viernes, 29 de abril de 2022

Anecdotario VI

 Vamos a ir alternando anécdotas de escritores con las de gente de otras profesiones, de universitarios y de otras partes, aplicando la sabiduría del refrán que dice: entre col y col, lechuga.


Cosas de Irlanda

-Durante una conferencia que dio George Bernard Shaw en Dublín, ofendió al público diciéndole que ayudar a las sociedades que se proponían revivir el gaélico era tirar el dinero.

—Si invirtiérais esos fondos en odontología sería de mucho más provecho, declaró en tono desafiante.

El auditorio recibió el consejo con una gran rechifla.

—Si volvéis a hacer eso —amenazó Shaw— continuaré en gaélico, el idioma que todos profesáis amar, y entonces nadie tendrá la menor idea de lo que estoy diciendo.

Durante el resto de la conferencia se hubiera podido oír volar una mosca.


-Al enterarse de que el escritor William Butler Yeats había ganado el premio Nobel, en 1923, Bertie Smiley, propietario del diario Irish Times, resolvió darle él mismo la noticia.

—Tengo el honor de informarle —comenzó a decir Smiley—que acabo de recibir noticias de Estocolmo referentes al premio Nobel. A las glorias de Irlanda se agrega ahora el esplendor poético de...

—Cálmese usted —interrumpió Yeats—. ¿A cuánto equivale en dinero contante y sonante?


-En su juventud el político Eamon de Valera fue encarcelado repetidas veces por expresar opinones subversivas, a pesar de lo cual no lograban imponerle silencio. Apenas salía libre regresaba a la lid con mayor vehemencia que antes. Una vez fue detenido en medio de un discurso. Cumplió condena de un año y al salir de la cárcel volvió al mismo salón. Frente al auditorio, comenzó así su discurso:
“Como les iba diciendo cuando me interrumpieron...”



-Al caer el telón final de un estreno que protagonizaba la actriz Tallulah Bankhead, ésta se dirigió a su camerino y allí encontró, con gran asombro suyo, a un admirador que ya la esperaba, sin aliento, y que decía rebosante de entusiasmo:

—¡Estuviste estupenda, Tallulah!... ¡Realmente maravillosa!

—¿De veras? —dijo con olímpica frialdad la actriz—. Entonces, ¿por qué no te quedaste en tu butaca aplaudiendo?



Buenas Medidas...

Cuando el actor Charles Laughton se preparaba para la filmación de «Motín a Bordo » se dirigió a una célebre sastrería de la afamada Bond Street de Londres y dijo a un encargado:

—Entiendo que aquí le hicieron un uniforme a un tal capitán Bligh; quisiera que me confeccionaran uno igual a mi medida.
—¿Capitán Bligh, señor?

Laughton asintió con la cabeza.

—¿En qué año sería eso? —inquirió el dependiente.
—En 1789.

Sin inmutarse en lo más mínimo el empleado dijo que vería.

«Y han de saber ustedes —contaba Laughton más tarde— que el dependiente volvió a los pocos minutos con todos los apuntes y medidas. Me hizo los uniformes iguales a los del capitán y los usé para la película».

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