«[...] Todo aquello fue muy comentado en la tasca.
-¿Encuentra usted una razón científica para un acto semejante? -preguntaban a Mouraille.
-El oficio de asesino -decía éste- es el último de los oficios y, ciertamente el mas estúpido. [...]
-A su juicio, ¿los asesinos son responsables?
-Patológicamente hablando así lo creo. Hablo del crimen premeditado como el presente.
Vean, ustedes, el crimen perfecto no es realizable y, si lo fuere excepcionalmente, sería por causas ajenas a la voluntad del asesino y a sus previsiones. ¿Leen ustedes novelas policíacas?
-A veces -respondió Armand Jolibois.
-El autor, un intelectual que puede combinar a placer el tema de su obra, posee una técnica muy superior a la del asesino primario, el cual no puede haber analizado todas las probabilidades de su crimen. ¿Están todos conformes?
-Sí, sin ninguna duda.
-Entonces lean con atención algunas novelas policíacas. Descubrirán en ellas el fallo, el lugar donde el narrador hace trampa para hacer realizable y misterioso el crimen. Se lo repito: el criminal está virtualmente cogido de antemano. Actúa no obstante, como si no lo supiera. Con ello prueba que es un débil mental[...]»
Gabriel Chevallier, Clochemerle Babilonia, Plaza & Janés, 1979, págs. 169-170, Colección El Arca de Papel nº 146
Las negritas son mías.
Gabriel Chevallier, Clochemerle Babilonia, Plaza & Janés, 1979, págs. 169-170, Colección El Arca de Papel nº 146
Las negritas son mías.