Por Manuel Jesús Orbegozo
En la Corpac
Frost baja del avión que lo trae de Sao Paulo. Llega con un grueso abrigo al brazo. Se quita el sombrero y saluda. Le contesta la Embajada Norteamericana, los relámpagos fotográficos, el sol crepuscular y el frío.
―¿Hace frío? —pregunta Frost.
—Sí, mucho frío.
Entonces, Frost, se pone el abrigo. “Hace rato que lo estaba cargando por gusto” —dice—, ensayando su primera satisfacción.
Mientras arregla sus papeles ante la indiferencia aduanera, se le pregunta:
―¿Qué tal la Conferencia de Escritores Interamericanos?
—No me gustan las Conferencias que desembocan en política —satiriza él.
Frost quiere seguir conversando con los periodistas, pero una bellísima dama se interpone. Frost se mete dentro de un “Cadillac”, y se hunde en el corazón de la ciudad.
En la Conferencia de Prensa
De arranque Frost llegó tarde. Para Faulkner y Frost, “time no es money”, para ambos: “escribir es dinero”.
Frost llega con su cara de sabueso rastreador de poesía en los troncos de árboles, en los agujeros de las hormigas, en los mugidos de las vacas, en los ras ras ras de las guadañas.
―¿Quiénes fueron sus maestros, Maestro?
—Virgilio.
“Sigue talando con una pesada hacha por cuenta propia en el bosque de Virgilio” —dice lejanamente un crítico.
—¿Qué opina de los poetas de su generación?
―Reservo mis opiniones porque todos son mis amigos.
—Bueno, pero ¿qué dice del mejor poeta, de Ezra Pound?
—¿Usted cree que es el mejor poeta?
En la cabeza se inicia una competencia: Whitman, ganando; Vincent Benét, alcanzando,; más atrás, más poetas. Y llegaron. Bíblicamente, muchos son los llamados, pocos los escogidos.
—¿Usted cree que la poesía debe ser social?
—La poesía debe ser esencial.
—¿Es partidario de la poesía abstracta?
—La poesía no puede dejar de ser abstracta, relativamente.
Un fotógrafo pregunta:
—¿Qué es un poeta, Sr. Frost?
—Un poeta no es un borracho como todos creen.
Levantan la cabeza Paul Verlaine, Rubén Darío, cien más y Martínez Luján que recita: “Mientras lloren las viñas, yo beberé sus lágrimas”.
Por todos los caminos queremos llegar a Roma.
―¿Usted ha leído a Paul Eluard?
—Muy poco leo traducciones, yo sólo leo en inglés y en latín.
—Entonces usted no puede dar razón de la literatura universal.
―¿He dicho tanto?
Otra vez el crítico que nos fustiga: “Frost no cree como Sandburg en la eficacia de la rebelión contra los prejuicios y las formas sociales injustas ―no profetiza ni fustiga― acepta todo con resignación. Es un clásico el que continúa ”.
—¿La guerra no se acabará jamás?
—Cuando el agua se acabe.
(Yo conozco un método de acabar con las guerras —dice Osorio y Gallardo: Acabar con los ejércitos)
—Faulkner ha dicho que los norteamericanos no piensan ni les interesa la literatura, ¿Qué opina sobre esto, poeta Frost?
—Yo me pregunto, entonces, ¿cómo vende sus libros?
Rubén Darío, César Vallejo, Pablo Neruda, Ciro Alegría, Rómulo Gallegos se nos quedan en la punta de la lengua, porque Frost no conoce mayormente literatura de Latinoamérica.
Recital en la ANEA
Suárez Miraval hace la presentación. “Sólo dos veces he oído mencionar mi nombre” ―dice Frost―. Brown Prado lee unas regulares traducciones de “Departmental” en el que habla sobre una hormiga a la que conoció.
Los norteamericanos e ingleses que asisten están como en un cocktail de gustos. Porque Frost es un Bernard Shaw de la poesía, un viejo poeta que se ríe como un fauno de la vida desde el alto sitial donde ahora se encuentra. Permanece de pie, cuarenta minutos. Por debajo de la mesa le aguaitamos bambolearse sobre sus zapatos N° 49, como si estuviera llevando un compás interior. La luz le platina los cabellos peinados al natural.
Intercala diez anécdotas por cada poema. “Una vez un catedrático me preguntó por qué en uno de mis poemas hago hablar a un caballo. ‘Pasémosle la pregunta a un ranchero –dice Frost–. El ranchero contesta: Sí, los caballos hacen preguntas y mejores que la mayoría de los catedráticos’”
Risa. Los jóvenes intelectuales que han asistido están en Babia, pero ensayan risas de conejo. “El Decano de los Poeta de América” agradece con una venia profunda, mientras los aplausos dan por clausurada su visita a Lima.
Reportaje aparecido en Cultura Peruana N° 74
Manuel Jesús Orbegozo, Reportajes, Editorial Ausonia, Lima, Perú, 1958, págs. 137- 142
Nota: He puesto los tres reportajes de Manuel Jesús Orbegozo sobre Faulkner, Hemingway y Frost, porque hay una conexión, una coherencia entre ellos la que lleva a una mejor comprensión de los textos. B.A.
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