como ahora, era un artículo de lujo, uno en el que muy pocos estuvieron interesados.

Decir que fue un fracaso de ventas es quedarse corto.

Ni siquiera el hecho de que unos meses después los precios se redujeron sustancialmente ayudó.

La Real Sociedad se quedó con tantos tomos sin vender que empezó a usarlos como moneda de pago. 

A pesar de su fracaso comercial, hoy en día es un recurso valioso no solo para los historiadores de peces, sino para quienes aprecian sus excelentes ilustraciones.

 

Al borde de la bancarrota, no pudo cumplir con la promesa de apoyar la publicación de la obra de Newton, en la que este científicio había logrado un hito:

Al proyectar la gravedad a través del vacío, unió la física y la astronomía en una sola ciencia de la materia en movimiento, cumpliendo los sueños de Pitágoras, Copérnico, Kepler, Galileo e innumerables otros, como señala Christianson.

Afortunadamente Halley logró recaudar los fondos para asegurar que ese libro fundamental para la ciencia moderna viera la luz en 1687, poniendo la mayor parte del dinero de su propio bolsillo, pues era hijo de un rico fabricante de jabón.

Su admiración por el autor quedó plasmada en la primera edición de Principia, que incluyó su "Oda a Newton", en la que invitaba "a celebrar conmigo en cántico el nombre de Newton, querido por las Musas; pues él desveló los tesoros ocultos de la Verdad".

Termina afirmando: "Ningún mortal puede acercarse más a los dioses".

A pesar de cuán fundamental fue Halley para la publicación de Principia, poco después del lanzamiento, la Real Sociedad se vio obligada a suspender su cargo de secretario.

No podía pagar su salario anual, tampoco reembolsarle el dinero por financiar el libro de Newton.

Al menos no con dinero.

Le pagaron lo que le debían con ejemplares sobrantes de Historia Piscium.

 
El Gran Cometa de 1532 que fue observado durante 119 días. Al estudiar sus movimientos en el cielo, Halley concluyó éste y otro de 1661 eran el mismo cometa. 
 
 
Cabe anotar que Principia tampoco fue un éxito de ventas inmediato.

Como todos los libros científicos de la época, estaba escrito en latín, y no era de lectura fácil.

Se cuenta que tras su publicación, Newton se cruzó en la calle con un estudiante que comentó: "Ahí va el hombre que escribió un libro que ni él ni nadie entiende".

Para deshacerse de algunos de los muchos ejemplares sin vender, Newton recurrió a donarlos a bibliotecas de universidades y colegios.

No obstante, una investigación, publicada en 2020, descubrió que la primera edición del libro logró una distribución sorprendentemente amplia en todo el mundo culto.

Eso indica que probablemente tuvo un impacto más fuerte en la ciencia de la Ilustración del que se pensaba.

En cualquier caso, llegaría a convertirse en un coloso científico, por decifrar el Universo con el descubrimiento de la gravedad y las leyes del movimiento planetario, y establecer un método de investigación que se convirtió en el estándar de oro.

Halley, por su parte, utilizaría más tarde las leyes del movimiento de Newton para calcular por primera vez la órbita de un cometa que posteriormente recibiría su nombre.

E Historia Piscium caería casi en el olvido, recordándose de vez en cuando como el libro que casi impide la publicación de Principia

 

Fuente: Principia Mathematica