El Hostigamiento en la escuela puede causar graves problemas. He aquí algunas recomendaciones para que usted…
Forme Hijos a prueba de bravucones
Por Elin McCoy
Cuando Owen, que cursaba el
primer año de primaria, bajó del autobús escolar, le escurría un hilillo de
sangre en la comisura de los labios, que además tenía hinchados, y en la carita
se le veían huellas de tierra y lágrimas.
Un “niño malo” lo había golpeado
en el autobús, le confió a su padre. En el patio de recreo de la escuela, el
mismo chico le había puesto una zancadilla y le había pegado en la nariz. Las
maestras no se percataron.
En otro caso, una madre de
familia, profesional de servicios sociales, le preguntó a su hija de 13 años, atractiva
y destacada jugadora de fútbol soccer,
por qué estaba triste. La niña rompió en sollozos y le contó que un compañero
de escuela, desde hacía unos seis meses, cada vez que la veía en los pasillos
se acercaba a decirle cosas como: “Pareces una ballena”, “una babosa llena de
granos”, o “una bruja horrible”. Lo hacía hasta diez veces al día, y empleaba
palabras obscenas.
Muchos padres de familia escuchan
historias parecidas de boca de sus hijos. “El hostigamiento constituye hoy día
uno de los problemas más persistentes y desatendidos en las escuelas de nuestro
país”, señala Ronald Stephens, director ejecutivo del Centro Nacional para la
Seguridad Escolar, en California, Estados Unidos.
Sin embargo, es muy común que los
niños no informen a sus mayores del conflicto; ni siquiera cuando se sienten
desesperados. Un padre de familia entró en sospechas de que algo andaba mal cuando
su hija, para quedarse en casa, comenzó a quejarse todas las mañanas de dolores
de estómago. Entre otras señales reveladoras se cuentan la ropa demasiado
sucia, moretones inexplicables, pérdidas de pertenencias, y las peticiones del
niño de que se le compren más útiles o se le dé más dinero para el
almuerzo; es decir, más de lo que
probablemente le quitan los bravucones.
Las consecuencias psicológicas
del hostigamiento pueden ser graves. Los niños que sufren estas agresiones
pueden deprimirse y, en ocasiones, convencerse de que no valen nada. Una señora
no prestó atención a las quejas de su hijo, que tenía diez años, de que sus
compañeros lo molestaban, hasta que las calificaciones del muchacho bajaron y
él empezó a comer en exceso para compensar su frustración. Los niños que
presencian el hostigamiento de un compañero y ven que no se toma ninguna medida
al respecto se llenan de temor: piensan que eso les podría suceder a ellos. “A menos
que los padres de familia, los maestros y el personal administrativo de las escuelas
intervengan, lo más probables que el acoso continúe”, previene Stephens.
¿Qué pueden hacer los niños y sus
padres? He aquí cinco de las mejores estrategias.
1. Que el niño no dé al bravucón una satisfacción. Cuando unos muchachos mayores asediaban a Michael, de sexto año de primaria, en el pasillo de la escuela y se burlaban de su gordura, “el niño llegaba a casa terriblemente mortificado”, recuerda su madre. “Le dije que eso era precisamente lo que querían los bravucones”. La señora tenía razón.
1. Que el niño no dé al bravucón una satisfacción. Cuando unos muchachos mayores asediaban a Michael, de sexto año de primaria, en el pasillo de la escuela y se burlaban de su gordura, “el niño llegaba a casa terriblemente mortificado”, recuerda su madre. “Le dije que eso era precisamente lo que querían los bravucones”. La señora tenía razón.
“Muchos niños recompensan
a su agresor con lágrimas”, dice el psicólogo universitario David Perry. De
hecho, los chicos que lloran en cuanto alguien empieza a agredirlos pueden ser
objeto después de ataques más graves.
Con un poco de
ayuda que le dieron su madre y el director de la escuela, Michael logró
conservar la calma y pasar junto a los bravucones sin prestarles atención. Las
burlas pronto cesaron. “Desde que él supo que lo apoyábamos cambió por completo
la situación”, puntualiza su madre.
2. Que Demuestre Seguridad. A menudo no basta con mostrar indiferencia ante los bravucones, pues ellos siguen fastidiando. Pero muchos niños ignoran cómo defenderse sin pelear. Por ejemplo: a un tímido escolar de primer año de primaria, en un colegio público, tres chicos de segundo año no dejaban de hostigarlo. Entonces el orientador escolar Tip Frank le enseño a mostrar mayor seguridad en sí mismo. “Lo aleccioné para que caminara erguido, mirar a sus agresores a los ojos y les dijera con voz firme que dejaran de importunarlo”, explica.
También hizo que
memorizara tres frases: “No hagan eso. No me gusta. Los acusaré si siguen”. Y
le aconsejó que después de decirlas se alejara. “Al pequeño le asombró
comprobar que le daba resultado”, recuerda Frank.
“Es importante
decirle al bravucón que no nos gusta lo que hace, ni cómo nos sentimos por
ello”, observa Richard Mills, psicólogo escolar.
3. Que Actúe de Manera Imprevista. Para Eric, de primer año de enseñanza media, la clase de educación física era un suplicio. Había un muchacho que le tiraba su ropa al suelo, le rasgaba las prendas interiores y lo rasguñaba. En una ocasión le dejó marcas en un brazo.
“Finalmente ideamos
una solución”, cuenta la madre de Eric. La siguiente vez que el bravucón se le
acercó, el chico Eric, con voz sonora y llena de indignación, le espetó:
“Quítame tus cochinas manos de encima”. La respuesta desconcertó al agresor,
porque todos se volvieron a mirarlo a él.
Eric sólo tuvo que reaccionar así dos veces para que cesaran los ataques.
Es importante
ensayar estas respuestas agresivas con el objeto de infundir en los niños la
seguridad que necesitan para defenderse, asevera el psicólogo escolar Nathaniel
Floyd.
Supongamos que
un odioso condiscípulo de su hijo de 12años acostumbra a obligarlo a que le
ceda su lugar en la fila para comprar el refrigerio escolar. Floyd aconseja
escribir frases que su hijo pudiera soltarle al abusón para que lo pensara dos
veces, como por ejemplo: “No voy a moverme de aquí, digas lo que digas, así que
deja ya de fastidiar”.
Luego, que se
turnen para representar los papeles de agresor y de víctima. Permítale a su
hijo hacer primero el de bravucón. Esto le dará a usted la oportunidad de
enseñarle a hablar de manera convincente, sin mascullar ni bajar la vista, y a
romper el contacto visual con el atacante para poner fin al enfrentamiento.
4. Fortalezca las Amistades de su Hijo. A un escolar de tercer año, su padre le aconsejó que no se alejara de sus amigos cuando el provocador lo rondara. El niño hizo algo más: consiguió que cinco compañeros suyos lo ayudaran a enfrentarse a su agresor en el patio de la escuela. “Este es nuestro amigo”, le dijeron. “No está bien que lo molestes a él ni a ningún otro niño”. El bravucón emprendió la retirada. “Un solo chico que tome partido por la víctima puede representar una gran ayuda para detener al agresor”, afirma el psicólogo Ronald Slaby.
Otro psicólogo, Robert
Cairns, recomienda a los padres de niños tímidos o poco sociables que los ayuden
a hacer amigos invitando a sus compañeros a casa. A los niños mayores, señala, se
les puede animar a “practicar algún deporte, tocar un instrumento o emprender cualquier
actividad en la que pueden relacionarse con otros chicos”.
5. Pida Ayuda a las Autoridades Escolares. Cuando Grace, de primer año de primaria, estrenó sus anteojos, un chico de quinto año empezó a llamarla “cuatro ojos”. La pequeña puso en práctica todas las tácticas aquí recomendadas. Primero mostró indiferencia. Luego le dijo, sin alterarse y con voz fuerte: “Estás contando mal. Sólo tengo dos”. Nada dio resultado.
Al cabo de una semana,
le dijo a una maestra lo que estaba ocurriendo, y la maestra envió al muchacho
a la oficina del director. Grace se alegra de haberse quejado. El chico tuvo
que pedirle una disculpa, y dejó de hostigarla.
Sin embargo, a casi ningún escolar le gusta
que sus compañeros sepan que acusó a alguno de ellos, y muchos padres temen que
dar a conocer las agresiones de que son objeto sus hijos signifique inmiscuirse
en su vida, o sobreprotegerlos. No es así. Los padres de familia tienen el
derecho de exigir que las escuelas tomen medidas enérgicas contra los
bravucones.
No llame por
teléfono a los padres del agresor, ni hable personalmente con él; eso casi
nunca da buenos resultados. Deje que la escuela se encargue del asunto. Si los
maestros y el personal administrativo observan la interrelación de ambos
chicos, los padres del bravucón no podrán negar que algo pasa.
Los maestros
perspicaces pueden idear soluciones sencillas y efectivas. Hubo uno que puso a
un hostigador y a su víctima, alumno sobresaliente en matemáticas, en el mismo
equipo de trabajo de esa materia. La facilidad del chico agredido para los
números lo volvió imprescindible en el equipo, y se convirtió en líder.
A menudo vale
más acudir directamente al orientador escolar o al director. Cuando Marjorie
Castro, directora de una escuela, se entera de un incidente de hostigamiento, les
pide a los profesores que observen con disimulo, o verifica personalmente la denuncia.
Después interroga al bravucón sobre lo que ha visto (impidiendo así que tachen al
otro de acusón), y le advierte de las consecuencias si continúa: detención
después de clases, una entrevista con los padres e incluso la suspensión. Recientemente,
cuando dos chicos que habían estado mofándose de otro niño comenzaron a
arrojarle piedras, la señora Castro llamó a la estación de policía y pidió que enviaran
al agente encargado de menores infractores. El oficial visitó a los bravucones en
sus casas y les exigió que se presentaran en el centro juvenil una vez por semana.
El hostigamiento cesó de inmediato.
Comoquiera que
procedan el director y el resto del personal de la escuela de su hijo, deben
crear una atmósfera que en verdad desaliente las agresiones, mediante reglas
explícitas y supervisión adecuada. Algunos colegios organizan seminarios para
alertar a los maestros sobre el problema y ayudarlos a combatirlo.
La mayoría de los
niños son objeto de agresiones en uno u otro momento, y algunos se convierten
en víctimas crónicas. La mejor protección que los padres pueden ofrecer
consiste en fomentar en sus hijos la independencia y la seguridad en sí mismos,
además de estar dispuestos a tomar medidas rápidas cuando sea preciso. Sólo así formarán hijos a
prueba de bravucones.
Revista Selecciones del Reader’s
Digest, Tomo CV, Número 627, Año 53, Febrero de 1993, págs. 108-111, Reader’s Digest Latinoamérica, S.A., Coral
Gables, Florida, Estados Unidos
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