¿Será cierto que «la suerte de la fea la bonita la desea», y que «el hombre y el oso mientras más feo más hermoso»?
Por James F. Bender.
Director de National Institute For Human Relations
¿Vive usted descontento de su figura y desearía poder cambiarla por la de alguna persona bien parecida a la que admira? De ser así, deje de compadecerse a sí mismo, y compadezca en cambio a los que envidia por sus atractivos físicos. Son esas personas, y precisamente por ser hermosas, las que están más expuestas a que las maltrate la vida.
No ha de negarse que una buena presencia da momentáneas ventajas a quien la posee: abre muchas puertas, conquista muchas admiraciones. Más por lo mismo que allana el camino en los años juveniles, suele reducir el incentivo de cultivar las propias aptitudes. De ellos resultan frecuentemente individuos de personalidad endeble o poco simpática, hombres y mujeres que cuentan con menos reservas espirituales que los sostengan en las pruebas a que nos someta la vida.
Las personas «favorecidas» por la naturaleza con atractivos físicos son por regla general las que menos adelantan en sus estudios. Dos catedráticos de la Universidad de California clasificaron a 600 alumnas, primero en cuanto a la belleza; en seguida por su aprovechamiento como estudiantes. El grado de aprovechamiento de las bonitas fue inferior en 14 puntos al de las «feas». Los catedráticos llegaron a la conclusión de que «las beldades son más propensas a dejarse distraer por la vida social», gastan tanto tiempo en fiestas y visiteos*, que nunca llegan a adquirir verdaderos hábitos de estudio. Las jóvenes que no brillan por su belleza, y los jóvenes de figura desgarbada*, tratan generalmente de compensar la falta de atractivos naturales cultivando sus prendas* de carácter o su inteligencia
No hace mucho tuve mis propios dolores de cabeza con beldades engreídas e indolentes. Un matrimonio de Filadelfia acudió a mí para que viese si había manera de lograr que su hija -hermosísima rubia de tipo nórdico- «le cobrase afición a algo». La joven había fracasado en dos colegios. No tardé en advertir que estaba muy pagada de sí misma* y falta de estímulo para todo. Pasaba horas lánguidamente entregada a la compostura* de su persona, y se enfurecía si trataban de sacarla de su ensimismamiento.
Esta joven es hoy egoísta, desarreglada y ofrece muy pocas probabilidades de dicha al hombre que la tome por esposa.
Recientemente conté entre mis casos el de dos hermanas. En las pruebas demostraron tener igual cociente de inteligencia. Sin embargo, una de ellas, que adolece de cierto defecto físico bastante notorio es más ingeniosa, agradable, asentada* y parece más inteligente que la otra. Hay en ella una brillantez de la que su hermana carece en absoluto.
Es significativo que las grandes actrices hayan sido, casi sin excepciones, mujeres a quienes la naturaleza no concedió el don de la hermosura. Algunas consiguieron crear en el público la ilusión de que eran hermosas.
Más acaso ni una sola de ellas figuró en su adolescencia entre las beldades. Todas compensaron con su talento su poco o ninguna belleza.
Los padres se inclinan a enorgullecerse de sus hijos mejor parecidos y a mostrarse demasiado solícitos* con ellos. Debieran entender que a la buena suerte de haber tenido niños hermosos se añade la obligación de cuidar de que crezcan en un ambiente normal, propicio a la formación del carácter y contrario a la tentación de atenerse principalmente a sus buenas prendas* físicas.
He aquí algunas indicaciones concretas de las que convendrías tomasen nota los padres de hijos excepcionalmente agraciados:
Procuren darles a entender que conceden escasa importancia a la sola belleza física. Es cosa adjetiva, que la naturaleza otorga a unos y niega a otros. Enderecen las ambiciones del niño a metas y empeños en que la buena presencia cuente por poco.
Al niño o a la niña bien parecidos hay que exigirles que saquen en la escuela mejores calificaciones que las que se exigirían de no mediar tal circunstancia.
Hay que tratar de colocarlos en situaciones que los obliguen a desarrollar en alto grado la confianza en sí mismos y la iniciativa.
Debe acostumbrárseles a vestir con sencillez, y combatir en ellos toda propensión a conceder demasiada importancia al traje.
Veamos algunas ventajas delas personas faltas de belleza o cuyo físico es común y corriente:
Cuentan con mayores probabilidades de éxito en sus empleos. Por ser comúnmente propensos a la egolatría e inclinados a juzgar se acreedores a más de lo que merecen, los jóvenes (que son) buenos mozos resisten menos las asperezas que hallan al principiar a ganarse la vida.
Tienen mayores posibilidades de felicidad matrimonial. Benjamín Franklin aconsejó a un joven que al casarse eligiese una fea, porque una mujer así dedicaría más tiempo a tratar de ser buena esposa. Las probabilidades de formar un hogar bien avenido y dichoso son 25 por ciento menos para la mujer que nació bonita que para la de tipo común y corriente.
El atractivo principal, lo que hace duradero el afecto de un matrimonio, es la voluntad de dar, el deseo de agradar. Y la mujer o el hombre bien parecidos se han visto admirados y obsequiados por tanto tiempo, que poca ocasión tuvieron de cultivar esas cualidades.
A las personas notoriamente hermosas se les dificultan las diarias relaciones con los demás. La presencia de una beldad suele desconcertar a los hombres; y a las mujeres no les entusiasma la compañía de la que, al atraer todas las miradas, acaso las eclipse a ellas. En cuanto al buen mozo, los demás hombres lo calificarán de «barbilindo»*, «Tenorio» o «Adonis» y les será por regla general poco simpático a aquellos con quienes sus ocupaciones lo relacionan.
La persona de físico común y corriente suele tener una ancianidad más atractiva. Sócrates llamó a la belleza corporal «una efímera tiranía»*. La beldad que empieza a perder los encantos a que debió ese dominio tiende a volverse desagradable en la vejez. Le es duro conformarse con la realidad que traen los años, y no hay en su espíritu recursos para superarla.
Una alta empleada de una importante asociación femenina me hablaba de la sorpresa que experimentó al asistir a una reunión de las que habían sido sus condiscípulas hacía 40 años. «Las jóvenes a quienes envidié por bonitas –me dijo- eran ahora unas viejas gruñonas y fastidiosas. En cambio, otras cuya figura me inspiró cierta compasión entonces, me parecían las más interesantes, despiertas y simpáticas».
Las contingencias a que se halla expuesta la persona que nació agraciada no existen para la que supo hacerse atractiva. Conozco una señora de 35 años que goza fama de ser una de las personas más hechiceras* de su ciudad. En los retratos sus tiempos de colegiala parece desgarbada e insignificante. Si hoy todos la hallan encantadora, se debe a que es una mujer de buen corazón, generosa, inteligente, y que ha sabido desarrollar un gusto exquisito para ataviarse en forma impresionante a la par que atractiva.
La única belleza digna de ser ambicionada es, en definitiva, la que proviene de la llama interior alimentada por una combinación de la fortaleza de carácter y la actitud generosa ante la vida. Quien lleve en sí tal llama, no la verá palidecer con los años. La belleza juvenil se desvanece. Y antes de desvanecerse puede engendrar en nosotros dañinas ilusiones. Encender en nuestro pecho la noble llama nos prestará la mejor «hermosura»: aquella que no depende de nuestra edad ni de nuestro físico.
Condensado de « The American Magazine»
Revista Selecciones del Reader’s Digest, Tomo XX, N° 121, Diciembre 1950, pp. 45-47, Selecciones del Reader’Digest S.A, Habana, Cuba
Notas
*Visiteos: acción de hacer o recibir muchas visitas.
*Desgarbada: Falta de garbo, atractivo, gallardía.
*Prendas: cualidades
*Pagada: ufana, orgullosa, engreída
*Compostura: Arreglo del aspecto de una persona o cosa.
*Asentada: sentada, juiciosa, sesuda, inteligente. Sensata, prudente.
*Solícito: Diligente, cuidadoso, atento.
*Barbilindo: Joven bello y bien parecido.
* O «dictadura de corta duración».
*Hechicera: cautivante, fascinante, seductora.
Las notas son mías
Comentario Personal:
Parece mentira que después de tantos años que se publicó esto exista el hecho que la gente siga cometiendo la misma clase de errores en la educación de sus hijos sean o no bonitos. Los vuelven groseros, malagradecidos, cretinos, vanidosos, ignorantes, racistas discriminadores y chismosos.
Muchas personas que son atractivas con los años no mejoran su personalidad ni educación personal y se conforman en seguir en la gris mediocridad.
Para remate hay hasta prejuicios contra la gente que es atractiva y preparada en su trabajo. Se descalifica a los que cuidan su apariencia y entrenan. Ojo, no hablo de exgerados con su arreglo personal ni vigoréxicos.
Se da el caso de hombres que tienen fobia a las mujeres hermosas.
Ni hablar de los comentarios negativos contra los que son solteros...
Muchos individuos que son feos o desgarbados no tratan ni se esfuerzan en compensar sus carencias físicas ni en desarrollar su personalidad sino que tienen pésimo carácter, son maleducados y terriblemente antipáticos.
Hay de todo como en botica o en la Viña del Señor.
Un mundo de locos.