jueves, 3 de julio de 2025

El Señor snob

Por Jacinto Grau

El señor o la señora snob vienen a ser lo mismo, sin que se cuente la diferencia de sexo, porque el snobismo es una condición puramente espiritual, un estado psíquico común a ambos sexos y a todas las condiciones sociales, salvo el estado llano o el pueblo, menestrales, trabajadores manuales y campesinos, es decir, la gran masa social sobre el que descansa lo más duro del trabajo humano. Esa gran masa no tiene tiempo de ser snob.

El snobismo propiamente dicho no es, como creen algunos europeos superficiales de observación somera, un fenómeno americano, de países nuevos, en formación. Es un fenómeno europeo extendido a América y a todos los continentes, y su desarrollo es tanto mayor cuantas más instituciones de enseñanza, centros culturales, prensa y centros artísticos hay en esas capitales. Su exponente cuantitativo corre parejo con la mayor civilización externa.

En provincias chicas, en regiones apartadas de grandes movimientos y pulimento urbanos y en los pueblos reducidos no puede arraigar el snobismo. Así, en tiempos normales, sin guerras ni estados revolucionarios o prerrevolucionarios, el snobismo subsiste con la misma pujanza y distintas manifestaciones lo mismo en Londres, París, Madrid que en Buenos Aires. No es, pues, un fenómeno peculiar de determinados países, y en América, como tantas cosas, ha sido importado de Europa.

El buen señor snob —extiéndase a la señora semejantes características— es un hombre, por elevada que sea su posición social, sin apoyos propios para caminar por la vida. Falto de vigorosa personalidad determinante, sin visión ni emoción directas ante el mundo, se alimenta de la opinión ajena, sin ánimos, ni tiempo, ni capacidad para aquilatarla. Además, tampoco se lo propone, ni se inquieta por ello. Lo que le importa es el brillo, la notoriedad o la seudo notoriedad que en determinado momento alcance resonancia. Cuanto más flamante y nueva sea, al igual que la moda, más fervorosamente la acata. El snobismo, como los sastres, modistas y demás expendedores atavíos y aderezos, necesita estar siempre al último grito. Como la prensa, se alimenta primordialmente de actualidad, pero de una actualidad de relumbre y algo insólita. Cuanto más insólita mejor.


Pero así como las raras modas innovadoras, que cambian para siempre el carácter general de una indumentaria, no se adoptan dócilmente, al revés que las corrientes y molientes, y producen resistencia y protestas, así los ademanes y modos intelectuales, que ofrecen una nueva profundidad a las artes o a la filosofía, tampoco placen al señor snob, que trueca su prurito de novedad por un horror a lo verdaderamente nuevo. El señor snob necesita novedades burguesas, de fácil comprensión o acceso, que, además, vayan acompañadas de rebullicio de grupo o escuela, condición que no suelen lograr las verdaderas renovaciones transmutadoras de valores.

El snobismo, pues, sólo vive en zonas de burguesía o clases sociales elegantes, para las cuales la verdadera inteligencia no suele ser simpática ni familiar, porque el señor snob, perteneciente habitualmente a lo que se ha llamado hasta ahora “buena sociedad”, toma todas las disciplinas y actividades del arte y de la mente como toma un adorno más, de buen gusto, en la casa, en el tocado o en el tren de vida.
 

Por eso, las contadísimas veces que un verdadero grande hombre, ya casi viejo siempre, está en moda, los snobs elegantes, que son los más genuinos snobs, al tratarlo de cerca, se escandalizan y  alborotan de sus salidas, ocurrencias y boutades, y acaban por acribillarlo a murmuraciones, porque para varias damas y caballeros del mundo elegante, un eminente sabio o un gran artista debe ser un personaje domesticado, educado, dicen ellos, que se resigne a constituirse en un objeto más  de deleite de ese mundo internacional, hacendado y de buen tono: algo así cual una cerámica de mérito, un tití raro, o un perrillo de muy pura raza en auge.

Entre el diverso mundo de los snobs, pues también los hay de posición más moderada, se encuentran algunos más inteligentes que otros, como pasa en todos los mundos; pero los mejor dotados, los que poseen más avisado el espíritu, acostumbran a diferenciarse del mundo chic, puramente frívolo, teniendo más respeto por el grande hombre en boga, con tal que éste tenga la bastante humanidad e indulgencia para disimular las diferencias de carácter y condición que lo separan del montón, por dorado e intelectual que sea ese montón… Si el grande hombre tiene el prurito de la espontaneidad y se le da un ardite el efecto que produce, también concluye por desasombrar y enriquecer su anécdota pintoresca personal.

Mas, este fenómeno del verdadero grande en moda, porque lo sólito, lo normal es que el individuo que nace, acontecimiento humano, no se divulgue y esté en el candelero hasta después de muerto, y que sus obras, de la índole que sean, hayan encontrado o indiferencia y silencio u hosca hostilidad.  Y en el orden científico, donde parece más fácil convencer y propalar, porque se basa en hechos y cálculos, cercanas está aún vidas gloriosas, como la de Pasteur, cuya lucha contra muchos colegas no lerdos, y contra la ciencia oficial, no todos los hombres tendrían el temple de soportar.

Si se trata de arte o de pensamiento, el asunto es más arduo. Cuando Kant publica su famosa “Crítica de la razón pura”, apenas si se entiende y se comenta el libro; cuando Nietzche edita su “edición príncipe” de “Zarathustra”, de muy corta cantidad de ejemplares, su reducido número de admiradores se queda fríamente desencantado, y sólo uno o dos amigos, no muy convencidos tampoco, parecen dispuestos a comprender. Años antes, Schopenhauer, a los sesenta años, sorprende a unos cuantos buenos ciudadanos de Francfort con una celebridad tardía. Esos hombres, relativamente modernos, convivieron o estuvieron cerca de snobs intelectuales, subespecie que también abunda en el dilatado gremio snobista… Y fueron totalmente inadvertidos. 

Tal como los aplicados eruditos clásicos, que sólo se interesan por el documento, los snobs sólo fijan su atención en los éxitos de ruido, si en tierras extranjeras mejor, sin que influya para nada la calidad de la obra en sí. Por eso, Ibsen necesita tantos años para que se enteren coetáneos de la profunda dimensión de su teatro. Hebbel sufre hasta la madurez el desdén y olvido de sus tímidos éxitos, llevando una vida de miseria, y Pirandello —cuya importancia en el teatro y la literatura es mucho mayor de lo que creen algunos, y cuya obra se agrandará y valorará mucho más en el tiempo—, hasta muy pasados los sesenta, no alcanza ganancias y universalidad de fama, que decrece para el señor snob, después de desaparecido el autor, porque el snobismo necesita el vistoso escaparate del hoy ruidoso. 

Se nace destinado a ser snob, cuyas características principales son la satisfacción de la vanidad inmediata. El auténtico snob, desde estudiante, permanece ajeno a todo verdadero esfuerzo mental y sus emociones se confinan en lo personal. Aprender, con menor trabajo posible, aquello que pueda dar más próxima ganancia o nombradía, simulando el conocimiento, porque entregarse de ver a él embarga una vida. Ese fingimiento no impide la comedia del entusiasmo, y como el snob tiene también su mística, cuando hay que elogiar lo que está de moda, autor u obra, se despliega en una serie de gestos y posturas de admiración que constituye todo un rito vivo y transmitido, de grupo a grupo de iniciados, que dicen odiar al vulgo y se gozan en su condición de selectos, según tácito convenio entre sí.

El señor snob se contenta con campo limitado para alimentar su vanidad, unido al resplandor ajeno, en el cual se apoya. Él se sabe, fatalmente destinado a corista distinguido, y saca partido de esa distinción, procurando extraerle todo el jugo posible, en la forma que sea.

Pero cuando el señor snob está dotado de talento, que puede ser brillante, pero siempre moderado, porque si no dejaría de ser snob; cuando el señor snob desempeña algún papel importante en el país que sea, padece un creciente afán de exhibicionismo, multiplica su elegante apostolado intelectual y procura contarnos o recordarnos siempre sus selectas amistades del planeta, que son también las más ruidosas o cotizadas en la estima de las minorías. Si el señor snob trata a algún amigo, o compatriota vecino, poco conocido o considerado, jamás fijara en él su atención, aunque ese compatriota resultara un genio ingente, porque el snob es glacial ante todo lo que no tenga fama estrepitosa o muy distinguida, o no caiga dentro de su muy limitado campo emocional o intelectual.

Todas las épocas suelen ir cargadas de literatura snob…, que apenas si dura una generación.



De “Estampas”, Buenos Aires.

Revista Versiones Mundiales, Empresa Editora Zig-Zag, S.A., Santiago de Chile, págs. 95-98
El ejemplar que tengo está un tanto deteriorado y falta el dato del número pero por lo visto en contenido y averiguado correspondería al año 1, que sería entre 1945 y 1946.


Notas
Jacinto Grau Delgado: Dramaturgo, ensayista y escritor español (Barcelona, 1877- Buenos Aires, 1958)

Snob.- Una persona con un respeto exagerado por la alta posición social o la riqueza que busca asociarse con superiores sociales y le desagradan las personas o actividades consideradas de clase baja. Oxford Languages
Esnob.- Persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos. Pedante, jactancioso, presumido, cheto, afectado, sofisticado, orgulloso, altanero, altivo. DLE RAE 


Varias citas a continuación son del mismo diccionario de la RAE.

Menestral.- Persona que tiene un oficio mecánico. Persona que tiene un oficio manual. Artesano, obrero, operario.

Prurito.- Deseo persistente y excesivo de hacer algo de la mejor manera posible. Anhelo, deseo, ansia, afán, etc.

Rebullicio:  Bullicio grande. Alboroto, agitación, etc.

Boutade (butade): Intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar. Salida extravagante e ingeniosa, de intención a menudo provocadora. Humorada, salida, ocurrencia, genialidad; exabrupto, grosería, dislate, disparate, etc.  wordreference.com

Tocado: Peinado, adorno, aderezo, avío, ornamento, ornato, atavío, decorado, afeite, arreglo, compostura, realce, acicalamiento, etc. wordreference.com

Hacendado.- Que tiene hacienda en bienes raíces. Que tiene muchos bienes raíces. Propietario, terrateniente, latifundista, estanciero; rico, adinerado, millonario, acaudalado, potentado, etc

Tití.- Especie de pequeños monos, oriundos de la selva amazónica sudamericana. También es llamado mono pigmeo o de bolsillo por ser los más pequeños entre los primates. Wikipedia y otros.

Ardite: Moneda de poco valor que hubo en Castilla. 
[No] Dar(le) o Importarle un ardite: No importarle en absoluto; serle completamente indiferente. expresiones.info

Chic: Elegante, distinguido, a la moda. 

Desasombrar.- No está en el diccionario de la RAE. Aunque no sea una palabra reconocida oficialmente, se puede entender como reducir o eliminar el efecto de asombro o sorpresa de algo o de alguien.

Sólito.- Acostumbrado, que se suele hacer ordinariamente. Ordinario, habitual, corriente, normal, común, etc.

Lerdo.- Lento y torpe para comprender o ejecutar algo. Torpe, lento, memo, tonto, necio, etc. 

Temple.- Fortaleza enérgica y valentía serena para afrontar las dificultades y los riesgos.

Ingente.- Muy grande. Enorme, inmenso, colosal, monumental, descomunal, gigantesco, titánico, grandioso.


Cómo fue el legendario Imperio persa, la primera superpotencia de la historia que sólo pudo derrotar Alejandro Magno

 

Lo que se ha ido descubriendo es espectacular. (Detalle de un friso que representa arqueros, del palacio aqueménida de Darío I en Susa, Irán).

 

BBC News Mundo
Redacción

 

A mediados del siglo VI a.C., los persas eran una desconocida tribu de las montañas de la región de Persis, en el suroeste de la meseta iraní.

Pero surgió un fabuloso líder y, en cuestión de una sola generación, arrasó Medio Oriente, conquistando antiguos reinos, asaltando ciudades famosas y construyendo un imperio que llegaría a ser el más grande que se había visto jamás.

Gobernaba más del 44% de la población mundial, abarcando desde los Balcanes y Egipto en el oeste, la mayor parte de Asia occidental y de Asia central en el noreste, y el valle del Indo en el sur de Asia en el sureste.

Los gobernantes de su dinastía serían los más poderosos del planeta. Sus recursos, tan asombrosos que parecerían ilimitados.

La velocidad y la escala sin precedentes de sus conquistas les otorgarían un aura de invencibilidad.

Hasta que llegó otro líder fabuloso que conquistó a los conquistadores y se quedó con sus conquistas.

Esta es una historia que comenzó en 559 a.C., con el ascenso de Ciro el Grande, una de las figuras más notables del mundo antiguo, y terminó 230 años después, a manos del gigante macedonio Alejandro Magno.

Como suele suceder, en ella se mezclan lo fidedigno con lo fantasioso, pero el primer triunfo notable de quien se consagraría como el fundador del primer imperio de los persas fue vencer al rey de los vecinos medos.

Habiendo extendido su dominio por la meseta central de Irán y gran parte de Mesopotamia, se enfrentó al poderoso reino de Lidia en Asia Menor, capturando su rica capital, Sardis, y abriendo el camino para apoderarse de otras ciudades importantes a lo largo de la costa jónica.

Pero su gran victoria llegó cuando Ciro lanzó un ataque contra el imperio neobabilónico, centrado en Mesopotamia, y entró en la culturalmente sofisticada y fabulosamente rica Babilonia.

Conquistó la ciudad en el año 539 a.C., y lo sabemos porque los arqueólogos hallaron uno de los primeros ejemplos de propaganda política de la historia que tenemos.

Se lo conoce como el Cilindro de Ciro y tiene, inscrito en diminutas líneas de escritura cuneiforme, una descripción sobre cómo "el rey del mundo" había vencido, no por medio de la violencia, sino de la tolerancia

Encontrado en Babilonia en 1879, el Cilindro de Ciro es uno de los descubrimientos más célebres del mundo antiguo.

 

Una liberación de los pueblos

El cilindro fue escrito por orden de Ciro para ser enterrado en los cimientos de la muralla de la ciudad de Babilonia, cumpliendo con una tradición de la región para asegurar el favor divino y registrar los logros de un gobernante para la posteridad.

Relata que el anterior rey, Nabonido, había pervertido los cultos de los dioses babilónicos, incluyendo a Marduk, el dios de la ciudad de Babilonia, e impuesto el trabajo forzoso a su población libre, que se quejó a los dioses.

Marduk buscó a un paladín que restaurara las antiguas costumbres, detalla el Museo Británico de Londres, que alberga el antiguo documento.

El dios eligió a Ciro, lo declaró rey del mundo y le ordenó marchar sobre Babilonia, donde el pueblo aceptó con alegría su reinado.

Luego la voz cambia a primera persona:

"Soy Ciro, rey del mundo, el gran rey, el poderoso rey, rey de Babilonia, rey de Sumer y Acad, rey de los cuatro puntos cardinales (del mundo)...

"Mi vasto ejército marchó a Babilonia en paz. No permití que nadie asustara a la gente y procuré el bienestar de Babilonia y todos sus lugares sagrados".

Ciro se presenta como un adorador de Marduk que luchó por la paz en la ciudad y, además de restaurar las tradiciones religiosas, permitió que quienes habían sido deportados regresaran a sus asentamientos.

"Todo el pueblo de Babilonia bendijo con insistencia mi reinado, y me aseguré de que todos los países vivieran en paz".

El texto fue también reproducido en tabletas, que los expertos piensan eran leídas en público.

Lo que había sido una conquista, se presentó como una liberación de los pueblos.

 
La reina Tomiris con la cabeza de Ciro el Grande, de Luca Ferrari.
 
 
La campaña publicitaria parece que funcionó.

Desde tiempos antiguos, Ciro ha sido considerado un gobernante benévolo y noble, incluso por sus enemigos.

Quizás haya sido cierto, pero lo importante es que, como dice el dicho, no basta con ser, hay que parecer.

Y el Cilindro de Ciro sirvió para diseminar esa imagen, consiguiendo afectar la opinión sobre el forjador del Imperio persa durante generaciones.

El historiador griego Jenofonte (~430–354 a.C.) lo presentó como un líder ideal en su "Ciropedia", mientras que textos del Antiguo Testamento elogiaban a Ciro por poner fin al exilio judío en Babilonia y permitir su regreso a casa en Jerusalén para reconstruir su templo.

Así, a lo largo de los siglos ha sido admirado como el epítome de las grandes cualidades que se esperaban de un gobernante en la antigüedad, y asumió rasgos heroicos como un conquistador tolerante y magnánimo, además de valiente y audaz.

Y, en tiempos modernos, su cilindro hasta ha sido referenciado como la primera declaración de derechos humanos, ya que parece fomentar la libertad de culto y la tolerancia.

No obstante, los expertos advierten que esos conceptos necesariamente resonarían en el siglo VI a.C., cuando el ambiente era politeísta y a los conquistadores -antes y después de Ciro- les convenía no pasar por alto a los dioses de los lugares que tomaban bajo control.

Como le dijo a la BBC Mateen Arghandehpour, investigador del Proyecto Invisible East de la Universidad de Oxford, "cuando hablamos del mundo antiguo, la religión no era como la entendemos ahora, una entidad organizada".

"Alguien de Babilonia que adoraba a Marduk, tal vez también adoraba a otros dioses. Entonces, ¿libertad religiosa? Sí. Ciro no obligó a nadie a ir contra la religión, pero no mucha gente lo hacía en ese entonces".

 
Alejandro en la tumba de Ciro el Grande (Artista: Pierre Henri de Valenciennes, 1796).
 
 
"Yo, el rey Ciro, un aqueménida"

Poco se sabe poco sobre los últimos años de la vida de Ciro, y existen varias versiones contradictorias sobre su muerte.

Falleció mientras hacía campaña en la frontera oriental de su imperio.

Heródoto ofrece un relato de su caída en el que muere intentado conquistar a un grupo nómada, y la reina, a cuyo hijo Ciro había asesinado, ordenó que le cortaran la cabeza.

Sin embargo, el mismo Heródoto aclara que esa es solo una de las varias versiones de los hechos que escuchó.

La tumba, en cualquier caso, estaba en Pasargada, el lugar donde Ciro hizo su capital.

Yacía en el centro de un enorme jardín amurallado formal, rodeado de exuberante vegetación y aguas que fluían, una declaración del poder civilizador de Ciro contra el desierto salvaje más allá.

Ahora todo lo que sobrevive es su tumba, aparentemente modesta para el fundador no solo del Imperio Persa, sino también del sentido de identidad nacional de su pueblo.

Una simple inscripción tallada en escritura persa antigua, elamita y acadia proclama: "Yo, el rey Ciro, un aqueménida".

Es una declaración de que el nuevo y vasto imperio de Ciro el Grande estaba bajo el dominio de los aqueménidas, una dinastía real persa.

 

Otro grande

Ciro el Grande pudo haber forjado el primer Imperio persa, que sus dos siguientes sucesores expandieron, pero fue Darío I quien lo consolidó.

El ascenso de quien rivalizaría con Ciro como el más consumado de todos los gobernantes persas y presidiría el imperio en su cenit se dio por medio de la fuerza bruta.

Le arrebató el poder al hijo de Ciro, Bardiya, en un sangriento golpe de Estado, y fue despiadado cuando el imperio fue sacudido por una ola de revueltas.

En poco más de un año, derrotó, capturó y ejecutó a los líderes rebeldes, y durante el resto de su reinado de 36 años nunca más fue amenazado con un levantamiento.

Pero su formidable reputación no se basó sólo en el poderío militar.

Darío, en pocas palabras, organizó el imperio.

Creó un sistema postal, introdujo pesos y medidas estandarizados, y también la acuñación de monedas.

Para lidiar con el enorme desafío logístico de presidir tan vasto imperio, dividió los territorios en provincias o satrapías, e introdujo impuestos.

En los cargos más altos, nombraba a un pequeño grupo salido exclusivamente de los escalones más altos de la aristocracia persa.

Además, se aseguró de que se implementaran proyectos de ingeniería y construcción en todo el imperio, entre ellos un canal en Egipto entre el Nilo y el mar Rojo.

Con dominios tan extensos, se requerían vías que conectaran los principales centros con el núcleo imperial.

Y las tenían: las carreteras eran excelentes y dotadas de estaciones de servicio para facilitar los largos viajes.

Según estudiosos, la calidad de la infraestructura del Imperio persa fue un factor que le dio una ventaja competitiva crítica.

Fue ese genio administrativo el que le valió el título de Darío el Grande.

Y otra genialidad lo hizo resplandecer: la fundación de la joya de la corona del Imperio: la legendaria ciudad de Persépolis.

Apadana en Persépolis: procesión de las delegaciones de las naciones vasallas del Imperio aqueménida con ofrendas.

 

Persépolis

Incluso hoy en día, las ruinas del monumental complejo no dejan lugar a dudas sobre el esplendor del lugar que reflejaba la grandiosidad del Imperio.

Las magníficas terrazas con edificios y columnas de hasta de 20 metros, algunas de ellas con sus capiteles en la parte superior en los que aún se ven pájaros, leones y toros.

En los muros exquisitos relieves muestran escenas y personajes de ese mundo perdido.

En los de las escaleras que conducen a la plataforma donde se encuentra el gran salón del trono o Apadana, quedaron inmortalizadas delegaciones de los 23 pueblos súbditos llevándole tributos al rey.

Por el increíble detalle en sus rostros y trajes nacionales, se puede ver que vienen de todas partes, desde el sureste de Europa hasta India, trayendo polvo de oro, especias, textiles, joyas, colmillos de elefante, animales y hachas de batalla.

Ingresarían por la imponente Puerta de Todas las Naciones que estaba protegida por toro y criaturas mitológicas llamadas lamassus, unos hombres-toro originarios de Babilonia y Asiria que los persas habían adoptado, para ahuyentar el mal.

Y es que, en la arquitectura y en el arte aqueménida también se refleja la inmensidad del imperio.

Era esencialmente una mezcla ecléctica de estilos y motivos extraídos de diferentes partes, pero fusionados para producir una apariencia distintiva y armoniosa que era claramente persa.

Persépolis fue una obra maestra de la arquitectura imperial.

Y se podría suponer que se construyó explotando a un vasto ejército de esclavos.

Pero los arqueólogos hicieron un descubrimiento sorprendente.

Encontraron las Tablillas de la Fortaleza y las del Tesoro de Persépolis, un conjunto de documentos administrativos escritos en arcilla, que muestran un cuidadoso mantenimiento de registros y tasas de cambio para pagos en especie.

Incluyen numerosos datos de transacciones, relacionadas principalmente con la distribución de víveres, la gestión de rebaños y el aprovisionamiento de trabajadores y viajeros.

Entre otras cosas, hablan de grandes operaciones para el transporte de diversos productos básicos de un lugar a otro según las necesidades económicas, y de la emisión de plata y alimentos a los trabajadores de la economía real en Persépolis y sus alrededores.

Así, revelan quiénes eran los habitantes de la ciudad, dónde vivían, qué hacían y hasta qué comían.

Venían de todas partes del Imperio aqueménida a trabajar en la ciudad, y recibían salarios.

Una pista de cómo llegaban allá está en una inscripción de Susa, una de las ciudades más importantes del antiguo Medio Oriente, donde Darío habla de su deseo de construir un salón del trono.

Les asigna a los pueblos del Imperio la tarea de reunir diferentes bienes necesarios.

Así, por ejemplo, a los asirios se les dice que traigan madera de cedro, y a los afganos, turquesas y lapislázuli; a los babilonios les pide que vayan a producir ladrillos; de Egipto se requerían orfebres y trabajadores del marfil.

De esa manera, además de los tributos e impuestos, llegaban las riquezas de esos "cuatro puntos cardinales" que regían los aqueménidas al corazón del imperio.

 
La Copa de Oro de Jerjes, rey del Imperio persa aqueménida.
 
  
Persépolis floreció durante casi dos siglos y era conocida como la ciudad más rica bajo el Sol.

Y no era solo la arquitectura la que proyectaba la riqueza y la cultura aqueménida.

Hermosos objetos decorativos y joyas, hechas de oro macizo y plata, con piedras preciosas y semipreciosas, la confirmaba lujosamente.

Persépolis se convirtió en objeto de deseo, particularmente para un lugar que los persas nunca lograron conquistar: Grecia.

 

Un rey con el imperio en la mira

El intento de subyugar a Grecia de Darío el Grande había terminado sangrientamente en la batalla de Maratón en 490 a.C.

Darío murió cuatro años después y la tarea de expandir el imperio quedó en manos de su hijo Jerjes.

Aunque capturó Atenas en el 480 a.C., sus fuerzas sufrieron serias derrotas ante los griegos tanto en el mar (Salamina) como en tierra (Platea y Micale).

Ante la realidad de que Grecia nunca se incorporaría a su imperio, Jerjes desistió.

Durante el siguiente siglo y medio hubo rebeliones internas, se perdió y reconquistó Egipto y se sofocó una revuelta en Sidón (en el actual Líbano).

A pesar de todas esas crisis, la primacía de Persia continuó sin ser cuestionada, hasta que, en la antigua Macedonia, surgió un rey que desde su ascenso al trono, tenía en su mira al Imperio persa.

Había crecido con esa idea. Además, necesitaba la riqueza del enemigo de Grecia para mantener su ejercito y continuar con sus conquistas.

Pasaría a la historia como Alejandro Magno, y derribaría todo el edificio aqueménida en unos pocos años.

En el año 330 a.C., invadió Persia.

A Persépolis la saqueó, y se dice que se llevó 200 vagones de oro y plata.

En lo que aún se considera uno de los mayores actos de vandalismo de la historia, luego la incendió.

No se sabe a ciencia cierta por qué. 

 
Alejandro Magno construiría un imperio que eclipsaría incluso al de los persas. 
  
 
La razón de la destrucción

El destacado intelectual iraní Al-Biruni, en su "Cronología de las naciones antiguas", del año 1000, dio una razón con la que varias fuentes concuerdan.

"[Alejandro] quemó toda Persépolis como venganza contra los persas, pues al parecer el rey persa Jerjes había incendiado la ciudad griega de Atenas hacía unos 150 años. Se dice que, incluso en la actualidad, se pueden ver rastros del fuego en algunos lugares".

Otros, creen que fue para anunciarle a Oriente el fin del Imperio aqueménida.

O porque quería borrar la cultura y la identidad persa, y hacer desaparecer la memoria de los reyes que una vez vivieron allá.

De ser así, de cierta forma lo consiguió: mucho desapareció por completo de la historia.

Siglos más tarde, cuando los visitantes deambulaban por las ruinas y se encontraban con estatuas de extrañas bestias fantásticas, imaginaban que reyes míticos, no los aqueménidas, habían gobernado el Imperio persa.

En el siglo X, el poeta persa Abul-Qasem Ferdousí recopiló esas fábulas y las incluyó en su gran obra Shāhnāmé o "El libro de los Reyes".

Ni Ciro, ni Darío, ni Jerjes eran mencionados en ese épico libro, que ocupa un lugar central en el sentido de identidad iraní.

En Occidente, sus historias se contaban desde el punto de vista de los antiguos griegos y romanos.

Las ruinas de Persépolis permanecieron sin identificar hasta 1620.

Numerosos viajeros y académicos europeos visitaron y describieron el lugar en los siglos XVIII y XIX.

Pero no fue sino hasta 1924, cuando el gobierno iraní le encargó al erudito alemán Ernst Herzfeld (1879-1948), especialista en arqueología, historia y lenguas de Irán, que fuera a explorar el inmenso complejo palaciego aqueménida que su historia empezó a desenterrarse.

Desde entonces, cada vez es más posible contarla con las voces de esos antiguos persas, y los hallazgos arqueológicos continúna afinándola.

Así, esta historia que empezó y terminó con dos "grandes" conquistadores se sigue escribiendo.

* Principales fuentes: BBC serie "In Our Own Time", episodios "Cyrus the Great" y "Persepolis"; BBC serie "Art of Persia".

 

Fuente: Imperio Persa

 

 

 

martes, 1 de julio de 2025

Colección Infinito

Editorial Planeta

1965-1977

El número 23 tiene dos obras distintas publicadas en el mismo año.

La editorial  terminaba una colección- digamos, Goliat- y volvía (y vuelve) a poner muchos de los mismos libros en sus otras colecciones o aparecieron en las de Plaza & Janés, en Círculo de Lectores o en varias más, aunque una buena cantidad de obras ya no han sido publicadas nuevamente.

Ya que hay una confusión entre las diferentes colecciones de Planeta como Goliat, Infinito, etc., más adelante pondré otras colecciones como Luyve, Omnibus y alguna que otra más.  



1. Frank Yerby. La risa de los viejos dioses
2. Phyllis Gordon Demarest. Los Ángeles
3. Chinguiz Aitmátov. Tierra Madre
4. Máximo Gorki. Los Artamónov
5. Rumer Godden. La batalla de Villa Fiorita
6. Boris N. Polevoi. Un Hombre de verdad
7. Alexandr Bek. La Carretera de Volokolamsk 
8. Christine Arnothy. El cardenal prisionero
9. Alexandr Bek. Unos Días
10. Irwin Shaw. Al Estilo Francés
11. Alexandr Bek. La Reserva del General Panfilov
13. Margery Lawrence. La Madona de las Siete Lunas
14. Phyllis A. Whitney. Ámbar Negro
15. Joseph Hayes. El Tercer Día
16. Flora Sandstrom. Otros inviernos, otras primaveras
17. Sinclair Lewis. Cárceles de Mujeres [Ann Vickers. (Cárceles de Mujeres)]
18. C.B. Gilford. En busca de inocencia
20. Manohar Malgonkar. Los Príncipes
22. Hans Hellmut Kirst. La Última Consecuencia [La Noche de los Generales (La Última Consecuencia)]
23. John Dos Passos. El Paralelo 42 (Paralelo 42)
23. Yuri Kazakov. La Pequeña Estación
25. A.E. Johann. En la linde de los vientos
26. Frank G. Slaughter. Sangaree
27. Russsell  Foreman. La carne humana
28. Vicki Baum. Grand Hotel
29. Willi Heinrich. Vacaciones en el otro lado
31. Pierre Daninos. Snobissimo (o el deseo de parecer)
32. Frank Yerby. La verde mansión de los Jarrett
33. Vasili Axiónov. Colegas
34. Pitigrilli. El farmacéutico a  caballo
35. Ben Ames Williams. Todos los hermanos fueron valientes
36. Edna Lee. La Abeja Reina
37. Vasili Axiónov. Billete para las estrellas
39. Phyllis A. Whitney. “Jade del Mar”
40. Pitigrilli. Lecciones de Amor
41. Lidia Bogdanovich. Diario de un Psiquiatra
42. Frank Yerby. El Cielo está muy alto
43. Ben Ames Williams. El Valle hostil
44. Pearl S. Buck. Orgullo de Corazón
45. Chinguiz Aitmátov. Mi pequeño álamo
46. Pearl S. Buck. El Patriota
47.  Phyllis A. Whitney. Skye Cameron
48. Frank G. Slaughter. La Venus del cuadro
49. Ben Ames Williams. Un Pirata moderno
50. Frank G. Slaughter. La punta del bisturí
51. Konstantin A. Fedin. Sanatorio Arktur
52. Guy Des Cars. Tres noches
54.  François Mauriac. El misterio Frontenac
57. Victoria Holt. Menfreya al amanecer
58. Frank Yerby. La Novia de la libertad
60. Frank G. Slaughter. Hombres de blanco
61. Christine Arnothy. El jardín negro
62. John Dos Passos. La Primera Catástrofe (1919)
63. Mary Ellin Barrett. Amor en las dunas
64. Pearl S. Buck. Peonía
65. Nikos Athanassiadis. Una muchacha desnuda
66. Frank Yerby. Roble Claro
67. Betty Smith. Alegría por la mañana
69. François Mauriac. El Río de fuego
70. Dorothy Daniels. Danza en la oscuridad
71. Valentín Kataiev. Cacería en la estepa
72. C.Y. Lee. La Tierra de la Montaña Dorada
73. Marie Louise Fischer. Falsa Coartada
74. Ernest Hemingway. Muerte en la tarde
75. Pearl S. Buck. Puente de paso
76. A.J. Cronin. Aventuras en Dos Mundos
77. Frank G. Slaughter. Hospital de sangre
78. Giovanni Guareschi. Don Camilo. Un mundo pequeño
79. Pitigrilli. Los vegetarianos del amor
80. Giovanni Guareschi. La Vuelta de Don Camilo
81. Frank G. Slaughter. Vuestro Cuerpo y vuestra Alma
82. Valentín Katáiev. Los Malversadores
83. A.J. Cronin. El Jardinero español
84. Frank Yerby. El halcón de oro
85.  John Steinbeck. Llama Viva
86. Henry Cecil. Una Mujer llamada Anne
87. Frank Yerby. Pasiones humanas
90. Frank Yerby. Mientras la ciudad duerme
92. Pierre Daninos. Un tal señor Blot
93. Vicki Baum.  Vidas sin misterio
94. Ernest Hemingway. El Viejo y el Mar
95. Pitigrilli. La Roca de Léucade
96. Vicki Baum. Retorno al amanecer
97. Anne Edwards. Los Sobrevivientes
98. John Dos Passos. Manhattan Transfer
100. Rosemary  Harris. Todos enemigos
101. Frank Yerby. El Tesoro del Valle Feliz
102. Ernest Hemingway. Al otro lado del río y entre los árboles
104. Guy Des Cars. El Solitario
105. Rudyard Kipling. Kim
106. Stephen Gilbert. Diario del Hombre-rata
107. Frank Yerby. Mayo fue el fin del mundo
109. Peter De Polnay. Toda una Fortaleza
110. Victoria Wolff. Madre e Hija
111. Guy Des Cars. La alcahueta
112. Clyde Ware. Los Inocentes
113. Frank Yerby. Gillian
118. Henry Cecil. Se busca a un hombre
120. Frank G. Slaughter. Cirujano del Aire
124. Carlo Coccioli. El Cielo y la Tierra
125. Pitigrlli. El oficio más viejo del mundo
126. Pierre  Daninos. Nuevos comentarios del mayor Thompson
127. Máximo Gorki. La vida de un hombre inútil
128. E.M. Forster. La Mansión (Howards End)
129. Pascal Lainé. La Irrevolución
131. Geneviéve Dormann. Te traeré borrascas
132. James herbert. La invasión de las ratas
133. Iván Efrémov. La Nebulosa de Andrómeda
135. E.M. Forster. Habitación con vistas
136. Barbara y Manfred Grunert. Tu Amor no es Amor (Psicograma de un matrimonio)
137. Guy Des Cars. Una Especie de Mujer
140. Aleksandr Grin. Velas Rojas (El Velero Rojo, Velas Escarlatas)


Sin numeración conocida:

—Pearl S. Buck. Carta de Pequín (Carta de Pekín)
—Beverly Nichols. Un Caso de Servidumbre Humana. La Historia Íntima de Somerset Maugham: un verdadero caso de Servidumbre Humana
—Vicki Baum. Vuelo Fatal
—Ketti Frings. Si no amaneciera
—Max Shulman. Un casado en apuros
—Frank Yerby. Una mujer llamada Fantasía
—Vicki Baum. Una noche en el trópico
—George Orwell. 1984
—Ben Ames Williams. Una noche tenebrosa
—Pierre Daninos. Los Comentarios del mayor Thompson
—Emmanuel Roblès. Una primavera en Italia
—Umberto Simonetta. El desvergonzado
—George Orwell. Rebelión en la Granja
—G.K. Chesterton. El Hombre que fue jueves
—Chinguiz Aitmátov. La Nave Blanca
—Frank Yerby. La risa del diablo





miércoles, 25 de junio de 2025

Colección Libro Práctico Bruguera

Editorial Bruguera
1966-1985

Para acabar en parte con la confusión entre las colecciones Libro Amigo, Libro Clásico y Libro Práctico de Bruguera, pues aquí tienen esta última colección que tenía la letra P en las portadas aunque no en todas las obras publicadas.

Los títulos dentro de esta colección estarán aquí para poder diferenciar el conjunto de obras en las colecciones indicadas porque la confusión y el error no terminan hasta ahora, y además de obras aunque ya estén superadas modernamente en sus temáticas y hay algunas con consejos e ideas prácticas que siempre son útiles o quedan como curiosidades que llaman la atención del lector.

Hubo cambios en las cubiertas de los libros en las distintas ediciones siguiendo el mismo formato como en otras colecciones de Bruguera. Existe alguno que otro detalle curioso en la númeración y/o en los títulos de los libros incluidos como en el número 2 o el 58. En varios casos no se indica a los autores.

No se incluyen las obras de pseudociencia como espitirismo o de astrología u otras como las que mencionan juegos de cartas y azar porque apoyamos la lucha contra la ludopatía.
Uno tiene que ser coherente en palabras y hechos.
 
 
Revisión 2025 
 

1. Genoveva Bernard de Ferrer. Un menú para cada día
2. John A. Schindler. Cómo vivir 365 días al año
2. Fausto Turell. Crucigramas
3. John Henderson. Guía médica de urgencia
5. Walter C. Álvarez. Viva en Paz con sus Nervios
6. Harry Lorayne. Cómo adquirir una supermemoria
7. Dr. Clement G. Martin. Cómo vivir Cien Años
9. André Lemaire. Los secretos del doctor   
10. Justine Glass. Coma bien
11. G. Stuart Nutley. Conversar y convencer 
12. F.A. Hornibrook. Vigile su cintura
13. Herman S. Schwartz. El arte de descansar
14. Fernande Harlin. Maternidad feliz
15. G. de Corbie. Cómo equipar y conservar la casa
16. Elmer L. Winter. Como ser una secretaria eficiente
17. Enrique Revilla. Físico-Culturismo: la moderna técnica del superdesarrollo muscular
18. José Repollés. La Educación física a su alcance
19. Pedro Riera. Conozca el Fiat- Seat 850
20. Joseph W. y Lois Bird. La libertad en el amor sexual. Educación sexual
24. Israel Albert Horowitz y Fred Reinfeld. Primer libro de Ajedrez 
25. Dr. A. Marchal y O.J. de Méro. Paternidad responsable
26. Fred Reinfeld. Segundo libro de Ajedrez
27. Luis Castellón. Primer libro de Crucigramas 1
28. Luis Ribó Durán. Las Deudas y la Ley
29. Fred Reinfeld. Tercer libro de Ajedrez
30. Luis Ribó Durán. El Código Civil y usted
31. Fred Reinfeld. Cuarto libro de Ajedrez
32. Luis Ribó Durán. El Contrato y la Ley
33. Fausto Turell. Diccionario Auxiliar del Crucigramista
34. Fermín de Urmeneta. El Código Penal y usted
36. Dr. Frederik Koning. Tendremos un hijo
38. Marius Audier. La vida de los cardíacos. Sistema cardiovascular, enfermedades, tratamiento
39. Enrique Revilla. Manual de cultura física para la mujer
40. Dr. Frederik Koning. Educación e Higiene sexual
41. Enrique Revilla. Manual de cultura física para niños y adolescentes
42. Leonora Ramírez “Nora”. Cocina para dos
43. Luis Ribó Durán. Las Sociedades Anónimas y la Ley
44. J. A. Martí Mercadal. Práctica de Primeros Auxilios: Manual del Socorrista
45. Oswalt Kolle. Tu marido, ese desconocido
46. Fermín de Urmeneta. Testamentos y Herencias
47. Fausto Turell. Segundo libro de Crucigramas 2
48. Oswalt Kolle. Tu mujer, esa desconocida
49. Fermín de Urmeneta. Delitos contra el Estado
50. Oswalt Kolle. Tu hijo, ese desconocido
51. Diccionario Inglés/Español-Spanish/English Dictionary
52. Luis Ribó Durán. El Trabajador y la Ley
53. Dr. Frederik Koning. Hombre y Mujer: los riesgos sexuales del matrimonio
54. Ángeles Cardona. Manual de Ortografía Moderna 
55. Fausto Turell. Crucigramas 3
56. Napoleon Hill. Piense y hágase rico
57. Fausto Turell. Crucigramas 4
58. José Repollés. La Filatelia (en 1972) o Como Coleccionar Sellos (en 1982)  
59. Dr. Frederik Koning. Los Errores Sexuales I: las sendas torcidas del amor
60. Napoleon Hill. La clave de la riqueza
61. Ubaldina Gonzáles Pastor. La gran cocina en el hogar
62. Fausto Turell. Crucigramas 5
63. Lorenzo Ponce Sala. Campeonato del Mundo de Ajedrez: Spassky-Fischer
64. Luis Ribó Durán. Las Cooperativas y la Ley
65. Fausto Turell. Crucigramas 6
66. Fred Reinfeld. Las Estratagemas en Ajedrez
67. Peter J. Steincrohn. Cómo dormir mejor
68. Fausto Turell. Crucigramas 7
69. P.H. Clarke. Cien Miniaturas Rusas. Ajedrez
70. Luis Ribó Durán. La Justicia en España
71. Fausto Turell. Crucigramas 8
72. Fred Reinfeld. 1001 Sacrificios y Combinaciones Brillantes. Ajedrez
73. Leonora Ramírez “Nora”. La Cocina de Nora
74. Fausto Turell. Crucigramas 9
75. Gerald Abrahams. La Técnica en Ajedrez
76. Fermín de Urmeneta. Los Derechos de la Familia
77. Fausto Turell. Crucigramas 10
78. Fred Reinfeld. 1001 combinaciones de Mate. Ajedrez
80. Dr. Frederik Koning. Los Errores Sexuales II: las extravagancias del amor
81. Fausto Turell. Crucigramas 11
82. Román Torán. Problemas de Ajedrez, volumen 1: 180 remates de partidas magistrales
83. Fausto Turell. Crucigramas 12 
84. Dr. Frederik Koning. Los Errores Sexuales III: las obsesiones
85. Fernando Corripio Pérez. Diccionario Etimológico Abreviado
86. Román Torán. Problemas de Ajedrez, volumen 2
87. Dr. Frederik Koning. Los Errores Sexuales IV: transtornos de la virilidad
88. Fausto Turell. Crucigramas 13
89. Diccionario Español-Francés/Dictionnaire Espagnol-Français
90. Román Torán. Problemas de Ajedrez, volumen 3
91. Máximo Borrell. Aperturas Abiertas. Ajedrez
92. Máximo Borrell. Aperturas Semiabiertas
93. Máximo Borrell. Aperturas Cerradas.
94. Máximo Borrell. Aperturas Semicerradas 
95. Máximo Borrell. Aperturas de Flanco
96. Máximo Borrell. Ajedrez Brillante. Historias, anécdotas, curiosidades
97. Dr. Frederik Koning. Los Errores Sexuales V: la frigidez
98. Urbano Torrijos. Cómo se resuelve un Jeroglífico. Pasatiempos
99. Dr. Frederik Koning. Los Errores Sexuales VI: erotomanías y neurosis
100. Robert Heller. El ejecutivo al desnudo. Administración, negocios
101. Luis Ribó Durán. El Propietario y la Ley
102.Román Torán. Problemas de Ajedrez, volumen 4
103. Ana María Calera. Cocina de Régimen
105. Francesc Soler y Joan Dedeu. Plantas de interior
106. Carmen Lázaro. Plantas de terraza y balcón. Jardinería
107. Brigitte Kiemann y Nuria Sansano. Juegos para niños
108. Diccionario Básico de la Lengua Castellana
109. Enciclopedia Básica Bruguera
110. Diccionario Enciclopédico Abreviado
111. Carlo Frabetti y María Gorgues. La buena cocina vegetariana
112. Dr. I. Newton Kugelmass. El niño de hoy. Infancia, cuidados, desarrollo
113. Leonora Ramírez “Nora”. Cocina rápida
114. La Cocina de la A a la Z
115. Consumer Guide (redacción). Footing: en forma todo el año
116. Ignacio Doménech. Las mejores recetas de Ignacio Doménech: Carnes y aves
117. Ignacio Doménech. Las mejores recetas de Ignacio Doménech: Pescados y mariscos
118. Ignacio Doménech. Las mejores recetas de Ignacio Doménech: Postres y repostería
119. Dr. Manuel R. Blancafort. Puericultura Actual. Problemas más inmediatos de los niños
120. O. y C. Pomerleau. Como dejar de fumar
121. Leonora Ramírez “Nora”. Comidas para niños
122. Jorge Zentner. Cócteles, vinos y licores
123. Tau Beiroa. La secretaria eficiente
124. Jesús Borràs y Antoni Colomer. Arte y Técnica de Filmar
125. Mary Ellen Pinkham. Ideas prácticas para todo. Sugerencias para resolver diversos problemas domésticos
126. Lavada Weir. Skatebord
127. Carlo Frabetti. Juegos de ingenio. Enigmas, pasatiempos y juegos lógicos
130. Domingo Pastor Petit. Seguridad y Autoprotección
131. Frederic Larreula. Diccionari Catalá-Castella, Castellano-Catalán
133. Peter Firth. Primer libro de la Fotografía
134. Ascensión Carmona. Manual de la buena cocina
135. Ignacio Doménech. Las mejores recetas de Ignacio Doménech: Sopas y Entrantes
136. Ignacio Doménech. Las mejores recetas de Ignacio Doménech: Guarniciones y Salsas
137. Ignacio Doménech. Las mejores recetas de Ignacio Doménech: Huevos y Arroces
139. Fernando Corripio. Diccionario abreviado de Sinónimos
140. James Hewitt. Jogging. Salud y Bienestar
141. Fausto Turell. Crucigramas 18
143. Carmen Lázaro. Plantas de jardín. Jardinería
144. Ricardo Santos. Cómo conseguir un Empleo
146. Huay Tat (Mina Tong). Invitación a la cocina china
147. Mario Tau. El ABC de la Psicología Infantil
148. Fausto Turell. Crucigramas 19
149. Ana Giusti. Métodos prácticos anticonceptivos
150. Ignacio J. Merino. Como cuidar y adiestrar a su perro
151. Santiago Pey. Manual del Bricolaje, tomo 1
152. Santiago Pey. Manual del Bricolaje, tomo 2
153. Paul Brown y Carolyn Faulden. Como mejorar su vida sexual
154. Martín Blay. Pájaros domésticos
155. Ángel Martín y Lincoln Maiztegui. Informador Ajedrez 1980
156. Salud y Belleza
160. M. D. Robert. Como vencer el Insomnio
161. Jo Mesegens. Guía de plantas medicinales
163. Ascensión Carmona. Primer Libro de la Cocina
164. Antonio J. Bilbao. Cómo pagar menos Impuestos
165. Ana María Calera. Las mejores recetas de la cocina regional española: Cocina Catalana
166. Ana María Calera. Las mejores recetas de la cocina regional española: Cocina Castellana
167. Ana María Calera. Las mejores rectas de la cocina regional española: La Cocina Vasca
168. Ana María Calera. Las mejores recetas de la cocina regional española: La Cocina Gallega
170. Paul Innerhofer. Educar es Fácil
171. Vicente Ema. Trabajos Manuales: Bricolaje para jóvenes
172. Leonora Ramírez. La buena cocina del pescado
173. Gayelord Hauser. Mi método dietético
174. Frances Moore Lappé. Dietas para la salud
175. Howard I. Shapiro. Anticonceptivos. Control de la natalidad
176. Carlo Frabetti. Problemas de Ingenio. Matemática recreativa
177. Juana Barría. Cocina pobre. Cocina. Recetas de platos baratos y populares
178. Frank Katch, William McArdle y Brian Boylan. Manténgase en forma
179. Ignacio Doménech. El Gran Libro de la Cocina
180. Piero Angela. Tu hijo, de cero a tres años
181. Asunción Durante. Conservas caseras
182. Andrea Barelli. Pastas y Pizzas
183. Mario Tau. La Adopción
184. Dr. Manuel R. Blancaflort. Niño sano, Niño enfermo
185. Leonora Ramírez. Cocina al aire libre
186. Robert Eagle. Alergia y Alimentación
189. M.D. Rasnikov. Impotencia y Afrodísiacos
193. Esteban Ferrer Garriga. Tests: pruebas psicotécnicas de autovaloración


domingo, 22 de junio de 2025

Colección Novela Histórica Salvat

Salvat Editores

1994-1995

La ponemos aquí como Colección Novela Histórica Salvat para distinguirla de otras colecciones que se llaman igual.

Lo que está entre paréntesis es un poco de información sobre el contenido del libro sin destripar nada importante.


1. Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano
2. Amin Maalouf. León El Africano
3. John Steinbeck. Los Hechos del Rey Arturo y sus Nobles Caballeros
4. Pauline Gedge. La Dama del Nilo (Reina Hatshepsut)
5. Mary Renault. Fuego del Paraíso (Alejandro Magno)
6. Vladimir Bartol. Alamut (Persia, siglo XI)
7. Kate O'Brien.Esa Dama. (Ana Hurtado de Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli)
8. Robert Graves. El Conde Belisario. El último general romano (Flavio Belisario, 505-565)
9. Arthur Koestler. Espartaco. La rebelión de los gladiadores
10. Gore Vidal. Juliano el Apóstata
11. Guy Rachet. Ciro, el Sol de Persia (Ciro el Grande)
12. Gisbert Haefs. Aníbal. Primera Parte
13. Gisbert Haefs. Aníbal. Segunda Parte
14. Pauline Gedge. El Faraón (Akhenatón)
15. Allan Massie. Tiberio
16. Robert Nye. Las Memorias de Lord Byron
17. Mary Renault. El muchacho persa (Época de Alejandro Magno)
18. Gore Vidal. Creación. Primera Parte (Imperio aqueménida, siglos VI-V a. C.)
19. Gore Vidal. Creación. Segunda Parte
20. Robert Graves. Yo, Claudio
21. Lourdes Ortiz. Urraca (Urraca I de León, 1081-1126)
22. Frank Baer. El Puente de Alcántara. Primera Parte (España, siglo XI)
23. El Puente de Alcántara. Segunda Parte
24. Cecelia Holland. La muerte de Atila
25. Shusaku Endo. El Samurai ( Japón, Europa, siglo XVII
26. Robert Graves. El Vellocino de Oro. Primera Parte (Jasón y los Argonautas)
27. Robert Graves. El Vellocino de Oro. Segunda Parte
28. Pauline Gedge. El Papiro de Saqqara (Antiguo Egipto)
29. Mary Renault. Juegos funerarios (última parte de la trilogía sobre Alejandro Magno)
30. Rex Warner. El Joven César (Julio César)
31. Salvador de Madariaga. El corazón de piedra verde. Primera Parte (España, México, siglos XV-XVI)
32. Salvador de Madariaga. El corazón de piedra verde. Segunda Parte
33. Pierre Grimal. Memorias de Agripina. La Roma de Nerón
34. JoseÁntonioGabrile y Galán. El Bobo ilustrado (Guerra de Independencia española, 1808)
35. Robert Graves. Claudio el dios y su esposa Mesalina. Primera Parte
36. Robert Graves. Claudio el dios y su esposa Mesalina. Segunda Parte
37. J.-H. Rosny, Aîné. La guerra del fuego
38. Mary Renault. Alexias de Atenas. Una juventud en la Grecia Clásica (publicada antes como El último vino)
39. Rex Warner. César Imperial (continuación de El Joven César)
40. Hella S. Haasse. El bosque de la larga espera. Primera Parte (Guerra de los Cien Años)
41. Hella S. Haasse. El bosque de la larga espera. Segunda Parte
42. Tariq Alí. A la sombra del granado. Una novela de la España musulmana
43. John Steinbeck. La Taza de Oro (Henry Morgan)
44. Thornton Wilder. Los Idus de Marzo (Julio César)
45. Luis Gómez-Acebo, duque de Badajoz. A la sombra de un destino (Europa, siglos XIV-XV)
46. Hubert Monteilhet. Nerópolis I (Nerón)
47. Hubert Monteilhet. Nerópolis II
48. Boris de Rachewiltz y Valentí Gómez i Oliver. El ojo del Faraón
49. Robert Graves.  Rey Jesús
50. Irving Stone. La Agonía y el Éxtasis Vida de Miguel Ángel. Primera Parte
51. Irving Stone. La Agonía y el Éxtasis Vida de Miguel Ángel. Segunda Parte
52. Michael Bentine. El Templario
53. John Banville. Copérnico
54. Thomas Keneally. El Arca de Schinler. (Oscar Schindler, Segunda Guerra Mundial, Holocausto)
55. Gore Vidal. En busca del Rey (Inglaterra, siglo XII)
56.Arturo Uslar Pietri. La visita en el tiempo (España, siglo XVI)
57. Guillem Vidalot. Juana la Loca
58. Mary Renault. El rey debe morir (Teseo)
59. Pauline Gedge. Águilas y Cuervos. Primera Parte (Britania, siglo I d. C.
60. Pauline Gedge. Águilas y Cuervos. Segunda Parte
61. Cecelia Holland. El cinturón de oro (Imperio bizantino, siglo VIII)
62. Hella S. Haasse. La ciudad escarlata (Europa, siglo XVI)
63. Philipp Vanderberg. El divino Augusto (César Augusto)
64. Colin Falconer. Harem. Volumen I (Solimán el Magnífico, 1494-1566)
65. Colin Falconer. Harem. Volumen II
66. Pierre Montlaur. José, el judío del Nilo
67. Violaine Vanoyeke y Guy Rachet. Mesalina. Emperatriz y esclava del placer 
68. Nikos Kazantzakis. El pobre de Asís (San Francisco de Asís, 1181/1182-1226)
69. Franco Cuomo. Gunter de Amalfi, caballero templario (El caballero Templario Gunter de Amalfi)
70. Michael Ennis. La Duquesa de Milán (Italia, siglo XV)




viernes, 20 de junio de 2025

La Fuerza de la Palabra

El intruso era peligroso, pero el joven estadounidense estaba dispuesto, y aun ansioso, para el combate.
Entonces, un sabio anciano les dio una lección inolvidable.

 

Por Terry Dobson

EL TREN rechinaba y traqueteaba al atravesar los suburbios de Tokio esa soñolienta tarde de primavera. Nuestro vagón estaba relativamente vacío: unas cuantas amas de casa con sus hijos, algunas personas mayores que habían salido de compras. Yo contemplaba con aire ausente las deslustradas casas y las polvorosas hileras de arbustos.

En una estación se abrieron las puertas, y de pronto un hombre que profería maldiciones violentas e ininteligibles rompió la quietud de la tarde. El individuo se precipitó al interior de nuestro carro. Vestía como obrero; era fuerte y estaba borracho y sucio. Vociferando, se abalanzó sobre una mujer que sostenía a su niño, y la envió tambaleante sobre los regazos de una pareja de ancianos. Fue un milagro que el pequeño saliera ileso.

Aterrada, la pareja se puso de pie como accionada por un resorte y se escabulló hasta el otro extremo del carro. El individuo intentó patear por detrás a la anciana, pero ella se escurrió con rapidez a un lugar más seguro. Esto enfureció de tal manera al borracho que se asió del poste de metal en el centro del carro y trató de zafarlo de su lugar. Pude ver que una de sus manos estaba cortada y sangrante. El tren seguía su camino con los pasajeros helados de terror. Yo me levanté de mi asiento.

Era joven entonces, hace alrededor de 20 años, y tenía muy buena condición física. En los tres años anteriores había recibido un sólido entrenamiento de aikido, casi todos los días durante ocho horas. Me gustaba arremeter y luchar cuerpo a cuerpo, y me creía muy fuerte. La única dificultad era que mis aptitudes marciales nunca habían sido puestas a prueba en un combate real. Como estudiantes de aikido, no se nos permitía pelear.

“El aikido”, nos repetía una y otra vez nuestro profesor, “es el arte de la reconciliación. Cualquiera que abrigue en su mente la idea de pelear ha roto su contacto con el universo. Si ustedes intentan dominar a otras personas, ya están derrotados de antemano. Nosotros estudiamos para resolver un conflicto, no para iniciarlo”*.
Yo escuchaba sus palabras y hacía esfuerzos sinceros por seguir sus orientaciones, llegando al extremo de cruzar la calle para evitar a los chimpira, vagos malvivientes del billar, quienes se apostaban cerca de las estaciones ferroviarias. Estaba orgulloso de mis antepasados. Me sentía fuerte y sagrado. Sin embargo, en lo más íntimo de mi ser, deseaba una oportunidad completamente legítima de salvar a los inocentes, destruyendo a los culpables.

¡Aquí la tengo!, me dije al levantarme. Estas personas están en peligro, y si no procedo con rapidez, posiblemente alguien resulte lesionado.

Al ver que me levantaba, el borracho vio la oportunidad de enfocar su ira. “¡Ajá!”, gritó. “¡Un extranjero! ¡Lo que usted necesita es que le dé una lección de modales japoneses!”

Me cogí levemente a la correa de cuero que se encontraba arriba del asiento y le arrojé una lenta mirada de disgusto y desprecio. Había decidido hacer pedazos al tipo, pero tenía que ser él quien hiciera el primer movimiento. Deseaba sacarlo de sus casillas, así que curvé mis labios y le arrojé un beso insolente.

“¡Muy bien! ¡Tendrás tu merecido”, dijo. Se centró un momento en sí mismo para arrojarse sobre mí.

Un segundo antes de que hiciera el primer movimiento, alguien le gritó: “¡Hey!” El sonido de la voz nos llegó al tímpano. Recuerdo el tono extrañamente alegre y regocijado, como si el lector y un amigo hubieran estado buscando algo con diligencia y de repente lo hubieran encontrado. “¡Hey!”

Giré a mi izquierda y el borracho a su derecha. Nuestra mirada tuvo que descender para localizar a un pequeño anciano japonés. En mi opinión este frágil caballero, sentado allí con su quimono inmaculado, frisaba bien los 70 años de edad. Él ni siquiera se fijó en mí, sino que dedicó su atención al trabajador, como si hubieran tenido entre los dos el secreto más importante que compartir.
—Venga acá —dijo el anciano con un acento local, llamando a su lado al borracho—. Venga acá para que hablemos.

Ondeó la mano con suavidad. El hombrón lo obedeció, como si en ella llevara una cuerda. Plantó sus pies con aire beligerante frente al anciano, y gritó con una voz que opacó el ruido del traquetear de las ruedas:
—¿Por qué diablos tengo que hablar con usted?

El borracho me daba ahora la espalda. Si movía un milímetro algún codo, caería sobre el tipo a golpes. 

El anciano continuó dirigiéndose al ebrio: 
—¿Qué es lo que ha estado bebiendo? —le preguntó con interés.
—He estado bebiendo sake —replicó con acritud el individuo—, y además, ¡no le importa!
—¡Oh, eso es magnífico!, ¡completamente delicioso!  Verá usted, a mí también me encanta el sake. Todas las tardes, mi esposa y yo (ella tiene 76 años) calentamos una botellita de sake y la llevamos al jardín, adonde nos sentamos en una vieja banca de madera. Contemplamos la puesta del Sol y vemos cómo se encuentra nuestro árbol placaminero. Mi bisabuelo lo plantó y estamos preocupados por saber si se salvará de las tormentas de nieve que azotaron durante el último invierno. Creemos que está reaccionando bien, teniendo en cuenta la mala calidad del suelo.  Nos produce mucha satisfacción sacar nuestra botella al jardín y disfrutar de la tarde, ¡aunque llueva!

A medida que hacía esfuerzos para seguir la conversación del anciano, la cara del borracho empezó a suavizarse. Sus puños se aflojaron.
—Sí —replicó el hombre—; a mí también me encantan los árboles placamineros.
Su voz bajó de tono.
—Y bien —dijo el anciano sonriendo—, estoy seguro de que usted tiene una hermosa mujer.
—No, mi esposa murió —de manera suave, acorde al movimiento del tren, el hombrón empezó a  sollozar—. No tengo esposa, ni casa, ni trabajo. Me siento tan avergonzado de mí mismo.
Las lágrimas se escurrieron por sus mejillas. Su cuerpo se convulsionó con un espasmo de dolor.

Ahora me tocaba a mí. Parado ahí, con mi ingenuidad juvenil pura y mi idea de la justicia para hacer más seguro el mundo en la democracia, de pronto, me sentí más sucio que él.

Finalmente el tren llegó a mi parada. Mientras se abrían las puertas, escuché al anciano decir con simpatía:
—Vaya, vaya, de veras se encuentra usted en una situación difícil. Siéntese cerca de mí y cuéntemelo todo.

Volví la cabeza para echar una última ojeada. El hombre se había dejado caer como un fardo en el asiento, reclinando la cabeza en el regazo del anciano, quien le daba golpecitos en la cabeza sucia y enmarañada.
 
Vi cómo se alejaba el tren y me senté en una banca. Lo que había deseado hacer con los músculos se obtuvo con palabras amables. En el suceso yo sólo percibí una ocasión de poner a prueba el aikido en un combate, y la esencia era el amor.
Tendría que practicar el arte con un espíritu diferente.
Pasaría mucho tiempo antes de que pudiera hablar de la solución del conflicto.

 

*El aikido es un arte japonés de defensa personal por medio de llaves, técnica que se parece al judo y al jiujitsu.



© 1981 por Terry Dobson. Condensado de “The Graduate Review” (Marzo y Abril de 1981), de San Francisco (California).


Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo LXXXIII, Año 41, N° 497, Abril de 1982, págs. 63-66, Reader’s Digest México, S.A. de C.V., México D.F., México.


Notas

Polvorosa: polvorienta.

Acritud: brusquedad, aspereza, dureza, agresividad, mordacidad, acrimonia, rudeza, etc. Wordreference.com

Sake: Bebida alcohólica obtenida de la fermentación del arroz.


Proverbios 15:1: La respuesta amable calma la ira; la respuesta grosera aumenta el enojo. (Versión Reina-Valera Contemporánea.). 

jueves, 19 de junio de 2025

¿Existe el centro del universo?: por qué esta pregunta científica desafía los límites de nuestra imaginación

 

 

Al preguntarnos por el centro del universo, nos enfrentamos a los límites de nuestra intuición.

 

Por Rob Coyne*
The Conversation

 

Hace aproximadamente un siglo, los científicos se esforzaban por conciliar lo que parecía una contradicción en la teoría de la relatividad general de Albert Einstein.

Publicada en 1915 y ya ampliamente aceptada en todo el mundo por físicos y matemáticos, la teoría suponía que el universo era estático, es decir, que no cambiaba, no se movía y era inmutable.

En pocas palabras, Einstein creía que el tamaño y la forma actuales del universo eran, más o menos, los mismos de siempre.

Pero cuando los astrónomos observaron en el cielo nocturno galaxias lejanas con potentes telescopios, vieron indicios de que el universo era cualquier cosa menos eso. 

Estas nuevas observaciones sugerían lo contrario: que se estaba expandiendo.

Los científicos no tardaron en darse cuenta de que la teoría de Einstein no afirmaba que el universo tuviera que ser estático, sino que también podía apoyar un universo en expansión.

De hecho, utilizando las mismas herramientas matemáticas que la teoría de Einstein, los científicos crearon nuevos modelos que demostraban que el universo era, de hecho, dinámico y evolucionaba.

Llevo décadas intentando comprender la relatividad general, incluso en mi trabajo actual como profesor de física impartiendo cursos sobre el tema.

Sé que hacerse a la idea de un universo en constante expansión puede resultar desalentador, y parte del reto consiste en anular nuestra intuición natural sobre el funcionamiento de las cosas.

Por ejemplo, es difícil imaginar que algo tan grande como el universo no tenga un centro, pero la física dice que esa es la realidad.

 

El espacio entre las galaxias

En primer lugar, definamos qué se entiende por "expansión".

En la Tierra, "expansión" significa que algo está creciendo. Y con respecto al universo, eso es más o menos cierto.

Expansión también podría significar que "todo se aleja de nosotros", lo que también es cierto en relación con el universo. Si apuntamos un telescopio a galaxias lejanas, todas parecen alejarse de nosotros. Es más: cuanto más lejos están, más rápido parecen moverse.

Esas galaxias también parecen alejarse unas de otras. Así que es más exacto decir que todo en el universo se está alejando de todo lo demás, todo a la vez. Esta idea es sutil pero fundamental.

Es fácil pensar en la creación del universo como si fueran fuegos artificiales: empieza con un big bang, y luego todas las galaxias del universo salen volando en todas las direcciones desde algún punto central.

Pero esa analogía no es correcta. No sólo implica falsamente que la expansión del universo partió de un único punto, lo cual no es cierto, sino que también sugiere que las galaxias son lo que se mueve, lo cual no es del todo exacto.

No son tanto las galaxias las que se alejan unas de otras, sino el espacio entre ellas, el tejido del propio universo, que se expande a medida que pasa el tiempo.

En otras palabras, no son las propias galaxias las que se desplazan por el universo, sino que es el propio universo el que las aleja a medida que se expande.

Una analogía común es imaginar que se pegan unos puntos en la superficie de un globo. Al irlo inflando, éste se expande y, como los puntos están pegados a la superficie, se alejan.

Aunque parezca que se mueven, en realidad permanecen exactamente donde los pusiste y la distancia entre ellos aumenta simplemente en virtud de la expansión del globo.

Un buen punto de partida para entender la expansión del universo es la analogía del globo y los puntos.

 

Ahora piensa que los puntos son galaxias y el globo es el tejido del universo, y empezarás a hacerte una idea.

Desgraciadamente, aunque esta analogía es un buen comienzo, tampoco capta bien los detalles.

 

La cuarta dimensión

Respecto de cualquier analogía es importante comprender sus limitaciones.

Algunos defectos son obvios. Por ejemplo, un globo es tan pequeño que cabe en la mano, pero el universo no.

Otro defecto es más sutil. El globo tiene dos partes: su superficie de látex y su interior lleno de aire.

Estas dos partes del globo se describen de forma diferente en el lenguaje matemático. La superficie del globo es bidimensional. Si camináramos por ella, podríamos movernos hacia delante, hacia atrás, a la izquierda o a la derecha, pero no hacia arriba o hacia abajo sin salirnos de la superficie.

Puede parecer que estamos nombrando cuatro direcciones —adelante, atrás, izquierda y derecha—, pero sólo son movimientos a lo largo de dos trayectorias básicas: de lado a lado y de delante hacia atrás. Eso es lo que hace que la superficie sea bidimensional: longitud y anchura.

El interior del globo, en cambio, es tridimensional, por lo que podrías moverte libremente en cualquier dirección, incluso hacia arriba o hacia abajo: longitud, anchura y altura.

Aquí es donde radica la confusión. Lo que consideramos el "centro" del globo es un punto situado en su interior, en el espacio lleno de aire que hay bajo la superficie.

No son tanto las galaxias las que se alejan unas de otras, sino el espacio entre ellas, el tejido del propio universo, que se expande a medida que pasa el tiempo.

 

Pero en esta analogía, el universo se parece más a la superficie de látex del globo. El interior del globo, lleno de aire, no tiene equivalente en nuestro universo, por lo que no podemos utilizar esa parte de la analogía: sólo importa la superficie.

Así que preguntar dónde está el centro del universo, es algo así como preguntar: "¿Dónde está el centro de la superficie del globo?". Sencillamente, no lo hay.

Podrías viajar a lo largo de la superficie del globo en cualquier dirección, durante todo el tiempo que quisieras, y nunca llegarías a un lugar que pudieras llamar su centro, porque en realidad nunca dejarías la superficie.

De la misma manera, podrías viajar en cualquier dirección en el universo y nunca encontrarías su centro porque, al igual que la superficie del globo, simplemente no lo tiene.

Parte de la razón por la que esto puede resultar tan difícil de comprender se debe a la forma en que se describe el universo en el lenguaje de las matemáticas.

La superficie del globo tiene dos dimensiones y su interior, tres. Pero el universo existe en cuatro dimensiones, porque no se trata sólo de cómo se mueven las cosas en el espacio, sino de cómo se mueven en el tiempo.

Con 13.700 millones de años de existencia, los científicos siguen tratando de entender por qué el universo tiende a expandirse.

 

Nuestros cerebros están diseñados para pensar en el espacio y el tiempo por separado. Pero en el universo, están entrelazados en un único tejido, llamado "espacio-tiempo".

Esa unificación cambia el funcionamiento del universo con respecto a lo que espera nuestra intuición.

Y esta explicación ni siquiera empieza a responder a la pregunta de cómo es posible que algo se expanda indefinidamente: los científicos siguen tratando de descifrar qué impulsa esta expansión.

Al preguntarnos por el centro del universo, nos enfrentamos a los límites de nuestra intuición.

La respuesta que encontramos —todo, expandiéndose por todas partes, todo a la vez— es un atisbo de lo extraño y hermoso que es nuestro universo.

 

*Rob Coyne es profesor de física de la Universidad de Rhode Island.

Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Puedes leer la versión original en inglés aquí.

 

Fuente:  Centro del Universo